viernes, 7 de octubre de 2011

Chile en lucha por una educación justa

("El Mercurio)

Una movilización social del alcance de la que lleva cinco meses teniendo lugar en Chile es un acontecimiento extraordinario. Para empezar, está promovida y dirigida por los más jóvenes, no solo universitarios, sino también estudiantes de enseñanzas medias, es decir, niños y niñas de trece o catorce años. Además, más del 70% de los chilenos la apoya. Por último, lo que se reivindica es el futuro, nada menos, con todo lo que de generosa tiene esta reivindicación.

Ayer se rompieron las negociaciones que el gobierno chileno había emprendido con una representación muy heterogénea de los movilizados. Respecto a esta ruptura hay que decir dos cosas:

1).- Basta con ver la foto de la mesa de negociación para comprender que llegar a un acuerdo era físicamente imposible. La mesa es diabólicamente alargada, la concurrencia demasiado numerosa, la líder de los estudiantes, Camila Vallejo, se sienta en el centro de la mesa, y el ministro responsable, Bulnes, en el extremo del fondo, casi escondido; me parece una irresponsabilidad del Gobierno haber convocado una reunión así. 
("El Mercurio", modificada con las leyendas)

2).- Las declaraciones del ministro Bulnes a la salida de este fracaso fueron sorprendentes. Vino a decir que “el gobierno no podía aceptar que los más pobres pagaran la educación de los más ricos”, justificando así su negación de una gratuidad amplia de la enseñanza. No creo que Bulnes fuera cínico, sino que para él “los más ricos” son la amplia clase media del país, esa que se ve exprimida  y endeudada por el alto coste de la educación de sus hijos. Porque los verdaderamente ricos, los que detentan la mayoría de la riqueza, esos son tan pocos que para Bulnes, probablemente, no cuentan.

Confío en la sangre fría y la claridad de ideas de los chilenos y por eso creo que esta batalla que ahora termina no es más que el comienzo de una guerra en la que Chile conseguirá ganar lo que pide: una educación de calidad garantizada para todos, sea cual sea su nivel de riqueza.

Respecto a la batalla que ha terminado, creo que la ha perdido el Gobierno, por su torpeza. Unas reivindicaciones detrás de las que estaba la mayoría de la población chilena tenían que haber sido gestionadas directamente por el Presidente, en primerísima fila, liderando con fuerza y no permitiendo que ministros y viceministros tomaran iniciativas no coordinadas y hasta se contradijeran unos a otros.

Estas reivindicaciones jamás podrían ser satisfechas en una negociación con los movilizados, sino mediante iniciativas del Gobierno dirigidas a resolver el fondo del problema, mostrando una clara determinación de moverse en la dirección que los chilenos quieren. Esto el Gobierno no lo ha hecho, y temo que las causas principales hayan sido el miedo, la falta de ideas claras y el fundamentalismo neoliberal.

Por último, ha habido demasiados gases lacrimógenos, cañones de agua, caballos y armaduras. Chile no está ya para esas cosas.

Un amigo chileno me comentaba hace poco tiempo en Ancud: “Piñera prometió muchos cambios, pero hasta ahora lo único que ha cambiado es el horario de verano. Tiene la oportunidad histórica de resolver de una vez el problema de la educación en Chile. Los chilenos lo están esperando. ¡Que no les falle!

Y tenía razón. En las democracias consolidadas, deben ser los gobiernos de derecha los que acometan reformas importantes de izquierdas; solo a ellos se les permitirá. La recíproca es cierta. Este es el camino por el que un país democrático puede avanzar con rapidez hacia el futuro.

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