viernes, 14 de octubre de 2011

El imperio de las máquinas (5).- La ideología de la Técnica


Hay una visión ideológica de la Técnica que la justifica intelectualmente, la define y fundamenta. Según ella, lo que la Técnica pretende  es:  <<Aislar y proteger a los humanos de la Naturaleza, haciendo su vida más segura y grata.>>


Conscientes o no de ella, la mayoría de los humanos compartimos hoy esta visión, que pretende hacerse extensible a toda la Técnica, desde que ésta se inició en el Paleolítico como algo indisociable del Homo sapiens hasta los tiempos actuales. Según la visión, durante muchísimos siglos la Técnica no fue sino Artesanado, es decir, fabricación y uso de herramientas gobernadas directamente  por la fuerza y la destreza humanas. Artesanos eran los fabricantes de hachas de piedra y vasijas de barro neolíticas, los constructores de pirámides y catedrales, los talladores de diamantes, los fabricantes de pócimas sanadoras, los médicos y cirujanos de los tiempos antiguos, los constructores de barcos, los marinos de la época de los Descubrimientos. Todos ellos buscaban dominar a la Naturaleza, ponerla al servicio del Hombre. Más tarde, el Renacimiento y luego la Ilustración trajeron cambios profundos. El Renacimiento introdujo con Galileo la ciencia experimental, que fue fundamentada filosóficamente por Descartes y alcanzó pronto un cénit brillantísimo con Newton. Los humanos llegaron a estar firmemente convencidos de que con el método científico, que era reduccionista y matemático, descubrirían todos los 
Algunas figuras de la Ilustración.
De izqda a derecha y de arriba abajo:
Voltaire, Rousseau, Diderot, Frankliln
secretos de la Naturaleza. Este optimismo los condujo a la Ilustración, que en el siglo XVIII o de las Luces destronó a todos los dioses y todas las ideas trascendentes y confusas, sustituyéndolos por la Razón. Sería la razón humana, apoyada en la ciencia, quien liberaría por fin a los hombres de todas sus limitaciones y domesticaría a la Naturaleza. Asociada desde el principio a la Razón estaba la idea de Progreso, y de esta última arrancaba un entendimiento nuevo de la Técnica. Así se llegó al S. XIX, quizá el más optimista en toda la historia de Occidente. La ciencia experimental tuvo un desarrollo espectacular, y muchos de los nuevos secretos arrancados a la Naturaleza se aplicaron a la mejora de las condiciones de vida; esto fue así especialmente en Medicina; a partir de entonces, una parte muy importante de la Técnica empezó a llamarse Tecnociencia, porque resultaba de la aplicación directa de los nuevos conocimientos científicos al dominio de la Naturaleza. Tuvo lugar al mismo tiempo la llamada Revolución Industrial, que resultó en un desarrollo espectacular de las Máquinas (como distintas a las herramientas) y en el descubrimiento y utilización de nuevas fuentes de energía. Como consecuencia de todo esto, emergió otra parte muy importante de la Técnica a la que se llamó Maquinismo. De manera que la Técnica actual es una combinación de Artesanía, Tecnociencia y Maquinismo, cuyo éxito en lo que se refiere al dominio de la naturaleza ha sido espectacular, tanto que, inevitablemente, las luces que ha traido han empezado a producir sus sombras.



Dentro de esta perspectiva histórica, la visión ideológica de la Técnica que expuse al principio tiene algunos corolarios interesantes:
.- Es una visión sencilla y optimista. Según ella, la Técnica trabaja exclusivamente en beneficio de la Humanidad. Cualquiera puede comprender esta justificación ideológica, que además es fácilmente defendible y aceptable.
.- No hay límites para la Tecnociencia o el Maquinismo, porque no los hay para la investigación y el conocimiento de la naturaleza. Es decir, no hay prohibiciones, tampoco barreras que no puedan superarse. Siempre podremos encontrar una solución técnica para nuestros problemas más difíciles. Se supone además que el carácter grato y seguro de la vida puede aumentar indefinidamente, porque nuestras ambiciones y nuestras fantasías, como humanos que somos, no tienen límites.
.- Pero hay un corolario que desde el principio nos advierte de los peligros inherentes a la Técnica. Como los humanos, independientemente de que también seamos Cultura, formamos parte de la Naturaleza (somos de carne y hueso, tenemos instintos y pasiones), la Tecnociencia y el Maquinismo tienen la aspiración legítima de aislarnos y protegernos de nosotros mismos. No solo de lo que haya de malo en nuestro soma (la enfermedad, la agresión), sino también de todo lo que en las esferas mental y espiritual contradiga o dificulte nuestras aspiraciones tecnológicas. Por otra parte, nuestra naturaleza lo es de animales sociales y territoriales. Por eso, una meta primaria de la Tecnociencia y el Maquinismo, en cuanto a que están a nuestro servicio,  es ayudarnos a proteger nuestro territorio de otros humanos hostiles. Otra es ayudarnos a expandirnos a costa de otros. Para conseguir esto se pone en marcha una tecnología militar y otra comercial. ¿Por qué no existe un tabú, como en otras especies animales, que nos impida matar a otros humanos? Por nuestra condición territorial, que tiende a aislarnos en linajes de sangre diferentes, también diferenciados culturalmente. De acuerdo con todo esto, la Técnica nos conduce, inevitablemente,  a la competencia y a la guerra. A nivel político, esto resulta en un Despotismo más o menos manifiesto, pero siempre presente.

     El vector fuerza más importante mediante el que la Técnica ha conducido  a los humanos a través de la historia ha sido la urbanización. La ciudad ha sido la solución tecnológica más eficaz para “aislar y proteger a los humanos de la Naturaleza, haciendo su vida más segura y grata”. La mayoría de las grandes novedades  técnicas han revertido directamente sobre ella. Se han creado así fortalezas dentro de las cuales el humano estaba aislado de la Naturaleza, por lo tanto protegido de ella, a la vez que se intentaba hacer su vida allí más divertida. Esto ha funcionado bien durante bastante tiempo, pero una de sus consecuencias, el olvido de la Naturaleza, su consideración únicamente como un recurso al que se consideraba inextinguible, ha empezado a mostrar sus efectos adversos, que ya estamos pagando. Las murallas que defendían a las megalópolis de la Naturaleza han empezado a trocarse en los muros de una prisión. Ya sucede que, desde lo hondo de las grandes ciudades,  ni siquiera podemos ver las estrellas durante la noche.

En cualquier caso, gracias a su sencillez, esta ideología de la Técnica era robusta. Arrolló al mundo con la fuerza de una religión, mostrando desde el principio, sin poderlo disimular, el despotismo que la acompañaba.  A partir de la Ilustración, el imperialismo británico dominó el mundo, y el imperialismo napoleónico asoló Europa. El capitalismo, firmemente sustentado por  la tecnología (ferrocarril, navegación a vapor) se desarrolló con fuerza en USA e Inglaterra. Algo más tarde el imperialismo europeo conquistó Africa para explotarla, y lo mismo hizo el imperialismo USA en Latinoamérica. También llegaron utopías salvadoras para librar a los humanos de la alienación tecnológica, el anarquismo y el marxismo, que lamentablemente fracasaron. El siglo XX ha sido posiblemente el más siniestro de toda la historia de Occidente.  La I Guerra Mundial en 1914, la primera gran crisis del capitalismo en 1929, la II Guerra Mundial en 1940, los despotismos genocidas de Hitler y Stalin, la guerra genocida del Vietnam, la desaparición por implosión del comunismo, las nuevas guerras terroristas, las invasiones injustificadas de Irak y Afganistán. Pese a todo ello, muchos ciudadanos de Occidente se creen en el mejor de los mundos posibles. Y debe reconocerse que el progreso tecnocientífico y maquinista  que ha acompañado a estas grandes catástrofes ha sido extraordinario. Ahora se nos avecina un agotamiento progresivo de los recursos naturales y un cambio climático. Pero los ciudadanos de hoy nos mantenemos encerrados en nuestros agujeros urbanos, frente a las pantallas multicolores e inmensas de nuestros televisores, como si no pasara nada. La pregunta clave es si podemos hacer algo más.

Algunos filósofos y otros humanistas han sometido a crítica los postulados ideológicos de la Técnica, con interesantes resultados. Paso ahora a considerar lo que me parece más destacable de estas acciones. 



(1).- Ortega y Gasset puso de manifiesto, ya en los años 1920’s, que la Técnica no es siempre la consecuencia directa de aplicar la Razón al estudio y mejora de la Naturaleza. Que en muchas ocasiones (quizá en la mayoría) los avances técnicos son, en su inicio, consecuencia de la casualidad y el juego. Que, por lo tanto, la Técnica no es un proceso de mejora racional de la Naturaleza, sino un proceso de Invención, nacido de ideas felices que se someten a prueba y demuestran tener éxito, en un juego reiterativo y hasta aleatorio de ensayo/error. Precisamente por esta condición, la Técnica es arriesgada y puede resultar peligrosa, ya que muchas veces nos es imposible prever todas sus consecuencias. En esto último el pensamiento de Ortega converge con el de Heidegger (como ya hemos visto en la Entrada nº 4 de esta serie, donde Heidegger presenta a la Técnica como provocación de la Naturaleza).
La conclusión es que la Técnica ya no puede  verse como un fruto directo de la Razón triunfante, una aplicación controlada de la Ciencia. Muchas veces se reduce a una divertida borrachera de invención, con consecuencias imprevisibles.




(2).- Lewis Mumford hace una aportación decisiva a la crítica de la ideología técnica  cuando describe la Megamáquina. Se trata del primer gran desarrollo técnico, que tuvo lugar en etapas muy tempranas de la historia humana, justo a la salida del Neolítico.  Entonces Egipto creó una Megamáquina para construir las pirámides y Mesopotamia otra para construir palacios, ciudades y zigurats como el de la mítica torre de Babel. La Megamáquina es la estructura técnica que está en la base de la fundación de los primeros grandes imperios. Su contenido estrictamente tecnológico es poca cosa, lo que le da su fuerza es la organización perfecta. Esto de la organización también es Técnica, para Mumford esto es, antes que otra cosa, la Técnica.   Desde el principio existen dos tipos de megamáquinas: la comercial (también económica y política) y la militar. Para Mumford, la Técnica, en lo esencial de su génesis, no es una consecuencia obligada del desarrollo científico, ni de la aplicación de la Razón al estudio y mejora de la Naturaleza. Sino una combinación indisociable de Invención y Organización. No puede haber pirámides, ni catedrales ni grandes ejércitos, sin una organización férrea.  Esta Megamáquina es el corazón de lo técnico y siempre, antes y ahora, ha dominado el mundo. Siempre ha sido ella, no la ingeniería o la tecnociencia o el maquinismo, el verdadero corazón de la Técnica. 


(3).- Ya he mencionado cómo la Ilustración dio origen al Capitalismo, éste al Marxismo y a la utopía Comunista por un lado, por otro al Nazismo. A consecuencia de todo esto, la fe en la Ilustración sufrió una profunda crisis en la segunda mitad del siglo XX.  Las locuras nazi y estalinista rompieron toda esperanza en un progreso seguro, basado en la Razón. El mundo se organizó alrededor de dos focos que eran dos Megamáquinas militares, USA y la URSS, con las armas atómicas, herederas directas de la Ciencia, como amenaza de fin del mundo.  En adelante, el único horizonte de futuro  era la guerra. 
Figuras de la escuela de Frankfurt.
De izqda a derecha y de arriba abajo:
Horkheimmer, Adorno, Habermas,
Benjamin, Marcuse y Fromm

La escuela de Frankfurt, un grupo de brillantes filósofos organizado por Horkheimer en los 1920’s, ha jugado un papel esencial en la crítica filosófica de esta situación, desde entonces hasta hoy. Se han venido planteando una disyuntiva dramática:  averiguar si la Técnica es racional, por tanto incontestable (ya que la Escuela de Frankfurt sigue creyendo en el peso absoluto de la Razón), o si es simplemente una racionalización de otros intereses y motivaciones de fondo, lo que quiere decir que es una ideología.
Concluyen que es una ideología. La Técnica es el soporte ideológico de la Megamáquina (utilizo la terminología de Mumford)  siempre imperante. Su objetivo es ordenar la Naturaleza  en función de los intereses de la Megamáquina, no de los humanos, que para la Megamáquina no son sino una parte de la Naturaleza. El Maquinismo y la Tecnociencia son formas de este despotismo.

Y así llegamos a nuestros días. Donde hay una realidad imperante y al menos tres corrientes ideológicas que reaccionan frente a ella.


A).- La realidad imperante es un despotismo capitalista apoyado en la Tecnociencia y el Maquinismo. Es despótico porque impone su ideología de dominación, que se manifiesta  en el ciclo capitalista, con una fase consumista y otra recesiva, que se van alternando como la cresta y el seno de una onda. Y cuando este proceso se atasca, el capitalismo lo resuelve con la guerra. Actúa este despotismo explotando a  la Naturaleza sin ningún respeto o limitación, como si sus recursos fueran inagotables. Condena a  los humanos a una alienación miserable disfrazada de felicidad consumista, pero cuando los conflictos y las crisis se enconan excesivamente, recurre a la represión. No es mucha la ideología elaborada para sustentar y defender la Tecnociencia y el Maquinismo. Tampoco la necesitan. La Tecnociencia ha adquirido la fuerza ciega de una religión. El Maquinismo es empírico, se basa sobre todo en la invención, el ingenio. No necesariamente va en busca de inventos útiles a priori, sino que juega con los elementos de que dispone, los une en nuevas combinaciones y soluciones. Con el paso del tiempo, cada vez más, estas soluciones no resuelven una necesidad ya sentida, sino que implican una novedad atrayente. Crean por tanto, más que resuelven, necesidades. El territorio de los humanos se artificializa cada vez más. Si siguen así las cosas, solo quedará una solución a lo Arca de Noé: cuando la Naturaleza no sea ya capaz de sustentar nuestras vidas, un grupo de humanos escogidos, junto con representantes de las especies animales y vegetales más útiles, se lanzará al espacio en una astronave en busca de un planeta habitable. Para empezar de nuevo. He aquí una bella solución tecnológica para nuestros problemas.


B).- Una corriente ideológica opuesta a este despotismo es la que podríamos llamar trascendente, representada por las grandes religiones. Según la cual la Técnica no es sino uno de los componentes de la cultura humana, junto con el Humanismo y la Historia. Gandhi  en el hinduismo y Martin Luther King en el Protestantismo son dos grandes ejemplos de esta corriente crítica. Otro es el Papa actual, Benedicto XVI, posiblemente el pontífice más intelectual de los últimos siglos. También hay muchos escritores independientes, creyentes o no, que han convertido la Literatura en una forma de protesta  y de manifestación de toda la complejidad de lo humano. Son muchos, pero quisiera mencionar una sola obra: “La Resistencia”, del argentino Ernesto Sábato, que todos los jóvenes del siglo XXI deberían leer.







C).- Otra corriente ideológica desengañada, está representada por el filósofo alemán Sloterdijk (ya mencionado en la entrada “¿Regresa Dios?”, del jueves 8 de septiembre del 2011). En su libro “Normas para el parque humano” trata las posibilidades tecnocientíficas que abre la manipulación del genoma humano. Siguiendo a Nietzche, Sloterdijk proclama el fracaso de todos los humanismos que se han ido desarrollando a lo largo de la historia: el religioso, el ilustrado, el marxista y hasta el capitalista. Propone lanzarse valientemente en busca de un nuevo humanismo que él llama antropotécnico, consistente en explorar sin escrúpulos la construcción de un hombre nuevo, que es el hombre modificado genéticamente en toda su profundidad, salga finalmente lo que salga. Eso sí, bajo el control de expertos científicos. A mí esto me parece proponer una solución tecnológica al problema tecnológico, es decir, una petición de principio. Reflejo quizá del acorralamiento en que se sienten hoy día muchas cabezas pensantes.



D).- Finalmente, está la corriente ecosistémica, basada en el trabajo pionero de Sir James Lovelock, un científico británico que desarrolló la llamada “Hipótesis Gaia”, según la cual la Tierra (Gaia) es un todo vivo del que los humanos no somos sino una parte. Desde un punto de vista ideológico, la hipótesis de Lovelock, aceptada hoy por una mayoría de la comunidad científica mundial, mantiene que los humanos somos una parte indisociable del resto de la biosfera, lo que desmonta la aspiración de la Técnica a independizarnos de ella.










Escrito aspirando a que esta apretada síntesis sirva al menos para dar una visión de conjunto.

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