miércoles, 12 de octubre de 2011

La pequeñez del mundo


Lo he soñado esta noche. Me he despertado a las cinco y media de la madrugada e inmediatamente he sentido la pequeñez del mundo, su inmediatez.  A Chile, aún estando en España, lo he tenido muy cerca, al alcance de la mano y de la vista. ¿Cómo es esto posible?

Desconozco la respuesta total a esta pregunta. Hay un mundo interior de cada uno que siempre será misterioso, opaco. Pero también hay cosas que están claras. El más reciente gran descubrimiento de los humanos es el de la pequeñez del mundo. Está en la base de la próxima gran revolución, que no tardará en llegar y volverá a cambiarlo todo. Este descubrimiento se lo debemos, como tantos otros, a la Técnica, a la combinación de la ciencia con las máquinas: el avión, internet, la biología molecular, la climatología, el teléfono celular, todo eso y mucho más. Pero no es suficiente.

Ahora los humanos ya no tenemos territorios que descubrir o conquistar. Ahora el gran desafío, la frontera, es crecer hacia dentro, explorar las tinieblas del otro, próximo o lejano, respetar, proteger, apoyar, ayudar, construir un mundo de todos en el que todos quepamos.

Abrazarse, ese es el horizonte. El gran abrazo fraternal esperado desde el principio. Evitar la guerra. Negarse a construir imperios. Creer firmemente que no es difícil alcanzar la paz interior. Ser prudente y sensato, no renunciar a ningún buen sueño pero despreciar los sueños malos y las pesadillas feroces.

Comprender por fin la geometría de la esfera, una figura que siendo espacialmente limitada es topológicamente infinita. Cuya superficie podemos recorrer en innumerables direcciones durante un tiempo inacabable.  Sin llegar nunca a un final. Sin límites. De encuentro en encuentro en encuentro en encuentro en encuentro.

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