jueves, 14 de agosto de 2014

California

Los escasos días que llevo en California me han bastado para darme cuenta, una vez más, de la inmensa pequeñez de Europa frente a USA. Tan inmensamente pequeña  que a Europa no le queda otra que reconocerse  como una cabeza de puente norteamericana en el extremo occidental de Asia, al borde de África. Porque, en efecto:

1).- Europa carece de una fuerza militar que le permita ser independiente en un mundo todavía tenebroso. USA la tiene, absolutamente imperial, más potente que nunca.

2).- No existe un patriotismo europeo, mucho menos después de la última crisis, que nos ha escindido en dos mitades, el Norte y el Sur. La diversidad de idiomas lo dificulta mucho.

3).- Europa envejece. Los europeos no tenemos el menor deseo de salvar al mundo, ni siquiera de dominarlo, que es una forma perversa de salvarlo.

Desde esta perspectiva intercontinental, que no es pesimista sino realista, contemplo la situación española. California, tanto en población como en superficie o recursos naturales, es un espacio del mismo orden de magnitud  que España. Está constituida políticamente como un estado dentro de la gran federación llamada USA.

Cuando hago el ejercicio de imaginarla escindida en tres autonomías, Northern, Central y Southern California, con algunas de ellas aspirando a la independencia total, ¡me parece tan surrealista, tan imposible!

¿Qué está pasando en España? A veces pienso que lo que revuelve e inquieta a los españoles de hoy es una mezcla del miedo con la cólera. Esa combinación es por cierto bastante natural, se da en muchos otros animales cuando enfrentados con una amenaza ante la que se sienten impotentes. La historia de España, que ya era vieja cuando todavía se sentía joven, está llena de momentos así. También la de Europa.

Y quizá nos convenga recordar que cuando nos hemos dejado llevar por arrebatos pánico/coléricos  las cosas no nos han salido bien.


Palmeras californianas en una calle de Anaheim (Disneyland)

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