jueves, 24 de marzo de 2016

El mundo del archipiélago

Mapa de Chiloé con la ruta que hemos seguido marcada en negro
Navegando a bordo de la Dalmacia III de mi amigo Miro Yurac, desde Castro hasta Mechuque, en las islas Chauques. 

Primero atravesamos el fiordo de Castro, luego bordeamos la isla de Lemuy por el Norte y la Península de Rilán por el Este para pasar frente a Dalcahue, desde donde arrumbamos a Tenaun por un mar abierto ya a las olas que llegan del Golfo de Corcovado. Desde Tenaun, finalmente, saltamos hasta Mechuque, en las islas Chauques, donde dormimos en un excelente fondeadero. El viaje de vuelta, al día siguiente, reproduce a la inversa el de ida. 

Presento a continuación algunas fotos comentadas en las que intento decir algo sobre la vida en las islas menores del archipiélago. 

El poblamiento inicial de Chiloé se centró en ellas, porque la isla grande estaba principalmente ocupada por bosques impenetrables. Este poblamiento mantuvo las mismas formas de vida que habían traído los aborígenes siberianos que hace entre diez y quince mil años atravesaron a pie el estrecho de Bering, para llegar en poco más de cinco mil años hasta Chiloé como fin de etapa. Vivían estos pobladores originales del continente americano en el borde del mar, donde obtenían lo mejor de los dos mundos que allí se encontraban: de la tierra leña para calentarse, madera para construir sus rukas y sus dalkas y algunos desbroces hechos pampas para que sus ovejas pastaran; de la mar mariscos, algas y peces con que alimentarse. Esta ha sido y sigue siendo la cultura que en Chile se ha llamado del bordemar .  Y como la longitud de bordemar disponible por unidad de superficie habitable era máxima en las islas menores del archipiélago de Chiloé, en ellas fue donde se acumuló la población. El perímetro de la isla grande vecino a las islas pequeñas formaba también parte, naturalmente, del bordemar. Las poblaciones asentadas en las orillas de la isla grande estaban incomunicadas por tierra y funcionaban, a todos los efectos, como pequeñas islas. Hasta hace poco más de un siglo el único eje de comunicación terrestre permanente era el que unía Ancud con Castro. Pueblos relativamente cercanos en la isla grande, como Castro y Dalcahue, estaban mejor comunicados por mar que por tierra.

La población de Mechuque en las islas Chauques
Mechuque es la aglomeración urbana más grande de las islas Chauques. Pero se reduce a unas pocas casas, de las que la más importante, con tejados rojos en dos alas perpendiculares que ocupan el centro de la foto, es la escuela. A la izquierda de la foto se ve la sombra de una rampa, por la que desde barcazas con proa abatible pueden desembarcar en la isla camionetas y otros vehículos. La parte derecha de la foto muestra una acumulación de cabañas y lanchas varadas y es la zona donde se reparan y mantienen listas las embarcaciones, necesarias para relacionarse con esa mar que es para el habitante de estas islas una compañera mucho más íntima que el bosque. Aunque muchos años de presencia humana han hecho que el bosque vaya retrocediendo, los alrededores de Mechuque siguen estando bien forestados, y la población extrae de estos árboles su fuente de energía fundamental, la leña que arde continuamente, día y noche, invierno y verano, en las cocinas.
De manera que Mechuque y las Chauques podrían seguir viviendo ahora el mismo tipo de vida que han mantenido durante siglos. Pero aunque la cultura del bordemar sigue bien viva allí, las cosas están cambiando, particularmente en el sentir y el entender de la gente más joven. Léase como testimonio de lo que digo algo que ya escribí en este mismo blog hace años, "Tradicion frente a progreso en las islas Chauques", en la entrada "Un parque eólico en Mar Brava (II).- Los efectos sobre el paisaje", publicada el 23 de enero de 2.011.

Entre Dalcahue (a la izquierda) y la isla de Quinchao (a la derecha)
Este es el paisaje permanente de las pequeñas islas del mar interior. Solo se presenta ante los ojos en días claros y soleados, los isleños lo saben, pero nunca olvidan que la gran cordillera cubierta de nieves blancas está al fondo, inconmovible, confortante a la vez que amenazante. El agua marina profundamente azul contrasta con los verdes y dorados de las islas cercanas, los azules de las lejanas, los penachos blancos, retorcidos como llamas frías,  de las altísimas montañas de los Andes y el cielo protector, celeste, suave, compasivo. Aquí el paisaje, cargado de belleza y de tragedia, se hace cultura. 

Tenaun con su bellísima iglesia visto desde el mar
Mientras que Mechuque tiene un origen relativamente reciente, Tenaun es lo suficientemente antiguo para adornarse con una de las más bellas iglesias que pueblan el archipiélago. Frente a él, en la mar, dos de los tipos más básicos de lanchas que surcan los mares chilotes. En primer plano, pintada en blanco y negro, la Teresa de Jesús es una lancha para el transporte de pasajeros, desde Tenaun hasta Mechuque por un lado o Dalcahue y Castro por el otro. Delante de la cabina de mando hay un pequeño camarote donde se acumula el pasaje.  Por detrás, pintada en blanco y amarillo, la típica lancha de faena, usada para la pesca o la atención a las múltiples estaciones de cultivo de mejillón o salmón que existen aquí.


Los barcos de pesca bullen en estas aguas preñadas de peces y de lobos marinos que compiten con los pescadores en la captura de aquéllos. En el fondeadero donde pasamos la noche nos encontramos con el Matitiahu, un barco de Castro que pescaba la merluza con redes de enmalle de fondo por aquellas aguas. La vida de estos hombres es dura, pasan semanas en la mar hasta que tienen la nevera de su barco llena de pescado. Uno de ellos, el que se inclina junto a la borda mirando hacia nosotros, era además de marinero buzo y pudo liberar el eje de la hélice de la Dalmacia III de un cabo de amarre que se le había enredado insidiosamente. La profesión de buzo abunda entre los chilotes del bordemar, que cuidan de sus mariscos y sus peces como si de ganado se tratase. Podría decirse que la mitad de los hombres que trabajan en la mar, que son casi todos, además de marineros son buzos. Y es que, para los chilotes, la mar y la tierra firme se funden en el bordemar de una forma tan íntima que con la misma soltura caminan ellos por sobre las calles y campos de sus pueblos que nadan por sobre el fondo de sus mares.  



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