miércoles, 13 de abril de 2016

De ricketsias, carcinomas, causalidades y casualidades

2015 ha sido para mí un año agitado y lleno de incertidumbres. En enero me detectaron, recién vuelto a España desde Chiloé, una ricketsiosis que resultó producida por Orientia tsutsugamushi, enfermedad bien conocida en Extremo Oriente, donde causa la llamada fiebre de los matorrales, pero prácticamente inexistente en el continente americano, donde solo se han detectado algunos rarísimos casos precisamente en Chiloé. Aunque me curé pronto con su antibiótico de referencia, la Doxiciclina, mi internista quiso que me hiciera un Tac para verificar si quedaba algún daño interno. Y aquí vino la gran sorpresa: se encontró un nódulo en el pulmón derecho que los patólogos clasificaron como “tumor neuroendocrino de células grandes”, con malignidad elevada, aunque la prognosis mejoraba porque el tamaño del nódulo era todavía pequeño. Se procedió por ello a una resección inmediata del lóbulo inferior del pulmón derecho y posterior tratamiento quimioterápico. En estas batallas estuve metido hasta fines de agosto del 2015, cuando entré en un régimen de revisiones periódicas que hasta ahora han sido cada trimestre.

Hace unos días he superado con éxito la segunda revisión, pues ni radiográfica (TAC) ni bioquímicamente se han encontrado en mi entero cuerpo rastros de malignidad. Mi oncólogo se ha mostrado optimista; la próxima revisión trimestral solo será bioquímica. Si las cosas siguen bien el régimen de las revisiones pasará a ser semestral, para culminar en un alta definitiva cuando se cumplan tres años desde el comienzo de la enfermedad.

Me detengo en contar todo esto porque quiero ahondar un poco en esa coexistencia de lo causal con lo casual que constituye el entramado básico de nuestras vidas.

En mi caso, lo causal ha estado independientemente en cada uno de dos acontecimientos probados por la medicina: Orientia tsutsugamushi ha causado una infección tratable con Doxiciclina y un pequeño nódulo pulmonar ha resultado ser  un cáncer de pulmón. Y lo casual en la simultaneidad con que estos dos fenómenos han hecho su aparición en mi cuerpo. Ambos son muy poco frecuentes, pero además las infecciones por O. tsutsugamushi han sido estudiadas exhaustivamente en Extremo Oriente y nunca han estado asociadas con efectos cancerígenos. Gracias a esta simultaneidad, la infección por O. tsutsugamushi, a través de la decisión también casual de mi internista de hacer un TAC exploratorio, ha permitido una detección precoz del cáncer de pulmón y aumentado así mucho las posibilidades de que, a través de la resección pulmonar y la quimioterapia, aquél pueda ser erradicado definitivamente.  Sabido es que la peligrosidad del cáncer de pulmón arranca no solo de su malignidad, sino de que no presenta síntomas detectables hasta que la enfermedad está muy avanzada.

A mí esta rara combinación de circunstancias me produjo asombro y un sentimiento de agradecimiento al Chiloé mágico y legendario que está en el centro de mis afectos, por haberme enviado a O. tsutsugamushi para avisarme a tiempo del cáncer que me amenazaba (ver mi entrada en este blog del 26marzo2015, “Orientia tsutsugamushi”). Pero creo que lo que me ha sucedido tiene un significado mucho más general, y es por eso que me he decidido a escribir esta entrada de hoy.

Uno puede intentar reducir su vida a una gran cantidad de cadenas causa-efecto, cada una de las cuales opera independientemente. Formularé algunos ejemplos: mis genes (causa) determinan muchos de mis trazos físicos y psíquicos (efecto); mis hábitos de vida (causa) condicionan mi salud futura (efecto); la educación que he recibido (causa) determina mi desarrollo profesional (efecto); etc, etc.

Pero la situación real es mucho más compleja. Mi vida es una madeja enmarañada de muchísimas cadenas causales diferentes, que no son independientes, sino que se entrecruzan, complementan, refuerzan, neutralizan, inhiben y potencian de un sinnúmero de maneras distintas. Así, mi salud futura (efecto) dependerá de interacciones complejas entre mis genes (causa A) y mis hábitos de vida (causa B). Además, para complicar más las cosas, muchas de las cadenas causales que soy capaz de indentificar no son biunívocas, sino probabilísticas. Así, el hábito de fumar más de un paquete de cigarrillos diario aumentará mucho mis probabilidades de padecer cáncer de pulmón, pero muchos grandes fumadores morirán tranquilamente de viejos en su cama, mientras que muchos no fumadores  desarrollarán un cáncer de pulmón que terminará matándolos.

Todas estas complicaciones causales introducen la CASUALIDAD en mi vida. Lo casual es lo que sucede o acontece sin que se hagan patentes causas que lo determinen. Tiene tanta importancia lo casual en la configuración que va adoptando esta vida mía que yo podría verla como un camino cuyos grandes hitos o cambios de etapa han venido marcados por casualidades: cómo conocí a la que terminaría siendo mi mujer; cómo encontré mi primer trabajo, ése que le marcó a mi vida un rumbo decisivo; qué enfermedades graves en mi entorno familiar influyeron decisivamente en mis destinos; qué contratiempos accidentales fueron erosionando mis ilusiones juveniles; cómo y por qué empecé a envejecer; todo eso y mucho más.

De manera que para recorrer de una manera lo más satisfactoria posible el inevitablemente azaroso camino de mi vida yo necesito de dos habilidades bien distintas:
1).- La habilidad REDUCCIONISTA, que consiste, como propuso Descartes, en reducir un problema a sus partes elementales e intentar comprender, independientemente, cada una de éstas.
2).- La habilidad HOLISTA, que consiste en abarcar el problema en su totalidad. Lo dejó dicho Hegel: “la verdad está en el todo”.

O lo que es lo mismo, yo debería proponerme un lema de vida que podría formularse así: todo asunto sobre el que yo tenga que resolver debo considerarlo  igual a la suma de las partes que veo en él y algo más que no alcanzo a ver. Siempre existe ese algo más. Por eso los niños, biológicamente dotados para aprender, tienen esa enorme capacidad de asombro. Siempre puede ocurrir lo inesperado.


Para que, actuando así, yo sea capaz de enfrentar  mi vida con una mezcla equilibrada de Reduccionismo y Holismo. Es decir: de análisis y síntesis; ciencia y experiencia; técnica y sensibilidad; razón e intuición; inteligencia e instinto; esfuerzo e inspiración.


En este dibujo del genial Escher hay que ser capaz de ver las partes que lo componen,
es decir, los gansos blancos y los grises. Pero hay algo más: la disposición de estas partes
en un todo lleno de simetrías multiples .



No hay comentarios: