martes, 29 de septiembre de 2015

El miedo es la sombra chinesca del fascismo

Los tiempos han cambiado mucho y muy rápidamente desde el siglo XX hasta este primer tercio del siglo XXI en que estamos. Las grandes construcciones fascistas y comunistas desaparecieron de la faz de Europa, pero el comunismo y el fascismo persisten como ideologías. Empleando términos marxistas, si el comunismo es la rebelión de un proletariado que no tiene nada que perder porque carece de todo, el fascismo es la rebelión de una pequeñoburguesía que ve amenazados y teme perder los pocos bienes que detenta, a los que se aferra con una fuerza que puede llegar a ser desesperada.

Hoy en España el proletariado ha sido sustituido por unos marginados a los que se les hace casi imposible integrarse en el sistema socieconómico. Estos marginados no son, como antaño, lumpenproletarios tan carentes de todo que han perdido hasta la esperanza, sino jóvenes indignados que no consiguen encontrar un primer trabajo y gente madura que no  recupera el suyo después de haberlo perdido. Poniendo sus esperanzas, que sí  las tienen, en una izquierda reivindicativa al estilo de Podemos y otros movimientos de orientación comunista.

En cuanto a la pequeña burguesía, ha ido absorbiendo al conjunto de los proletarios activos y a una proporción creciente de las clases medias. Las fuerzas responsables de estos cambios han sido el consumismo que ha traído una sociedad del bienestar que a su vez ha requerido un papel creciente del estado en la economía el cual ha obligado a un aumento de la presión fiscal sobre las clases medias que ha empequeñecido su condición de tales. De manera que proletarios y burgueses se han ido fundiendo en una pequeñoburguesía que se siente agobiada y cabreada. Porque si bien de momento, habiéndole  ido bien a España durante una larga época de crecimiento económico y desarrollo social, está todavía representada por los partidos de centro, esa pequeñoburguesía sufre cada día más con los recortes y las amenazas persistentes de crisis y es por ello terreno abonado para que broten en ella todo tipo de fascismos.

El miedo pequeño burgués lo es a perder lo poco que se tiene, no solo en términos de riqueza y bienestar, sino de seguridad, autoestima y futuro para uno mismo y los hijos y nietos que vengan. Para describirlo y analizarlo voy a recurrir a un modelo, en el que presentaré a este miedo como una sombra chinesca de formas terroríficas que al asustar hace deseable la figura de un salvador, ya sea éste un caudillo o un movimiento político o las dos cosas a la vez.

En la figura adjunta aparecen tres grabados tomados del Museo del Cinema de Turín. En el de más arriba, un operador proyecta una sombra de la particular disposición de sus manos sobre una pared, que toma la apariencia de la figura mefistofélica de un macho cabrío. En los otros dos pasa algo parecido, pero además hay unos niños, ingenuos espectadores de la farsa chinesca, que se asustan o conmueven con unas figuras siniestras que solo están en su imaginación.

En este miedo fascista se produce una inversión de las relaciones causales que gobiernan el mundo real.  En efecto, mientras que en realidad la sombra terrorífica no es sino la proyección iluminada por un foco de un cuerpo opaco y su contorno (una determinada disposición de unas manos humanas) sobre una pared blanca, en el mundo distorsionado del fascismo la causalidad se invierte. Ahora la amedrantadora sombra chinesca se le aparece a sus espectadores (los niños que la observan) como una amenaza real, de la que solo podrá salvarlos el movimiento fascista y/o el caudillo salvador que la han originado (el operador al que las manos pertenecen).

Esta inversión tiene difícil vuelta atrás.  Quiero decir que es muy difícil liberar a los asustados de su alucinación, que los hace ver al causante de su terror como su salvador. Mientras que este falso salvador esté cerca y activo  la salvación es todavía posible. Hay lugar para la esperanza.

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Esta imagen de la sombra chinesca es el modelo explicativo que me sugieren los acontecimientos que están teniendo lugar después de las elecciones catalanas del 27 de septiembre, en Cataluña y fuera de Cataluña, en España y fuera de España.

Huelo una cierta forma de fascismo, siquiera incipiente, en el modo con que algunos políticos catalanes han inducido un miedo disfrazado de indignación y desapego en casi una mitad del pueblo catalán. Estos catalanes se asustan del futuro amenazante que ven si siguen formando parte de España, al fin y al cabo la cólera, en muchas especies animales, incluida la humana, no es sino un disfraz del miedo. Este susto es azuzado por los políticos nacionalistas que acusan a España de todos los males imaginables y predican una falsa salvación en la independencia. Todo ello potenciado hasta el paroxismo por agravios y desapegos desde Madrid hacia Cataluña que sin duda existen, pero que afectan también al resto de España.

Huelo también el fascismo en la necesidad asustada que muestran muchos políticos y medios de comunicación españoles no catalanes, también muchos ciudadanos de a pie, de encontrar un responsable  centralista del  problema catalán que no tenga nada que ver con ellos. Acusan al presidente Rajoy y a su supuesta debilidad de todo lo que está pasando, ya sean ellos de izquierdas o derechas. Cuando eso que está pasando tiene raíces profundas, que llegan hasta Aznar pasando por las generosidades fiscales con los madrileños de Esperanza Aguirre por la derecha, y hasta Felipe Gonzalez pasando por las generosidades estatutarias de Zapatero con los catalanes por la izquierda. Y hasta más allá, hasta la mismísima Transición y el trato especial que se dio en ella a los conciertos vasco y navarro. Este anhelo de simplificación tiene, sin duda, aromas fascistoides.

Pero los truenos todavía lejanos del fascismo no son privativos de los españoles. En Italia está la Liga Norte, en Francia el Frente Nacional de los Le Pen, en la Europa germánica un claro complejo de superioridad respecto a los europeos del Sur. Todos deberíamos estar atentos a que la Historia puede repetirse.

Centrándome en el aquí y ahora de España opino, seguramente contra el parecer asustado e irritado de muchos, que lo que está pidiendo el presidente Rajoy es lo único razonable que se puede pedir en estos momentos: serenidad, apertura al diálogo y cumplimiento riguroso de las leyes vigentes, empezando por la Constitución que nos hemos dado.


Llamo a una calma inteligente, aderezada con un valor que no puede ser sino la superación de ese miedo que sopla hacia el fascismo, arrastrándonos.


Esta figura terrorífica puede tener toda la altura de una
habitación y no resultar sino de la proyección sobre una
pared de un insignificante trozo de papel recortado.




P.S. Este texto se publicó inicialmente el 29 de septiembre. Pero hoy, 4 de octubre, ha sido modificado en profundidad para intentar aclarar, quizá sin éxito, las ideas difíciles de explicar que contiene.


domingo, 20 de septiembre de 2015

En libertad provisional

Acabado el ciclo de quimioterapia, con la revisión bioquímica y radiológica en orden, mi oncólogo me deja en libertad provisional hasta dentro de tres meses.

Yo me siento como el presidiario que sale de entrerrejas con la condicional. Evoco aquellos thrillers made in USA en que, de pie ante la puerta inmensa de la vieja prisión, de espaldas a ella, mirando hacia ese lado izquierdo en que la carretera solitaria que viene de la ciudad se pierde en la lejanía, el héroe que es a la vez villano espera la llegada de un bus que lo lleve a alguna parte, no importa dónde. Eufórico, casi levitante por su libertad recobrada, pero a la vez escéptico, subliminalmente temeroso de una recaída, siempre posible.

Solo el tiempo que pase terminará curándome. O no.  Ahora lo cuento por los días que me regala, en la esperanza de que pronto pueda contarlo por meses y quizá, en su momento, hasta por años. Quien sabe…

Enseguida me surge la contradicción heraclitea: como ese tiempo que ahora fluye por mi vida ya no es mío, sino que yo soy de él, me siento libre, con una extraña libertad que no recuerdo haber sentido antes. Libre de aquel tiempo que siempre fue cruel porque me obligaba a atravesarlo, apostando y arriesgándome de continuo, pero que ahora, al ser él quien decide mis destinos, me deja en paz. Puedo entretenerme dándole patadas hacia delante a la pelota medio inflada que es mi vida, o puedo tomarme mis cosas en serio, qué más da. Soy libre de elegir, de comprometerme o no, de abandonar o intentarlo de nuevo.

En cualquier caso, una de las primeras cosas que haga será volver a Chiloé. Ansias tengo ya de ver el canal de Chacao, virgen todavía de puentes, ante mí.

Quizá allí, en mi reencuentro con tantas vivencias intemporales, con tantos recuerdos a los que me es imposible ponerles un nombre, pueda llegar a sentirme definitivamente libre: no solo del tiempo sino hasta de mí mismo. Convertido en colores del mar y del cielo, rumores del viento en las frondas, bramidos del temporal en las olas que rompen, misterios de la niebla y el bosque, encuentros inesperados.


Todo eso.

La isla grande de Chiloé desde el canal de Chacao ( Foto de Karel50).

jueves, 17 de septiembre de 2015

¡FUERZA CHILE!

¿Será éste de hoy el gran terremoto que los sismólogos llevaban años esperando para el Norte de Chile?

En cualquier caso, los chilenos lo han recibido con esa serenidad que muestran ante cualquier catástrofe natural y que admira a cualquiera que como yo llega de fuera y la vive.

Aquí en España decía la prensa esta mañana que un millón de chilenos "habían sido evacuados", así, en voz pasiva. Cuando yo sé que la mayoría eran chilenos de la costa que se habían "autoevacuado" hasta los cerros huyendo ordenadamente de los tsunamis y la destrucción, al encuentro de ese espacio admirable de solidaridad que son los cerros costeros, donde los chilenos pueden pasarse semanas si es necesario, conviviendo, compartiendo, sobreviviendo.

Chile es una larguísima angostura que se asienta entre la formidable cordillera de los Andes y el formidable océano Pacífico. Estos dos gigantes luchan entre sí con Chile como campo de batalla. Más o menos cada 25 años hay en Chile un gran terremoto. El de Valdivia en 1960, el de las regiones centrales en 1985, el de Concepción en 2010. 25 años es el período medio de una generación humana. Cada gran terremoto es una enseñanza de coraje y solidaridad para una generación de chilenos. 

Pienso en el terrible terremoto de 1960, que asoló el Sur de Chile, el terremoto más grande registrado de la historia del Mundo, con 9,5º en la escala de Richter: he conocido a un chileno de Valdivia que lo vivió cuando era niño, y tengo un amigo en Ancud que también siendo un niño y con buena parte de la población de esta ciudad lo sobrevivió varias semanas en los cerros, y otro que es campesino en Puñihuil y que cuando era un muchacho estuvo a punto de morir ahogado por el tsunami mientras pescaba ostras en el golfo de Quetalmahue. Ninguno de ellos lo ha olvidado, más aún, su condición de hombres y de chilenos se asienta firmemente sobre la base terrible de esta experiencia.

Por todo esto, además de por otras muchas cosas, admiro yo y quiero a los chilenos.

¡Fuerza Chile!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Cataluña, España

En estos momentos se está celebrando la manifestación masiva en las calles de Barcelona que conmemora la Díada. Decenas, quizá centenares de miles de personas ocupan la Meridiana clamando por la independencia.  No más ni menos gente que la que ocupó la Castellana de Madrid clamando contra el terrorismo de ETA o el aborto, o la que han movilizado también en Madrid algunas huelgas generales. Esta conmemoración coincide con el comienzo de la campaña electoral para las elecciones autonómicas en Cataluña.

A nivel del conjunto de España y particularmente en Madrid y Barcelona, las trepidaciones políticas y mediáticas respecto al contencioso catalán no dejan de aumentar. La mayoría de los comentarios que leemos y oímos son interesados. Los partidos políticos que deberían dirigir la marcha de España, PP y PSOE, aparentan no saber lo que quieren para los españoles. La demagogia y la falsedad de los dirigentes de la autonomía catalana han conseguido dividir a los ciudadanos de Cataluña en dos mitades irreconciliables, tras una labor desintegradora de años que los políticos españoles han venido consintiendo.

Hoy por hoy, ni los políticos ni los medios de comunicación muestran el menor interés por el largo plazo de España y los españoles. Viven al día, resolviendo la crisis económica o protestando contra ella, luchando unos contra otros a brazo partido para ver quién se lleva el gato del poder al agua. El problema demográfico, que exige políticas de apoyo a la familia  y de promoción de una inmigración con fácil encaje cultural en España, como sería la latinoamericana, ni se menciona. La competitividad a largo plazo necesita de un vigoroso sistema de investigación científica y tecnológica que sin embargo agoniza bajo los recortes presupuestarios. España como nación no será posible si los españoles no comparten una cultura común, que requiere la enseñanza de una historia de España que sea verdadera y se transmita a través de un sistema educativo común, lo que tampoco existe hoy en España, con la transmisión de la cultura confiada a unas autonomías que cuando quieren tergiversan impunemente esta historia. Etc, etc, etc.

La preocupación dominante de nuestros políticos es mantenerse en el poder cuando lo tienen o conseguirlo en las próximas elecciones. Podría decirse que esto es lógico, ya que sin poder no existe la posibilidad de actuar. Pero cuando el ánimo se queda en esto, cuando apropiarse del poder y sus prebendas muestra ser la única preocupación de unos políticos que han sido incapaces de ponerse de acuerdo en los grandes temas de estado, como la demografía, la educación, la ciencia, la cultura, la organización del estado a través de una Constitución intocable en lo esencial, cuando todo esto sucede entonces es porque España tiene un serio problema político que va mucho más lejos y cala mucho más hondo que el contencioso catalán.

Este problema central es el de la propia organización de nuestro estado autonómico. Los españoles no pueden soportar el peso de cuatro castas políticas con su cohorte de funcionarios acompañantes, desarrollándose cada una por su cuenta: la Unión Europea desde Bruselas, el gobierno central con sede en Madrid, los gobiernos autonómicos y las corporaciones locales (Diputaciones provinciales más  Ayuntamientos). Las cuatro son necesarias, pero deben repartirse sus funciones de forma más coordinada y económica. De modo que se cumpla un objetivo esencial: la igualdad de TODOS los españoles, cualquiera que sea su lugar de nacimiento o residencia,  ante la ley, el gobierno, la justicia y los derechos y obligaciones esenciales. Y otro complementario del anterior: que el gasto público sea soportable por el sistema económico y social que genera la riqueza capaz de financiarlo, que son las empresas y los trabajadores del sector privado.

Todo lo cual se incumple hoy y es causa de la mayoría de nuestras inestabilidades y decadencias. Me limitaré a un ejemplo, el de la multiplicidad injusta de los sistemas fiscales. Navarra y el País Vasco disfrutan de los llamados Conciertos, por los que son los respectivos gobiernos autonómicos quienes recaudan y administran la totalidad de los impuestos, de los que detraen una cantidad, negociada con el gobierno central, con la que contribuyen a los gastos generales del estado. Esta situación es muy ventajosa para las dos autonomías, que son de las más ricas de España. A las restantes comunidades autonómicas el estado les tiene cedidos algunos impuestos, que ellas administran a su voluntad. El  Impuesto de Sucesiones es uno de ellos.  La comunidad autónoma de Madrid no lo aplica, mientras que si lo hacen otras comunidades, como Andalucía y Cataluña, que lo tienen al tipo más alto posible. Todo esto genera desigualdades irritantes e insostenibles.

En estas desigualdades está la base del descontento que ha llevado a casi la mitad de los catalanes a reclamar la independencia de España. El descontento existente allí ha sido liderado y fomentado por los partidos nacionalistas, que inicialmente aspiraban a que se les concediera un privilegiado Concierto fiscal como el que disfrutan vascos y navarros, pero que al no conseguirlo han extremado sus reclamaciones hasta llevarlas a la independencia como meta, en una situación próxima a la sedición.

Todo esto tiene que terminar, y la única manera justa de hacerlo es aplicando a todo lo largo y ancho del estado español un mismo régimen fiscal, suprimiendo para ello los conciertos vasco y navarro, haciendo además que la determinación de todos los tipos impositivos sea la misma para todos los españoles, definida por el poder legislativo central y administrada por el poder ejecutivo del estado.

Lo malo es que muchos indicios parecen indicar que los dos grandes partidos estatales, el conservador PP y el socialdemócrata PSOE, van a terminar cediendo a las pretensiones catalanas  y concediéndoles también, como a vascos y navarros, un régimen fiscal exclusivo y privilegiado. Si esto termina produciéndose, el territorio español se dividirá en una mitad rica al Norte y otra mitad pobre al Sur, con Madrid en el centro sobreviviendo a costa de unos y otros, en un estado fragmentado y manifiestamente injusto. El cual, como las pretensiones de los nacionalistas (vascos y catalanes en este caso) nunca tienen límite, puede terminar rompiéndose.

Esta es la situación. De momento solo cabe denunciarla, esperando que el PSOE, hoy en la oposición, termine aclarándose con ese federalismo que proponen y no saben explicar, aunque probablemente se trata de ceder ante las pretensiones de autonomía fiscal de Cataluña. Y que el PP no traicione lo que proclama como su posición, igualdad fiscal para todos (excepto vascos y navarros, claro) y que además sea capaz de aplicar de verdad esa igualdad fiscal, renunciando a seguir dándole a Madrid las ventajas fiscales que ha venido concediéndole, no cediendo ante las pretensiones catalanas y acabando con las excepciones tan injustas de vascos y navarros; en definitiva, con bastante más seriedad y consistencia que la aplicada hasta ahora.


Aunque es bien cierto que, tras casi cuarenta años de democracia constitucional, con dos partidos dominantes, PP y PSOE, a lo largo de los cuales han tenido lugar en España grandes progresos económicos y sociales, estos dos partidos han envejecido y perdido mucha de su fuerza e inspiración. Y que otros partidos jóvenes, Podemos por el flanco izquierdo y Ciudadanos por el derecho, entre otros, están asentándose y pueden terminar aportando esa nueva forma de ver los problemas, mirando hacia el futuro y desde un patriotismo de estos tiempos, que España necesita. Ojalá las expectativas puestas en ellos se cumplan. En todo caso, los tiempos que vienen seguirán siendo borrascosos en España, como probablemente en todo el Sur de Europa. Los jóvenes partidos que terminen gobernándonos van a necesitar de ese patriotismo nuevo que, como el clásico, es una mezcla de generosidad y valentía, pero además unida a una visión del futuro radicalmente diferente a la que hoy por hoy manejan nuestros gobernantes (si es que manejan alguna).

martes, 8 de septiembre de 2015

Conquistadores y místicos


A primera vista parece una combinación extraña. El conquistador predica y practica la violencia física, el místico vive en el mundo del espíritu. Tan alejados el uno del otro y sin embargo quizá, en el fondo, tan cerca… El caso es que yo estoy recién llegado de una corta pero intensa excursión por tierras extremeñas y castellanas, que lo fueron, allá en el siglo XVI, de conquistadores y místicos, unos y otros alcanzando en lo suyo alturas como pocas ha habido en la entera historia de Europa, si no del mundo.

Castillo de Trujillo

Mi viaje se ha centrado en dos ciudades, la extremeña Trujillo y Ávila la castellana. Ambas son tesoros en los que lo antiguo se ha conservado a la perfección. Al pisarlas te sientes como salido de una máquina del tiempo que te hubiera transportado a ese siglo en el que los españoles, terminada la reconquista de sus tierras después de siete siglos de dominación musulmana, se lanzaron a la conquista de todo un continente nuevo, América.

Calle de Trujillo
Estatua de Pizarro en la plaza mayor
de Trujillo
La ciudad de Trujillo es una evocación rabiosamente viva de los conquistadores. Aquí nacieron algunos tan eminentes como Pizarro, el conquistador del Perú. Y Orellana, quien más que conquistador fue explorador y aventurero, posiblemente el primer hombre que se recorrió de una tacada toda la cuenca del río Amazonas. Extremeños fueron también Hernán Cortés, Pedro de Valdivia y Vasco Núñez de Balboa, destacados entre otros militares asimismo nacidos en estas tierras, que llevaron el peso de la conquista del continente americano y la destrucción de imperios tan poderosos como el de los Incas en Perú y el de los Aztecas en México. Lo sorprendente es que estos conquistadores no fueron muchos, quizá algunos centenares de soldados, que se enfrentaron con miles de enemigos y fueron capaces de vencerlos. ¿Cómo consiguieron sus victorias? Llevados por un arrojo sin límites, apoyados en la inmensa ventaja tecnológica que les daba el caballo y  unas armas de pólvora, arcabuces y cañones, absolutamente desconocidas por los amerindios, y con una audacia que les hizo atacar inmediatamente el mismísimo corazón de los imperios que sometieron, Pizarro al emperador inca Atahualpa y Cortés al mexica Moctezuma.


Ávila en sus murallas

Y la ciudad de Ávila es sede, con Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, de la mejor mística española. A finales del siglo XV nacía con los Reyes Católicos España como nación e inmediatamente, en la primera mitad del siglo XVI, se convertía con Carlos I en un imperio que se extendía por Europa y el Mediterráneo y dominaba en exclusiva América y todo el Pacífico. Mientras que los militares extremeños continuaban combatiendo, ahora en Flandes, Italia o América, algunos monjes castellanos buscaban la manera de reencontrarse en una vía de purificación espiritual. Las órdenes religiosas a las que pertenecían cargaban con el peso del mucho tiempo transcurrido y se habían desviado de sus carismas iniciales. Necesitaban una reforma, que en el caso de los frailes y monjas carmelitas llevó hasta a una refundación. Esta meta fue la que impulsó a figuras como los fundadores de los carmelitas descalzos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Cuando
Portada del convento de San José, en Ávila,
la primera fundación de Teresa de Jesús
emprendieron el camino duro de la reforma, cargado de escaramuzas, emboscadas y traiciones, ellos se encontraron con el misticismo, es decir, con una forma de vida cuya fuerza arranca de los misterios espirituales que se esconden en el fondo de todo individuo humano y que ayuda a recorrer el duro camino de una vida de lucha. Juan de la Cruz expresó su mística en algunas, muy pocas, poesías sencillas, profundas y muy bellas. Teresa de Jesús escribió y escribió y escribió, siendo su obra Las Moradas una culminación de su testimonio místico. Pero lo curioso es que el uno y la otra fueron, además de unos místicos inmensos, gente de acción, de movimiento y lucha continua, firmes en la defensa de sus ideas. Y no son sino ejemplos de los muchos místicos que poblaron por entonces el universo religioso español. Otro muy destacado, contemporáneo de los dos anteriores, fue fray Pedro de Alcántara, un monje franciscano que estableció su pequeño y recóndito monasterio en Arenas de San Pedro, a mitad de camino entre Trujillo y Ávila.


Murallas de Ávila
En fin. Todo esto, que es historia, revive en ciudades tan cuidadas, escondidas y misteriosas como Trujillo y Ávila. Enseguida surge la reflexión sobre lo que todo aquello pudo significar y lo que además persiste todavía en nuestro mundo contemporáneo. El imperio español, quizá porque fue el más antiguo de los imperios fundados por europeos, tuvo como originalidad ser una mezcla de conquista y misión, de militares y frailes, de vencedores de cuerpos y cuidadores de almas. Para los amerindios supuso un choque brutal, la casi destrucción de sus culturas ancestrales. Pero lo que surgió de aquella terrible colisión fue algo nuevo, completamente original, la realidad de la América Hispana, la Latinoamérica de hoy. El que fue imperio español se quebró finalmente a principios del siglo XIX, con un golpe asestado a su mismo corazón, España, por un nuevo aspirante a emperador, Napoleón. Cayó definitivamente a finales del siglo XIX, con la pérdida de Cuba y Filipinas. Desde entonces la España europea se debate en el fondo de un pozo de decadencia del que no acaba de salir. Pero esta es otra historia.

Una reflexión final, salida del testimonio que nos dieron los conquistadores: Si alguna vez llegan a nuestro planeta Tierra extraterrestres venidos de alguna galaxia lejana, tengamos la seguridad de que no lo harán en son de paz. Llevados por un destino que tiene la fuerza de una ley física, como la de la gravitación o el segundo principio de la termodinámica, harán todo lo posible por conquistarnos. Sometiéndonos y enderezándonos hacia su cultura, por extraña que pueda parecernos. Así es, inevitablemente, la vida. Solo la fuerza de lo que es invisible, de eso en lo que muchos no creen y hasta desprecian con sarcasmo, lo espiritual, que está en todos, conquistadores o conquistados, podrá irnos salvando, nunca definitivamente, de una desgracia.

Trozo de la muralla del castillo de Trujillo