martes, 28 de mayo de 2013

En nombre de todo el planeta

En el aeropuerto de Santiago, recién aterrizados de Europa. Llegando al control de pasaportes, mucha gente, colas interminables que sin embargo van resolviéndose con rapidez. Los que estamos arribando del resto del mundo somos de todos los pelajes, edades, estilos; venimos cargados de una variedad inmensa de creencias, experiencias, saberes, proyectos, fracasos, sesgos, esperanzas. Entre nosotros tiene que haber alguno que sea, inexorablemente, altamente infeccioso en lo ideológico o en lo policial. Sin embargo pasamos el control sin más que un examen superficial, el de nuestros papeles. Pero cada uno de los que estamos allí somos mucho más que nuestros papeles.


El contraste con el control aduanero de los productos vegetales o animales que podemos llevar en nuestros equipajes. Chile intenta proteger lo mejor que puede su aislamiento geográfico tras esa barrera salvadora que es la cordillera, que hace de Chile un tesoro agrícola y ganadero. El control es riguroso. Necesidad de rellenar por el pasajero una declaración previa, advertencia e imposición de multas, escaneado de todos los equipajes.

Mi reflexión. Por mucho que nos quejemos de estar sometidos a fuerzas represoras, los humanos, salvo excepciones, gozamos de muchísima más libertad que el resto de la naturaleza (casi me atrevería a decir que la libertad es un concepto solo entendible en el ámbito de lo humano). Se nos considera buenos mientras no demostremos lo contrario y en Internet tenemos un pozo sin fondo de libertad de expresión. Los que nos gobiernan no nos tratan indiscriminadamente con DDT ni herbicidas ni otros plaguicidas, no nos queman como hacen con los bosques ni esterilizan como a los buenos suelos agrícolas periurbanos.

Somos unos privilegiados. Hagamos un buen uso de nuestros privilegios mientras duren. Nos cuesta tanto darnos cuenta de que somos nosotros los humanos los únicos que podemos hablar en nombre de todo el planeta…


lunes, 27 de mayo de 2013

El salto

A pocas horas de dar el salto, tras haber dormido muy poco, con la boca seca y el corazón herido, te vas llevándote contigo el miedo y el remordimiento como equipaje, temiendo que pueda pasar algo en tu ausencia, sin esa paz interior que es el mayor de los tesoros a que un hombre puede aspirar, sabiendo sin embargo que tienes que hacerlo, soñando también en reencontrarte con esa tierra que, nunca lo pudiste sospechar, terminaría siendo la tuya.

Pero ¿es que un miserable ser humano tiene derecho a considerar no ya una tierra, sino cualquier otra cosa, como definitivamente suya?

No, evidentemente no, pero sí, definitivamente sí, a condición de que la quiera. Es el amor desinteresado, ese misterio, lo único que puede justificar cualquier pretensión.

¿Acaso es éste tu caso? No lo sabes, desconfías de ti mismo, temes no conocerte. Como tantísimos semejantes tuyos te mueves por el mundo a impulsos, yendo a ninguna parte, viniendo de ningún sitio, buscando algo que no sabes ni qué forma tiene ni lo que esconde. Es la búsqueda en sí misma, por ella misma, quien te basta. No eres sino un miserable aventurero más, de los muchos que andan sueltos por tierras y mares, en una locura que quizá esconda una parte de lo mejor de lo humano.

Tú, pese a todo, sigues confiando en que pase la tempestad del miedo y cuando llegues a tu casa, frente al mar inmutable, todo cambie y encuentres siquiera ese instante de paz que estás necesitando. Quizá es por esa confianza que has sido capaz de ponerte en marcha. Da lo mismo, ya no puedes volverte atrás. Tu suerte está echada.












domingo, 26 de mayo de 2013

Futuros de Chiloé (3).- Aprender de los semejantes.



Lo que Chiloé pueda llegar a ser depende en buena parte de lo que ha sido, es decir, de su historia y de la cultura que a lo largo de ella se ha ido formando. Por eso un análisis estratégico, aunque esté orientado al futuro, tiene que comprender el pasado. Esto es lo que he presentado en la entrada nº 2 de la serie.

Pero la reflexión estratégica exige también considerar dónde se está. Más en concreto, en esta entrada nº3 de la serie tendré en cuenta los condicionamientos geográficos que determinan los problemas y oportunidades con los que Chiloé puede encontrarse.

Chiloé está asentado sobre una multitud de islas y penínsulas, canales y fiordos, que se extienden entre los 40º y 50º de latitud Sur. Este Chiloé geográfico abarca más territorio que el estricto Chiloé político, pues las islas Guaitecas, el archipiélago de los Chonos, la península de Taitao, el Golfo de Penas y el archipiélago de las Guayanecas, integrado éste último por las islas Wager y Byron, comparten con Chiloé una situación geográfica muy parecida. Todos tienen un clima marítimo lluvioso, del que se deriva un gran potencial forestal. Sus aguas, que son frías, están atravesadas en los canales y fiordos por corrientes intensas, lo que les da capacidad para la acuicultura. Y el bordemar, con sus grandes mareas, es rico en mariscos y algas.

Pero la pregunta que voy a plantearme es: ¿qué territorios hay en el resto del mundo con parecidas características geográficas a Chiloé? Y una vez localizados, ¿cómo han enfrentado o están enfrentando estos territorios problemas y oportunidades que en Chiloé también pueden presentarse? Es decir, ¿qué puede Chiloé aprender de ellos?  

Para encontrar en el mapa del mundo los territorios con los que comparar a Chiloé, he utilizado tres criterios geográficos;
1).- Situación entre los 40º y los 60º de latitud Norte o Sur.
2).- Exposición al océano.
3).- Pluviometría elevada y clima templado-frío.

Con ellos he buscado territorios que además tengan un tamaño y una población de los mismos órdenes de magnitud que Chiloé. Y he encontrado los que se muestran en la figura, que a continuación describiré someramente, poniendo el énfasis en sus semejanzas con Chiloé.
  .

Los territorios "semejantes" a Chiloé se muestran en la figura. Sus coordenadas centrales, que permiten encontrarlos rapidamente en Google Earth, son:
1).-Vancouver Island (Canada). 49º23'N 125º08'W
2).- Prince Edward Island (Canada).46º19'N 63º16'W. 
3).- Rias bajas gallegas (España). 42º32'N 8º57'W
4).- Highlands de Escocia e islas adyacentes (UK). 57º18'N 5º49'W
5).- Fiordos noruegos (Noruega). 60º15'N 5º19'E
6).- Nueva Zelanda, 41º08'S 173º54'E

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1).- Isla de Vancouver, en la costa pacífica del Canadá, provincia de British Columbia.



Una isla algo más grande que Chiloé (longitud aproximada de 436 km y anchura aproximada de 96 km frente a los 177 km por 64 km de la Isla Grande de Chiloé).
760.000 habitantes frente a los 150.000 de Chiloé, pero si descontamos los 345.000 que viven en el área metropolitana de Victoria (la capital de British Columbia), quedan en el Vancouver rural 415.000 habitantes.
Superficie de 32.000 km2 frente a los 9.000 km2 de Chiloé, con lo que el Vancouver rural (descontada el A.M. de Victoria) quedaría con una densidad de población de 13 habitantes/km2, comparables con los de Chiloé, 16 hab/km2.
Muchos fiordos en la costa abierta al Pacífico, así como en la costa continental adyacente a Vancouver por el NE, donde se asienta una importante acuicultura de salmón.
Muy lluviosa, con una importante masa forestal que se explota industrialmente.

Hay población amerindia.
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2).- Isla del Príncipe Eduardo, en la costa atlántica de Canadá.




Una isla de tamaño muy parecido al de  Chiloé, algo más estrecha  (longitud aproximada de 177 km y anchura aproximada de 32 km frente a los 177 km por 64 km de la Isla Grande de Chiloé).
140.000 habitantes frente a los 150.000 de Chiloé.
Superficie de 5.700 km2 frente a los 9.000 km2 de Chiloé, dando una densidad de población de 25 habitantes/km2, más densa que la de Chiloé, 16 hab/km2.
En toda la costa Norte y este de la isla se practica el cultivo del chorito o mejillón.
Clima lluvioso y frío. Isla muy llana, suelos muy fértiles. La isla perdió la mayoría de sus bosques en favor de la agricultura, habiéndose especializado en el cultivo de la papa; la tercera parte de la cosecha de papas del Canadá procede de allí.
En 1997 se construyó un puente que la une por carretera al continente.

No queda  población amerindia.

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3).- Rias bajas gallegas, en la costa Noroeste de España.


La zona considerada abarca la costa gallega entre la desembocadura del río Miño al Sur y el cabo Finisterre al Norte, comprendiendo las rías de Vigo, Pontevedra, Arosa y Muros. Corresponde en su mayoría a la provincia gallega de Pontevedra. Abarcaría una longitud de costa de 120 km por una anchura de 30 km, algo más pequeña que Chiloé.  
Lo que más la diferencia de Chiloé es su alta densidad de población, 215 hab/km2, sus grandes puertos, particularmente el de Vigo y su desarrollo industrial.
Pero es interesante para Chiloé en cuanto a que la acuicultura está muy desarrollada, particularmente en el cultivo del chorito, del que es primer productor mundial, pero también de otras especies de interés.

Clima lluvioso y fresco. 

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4).- Highlands de Escocia e islas adyacentes.




Se recoge aquí un territorio con una longitud de más de 500 km, tan grande como puede ser el de ese Chiloé geográfico (Chiloé en sentido amplio me gusta llamarlo) que abarca desde el canal de Chacao hasta el archipiélago de las Guayanecas. Se trata de toda la faja costera de las Highlands escocesas, con sus muchísimos fiordos, desde el Firth of Clyde hasta el Pentland Firth en el extremo Norte escocés, más las numerosas islas que la flanquean por el lado oceánico: las islas Hébridas al NW, las Orkney y las Shetland prolongando Escocia por el Norte. Un territorio muy poco poblado (aprox. 220.000 habitantes), algo menos extenso que el Chiloé en sentido amplio (unos 40.000 km2 frente a los 50.000 km2 en que podría estimarse este último), barrido por los fuertes vientos y la lluvia y muy poco forestado.

De estos Highland escoceses le interesan a Chiloé varios aspectos, entre los que destacan la acuicultura del salmón, el despliegue de los parques de energía eólica y el funcionamiento de comunidades pequeñas muy aisladas, como puede ser, por ejemplo, la de las islas Shetland.

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5).- Fiordos noruegos.



Lo que nos interesa aquí para su comparación con Chiloé es todo el litoral noruego desde Kristiansand en el Sur hasta el Cabo Norte (Nordkapp en el mapa). Aunque el conjunto de esta región está por encima de los 60º de latitud que he considerado como límite geográfico de los territorios a comparar con Chiloé, la corriente del Golfo dulcifica el clima, que viene a ser análogo al del Chiloé en sentido amplio, con un fuerte gradiente Norte-Sur.
Lo que más nos interesa de Noruega es su acuicultura del salmón, el primer productor mundial, seguido precisamente por Chile, donde la principal compañía salmonera noruega, Marine Harvest, tiene una fuerte presencia. En Noruega el cultivo del salmón se extiende por todo el litoral atlántico, hasta el extremo Norte.

Aunque de Noruega también nos interesan otras cosas. Su arquitectura geográfica es muy parecida a la de Chile, países estrechos y largos (2.000 km Noruega y 4.000 km Chile). También lo es el hecho de que uno de sus principales recursos es mineral (petróleo/gas en Noruega y Cobre en Chile). Por todo ello nos interesa, entre otras cosas, comparar como funciona la autonomía de comunidades muy lejanas y aisladas, como las del norte noruego, en comparación con las correspondientes del Sur de Chile.

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6).- Nueva Zelanda.



De Nueva Zelanda nos interesa prácticamente todo. Podemos considerarla como un ejemplo a seguir en toda clase de cuestiones que afecten al Sur de Chile y en particular a Chiloé. Con sus 4.450.000 habitantes (30 veces Chiloé) y sus 268.000 km2 (también 30 veces Chiloé), es algo así como su hermano grande, con el que comparte características geográficas (clima, lejanía, orografía), problemas y oportunidades. Hasta son semejantes en el hecho de que NZ tiene un 15% de población aborigen, los Maoríes, con su cultura propia y la determinación de seguir siendo lo que son.

Citaré para terminar algunos aspectos de Nueva Zelanda que me parecen particularmente interesantes para Chiloé:
-Tienen mucho bosque nativo, aunque la deforestación ha avanzado y se plantean estrategias para contenerla.
- Desarrollan estrategias de conservación de la naturaleza, en las que quieren implicar activamente a la población campesina maorí.
- Tienen acuicultura y mitilocultura florecientes.
- Han trabajado mucho en incorporar a los pescadores (la industria pesquera es importante en NZ) en la preservación de los océanos y en particular la protección de los mamíferos marinos.
- Su agricultura está muy desarrollada. Son el país que cultiva vides y produce vinos de calidad en latitudes más altas.

- Han desarrollado mucho también el turismo de naturaleza y altas latitudes.




viernes, 17 de mayo de 2013

Quizá pronto en Chiloé



Quizá pronto en Chiloé, por poco tiempo, así que tengo que aprovechar bien mi visita, lo que no significa llenarla de acontecimientos, sino reducirla a lo esencial. Mi lista es:

  • -   Visitar a algunos buenos amigos. Charlar de nada y de todo al calor de una cocina chilota, con un buen vino y unos choros recién cocidos por delante. Escuchar y transcribir algunas aventuras de los héroes mitológicos chilotes, transmitidas por quienes me esperan con las arcas de su memoria  llenas de estos cuentos.
  • -    Contemplar, desde la bifurcación de los caminos a Puñihuil y Duhatao, muy cerca de la piedra Ron, las olas rompiendo en la playa de Mar Brava una mañana de tempestad, cuando la luz que todavía viene del Este las ilumina mejor que nunca.
  • -    Pasar unas horas en lo más hondo de un bosque nativo que conozco, escuchando su silencio y, a intervalos, los extraños cantos con que se rozan las ramas más altas de sus gigantescos árboles. Entrever las sombras de Traucos y Fiuras entre el escaso sotobosque, reconocer al espíritu del bosque inmenso, que es el de Chiloé y el de la Naturaleza intocada por los humanos, ése al que respetan los chilotes williches que viven en el bordemar.
  • -   Reencontrarme con mi Duhatao, los senderos que tracé, los árboles que planté, mi cabaña, mis vecinos, la leña que me espera bien seca para calentar mi estufa. Los pudúes con los que me he tropezado tantas tardes, el machito tímido que se hizo amigo mío, la hembrita bellísima que pastaba en el trozo de prado cercano a mi cabaña, donde yo habría querido hacer un pequeño jardín. Buscar a alguno de esos pocos picaflores que no se van durante el invierno, no sé de qué vivirán, pero me gustaría encontrarme con uno de ellos en una revuelta del sendero para admirar cómo planta cara a la vida desde su pequeñez tan aparentemente frágil. Verificar si los dos chivos cimarrones siguen o no allí, y si no siguen recordar la compañía que me dieron y averiguar, quizá enfrentando la maldad inevitable de nuestro mundo, qué les ha pasado. Oír desde mi habitación al viento feroz del Noroeste en una noche de temporal; con los calcetines de lana puestos para exorcizar a los demonios de mi cerebro; bajo el estruendo de mil camiones Mack con los motores acelerados a tope saliendo de las copas de los árboles, un estruendo que no es ruidoso, sino musical; sintiendo los movimientos, flexiones y crujidos de mi cabaña entera, que se lamenta en momentos así como lo hacen los barcos; rindiendo culto, en definitiva, a la majestad de la Naturaleza. Bajar hasta la playa del Elefante al día siguiente para ver cómo se rompen ante mí contra las rocas las olas enormes que llegan furiosas desde Nueva Zelanda, después del larguísimo viaje que han hecho castigadas y azuzadas entre los rugientes vientos de los cuarenta y los ululantes de los sesenta, por eso cansadas y deseando deshacerse finalmente en espumas. Asomarme a los barrancos de la punta Tilduco para ver los cochayuyos, es decir, las cabelleras negras de mil Pincoyas danzando pegadas a las rocas, entre las corrientes, y más allá, la línea del horizonte oceánico o las brumas que la cubren, y hacia el Sur la isla de Metalqui con sus miles de lobos que desde Tilduco solo puedo imaginar.


Todo esto, todo esto, y mucho más, muchísimo más, en poquísimo tiempo, en un instante. Para llevármelo conmigo en mis recuerdos.

domingo, 12 de mayo de 2013

Soledad


Se deja sentir a veces. Cuando lo hace suele ser de madrugada, en mitad del silencio y la oscuridad. Se asoma al borde del camino, solamente para que tú te des cuenta, te acuerdes, de lo radical que es tu soledad. Con su mirada te dice algo que tú no entiendes bien, pero  lo vas reconstruyendo poco a poco y al final te haces una idea de lo que podría contener su mensaje: “si eres libre, más todavía, si eres alguien, es gracias a mí”.

Tú te sientes como una pompa de jabón, flotando en el espacio al azar de los vientos. 




viernes, 10 de mayo de 2013

La enfermedad es una lámpara

La cueva, lo escondido
Si algo hay que agradecerle a la enfermedad es cómo pone de manifiesto que en el ser humano hay algo que va más allá de lo corporal.

Algo que es capaz de distanciarse de un cuerpo que ha empezado a funcionar mal. Ese algo es capaz de ver a su cuerpo como un compañero de viaje. Se siente orgulloso de él cuando el cuerpo hace progresos en su lucha contra la enfermedad y se decepciona, como si un amigo lo hubiera traicionado, cuando el cuerpo retrocede ante los embates con que la enfermedad lo acosa.

Gracias a la existencia de ese algo mal definido, que podría ser la mente, el alma (que no es sino una mente destinada a la inmortalidad), el espíritu (ese misterio inefable) o todos ellos a la vez, el ser humano es capaz de superar las leyes estrictamente naturales y hacer o pensar cosas que a él mismo lo asombran, cosas inverosímiles o por lo menos muy improbables.

Entre estas cosas casi imposibles está la de vencer a la enfermedad. Ya sé que el cuerpo dispone de mecanismos de defensa muy potentes y que además está la ciencia médica. Pero por encima y por debajo de todos ellos, rodeándolos, existe en el enfermo lo que Schopenhauer llamaba la voluntad de vivir. Manifestación ésta de esa quintaesencia de lo humano a la que intento referirme aquí. Según el mismo Schopenhauer, siempre acompañada por el aburrimiento, que no es sino la negación heraclitea de esa voluntad de vida
.
Voluntad de vivir frente a aburrimiento, los dos polos entre los que se sitúa no solo la enfermedad, sino todos los aspectos de una vida humana. Detrás de ellos, invisible, escondido, camuflado, ese misterio de lo humano que continuamente los engendra.

jueves, 9 de mayo de 2013

Futuros de Chiloé (2).- Entender el pasado.


Una vida, ya sea de una persona o una colectividad como la chilota, es una trayectoria en el espaciotiempo. Es casi imposible mirar hacia el futuro sin entender mínimamente el pasado, y temerario decidir hacia dónde queremos ir sin comprender, siquiera someramente, quién y cómo somos. Por eso hoy, en esta segunda entrada sobre el futuro de Chiloé, tengo que ocuparme de su pasado.

Pero antes debo plantear una cuestión de principio: en términos cuantitativos, Chiloé es insignificante cuando comparada con Chile, representando algo menos del 1% de la población del país y poco más del 1% de su superficie. Su importancia cultural es mucho mayor. El nombre y el mito de Chiloé resuenan con su misterio en las calles de Santiago, excitan la fantasía de los chilenos con sus ecos mágicos. Chiloé es para los chilenos mucho más un hecho cultural que físico, su importancia desborda las dimensiones estrictamente materiales. Por eso al hablar sobre Chiloé en términos estratégicos, lo  estrictamente cuantitativo tendrá mucha menos importancia de lo habitual en este tipo de asuntos. Chile no debería buscar en Chiloé la explotación de sus recursos, sino cuidarla, hasta mimarla como un remanso donde  los chilenos puedan encontrar paz, acercamiento a la naturaleza y, por qué no, algo de lo legendario y fantástico que oculta.


A).- Condicionamientos geográficos de Chiloé.  Aislamiento extremo 

La marcadísima característica geográfica de Chiloé, que la ha diferenciado siempre netamente del resto de las regiones de Chile, es su condición insular y oceánica. Chiloé es una isla grande y una colección de más de veinte  pequeñas islas, constituyendo un archipiélago que, protegido por la isla grande del furioso océano abierto, forma un mar interior en el que se desarrolla una cultura interinsular. Las islas, ya se sabe, tienden a encerrarse en
En la foto de Google Earth he trazado un círculo de

1.600 km de radio con centro en Chiloé. Puede verse

que 2/3 de la superficie planetaria que rodea a  Chiloé

es puro océano, y que del resto terrestre, la mitad son
la cordillera impenetrable, las estepas patagónicas y 
las innumerables islas y canales del extremo Sur chileno.
 sí mismas, Pero esta condición insular se refuerza todavía más en Chiloé por su aislamiento geográfico. Durante siglos Chiloé ha sido, y en buena parte sigue siendo, un finis mundi. Hacia el Este, la impenetrable Cordillera es una barrera que la separa de las amplias llanuras argentinas. Hacia el Norte, un amplio territorio ocupado desde comienzos del siglo XVII por los mapuches en guerra permanente con la América hispana, que abarcaba casi desde la costa continental al norte de Calbuco y Carelmapu hasta el río Bio Bio, la aisló durante más de tres siglos del imperio español al que pertenecía, con el que solo pudo comunicarse por mar. Hacia el Sur se extiende  una infinitud de islas de clima muy duro y prácticamente deshabitadas. Finalmente,  hacia el Oeste más de 8.000 km de océano la separan del continente más próximo, Oceanía.

La foto muestra un pequeño islote chilote, que ejempli-
fica bien el paisaje natural de la isla grande de Chiloé,
 donde las condiciones climáticas hacen que un bos-
que nativo impenetrable
crezca hasta la misma
orilla del mar.


El aislamiento de Chiloé ha sido tan grande que incluso ha estado aislada de ella misma, ha sido pues un aislamiento al cuadrado.Ya que durante buena  parte de su historia la mayor parte de sus tierras emergidas no han sido accesibles para sus pobladores humanos, estando ocupadas 
El bordemar. Se llega a vivir, como en la foto, en la
misma orilla de la pleamar y en casas palafitos
donde con pleamares de sicigias te sientes como
si estuvieras en un barco.
por un bosque nativo impenetrable, que hacía imposible el desarrollo de actividades agroganaderas y dificultaba muchísimo el poblamiento. Ese fue el bosque que en 1834 asombró a Darwin: “Los bosques son tan impenetrables que la tierra no se cultiva en ninguna parte excepto cerca de la costa e islotes adyacentes” (Voyage of the Beagle, November 10th , 1834).

 De manera que todo el Chiloé  humano se ha concentrado históricamente no ya en unas islas, sino estrictamente en las orillas de esas islas. La cultura chilota es por eso una cultura de lo que los chilenos han llamado bordemar, donde el hábitat humano se ha reducido durante siglos a una estrecha faja de terreno lindera con la orilla del mar. Cultura a la vez marinera y campesina, que dada su lejanía de la civilización y los mercados ha tenido que ser autosuficiente, donde además no había división del trabajo sino que todos hacían de todo: cada familia construía su casa y sus escasos muebles, hilaba lana para sus vestidos y los cosía, mariscaba, cultivaba sus papas, cortaba leña en el bosque para calentarse y cocinar, criaba sus ovejas, cerdos y gallinas. Una cultura así, que subsiste todavía básicamente intocada en buena parte del Chiloé rural, tiene que ser solidaria, porque en las comunidades campesinas autosuficientes unos se necesitan a otros para las actividades más pesadas, como cosechar las papas o construir los corrales de pesca, también para las más simbólicas, como celebrar la salud o despedir a la muerte. Muchas de estas tareas colectivas se conjugaban en mingas, que convertían el trabajo común en un juego seguido de una fiesta. Una cultura así es esencialmente pacífica y, aunque tímida, abierta en principio a lo foráneo y al mestizaje. Es una cultura de paz y acogida.


Palafitos formando una larga calle en el bordemar. Los colores vivos y variados de las casas contrastan con el verde de prados y bosques y el azul del mar, dando un conjunto de gran belleza.



B).-  Una historia, como todas, de encuentros y desencuentros.

Pero la historia es un camino lleno de trampas y precipicios, también de puentes y vados. Los habitantes de Chiloé han pasado a lo largo de los años por una sucesión de encuentros y desencuentros con otros grupos humanos.

El primer gran encuentro pudo ser el de los williches que venían del norte con los chonos que lo hacían del sur. Unos y otros eran las vanguardias de las dos columnas amerindias que habían atravesado el continente americano desde el estrecho de Bering hasta su extremo meridional, una a lo largo de la costa del Pacífico y la otra a través de las llanuras argentinas, cara al Atlántico. La prueba de sus orígenes diferentes es que hablaban lenguas que no tenían nada en común, los williches una variante del mapudungun, el gran tronco lingüístico de los mapuches, mientras que los chonos hablaban un idioma ya extinguido que pudo estar relacionado con las lenguas fueguinomagallánicas. Además los chonos eran nómadas canoeros mientras que los williches eran sedentarios, cultivaban la papa y tejían la lana de sus llamas. Este encuentro tuvo lugar algunos siglos antes de que llegaran los españoles. Los chonos navegaban en sus dalcas por los canales que se extienden entre Chiloé y Magallanes, mientras que los williches se asentaban en las costas del mar interior chilote. El alimento principal de ambos era marino, en base a mariscos y algas comestibles como el luche.

Hacia los años 1.560 tuvo lugar un segundo encuentro, el de los williches con los españoles. Estos, que habían terminado de conquistar el Chile continental en los 1.540 y descubierto el Estrecho de Magallanes desde el Atlántico en 1520, empezaron ahora a pasar con sus naves frente a Chiloé, viniendo desde el Peru. Al principio ignoraron el archipiélago chilote, como el resto de esta costa patagónica que vista desde el océano era salvaje y desolada, pues su interés era reconocer la conexión del Peru con el Estrecho. Pero en 1567 uno de aquellos capitanes, Martín Ruiz de Gamboa, recibió órdenes de tomar posesión de Chiloé. Aquella tierra agreste, ocupada por inmensos bosques impenetrables y en la que unos miles de williches vivían en pequeños asentamientos costeros en las orillas del mar interior, no le pareció de interés a Ruiz de Gamboa, que propuso a sus superiores abandonarla. Este fue el primero de los varios arrebatos de abandono que vinieron después, porque en Chiloé nunca hubo riquezas suficientes para vivir bien como conquistador, tanto que en el siglo XVI algunos desde Lima o Santiago la llamaron una “frontera cerrada”, la “popa del mundo”, un “recoveco del mundo”  Pero por razones estratégicas, para evitar que otros marinos europeos pudieran tomar posesión de ella, se le ordenó que prosiguiera con la ocupación. Fundó la ciudad de Castro en un fiordo del centro de la isla grande, muy cerca de la isla de Quinchao, la zona  más poblada del archipiélago. Encontró una buena acogida por parte de los pobladores williches, que eran gente pacífica. Pero inmediatamente procedió con el protocolo que los españoles aplicaban en todas las tierras conquistadas, el mismo que habían aplicado en España durante siglos de reconquista a los musulmanes: dividir el territorio y repartirlo entre los soldados que habían participado en su conquista, que pasaban  a convertirse en encomenderos, con derechos a percibir una renta de los williches que vivían en su encomienda, los cuales adquirían así una condición de siervos.

En Chiloé estas encomiendas derivaron pronto en la práctica a una situación cercana a la esclavitud. Este fue el primer desencuentro de los que aquí consideraremos. Como aquellos williches se mantenían  en su bordemar en unas condiciones de estricta supervivencia, no tenían rentas ni excedentes de alimentos que aportar a sus encomenderos, de modo que éstos, faltos de otros recursos, los embarcaban hasta Concepción para alquilarlos en el Chile central como mano de obra prácticamente esclavizada durante un período máximo permitido por las ordenanzas de nueve meses al año. También los encuadraban como gente de armas para efectuar razzias (malocas las llamaban) en las costas del continente o entre los chonos, donde los amerindios capturados tras ofrecer resistencia violenta  podían ser considerados legalmente como enemigos apresados en batalla y  venderse como esclavos en el Norte, cuyas minas necesitaban esta mano de obra.

Una dalca, las canoas típicas de chonos y williches, en el
museo de Dalcahue. Construcción muy simple, tres tablas
ensambladas y cosidas de proa a popa y unos largueros
de babor a estribor que dan solidez transversal y sobre
los que se sientan los remeros.
Transcurrieron así unos años bien difíciles para los williches de Chiloé, pero en 1610 desembarcaban en Castro Melchor Venegas y otros misioneros jesuitas, que hasta que la Compañía de Jesús fue expulsada en 1767 de todos los dominios españoles, llevaron a cabo en Chiloé una verdadera revolución social y religiosa. Este fue el tercer encuentro en la historia de Chiloé. Los jesuitas, con el voto particular que siempre han tenido de obediencia al Papa, eran más leales a éste que al rey de España. Su prioridad no estaba en la creación de un imperio sino en la evangelización de los amerindios respetando su autonomía cultural. Por eso lo primero que hicieron el padre Venegas y sus compañeros fue aprender el mapudungun y también el idioma de los chonos, para evangelizarlos en sus propias lenguas. Luego estos jesuitas, que siendo muy pocos (10-15), no podían ocupar físicamente todo el territorio a ellos encomendado (desde Chiloé hasta el también archipiélago de las Guayanecas, al sur del golfo de Penas), inventaron un procedimiento que hacía posible su tarea, las llamadas misiones circulares. Los misioneros salían de Castro por parejas, embarcados en aquellas canoas de origen chono que llamaban dalcas y que navegaban tanto a remo como a vela.  
Iglesia de Achao, construida en 1740 y única que se
conserva de la época de los jesuitas. Con cerca de 300
años en pie, pocos edificios de madera hay en el

 mundo que hayan resistido tanto tiempo.
Portando un altar móvil y algunos objetos litúrgicos, llegaban a una aldea williche, siempre situada en el bordemar, a la que visitaban una vez al año. Pasaban en ella los días necesarios para administrar los sacramentos (bautizos, casamientos, confesiones y comuniones) y predicar, a la vez que ayudaban a los locales en la resolución de otros problemas. Hacían construir una capilla de madera, entre ellas la última construida por los jesuitas antes de su expulsión, la bellísima de Achao (después los franciscanos siguieron con esta tradición, que constituye un legado cultural fundamental del Chiloé actual). Y para que hubiera una continuidad en su labor durante los largos meses en que estos misioneros jesuitas permanecerían ausentes, dejaban nombrado en cada aldea visitada un fiscal williche, especie de líder religioso de aquella comunidad cristiana, que administraba algunos sacramentos y mantenía vivo el culto hasta la vuelta de los misioneros el año siguiente. Toda esta combinación de instituciones y circunstancias, mantenida durante más de siglo y medio, contribuyó mucho al desarrollo socioeconómico de Chiloé y al establecimiento de un sincretismo cultural entre dos formas de ver la vida, la williche y la cristiana, el cual persiste todavía y ha dotado a Chiloé de una parte importante de ese encanto mágico suyo, tan interesante y atractivo.

La intervención de los jesuitas, directamente sobre el terreno pero también a través de su influencia tanto en la capitanía general de Chile como en el virreinato del Perú, contribuyó mucho a mitigar los abusos de los encomenderos sobre la población williche, que no obstante siguieron existiendo, como prueba la sublevación de los llamados “mapuches de Chiloé” que se produjo en 1712. A partir de 1718 se inició la extinción de las encomiendas en Chiloé, que siendo inicialmente de 9 meses de servidumbre al año, pasaron a seis. En 1767 Chiloé dejó de depender de la Capitanía General de Chile pasando a hacerlo directamente del virreinato del Perú. Con este motivo la comunidad williche de Chiloé pudo contratar abogados en Lima que defendieran sus derechos, consiguiendo así que en 1782 la encomienda obligatoria de trabajo humano se extinguiera definitivamente. A partir de este momento, los williches de Chiloé se convirtieron en tributarios directos de la Corona, estableciéndose el pago (supongo que por unidad familiar), en 40 tejuelas de alerce por año. Este alerce no se recolectaba en el Chiloé isleño, sino en las faldas de la Cordillera, en lo que se consideró durante muchos años Chiloé continental. Como se exportaba mucho a Lima por entonces, se convirtió en un instrumento de trueque para todas las actividades económicas de la zona. (Condición jurídica del indígena de Chiloé en el derecho indiano, (Carlos Olguín Bahamonde, Revista Chilena de Historia del Derecho, Nº7, 1978, pp157-163), .

Este Chiloé colonial fue, cuando comparado con su entorno, una tierra civilizada y hasta próspera, por lo menos no miserable. Así lo sugiere lo que dejó escrito un marino británico, el entonces guardiamarina John Byron, abuelo que fue del poeta famoso del mismo nombre. En 1741 Lord Anson cruzó al mando de una flota británica el estrecho de Magallanes y entró en el
1741.- La fragata británica Wager en el gran Océano
Austral (pintada en nuestros días por Geoff Hunt).
Pacífico con órdenes de invadir el Perú. Por entonces Inglaterra estaba en guerra contra el imperio español. Uno de sus barcos, la fragata HMS Wager, encalló en unos arrecifes unas millas al Sur del golfo de Penas, en el archipiélago de las Guayanecas, y se perdió. Parte de su tripulación volvió a Inglaterra en varias embarcaciones fabricadas con los restos de la fragata, pero un grupo de oficiales prefirió el intento de alcanzar Chiloé. El joven Byron formaba parte de este grupo y escribió una narración  de su aventura. Los indios chonos canoeros, nómadas sometidos a condiciones extremas de pobreza, les dieron hospitalidad y los fueron llevando en un penosísimo viaje hacia el Norte que duró un año, hasta que por fin cruzaron con gran riesgo el golfo de Corcovado y alcanzaron Chiloé. Allí permanecieron seis meses reponiéndose antes de ser enviados a Santiago. Lo que dejó escrito Byron acerca de su estancia en Castro habla de un Chiloé que casi tiene trazos arcádicos: gente bien alimentada y abrigada con buena ropa de lana tejida por ellos mismos, casas confortables, abundancia de ovejas y cerdos, de papas y mariscos, ambiente acogedor y tranquilo. Aunque Byron tuvo que estar influido, para verlo así, por el contraste con el año pasado entre fatigas, frío y hambre junto a los chonos, no cabe duda leyéndolo de que Chiloé había alcanzado por entonces una situación en la que sus habitantes podían sentirse razonablemente satisfechos.


Los jesuitas son expulsados de todo el imperio español por Carlos III en 1767. Este desencuentro, aunque afecta a todo el imperio, es el segundo que se produce entre Chiloé y España, porque aunque los franciscanos prosiguen con la labor que los jesuitas habían iniciado hay, inevitablemente, una rotura importante en la continuidad de aquélla. Las razones de esta expulsión nunca se mostraron claramente. Previamente los jesuitas habían sido expulsados de Portugal (1759) y de Francia (1764). En esos momentos, la Ilustración está naciendo en Europa y los países europeos desconfían de la acción religiosa y social en sus dominios de una orden como la Compañía de Jesus, demasiado dependiente del Papa. Ésta puede ser la causa de las expulsiones en cadena, que en el continente americano dan fin a una interesante utopía cristiana puesta en marcha por los jesuitas en sus reducciones del Paraguay.

Manifestación de este segundo desencuentro nos la da algunos años después José de Moraleda, un marino español que terminó siendo chileno y que levantó la cartografía de los mares que rodean al archipiélago, abarcando desde Valdivia hasta algo más al sur de las islas Guaitecas. Aunque el extenso libro que escribió está dedicado a exploraciones hidrográficas y descripciones detalladas de costas y puertos, contiene un capítulo en el que Moraleda habla de la naturaleza, la gente y el comercio de Chiloé. Considero este capítulo de lectura obligada para todo el que se interese por Chiloé. En la semblanza que hace Barros Arana de Moraleda en la introducción al libro, lo presenta como un buen marino y un técnico riguroso, sin otras ambiciones que hacer bien su trabajo. Quizá sea también Moraleda un hombre de la Ilustración, que ve el mundo desde la perspectiva del Progreso.

El Chiloé que se encuentra Moraleda en 1786 tiene poco más de 25.000 habitantes, incluyendo los enclaves continentales de Calbuco y Carelmapu, que entonces formaban parte de la frontera del imperio español desde el Sur con los Mapuches, cuyo territorio libre llegaba por el Norte hasta el río BioBio. De esos habitantes algo más de la mitad son españoles o mestizos, el resto amerindios, predominantemente williches. A Moraleda le parece muy poca población para más de 4 siglos de poblamiento humano y 2 siglos desde la conquista. De las ciudades de Chiloé, solo Ancud (que entonces se llamaba San Carlos) está permanentemente habitada por unas 250 familias. Las demás ciudades, Castro incluida, están prácticamente desiertas durante la mayor parte del año y solo se habitan cuando llegan los misioneros (que, recordemos, expulsados los jesuitas hace más de veinte años son ahora los franciscanos), una vez al año y en Semana Santa. Los chilotes viven pues esparcidos por el bordemar, aislados unos de otros en una vida esencialmente campesina y recolectora de mariscos y algas. En esta falta de vida urbana ve Moraleda la causa principal de lo que a él le parece el gran atraso de Chiloé.

Hombre y mujer de Chiloé hacia 1770 (expedición de 

Bougainville). El hombre con su poncho, la mujer con 

su toca, tejidos localmente en lana, pies descalzos y

piernas desnudas, como era normal entonces allí.
Su visión antropológica de los chilotes es  negativa. Los considera, sean españoles, mestizos o indios, dóciles, falsos, serviles, mal avenidos y en lo que se refiere a los varones, perezosos. Puede que lo fueran desde la perspectiva de un marino ilustrado como él, pero quizá no tuvo en cuenta que su presencia en las costas chilotas inspiraba a sus habitantes bastante desconfianza. En el proceso que se le hizo en 1880 y en Ancud a la organización secreta de los brujos de Chiloé, llamada por ellos mismos la Recta Provincia, habiendo transcurrido un siglo desde que Moraleda visitó el archipiélago, todavía se acuerdan de él algunos testigos, en base a lo que han oído de sus padres. Ese Moraleda que, altivo sin duda como consecuencia de sentirse superior y manejando extraños aparatos de medida, recorría las costas chilotas demandando pilotos chilotes que lo acompañaran en su canoa aparejada como goleta para señalarle los bajos y peligros por ellos conocidos, era considerado por la gente chilota del bordemar como un brujo poderoso que quería llevarse por la fuerza a España a algunos de sus machis y caciques. Quizá por eso se resistían a colaborar con él y le parecían a Moraleda falsos, serviles y perezosos. En el proceso citado uno de los testigos principales menciona que Moraleda trajo de España un libro de hechicería que le regalo a la machi Chillpila, y del que los brujos aprendieron después muchas de sus artes mágicas. Por cierto que la leyenda incluía una victoria final de Chillpila sobre Moraleda el brujo, cuya nave trasladó de lugar para embarrancarla con sus poderes mágicos. Posiblemente se trataba nada más que de una bajamar de sicigias, de esas tan potentes que son frecuentes en los canales chilotes.

De manera que Moraleda por un lado y los williches del bordemar por el otro ponen de manifiesto, con su desencuentro, un conflicto intercultural profundo entre conquistadores y conquistados, que por otra parte era inevitable. Conflicto que en el caso de Chiloé vino precedido por un acercamiento no menos profundo, impulsado por los jesuitas a lo largo de casi 170 años de sincretismo cultural y religioso y continuado por los franciscanos, del que tanto los amerindios como los españoles y su conjunción mestiza pueden sentirse orgullosos. Pues de este sincretismo es fruto un legado tan bello como el de las iglesias de Chiloé, más toda la profunda religiosidad popular chilota, llena de colorido en celebraciones como la del Señor de Caguach. Así como todo el discurso mitológico chilote, profundamente original, lleno de criaturas nuevas como el Trauco y la Pincoya que no tienen correlatos en la mitología mapuche y que posiblemente proceden de la singular exposición de los williches a la naturaleza de ese bordemar en que vivieron. Que no era sino un estrecho espacio entre la mar misteriosa y profunda y el bosque eterno, lleno de humedades y nieblas, de sombras antropomórficas y extraños cantos de aves mitológicas entonados por el simple rozarse de dos ramas de los gigantescos árboles, allá en lo más alto del bosque nativo.
Plaza de Ancud en 1835, cuando Darwin estaba en Chiloé. Un clérigo atraviesa la plaza camino de la
iglesia, algunos hombres charlan, los niños juegan y los cerdos corretean libres por las calles. Pasan
hombres solos con cargas al hombro que podrían ser tablas de alerce, la moneda común en aquel
Chiloé donde no se usaba el dinero y funcionaba el trueque.

 Moraleda hace en su libro un amplio análisis estructural de Chiloé, en el que nos descubre las hondas semejanzas entre aquél de finales del siglo XVIII y éste del siglo XXI. Merece la pena leerlo. Descubre que los chilotes, sea cual sea su origen, español, amerindio o mestizo, hablan más la lengua williche, a la que llaman veliche, que la española, lo que pone de manifiesto el intenso sincretismo cultural que ha tenido lugar y contrasta con la situación actual en la que el veliche prácticamente se ha extinguido. Se lamenta de que todos los caminos discurran por la orilla del mar, de que los chilotes no hayan sido todavía capaces de penetrar en un bosque al que culpa, como responsable del exceso de humedad, de muchos de los males de la agricultura chilota. Pone de manifiesto la gran relevancia social que tienen allí machis y curanderos. Habla de la gran variedad de maderas del bosque nativo, de su buena calidad, no apreciada en Chiloé porque no se la sabe secar bien. Menciona las exportaciones principales de Chiloé, que son las tejuelas de alerce, hacheadas en la parte continental entonces de Chiloé que ahora es la provincia de Palena, los ponchos de lana y los jamones. También cómo la balanza exterior de Chiloé es negativa y cómo esto depende de que los barcos que transportan las mercancías hasta y desde el Perú no están controlados por los chilotes, lo que resulta en un deterioro de sus precios de venta. De aquí la necesidad de que Chiloé disponga de barcos propios. Enfatiza también la necesidad de construir caminos interiores, de luchar contra el caciquismo y de robustecer las defensas militares del archipiélago con medios propios, para rechazar una probable invasión extranjera, ya que considera que Chiloé dispone de todos los recursos naturales necesarios para desarrollar una agricultura floreciente. Finalmente se refiere a la Iglesia. Elogia la labor de los 15 misioneros, ya franciscanos, que atienden religiosamente al archipiélago pero los considera insuficientes y pide al obispo de Concepción, de quien depende la iglesia chilota, un mayor apoyo a ésta en la forma de suministro de un número suficiente de sacerdotes regulares bien instruidos y motivados para permanecer en el archipiélago.


La última referencia histórica que quiero hacer de Chiloé es la del ilustre Darwin, que en diciembre de 1834 viajó a lo largo de la costa Este de la isla grande, con visitas a algunas de las islas menores . Hay que hacer notar que en 1826 Chiloé se había unido al Chile independiente y que en la larga guerra previa los jóvenes chilotes habían luchado enrolados en el ejército realista, todo lo cual supuso un despoblamiento significativo de Chiloé, acusado en sus sectores más dinámicos. Aun así, el Chiloé que encuentra Darwin es, aunque muy pobre, amable y tranquilo, de modo que Darwin impregna las páginas que sobre este encuentro escribe en el “Viaje del Beagle” de un recuerdo amable. Le impresionan los inmensos bosques impenetrables que cubren la mayor parte de Chiloé, no dejando más que algunos claros de verde hierba rodeando las cabañas con techos de juncos. Solo en la isla de Quinchao y otras adyacentes encuentra suficiente terreno deforestado y dedicado a la agricultura. Los chilotes le parecen “humildes, tranquilos y laboriosos”, se mueven habitualmente a lo largo de las playas o en canoas, tienen suficiente para comer pero son muy pobres, la moneda no existe prácticamente, lo que impera es el trueque. Le agrada a Darwin observar que “los aborígenes han avanzado hasta el mismo grado de civilización, por bajo que éste sea, que sus conquistadores blancos han alcanzado”, lo que una vez más pone de manifiesto el éxito del sincretismo cultural propiciado por los misioneros, que ha terminado definiendo una personalidad chilota indisolublemente mestiza. Se refiere al censo hecho en 1832, que marca una población total de “42.000 almas, la mayoría mestizos, aunque 11.000 conservan sus apellidos amerindios, (…) todos cristianos, (…) aunque se dice que conservan todavía extrañas ceremonias supersticiosas y que pretenden mantener comunicación con el diablo en ciertas cuevas”. Es posible que con esta referencia Darwin haga alusión a la cueva de Quicaví y a los brujos de Chiloé (brujos, que no machis), los cuales solo salen a la luz pública en el curso del proceso a la Recta Provincia que tiene lugar en Ancud cuarenta y seis años más tarde de esta visita de Darwin, en 1880. En este sentido, mencionaré como una pura especulación personal que quizá la organización de los brujos de Chiloé como un poder fáctico arranque  de la anexión de Chiloé a la República de Chile, como una reacción popular de autodefensa ante la imposición de un orden nuevo, el de los criollos de Santiago, que los chilotes pudieron ver como ajeno y hasta amenazante. Sería pues un fenómeno con una dinámica sociológica parecida a la de la mafia siciliana. Darwin atestigua en las páginas que comentamos que todavía en 1834 (la anexión de Chiloé a Chile tuvo lugar en 1826) había en Chiloé un sentimiento temeroso y hasta hostil contra la República. Hizo este viaje chilote en una flotilla formada por la yola (un velero pequeño) y la ballenera del Beagle, mientras que este último contorneaba la isla grande de Chiloé por su costa occidental, reencontrándose finalmente todos en la isla de San Pedro, frente a lo que todavía no era Quellón. Pues bien, cuando la yola y la ballenera iban fondeando en las radas de la costa oriental, dice Darwin que “en algunos sitios los habitantes quedaban asombrados por la aparición de embarcaciones de guerra, y esperaban y creían que se trataba de la vanguardia de una flota española venida para recuperar la isla del gobierno patriota de Chile”.

Hay en estos textos de Darwin multitud de anécdotas curiosas, de las que no me resisto a mencionar algunas. Así, en Quinchao le cuentan que “es costumbre en la mayoría de las pocas familias ricas enterrar sus tesoros en una vasija en el campo”, una costumbre que en mi conocimiento pervive todavía en el Chiloé rural, así como la creencia de que en la noche de Todos los Santos emana de algunas de estas vasijas una luz especial que permite descubrirlas. También menciona  que Castro ha sido prácticamente abandonada en favor de Ancud, que es ahora la capital provincial; como consecuencia, es tal la pobreza de Castro que “no hay nadie que tenga reloj, de modo que es un viejo al que se le supone un buen sentido del transcurrir del tiempo quien toca por intuición las horas en la campana de la iglesia”. A Queilen la llaman los chilotes con el poético nombre de “el fin de la cristiandad”. Finalmente mencionaré que Darwin simpatiza mucho con el chucao, del que dice que “es tenido en un temor supersticioso por los chilotes, en razón de sus extraños y variados cantos. Exhibe tres cantos muy distintos: uno es llamado chiduco y es señal para el que lo oye de parabienes; otro, llamado huitreu, es extremadamente desfavorable para el que tiene la desgracia de escucharlo; y hay un tercero que he olvidado”.

El Beagle entrando en el puerto de Sidney en 1836,
un año despuésde visitar Chiloé con Darwin. 
Resumiré las líneas anteriores declarando que así como el surgimiento de los brujos de Chiloé representados en la Recta Provincia puede ser señal de un desencuentro entre Chiloé y la República de Chile, Darwin representa un encuentro de Chiloé con esa ciencia que no quiere apoderarse del mundo sino solamente comprenderlo. Darwin sintoniza con Chiloé, eso está claro cuando uno lee las líneas que le dedica en su “Viaje del Beagle”. Admira su belleza y cómo los chilotes están de compenetrados con la naturaleza en que viven. Claro que el Beagle en el que Darwin viaja es una mezcla de encuentros y desencuentros, porque mientras que Darwin explora con su pasión de científico desinteresado las costas orientales  de Chiloé, el capitán Fitzroy y sus hidrógrafos levantan cartas de las costas occidentales para tenerlo todo preparado en el caso de una eventual invasión militar o económica británica de la Sudamérica del Pacífico.

Ya casi he llegado al final de esta revisión del pasado de Chiloé, necesaria para poder interrogarse sobre su futuro. Pero me queda un aspecto fundamental de este pasado, que se desarrolla desde la mitad del siglo XIX hasta hoy mismo: me refiero al papel determinante que la emigración chilota ha jugado en el poblamiento del extremo Sur de América, tanto en el lado chileno como en el argentino.

La pequeña goleta Ancud navegando hacia la toma
de posesión de Magallanes (1843) por la República
de Chile.
Este papel poblador representa un punto de encuentro entre Chiloé y Chile. Podemos poner el hito de su inicio en el viaje de la goleta Ancud a Magallanes en 1843, que resulta en la toma de posesión por Chile de todos los territorios australes. Un artículo del profesor Rodolfo Urbina recoge muy bien el alcance y el contenido de esta gesta y a él me remito. Los chilotes tienen un peso decisivo en el repoblamiento de Osorno y la X Región antes de la llegada de la emigración alemana y en el de Aysen, así como en el de la Región de Magallanes. Como apunta Urbina, con la puesta de todos estos territorios al alcance de Chile, los chilotes pueden manifestar por fin su vocación emigrante y exploradora, que en contraposición a la de los españoles que concurrieron a Chiloé, no es hacia el Norte, sino hacia el Sur. En palabras de Urbina, “cuando el proceso de empequeñecimiento de las propiedades rurales estaba alcanzando (en Chiloé) su punto más alto, en lugar de echar abajo la montaña (el bosque) de su propia Isla, el chilote prefirió dirigir su mirada hacia las tierras australes, impulsado por una innata vocación hacia el movimiento y la aventura”. Se empieza a explotar el ciprés de las Guaitecas y surgen los balleneros y loberos chilotes que corren sus aventuras en los canales magallánicos, los pastores chilotes de las grandes estancias patagónicas, los ganaderos chilotes que pueblan Aysen, así muchos más. El gran narrador de estas gestas es Coloane, figura señera de la literatura chilena y él mismo un chilote. Esta emigración austral alcanza sus máximos en la mitad del siglo XX, cuando vapores de pasaje transportan continuamente chilotes desde Castro a Punta Arenas. Urbina remata con palabras acertadas estos hechos:  “(…)los chilotes se han convertido en (...) los habitantes insustituibles de las regiones templadas, en los vikingos de las tierras australes americanas. En realidad, el chilote es un pueblo que rehúsa enfrentarse a sus bosques que él mismo ha poblado de seres mitológicos y prefiere seguir apegado a la costa”.

Terminaré haciendo simplemente mención de un último encuentro entre lo chilote y el mundo exterior, patente en las inmigraciones alemana, croata y de otras naciones europeas a finales del siglo XIX y comienzos del XX.



(C).- Conclusiones. Lo que el pasado ha hecho de Chiloé.

Resumiendo los contenidos de esta larga entrada, ¿qué nos dicen la geografía y la historia de Chiloé respecto a lo que es su presente desde lo que ha venido siendo su pasado?
  • Chiloé ha mirado siempre más hacia el Sur que al Norte. Se ha sentido austral, formando parte de la América fría, del Chile de los canales y fiordos.
  • Chiloé es mestiza, no ha renegado nunca de ninguno de sus dos orígenes, williche y español, shamanista y cristiano, amerindio y europeo. Del sincretismo entre ambos ha nacido una cultura chilota que es absolutamente original y tiene cosas que decirle al mundo.
  •  Chiloé es pacífica, nunca ha estado metida en guerras grandes o largas ni ha querido invadir o dominar. Le ha sido siempre fácil el encuentro con los que han llegado de fuera.
  • Chiloé ha sido siempre autosuficiente, lo que ha implicado pobreza, que no miseria, y sencillez. Aislada como ha estado del resto del mundo, ha sabido sustentarse a sí misma respetando a una naturaleza que le ha dado todo lo que necesitaba: papas, carne, mariscos, algas y pescado para comer, lana para vestirse, leña para cocinar y calentarse, madera para construir sus rukas y cabañas. Ha sabido cardar, tejer y coser, ha sido leñadora, carpintera y marinera. Ha respetado la salud natural de sus bosques, ríos y mares. Y en ese mundo con toda la belleza preservada de lo natural, se ha abierto su propio hueco, su sitio, que ha venido siendo el bordemar.
  • Chiloé ha vivido siempre de la naturaleza antes que de la técnica. Siguiendo la tradición amerindia ha sabido respetar y comprender a  aquélla. Ha reconocido las fuerzas naturales como realidades espirituales a las que ha dado nombre y ha integrado en una mitología. 
  • Aunque incorporada tarde, debido a su aislamiento, a la historia general de Chile, Chiloé se siente plenamente chilena y ha conquistado y poblado para Chile todos sus territorios australes, que representan casi el 40% de la superficie total del país.


(D).- Algunas referencias.


1889.- VIAJE DEL PADRE JOSÉ GARCÍA DESDE LA ISLA DE CAILÍN HACIA EL SUR.-
1891.- HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN CHILE, t.I.- Francisco Enrich S.I.
1901.- DIARIO DE LA GOLETA ANCUD.- Nicolás Anrique R.
1978.- CHILOÉ, FOCO DE EMIGRACIONES.- Rodolfo Urbina Burgos.
1982.- LA ISLA DE CHILOÉ, CAPITANA DE RUTAS AUSTRALES.- Walter Hanisch S.I.
1984.- EMBARCACIONES CHILENAS PRECOLOMBINAS. LA DALCA DE CHILOÉ.- Alberto Medina.
2002.- REYES SOBRE LA TIERRA. BRUJERíA Y CHAMANISMO EN UNA CULTURA INSULAR. CHILOÉ ENTRE LOS SIGLOS XVIII Y XX.- Gonzalo Rojas Flores.






Apéndice: Un mapa del Chiloé actual.
(Con mi agradecimiento a Akiturismo Chiloé, de quien he copiado este mapa en la web sin autorización previa)