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lunes, 6 de noviembre de 2017

Televisión y mentira

Creo que mi mayor decepción en estos días críticos que está viviendo España a causa de los secesionistas catalanes, me la están produciendo los medios de comunicación, particularmente la televisión. La mayoría de las cadenas de televisión españolas, destacando las más vistas, es decir, las más populares, han trivializado lo que está pasando convirtiéndolo en una especie de reality show. Informan a un ritmo trepidante sobre los forcejeos, las tácticas, los enfrentamientos dialécticos entre los dos bandos, pero lo hacen como si lo que narran fuera, en lugar de la tragedia histórica que realmente es, una suerte de partido de fútbol, de espectáculo deportivo de masas, en el que no hay razón frente a sinrazón, o si se quiere, enfrentamiento entre dos razones contradictorias, sino simplemente un forcejeo emocionante que terminará dando un ganador y un perdedor, en el mejor de los casos un simple empate, es decir, nada. Lo que venden, porque lo venden en el sentido de que su único objetivo es el crematístico,  no es otra cosa que ese puro espectáculo. Y lo cobran en porcentajes de audiencia, que se traducen para ellos en más demanda de espacio publicitario por los fabricantes de los grandes productos de consumo (automóviles, alimentos, bebidas, etc), un espacio que les pagan a precio de oro.

Y me parece que se justifican moralmente ante ellos mismos intentando convencerse de que el buen periodismo es el que se limita a exponer lo objetivo que contienen las noticias.  Pero esto es una tremenda falacia, una muestra bien clara de su hipocresía moral. Porque la mayoría de las noticias que se publican, mucho más si lo que destacan es el espectáculo, están sesgadas. Yo no dudo que pueda existir el buen periodismo, pero ese no es el periodismo que lo que intenta (por todos los medios) es ser un buen negocio vendiendo medias verdades que, son, siempre lo han sido, la más peligrosa de las mentiras.

La televisión, cuando se estableció en Europa a finales de los 1950s, fue recibida con grandes esperanzas por mucha gente bienintencionada. Se la veía como un instrumento poderosísimo para la educación y el desarrollo cultural de los pueblos. Pero en lo que se ha convertido, con honrosas y escasas excepciones, es en una basura que lo que hace es entontecer y corromper a esos pueblos.


Una amenaza para el futuro de todos. Tanto más peligrosa cuanto con más artificios intenta convencernos de que lo que nos cuenta es la pura verdad.

 ¿Pura? ¿En serio?

domingo, 29 de octubre de 2017

La oración del Padrenuestro

Escribí en este blog sobre la oración en general hace algún tiempo (Noviembre 2014). Entonces mencioné el Padrenuestro, la oración cristiana por antonomasia, la que nos enseñó y recomendó Jesús en los Evangelios (Mt 6, 9-13; también Lc 11, 1-4). Yo, que siempre he rezado, también he tenido casi desde siempre el Padrenuestro como mi oración dominante, al igual que los hermanos Cartujos y otros muchos cristianos (católicos, protestantes, anglicanos, ortodoxos, nestorianos, coptos) a lo largo del ancho mundo y su tiempo. Es una oración fascinante, profunda y misteriosa, que cuanto más la rezas y con más ahínco lo haces a lo largo de tu vida más descubres en ella nuevos aspectos que te sorprenden e iluminan. De eso es de lo que quiero escribir hoy.

Empezaré por mostrar el Padre nuestro tal y como lo rezo yo:




Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo.



Y no nos dejes caer en la tentación,

 Mas líbranos del mal.

Y ahora diré cómo lo voy interpretando cuando lo rezo despacio, que no es siempre, cuando lo hago con atención, descansando en sus palabras, intentando sumergirme en su significado.

Padre nuestro que estás en los cielos
El Dios único es el Creador de todo lo que existe, por eso es nuestro Padre. Él no existe, sino que es, y lo es en los cielos, que quiere decir fuera del espaciotiempo.

Santificado sea tu nombre
Este Dios nuestro es el del Antiguo Testamento, el mismo Dios de los judíos, el Dios único. Tan grande, tan inmenso, que lo único que podemos hacer con respecto a Él es darle un nombre y santificar ese nombre en nuestra vida.

Venga a nosotros tu reino
Quien viene es Cristo, el Mesías, Dios en nosotros. Y viene para traernos su reino, que es la vida eterna.

Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo
La voluntad de Dios es el Espíritu Santo, el que fecundó a María, iluminó a los cristianos en Pentecostés y nos trae diariamente, a cada uno, la Gracia. Esa voluntad es un propósito, y lo tiene Dios tanto para el espaciotiempo que nos alberga, la Tierra, como para lo que está fuera del espaciotiempo, el Cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy
Este pan representa todo lo que necesitamos para seguir viviendo. Material (vestido, alimento, albergue, etc) y también inmaterial (ánimo, voluntad, propósito, alimento espiritual en definitiva, representado para los cristianos por la Comunión). Pero pedimos el nuestro, no el mío, es decir, queremos compartir todo lo que necesitamos con los demás. Y no queremos atesorarlo, por eso lo pedimos simplemente para hoy.  Por último creemos que aún siendo nuestro, es un don de Dios.

Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores
Dios es misericordioso, su capacidad de perdonar nuestras deudas es inagotable. Pero el contrato que hacemos con Él es que no demandaremos su misericordia en tanto no seamos capaces de perdonar a nuestros deudores. En definitiva, de lo que aquí se trata es del amor fraterno.

Y no nos dejes caer en la tentación
Esa tentación tan humana que nos aleja de la voluntad de Dios y por eso representa una caída.

 Mas líbranos del mal.
Y el mal con su misterio. Que Simone Weil interpreta como que, siendo la Creación un retirarse de Dios, un acto de su generosidad, el Mal es posible en ese Universo que no es Dios y consecuencia inescapable de la libertad que ese Universo tiene.


1880.- Fridolin Leiber.- Pater Noster
Leiber pintaba láminas piadosas que publicaba la editorial Edward Gustav May, en Frankfurt.
Esta representa la oración del Padrenuestro. Las escenas laterales representan, primero de izquierda a derecha y después de arriba abajo, los ocho versículos que contiene la oración, tal y como están escritos en mi texto, aunque aquí lo hacen en alemán..

sábado, 11 de marzo de 2017

Esperanzas renacidas

¿Cuántas vidas del alma vive uno a lo largo de la vida del cuerpo? Y por ello, ¿cuántas muertes del alma? ¿Pero puede morir un alma sin que lo haga su cuerpo? Y si puede morir, ¿puede renacer, tiene necesariamente que hacerlo?

¿Qué puede entenderse como la muerte del alma sin que lo haga su cuerpo? Yo voy a exponer mi opinión, y haciéndolo espero convertirla en mi creencia.

Un cuerpo vive en tanto late su corazón. Un alma muere cuando algo que le es esencial para seguir viviendo se le agota, pierde o rompe irreversiblemente. Esta muerte del alma puede ser lenta o súbita, dolorosa o estupefaciente, alegre o triste. Pero muerte es en cuanto a que la esperanza, que es el corazón de un alma, ha dejado de latir dentro de ella.

¿La esperanza? Sí, ese concepto universal que adopta infinidad de formas vivas a lo largo, lo ancho y lo hondo de lo humano en el tiempo. En mi caso, primero fue la esperanza del niño, que se cobijaba en las faldas de mi madre y  me permitía descubrir esa asombrosa belleza del mundo que luego apenas he sido capaz de percibir. Cuando murió, renació de ella la esperanza del joven, tempestuosa, trepidante, ansiosa de comprender y transformar el mundo. Luego entré en un campo de batalla en el que distintas formas de una misma esperanza fueron naciendo, muriendo y renaciendo. Todas ellas, por cierto, directamente relacionadas con el amor, pues no se trataba de proyectos de carrera o negocios, ni de ambiciones terrenales, sino de lo que aspiraba a ver satisfecha, esa necesidad radical que todo ser humano tiene en tanto su cuerpo vive en este mundo: amar y ser amado. Finalmente, ahora se cobija dentro de mi cuerpo la esperanza del viejo, la última que ha renacido y que sospecho será ya la que acompañe a mi cuerpo en los últimos pasos trabajosos de su carrera hasta la meta.

Toda esa atropellada sucesión de esperanzas tan radicalmente diferentes me confirma que las esperanzas del alma mueren pero son capaces de renacer, o de resucitar, según se quiera verlo.

¿En qué consiste, por cierto, mi esperanza de viejo? ¿Y en qué se diferencia de mis muchas otras muertas y renacidas esperanzas? Sigue siendo, sin duda, una esperanza puesta en mí mismo, en mi capacidad de realizar proyectos y alcanzar metas, unas ganas que me inundan como esa sangre espiritual bombeada a través de todo mi ser por ese corazón espiritual que es mi esperanza. Pero además esa esperanza mía de viejo es, cada día que pasa un poco más, esperanza en los demás. En mis hijos y nietos, mis amigos, mis personas queridas, pero también en los que quieran considerarse mis enemigos, y en aquellos otros de los que discrepo. Todavía más allá, en los muchísimos de los que solo sé que pueblan el mundo ahora o lo van a poblar en el futuro.

Se trata por tanto de una esperanza de viejo que como tal, es en buena medida transitiva. Basada, quizá, en una intuición que cada día que pasa se va consolidando más y más dentro de mí: “lo mismo de noble y bueno que yo siento, anhelo y espero, lo siente, anhela y espera la inmensa mayoría de los demás”.

Y porque el devenir del mundo y los humanos que lo pueblan nunca ha sido, ni tendrá por qué ser, un juego de suma cero, esa esperanza transitiva de un viejo, no solamente está viva, sino que hasta está justificada.

1559:- Brueghel el Viejo:- La virtud de la Esperanza.- Biblioteca Real, Bruselas.

El grabado en papel de Brueghel el Viejo que represento arriba forma parte de una colección de las Virtudes, que incluye a las tres teologales, Fe, Esperanza y Caridad, y las cuatro cardinales, Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Es curioso que estas cardinales están extraídas directamente de La República de Platón, mostrando así hasta qué punto el cristianismo está también enraizado en el viejo e ilustre saber griego.

En el grabado que comento, la Esperanza está representada por una dama firmemente asentada sobre un ancla en el seno de un mar tempestuoso, con una pala y una hoz en las manos y lo que parece ser una colmena sobre la cabeza. El ancla fue símbolo en la Antigüedad de la esperanza de salvación, pues lo era de los barcos, que no tenían otro medio para salvarse de un temporal que los arrojara sobre la costa. La pala, la hoz y la colmena, son también símbolos antiguos de la esperanza del labrador en que llegará una buena cosecha de mies y miel. Y la esperanza está humanizada en una dama porque los tiempos de Brueghel son ya los del humanismo renacentista. El ancla mantiene firme a un barco evitando así que las olas lo arrastren y lo hagan zozobrar, y en el barco hay otro símbolo antiguo de la esperanza, los brazos alzados hacia el cielo, en petición de salvación. Por lo demás casi todo es catástrofe o zozobra alrededor. Muchos barcos se están hundiendo y los senos de las grandes olas dejan entrever peces enormes que podrían devorar a los naúfragos. En el centro del grabado, sobre el muelle, una casa se incendia y unos hombres luchan por sofocar el fuego. Y a la izquierda, un portón se abre dejando ver a unos hombres que están presos y quizá hasta torturados. Sobre ellos una ventana enrejada sugiere que todo el edificio es una prisión. Pero también hay señales de esperanza. En el centro del muelle un hombre pesca y dos mujeres, una de ellas quizá preñada, lo acompañan.  Al fondo, ya fuera de las murallas de la ciudad, otros hombres labran un campo, símbolo antiguo de esperanza. Lo mismo que el pájaro que en el mismísimo muro de la prisión está libre, posado sobre una reja; pues otro símbolo antiguo de la esperanza era un pájaro escapando de su jaula.

Bajo el grabado hay un largo texto latino que yo, con la ayuda de Google, he traducido así:

<<Agradabilísima es la convicción de la esperanza, especialmente necesaria ante las dificultades casi intolerables de la vida>>.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Teilhard de Chardin

Punta Tilduco una tarde de Sol
Empieza la tarde de domingo y yo ojeo las páginas de algunos libros de Teilhard de Chardin, leídos y subrayados por mí hace muchos años, cuando era nada más (y nada menos) que un joven estudiante.

Leer a Teilhard desde el rincón agreste, apartado de lo urbano, en que ahora mismo me encuentro, es una experiencia interesante y reveladora. Fue un hombre comprometido con la Ciencia y a la vez profundamente religioso. Su trabajo científico quedó reflejado en revistas de Paleontología, que era su especialidad. Pero es su obra literaria la que ha trascendido al público, en particular “El fenómeno humano” y “La visión del pasado”.
Aunque dudo que hoy los jóvenes lean mucho a Teilhard, a mí me marcó para siempre. En su homenaje, en vez de seguir hablando de él, voy a copiar aquí algunas de las frases suyas que yo subrayé cuando era joven:

“El mundo no tiene interés más que hacia delante” (CV73)

“El mundo se transformaría y sería invencible, y estaría armado para todas las conquistas, si los hombres se amasen los unos a los otros” (CV81).

“¿Acaso el espíritu no lo anima todo, incluso las plantas, incluso las piedras?” (CV113).

“Incluso a la mirada de un simple biólogo, nada se parece tanto a un camino de la Cruz como la epopeya humana” (FH374).

“El Hombre se ve sin metáfora capaz de experimentar y descubrir su Dios a través de la longitud, la anchura y la profundidad del Mundo. Poder decirle literalmente a Dios que uno lo ama no solamente con todo su cuerpo, con todo su corazón, con toda su alma, sino con todo el Universo en vías de unificación: he aquí una oración que no puede hacerse más que en el seno del Espacio-Tiempo” (FH356).

“¿Qué ciencia podrá nunca revelar al Hombre el origen, la naturaleza, el régimen y la potencia consciente de voluntad y de amor de que está hecha su vida? (MD69).


P.S. Las letras que siguen a cada frase significan el libro, y los números la página, de los que las extraje.Todos ellos editados en España por Taurus hacia fines de los 1950’s comienzos de los 1960’s. CV…Cartas de Viaje; FH….El Fenómeno Humano; MD….El Medio Divino.

Punta Tilduco una tarde de niebla

domingo, 30 de octubre de 2016

Magia, Religión, Ciencia

Hace pocas semanas, el huracán Matthew recorría las costas orientales de Florida dejando caos y destrucción a su paso, abatidos ya Haití y Cuba por los daños producidos. Se inició como una ligera tormenta tropical que apenas alteraba la fuerza tranquila y sostenida de los vientos alisios en el Atlántico central. Pero por delante de él, hacia el Oeste, se extendía una amenaza terrible que no estaba en los cielos, sino en las aguas: el calor que éstas albergaban, sus altas temperaturas, verdadero polvorín termodinámico capaz de incendiar las suaves brisas de las tormentas tropicales para tornarlas en furiosos y destructores huracanes. Un calor explosivo que además era transportado hacia el Nordeste por la corriente del Golfo, el mismo camino que los huracanes suelen seguir y que los hace capaces de terminar embistiendo, como hizo Sandy en 2012, hasta a la lejana y aparentemente segura Nueva York. De manera que ese Sol benigno gracias al cual existe la vida sobre La Tierra tiene también efectos destructores. Y es que creación y destrucción, luz y oscuridad, día y noche, paz y guerra, conforman el eterno juego heracliteo de los opuestos, siempre en marcha.

Imagen del huracán Matthew impactando con la costa de Florida el 1 de Octubre de 2016

Pero lo que a mí me produce un cierto abatimiento es la ingenuidad humana, nuestra ilimitada capacidad de sorprendernos y volvernos a sorprender una y otra y otra vez, ante acontecimientos que, si hubiéramos pensado en ellos, nos habrían parecido posibles y hasta probables. Nuestra resistencia a prepararnos para lo peor, eso que antes o después pero ineluctablemente, conforme con la ley de Murphy, terminará llegándonos.

Esta resistencia a enfrentarnos con lo que en definitiva no es sino el Mal, manifiesta un fatalismo que procede de la impotencia que sentimos frente a unas fuerzas del Cosmos que nos sobrepasan. “Lo que tenga que llegar llegará”, nos decimos, asumiendo que cuando eso llegue, solo entonces, será el tiempo para el valor y la compasión. Mientras tanto, como les sermoneaba, provocándolos, San Pablo a los Corintios, “vivamos y comamos que mañana moriremos”.

La causa profunda de ese fatalismo con ribetes hedonistas que nos domina está en que, a pesar de todos nuestros avances científicos y tecnológicos, a pesar del inmenso poder de construcción y destrucción que hemos acumulado los humanos, llegando así a constituirnos en la amenaza de extinción y a la vez la esperanza de salvación de la entera Biosfera, a pesar digo de todo ello, la mayoría de nosotros seguimos siendo criaturas impresionables y asustadas, con una enorme inseguridad en nosotros mismos. Es por eso que procuramos reflexionar lo menos posible acerca del futuro, ayudados eficazmente en esto por la sociedad de consumo que hemos construido y en la que impera el absolutismo de lo inmediato.

Siempre ha sido más o menos así.

Sir James Frazer
Sir James Frazer (1854-1941) fue un escocés, profesor en Cambridge, que contribuyó decisivamente a la creación de la Antropología Cultural. Sin apenas moverse de Inglaterra estudió minuciosamente muchas culturas primitivas, gracias a los informes que demandaba de administradores coloniales del Imperio Británico, entonces en su cenit. Idea central de Frazer fue que la primera creación cultural del hombre primitivo, anterior incluso al Lenguaje, es la Magia, que con el tiempo histórico ha ido derivando hacia sus dos grandes ramas, la Religión y la Ciencia. Una ley fundamental de los magos y lo mágico es la de la Semejanza o la Correspondencia, que podría formularse así: los distintos niveles de organización del Cosmos, desde lo subatómico hasta lo galáctico pasando por  lo vegetal, lo animal y lo humano, operan ateniéndose a las mismas leyes fundamentales, que son las que también rigen el mundo de lo espiritual. 

Cueva de Lascaux (Francia)
Lo importante para el mago no es conocer estas leyes, una tarea que claramente lo desborda, sino reconocer su existencia y su vigencia en todos los ámbitos de la realidad. Por eso el shaman cree que, dotado de poderes que le han sido conferidos por los espíritus que soportan el mundo, puede actuar sobre determinadas esferas de lo creado para, en virtud de esa ley de la Correspondencia, obtener efectos sobre otras esferas bien distintas. Así, el shaman paleolítico dibuja en lo más hondo de una cueva, en el marco de rituales complicados, escenas de caza mediante las que cree que va a  favorecer las acciones cinegéticas que van a llevar a cabo otros miembros de su clan.  O la machi mapuche sube trabajosamente a lo alto de su rewe, ese tronco de canela tallado como los peldaños de una tosca escalera, a la vez que canta extrañas canciones acompañadas por el batir del tambor y el tintineo de los cascabeles rituales, para 
conseguir así que, por correspondencia, su alma ascienda por el eje del mundo hasta el ultramundo donde moran los poderosos espíritus con los que quiere ponerse en contacto.
Rewe mapuche
O el brujo africano clava puntas en sus fetiches de madera, en una suerte de primitivo vudú, con el propósito de alterar los estados físicos o mentales de personas a las que intenta transformar, para bien o para mal, con su magia.

Fetiche de los Bakongo









Salvando las distancias, yo mismo y en este blog (“Amor y Gravitación”, 27 abril 2013) establecí una suerte de correspondencia entre la gravitación de los cuerpos celestes y el amor de los seres humanos. Cabe aplicar esta dialéctica de la Correspondencia o Semejanza a muchos de los más importantes problemas prácticos con los que nos enfrentamos los humanos, considerando si podríamos comprender mejor estos problemas al compararlos con lo que conocemos de ámbitos muy distintos en la Naturaleza o en la Historia. Pondré algunos ejemplos, como simple ilustración en este espacio necesariamente corto que es una entrada de blog:

1).- El problema de la viabilidad de la Unión Europea: ¿pueden unos estados nación con largas historias de desencuentros y con lenguajes y culturas diferentes integrarse de modo permanente en una unión supranacional?  La correspondencia aquí podría ser con un ecosistema vegetal, tal como un bosque nativo de Chiloé. La integración requiere un proceso de domesticación del bosque, de modo que se convierta en una especie de jardín botánico. Eso exige un equipo de jardineros (Bruselas), unas técnicas de gestión (organismos y leyes paneuropeos) y la eliminación de mucha flora no deseable (renuncia por los países integrantes a señas de identidad nacional muy queridas).

2).- El problema identitario de España: ¿tiene una solución pacífica y duradera la crisis del estado autonómico?  Aquí también serviría la correspondencia con la conversión del bosque silvestre en un jardín botánico. Otra correspondencia sería con un ecosistema animal de predadores y presas que comparten un territorio. Según esta última, la supervivencia del estado autonómico exigiría que todas las autonomías pudieran ser a la vez predadores y presas unas de otras. Que no existiera un pez más grande que los demás, por lo menos no un pez que pudiera comerse a todos y al que no pudiera comerse ningún otro. Aplicando la correspondencia, requeriría una deslocalización geográfica de la administración del estado; es decir, una “barcelonización” de Madrid (y nunca una “madridización” de Barcelona). Tampoco podría haber un pez al que no pudiera comerse nadie, en correspondencia sería necesaria una desaparición de los Conciertos con vascos y navarros, más aún, una completa igualación fiscal de todos los territorios (mismas reglas del juego). Cosas así.

Si tanto la Religión como la Ciencia proceden, como quería Frazer, de una misma Magia ancestral, podrían encontrarse en ambas vestigios de la ley mágica de las Correspondencias. No tengo duda de que existen.

En las Religiones pueden encontrarse muchos ejemplos. Así, en el Judaísmo, las correspondencias cabalísticas entre el significado literal de los textos y uno o varios significados secretos, esotéricos, de origen divino. En el Cristianismo, la transustanciación del pan y el vino en carne y sangre de Cristo, necesarias como alimento espiritual. Etcétera.

Y en la Ciencia, pese a su explícito rechazo de lo mágico, también quedan muchos vestigios de la ley de la Correspondencia. No en balde el mismo Isaac Newton, pilar fundamental de la Ciencia moderna, practicó también el alquimismo. Un vestigio muy generalizado es el de la modelización. Así el método científico, en su intento de ir comprendiendo cada vez mejor la realidad natural que estudia, opera frecuentemente con un sistema de modelos, asumiendo que hay una Correspondencia entre el modelo y esa realidad natural a la que intenta ir cercando. Otro gran ejemplo es el del lenguaje matemático, según la idea de Galileo proponiendo que el libro de la Naturaleza estaba escrito en un lenguaje matemático. La Correspondencia se establece en cuanto a que el científico dialoga con la naturaleza utilizando un lenguaje tan matemático como posible.

Finalmente el Arte, nacido en las cuevas paleolíticas como un componente de los rituales shamánicos, sigue mostrando innumerables Correspondencias mágicas. Así es en la Literatura, donde héroes como Don Quijote y Sancho o los de Dostoyevski, son transfigurados por el lector entusiasta en componentes importantes de su propia vida. O en esa gran Pintura que en un momento de contemplación iluminada nos emociona sin que sepamos por qué. O en la Música sublime, clásica o pop, que llega a ser para su oyente inspirado una astronave en la que viaja a través de espacios infinitos.

Y es que, en definitiva, nuestro mundo y nuestra vida siguen siendo mágicamente misteriosos. Quizá sea gracias a esta condición por lo que somos capaces de soportarlos.

sábado, 1 de octubre de 2016

Lo ascético

Un Sadhu es un monje hindú que practica la Ascesis como
etapa final en su camino hacia la purificación.
(Foto cortesía del Dr Sarkar)
Nuestro mundo real, el de nuestra carne y nuestra mente, carecería de dinamismo si no existiera el tiempo. Éste es quien hace posibles las cadenas de causas y efectos que le dan consistencia y explicación a nuestra existencia. 

Más allá de nosotros mismos, todas las dimensiones de la naturaleza tienen en el tiempo su causa primera. Así empieza el Génesis: “en el principio, creó Dios los cielos y la tierra”, y ese “principio” alude sin nombrarlo al tiempo, primer actor de la creación.



Recuerdo ahora aquella ecuación fundamental de la Mecánica newtoniana que nos enseñaban en el colegio:

F x t   =  m x v

 Fuerza x tiempo  =  masa  x velocidad

         Impulso mecánico  = cantidad de movimiento

Así, en un terremoto, el impulso mecánico es la fuerza gigantesca con que dos placas tectónicas se empujan una a la otra durante un tiempo muy largo, igual a la cantidad de movimiento que se libera cuando, como consecuencia de la quiebra de aquel empujarse, una masa gigantesca de tierra y rocas empieza a vibrar y esta onda se transmite a gran velocidad a lo ancho de toda la Tierra, provocando la destrucción a su paso. Y en una tempestad, el impulso mecánico es la fuerza de un viento feroz sobre el mar durante algunas horas, capaz de levantar grandes olas que se mueven veloces, amenazando la vida de los barcos que encuentran.

Nuestras mentes humanas son asiento de fenómenos análogos, aunque no se les pueda calificar, dada su naturaleza inmaterial, de newtonianos. Así, nuestras decisiones importantes son consecuencia de impulsos que nacen de la interacción, durante un cierto tiempo, de nuestra voluntad con nuestra inteligencia y nuestro instinto. Fuerzas que se esconden entre los pliegues más recónditos de nuestros cerebros, se despiertan un día y empiezan a actuar en silencio. Generan así unos impulsos sostenidos que terminan poniéndonos en marcha. Muchas veces se trata solamente de iniciar un camino nuevo. Pero en otros casos nos tiramos desde lo alto a un abismo en cuyo fondo terminaremos aplastados, o a unas aguas nadando a través de las cuales alcanzaremos lo que anhelábamos. Motivados, al hacerlo así, para correr riesgos.

No debemos temerle a nuestros impulsos, ni reprimir nuestros movimientos, siempre que pongamos nuestra  atención en una introspección continua de las fuerzas que vagan por nuestro interior. En esto consiste la Ascética, que está presente en todas las culturas y todas las religiones. Cuyo objetivo es no tolerarnos la coexistencia con fuerzas tenebrosas, esas que son capaces de llevarnos al desastre. Por eso los ascetas intentan vivir, en la medida de lo posible, en un estado de pureza interior.

Alguien le preguntó un día al humorista italiano Pitigrilli en qué consistía la educación. “Pues se trata de comportarse cuando estés delante de los demás como si estuvieras solo”, contestó Pitigrilli. Y después de unos instantes de silencio continuó: …”Y cuando estés solo como si estuvieras delante de los demás”.

Algo así podría ser el fundamento de una ascética para la gente corriente.


P.S. He publicado la misma frase de Pitigrilli en este blog el 20 marzo 2011 y el 22 diciembre 2012. Cosas de la edad, pero no puedo negar que se trata de una de mis frases preferidas (lo que, lamentablemente, no significa que haya tenido mucho éxito al intentar ponerla en práctica, aunque no me doy por vencido).

lunes, 26 de septiembre de 2016

Fronteras interiores de la sociedad de consumo: la Nación Navajo.


Muchos terrícolas que se sienten afortunados viven ya en el seno de una sociedad de consumo. Lo hace toda Europa, casi toda América y una parte creciente de Asia. Para las grandes áreas que todavía se quedan fuera, como sucede con buena parte del Oriente Medio  y casi toda Africa, la sociedad de consumo es el paradigma a alcanzar. La polaridad entre los que ya están y los que todavía no han llegado genera alta tensión en las fronteras exteriores de las sociedades de consumo, ante cuyas alambradas y muros de defensa, a lo largo de todo el Mediterráneo y del borde meridional de USA, se acumulan millones de personas que llegan hasta allí huyendo de la violencia y la desesperanza.


Pero ¿hay también fronteras interiores, barreras que dentro del territorio ocupado por las sociedades de consumo separan a los que no quieren pertenecer a ellas? Por supuesto que sí. No me refiero a los cinturones de miseria y abandono que rodean a muchas megalópolis y que no son sino la cara oculta de éstas, ni a los pequeños grupos humanos que por imperativos geográficos siguen sumidos en una cultura preindustrial y por ello anticonsumista, como pueden ser los Inuits del Ártico americano, o los Amerindios cazadores/recolectores de las selvas amazónicas. Sino a grupos humanos que pudiendo integrarse persisten en su deseo de mantenerse fieles a tradiciones ancestrales incompatibles con la sociedad de consumo, y que tienen tamaño suficiente para que pueda trazarse alrededor de ellos una frontera geográfica.


Yo acabo de encontrarme con uno de ellos: la Nación de los Navajos, enclavada en el SW de USA. 

Los Navajos fueron, junto con los Cheyenes, uno de los grupos amerindios más numerosos de Norteamérica. Una variante guerrera de los Navajos fueron los Apaches, pero los primeros, más numerosos, se adaptaron a una vida de pastores seminómadas de ovejas traidas por los españoles, en las vastas estepas de Arizona y Nuevo México. Cuando los yanquis expulsaron a los mexicanos de aquellas tierras, los Navajos mostraron cierta resistencia al nuevo colonizador. Pero finalmente aceptaron recluirse en una reserva india que con el tiempo no ha hecho más que crecer en tamaño hasta constituir lo que hoy se llama oficialmente la Navajo Nation, un territorio semiautónomo gobernado por los propios Navajos y dotado de unos poderes legislativo, ejecutivo y judicial propios.


La Navajo Nation (Navajo Country en el mapa) ocupa un territorio de 62.000 km2  (aproximadamente 2/3 de Portugal o Cuba) repartido entre los estados norteamericanos de Arizona (AZ en el mapa), Nuevo Mexico (NM) y algo de Utah (UT), con una población de solamente 166.000 habitantes, ya que se trata en buena parte de estepas semidesérticas.

En su territorio se encuentran algunas grandes bellezas de la naturaleza, entre las que destaca el inigualable Monument Valley, inmortalizado por Hollywood y John Ford.




Foto del Valle de los Monumentos tomada desde el Centro de Visitantes y Museo. Las inmensas y bellísimas Mesas tienen un significado religioso para el pueblo Navajo, como en general lo tienen todas las maravillas de la Naturaleza para los pueblos de tradición shamánica. Madre Tierra y Padre Cielo, con toda su majestad, justo frente a nuestros ojos.


En el Centro de Visitantes del Monument Valley hay una piedra tallada en la que se recogen los datos más significativos de la Navajo Nation y que reproduzco a continuación.




Primero se presentan las estadísticas demográficas y de nivel de vida de la Nación de los Navajos. Lo que se pone de manifiesto inmediatamente es que se trata de gente joven y muy pobre, que mantiene todavía una cultura propia aunque amenazada por la integración en USA y que tiene unos hábitos de vida fundamentalmente ganaderos. 
Después de estos datos hay un párrafo que merece la pena traducir:


<<Estas estadísticas muestran que muchas familias Navajo viven en la pobreza. Aunque nuestras vidas se enriquecen por el hecho de habitar una tierra muy hermosa en la que vivieron nuestros antepasados, y donde continuamos con nuestras tradiciones ganaderas y agrícolas, con la práctica de la artesanía y con nuestras ceremonias.  Hoy trabajamos duramente para mantener bien  vivas nuestra lengua y nuestras tradiciones en medio del mundo moderno.>>



Así es. En nuestra fugaz visita, apenas pudimos acercarnos al pueblo Navajo, algunos de cuyos asentamientos veíamos de lejos desde la carretera, perdidos en la árida y grandiosa estepa. El aspecto de estos asentamientos mostraba claramente que esta gente se encontraba absolutamente fuera de nuestra sociedad de consumo. Siempre se trataba de grupos de muy pocas casas, no más de tres o cuatro, frecuentemente solo una, rodeadas de un increíble maremagnum de chatarras variopintas, entre las que destacaban automóviles y camionetas que en otras circunstancias estarían ya desguazados. Tomé algunas fotos desde lejos y a la velocidad de un auto en la carretera, que no reflejaron bien la situación. Por eso he recurrido a una foto tomada de Google Earth que presenta uno de estos típicos asentamientos Navajo y que muestro a continuación.




Este asentamiento tiene una sola casa. Llama la atención la cantidad de objetos  que se desparraman a su alrededor, que mayoritariamente son automóviles, entre sedanes y camionetas. La mayoría de estos autos suelen estar en una situación de desguace, como si fueran los que la familia que vive allí ha venido usando sucesivamente durante muchos años. También puede distinguirse una autocaravana; la presencia de éstas era relativamente frecuente en los asentamientos navajos, poniendo de manifiesto un modo de vida de pastores seminómadas.

Pero lo que muestra la presencia de vehículos medio arruinados es que en una cultura como la de los Navajos no se tira nada. Las máquinas  que ya son inservibles se conservan, por si en algún momento fuera necesario usar para los fines más insospechados alguna de entre sus multitudes de piezas sueltas. Este comportamiento es absolutamente contrario a los mandatos de nuestras sociedades de consumo, establecidas sobre la base de una obsolescencia rápida de los bienes y servicios utilizados, la creación continua de nuevas necesidades y la aparición de nuevas soluciones para satisfacerlas. Todo esto coordinado, movido y fundamentado por el dinero como unidad fundamental de los intensísimos intercambios.


El comportamiento de los Navajos es habitual en culturas ligadas a la naturaleza y alejadas de lo urbano. Yo lo he observado en la gente de la mar de mi tierra andaluza, unos pescadores de altura que jamás tirarán nada de las herramientas y materiales de trabajo que han dejado de serles útiles porque, quién sabe, cualquier día en medio de la mar, alejados de toda asistencia técnica, un trozo de aquel alambre o un cojinete del motor de aquella otra bomba ya arruinada o el tubo de cobre en U de un grupo frigorífico ya desechado, pueden servirles para arreglar una avería de una máquina sin repuestos o enmendar cualquier otro entuerto. También lo he observado entre los campesinos de Chiloé, unos colectivos humanos casi totalmente autosuficientes, a los que precisamente esta autosuficiencia, al alejarlos de los mercados y mantenerlos así con poca plata, los aparta culturalmente de los hábitos de las sociedades de consumo.

No tuve ocasión de hablar tranquilamente con ningún Navajo. Solamente intercambiamos algunas palabras fugaces con un joven guia turístico en nuestra visita al Antelope Canyon. 


El Antelope Canyon se abre bajo una estrecha y

larga hendidura en el terreno y se recorre
como un largo túnel. El viento y la lluvia han 
 erosionado extrañamente las areniscas que
lo constituyen, y los juegos de luces son 
bellísimos.

Nos dijo que estábamos en la Navajo Nation, un territorio autónomo dentro de USA, 25.000 millas cuadradas en las que viven unas 100.000 personas. Que su abuela hablaba la lengua Navajo, su madre la entendía y él todavía es capaz de reconocer algunas palabras, pero se está perdiendo. Y que en todo el territorio está absolutamente prohibido beber alcohol, conservando así lo que en USA fue hace muchos años la Ley Seca.

Nos transportó a través del desierto hasta el cañón en una camioneta 4x4 algo maltratada por el uso y los años. De vez en cuando el camino estaba cubierto por arena blanda que le obligaba a meter la tracción. Observé que para sacarla de nuevo tenía que parar el vehículo y meter por unos instantes la marcha atrás, entonces la tracción saltaba. Me acordé de las viejas camionetas campesinas tan frecuentes en mi querido Chiloé, algunas de las cuales son de tercera o cuarta mano y que raramente se averían. Aunque cuando lo hacen siempre hay tiempo para esperar a que alguien pase y nos ayude a salir de la pana, lo que sin duda hará.


Me acordé mucho en este contacto con la Nación Navajo de Aldous Huxley y su extraordinaria novela Brave New World (traducida al español como “Un mundo feliz”). Aunque Huxley era inglés y su utopía novelada se desarrolla en Londres, dicen que se inspiró para escribirla en la sociedad industrial americana fraguada por Henry Ford y su Modelo T. El libro se publicó en 1932, y Huxley había visitado antes USA, donde quedó muy impresionado con el desarrollo de lo que era sin duda la primera sociedad de consumo. En la novela, que describe una sociedad utópica en la que los ciudadanos, totalmente controlados pero aparentemente felices porque están divididos en castas desde el nacimiento, reciben una educación hipnótica adecuada a su condición y consumen soma, una droga distribuida por el estado que los coloca en el séptimo cielo, ocupan también un papel destacado los llamados salvajes, gente que vive una vida primitiva, agrupados en clanes muy lejos de la sociedad utópica.  Estoy seguro de que Huxley se inspiró en estos Navajos de USA para dibujar a sus “salvajes”.

Y creo que la novela de Huxley es, hasta un cierto límite, premonitoria de lo que ha venido pasando después y merece ser leída de nuevo ahora. Eso es lo que yo voy a hacer.


Aldous Huxley con la portada de la primera edición de su Brave New World




viernes, 15 de julio de 2016

Querida e indecisa España (2).- Individualismo

En esta segunda entrada me corresponde escribir sobre los españoles. Empezaré con lo que podría ser una conclusión: a causa de un conjunto imparable de circunstancias,
1).- Históricas: un pasado tormentoso y muy complejo, con grandes invasiones y caídas: Roma, los Godos, el Islam, los Austrias, los Borbones, Napoleón, la desintegración imperial, la guerra civil.
2).- Geográficas: tremendos gradientes de latitud y de altura, de climas, barreras montañosas, aislamiento del continente, lejanía del imperio que fue.
3).- Culturales: gran diversidad cultural, riqueza de comidas, quesos, vinos, lenguas y tradiciones.

A causa de todo esto, España es un país de individuos.
Quiero decir donde la persona de carne y hueso, el yo, tú y él mucho más que el nosotros, vosotros y ellos, son la primera y la última referencias.
Cuando los anglosajones se han referido al Spanish pride no lo han hecho al orgullo de raza o de pueblo, sino a ese sentimiento que aflora en un individuo español a la menor oportunidad y que es una autoafirmación del yo, de lo mío y los míos, de mi honor, mi dignidad, mi mérito, mi equipo de fútbol, mi santa patrona, mi edad, frente a los de otros.

Claro que todo esto va cambiando, reduciéndose poco a poco de verdades como puños a tópicos que inevitablemente envejecen. La juventud de hoy es mucho menos individualista de lo que hemos sido los mayores, a tono con la homogeneización globalizante que se vive en todo el mundo, gracias a la explosión de las comunicaciones. Pero persiste, y lo hará durante mucho tiempo, un fondo cultural y vital que es genuinamente español y que afecta por tanto a todos los españoles, desde el Pirineo hasta el Estrecho, un fondo digo que es individualista.

Algunos rasgos del día a día ponen de manifiesto este individualismo entronizado en el corazón de la mayoría de nosotros.
Uno muy revelador está en la fiesta de los toros. ¿Por qué España, junto con algunas naciones hermanas de Latinoamérica, es el único país del mundo donde existe algo tan peculiar y denostado por otros como la fiesta de los toros?
Primeros momentos entre el toro y su torero.
El matador de toros es el paradigma del individuo. Una plaza de toros está llena de gente, colores, ruidos, brillos y confusión. Pero en el seno de toda esta turbamulta hay dos seres que están absoluta y despiadadamente solos: el toro y el torero. El primero porque es un desgraciado animal al que han obligado a la soledad frente a una muerte cruel. El segundo porque ha elegido estar solo, yendo así en busca de la gloria y la consumación de su llamada. Uno de los espectáculos más interesantes en una corrida es el de observar al matador que está a punto de comenzar la lidia de uno de sus toros. Todavía están en la plaza el toro y el torero anteriores, el ruido y la expectación ante lo que está a punto de terminar son máximos. Pero el torero que va a entrar pronto en lidia sabe ya lo que le espera e intenta prepararse para ello. Tiene que ser capaz de aislarse de toda aquella confusión para
José Tomás, uno de los mejores toreros del momento,
pensativo y expectante, con el rostro marcado por una
cicatriz.
poder estar a solas con  el toro, su toro, ese toro que puede herirlo gravemente, hasta matarlo, y al que tiene que prestar una extraordinaria, concentrada atención. Solo a través de este aislamiento llegará  a ser capaz de enfrentarlo. Y lo que uno puede observar maravillado es ese ejercicio de concentración: cómo el torero, que bebe un poco de agua en un vasito de plata, mira hacia dentro de sí mismo, cómo sus ojos se vacían de luz, se mineralizan, porque él está vuelto hacia dentro, viajando por sus honduras espirituales para sacar de allí el valor, la serenidad y la confianza en sí mismo que va a necesitar enseguida. Todo esto es individualismo químicamente puro. Mucho más que el del virtuoso del violín en el seno de una gran orquesta o el deportista estrella o el conferenciante o el líder político o el boxeador. El torero pone en juego su vida entera en unos instantes de gloria o muerte. Y lo hace porque le da la gana hacerlo, aunando todas sus fuerzas, físicas y espirituales, en el empeño.

(Tomado de lafiestaprohibida.blogspot.com)


En el entorno más limitado y menos existencial del arte, también el poeta y el españolísimo cantaor de cante jondo, son ejemplos de belleza creada desde la más profunda soledad individual.  España es un país no muy culto pero con una gran apreciación popular por la poesía y la canción. Ahí están García Lorca o Machado o Miguel Hernández, mucho más conocidos y apreciados por los españoles que Cervantes, Galdós o Baroja, para confirmarlo.

También son ejemplos de individualismo en acción el pícaro, el listillo, el que consigue orillar la ley para salvar sus intereses, los suyos, sin hacerle demasiado daño a los demás, a costa del Estado o en general de una Autoridad de la que los españoles siempre hemos temido y soportado el abuso. Ese individualista que defiende lo concreto de su vida, la suya, frente a lo abstracto de las normas de unas Instituciones a las que siempre ha visto como depredadoras, vive en el corazón de muchísimos españoles, marcando un importante rasgo de nuestra personalidad. Una frase muy conocida y utilizada resumiría todo lo que intento decir: “¿Se lo pongo con IVA o sin IVA?”

Este individualismo, tan peculiar de nosotros los españoles, nos marca. Entroniza al individuo en el centro del paisaje humano. Desde el individuo arrancan la mayoría de fuerzas e iniciativas imperantes.

Juan Martín el Empecinado, héroe guerri-
llero español en la lucha contra Napoleón,
pintado por Goya (1814).
En lo bueno, nuestro individualismo nos impone sus condicionantes, esos que nos hacen ser más artistas que científicos, más místicos que filósofos, más guerrilleros que soldados, más aventureros, navegantes o exploradores que comerciantes, constructores o fabricantes. Hace también que la familia sea entre nosotros la institución más poderosa, lo que no sucede en países más septentrionales. Así, mientras que en Inglaterra y otros muchos países europeos es casi una ley que los hijos abandonen el hogar paterno a los 18 años, en España pueden permanecer en él hasta los 30. Todo esto tiene de positivo que crea una estructura social de base muy sólida, capaz de soportar los peores desastres y de muchas clases de generosidad. De la cual emana un humanismo a flor de piel, compasivo, misericordioso, cordial.

Uno de los testigos más lúcidos de lo que quiero decir fue el gran Arthur Koestler. En 1936 era todavía un comunista convencido; la guerra civil lo sorprendió en España como agente secreto del Komintern de Stalin, camuflado como periodista británico. En 1937 las autoridades franquistas lo detuvieron en Málaga y tras una serie de vicisitudes lo trasladaron a la cárcel de Sevilla con una condena a muerte, que sería finalmente conmutada tras algunos meses de prisión. En su libro Testamento Español, Koestler describe con insuperable maestría literaria los acontecimientos que vivió en aquellos días tan ominosos para él. En todo momento sorprende al lector la naturaleza de las relaciones que los presos, muchos de ellos habiendo sufrido torturas previas y muchos también finalmente fusilados, mantienen con los carceleros y guardias civiles que los custodian. En ellas domina siempre la conexión personal entre individuos que son, por encima y por debajo de todo lo que está sucediendo, seres humanos que se tratan con respeto y compasión.  

Pero el individualismo, como todo, debe confirmar la regla de Heráclito, quiero decir que tiene su cara y su cruz, sus aspectos positivos y negativos, inevitablemente coexistentes.
En lo negativo, el individualismo engendra nepotismo, endogamia y antiliberalismo. El individualista es el colmo de lo antropocéntrico, se siente en el centro del mundo, de su mundo, lo único que verdaderamente le importa. Es en buena medida por este individualismo por lo que España no ha sobresalido en muchas áreas en las que otros países europeos han brillado. Podrían escribirse y ya se han escrito innumerables páginas sobre ello. Me limitaré a mencionar  lo que ha sucedido en España con instituciones como la Universidad o actividades como la investigación científica. Unas y otras requieren de los individuos que las integran una visión cooperativa de sus actividades y una apertura curiosa a los demás. Esto no ha sucedido en España, y pongo como prueba la proporción de profesores o investigadores extranjeros presentes en nuestras instituciones de enseñanza superior o investigación, sin duda de las más bajas entre los países avanzados. Y no es que los españoles estén genéticamente incapacitados para ser buenos profesores universitarios o investigadores científicos, naturalmente que no, como prueban numerosos casos de éxito. Se trata de un problema cultural, de un individualismo enraizado en nuestros hábitos colectivos, que se manifiesta en todas aquellas actividades que exigen una comunidad de esfuerzos y el respeto a unas reglas del juego absolutamente limpias. Lo que no es óbice para que España haya engendrado instituciones tan poderosas y multinacionales como la Compañía de Jesús o el Opus Dei. Pero en ambos casos se trata de entornos con una férrea disciplina interna, donde la bravura del individuo es domada y dirigida a integrarse en un esfuerzo colectivo. Por eso los españoles han brillado siempre como gente de armas o de iglesia, integrados en ejércitos donde, dominados por la fuerza los aspectos más negativos de su individualismo, han podido manifestarse los más positivos.


Pero estos contrapesos disciplinarios a nuestro individualismo han tenido también sus consecuencias nefastas. Los españoles hemos tenido que soportar desde siempre un estado burocratizado y muchas veces despótico. Que ha exhibido un poder y una seguridad para sus servidores, en contraposición con el resto de los españoles, de los que se desprende el hecho terrible de que la ilusión de muchos jóvenes españoles siga todavía siendo la de ganar una oposición a funcionario público para vivir tranquilo el resto de sus vidas, sin grandes ilusiones, exigencias o inseguridades, que todas ellas suelen ir juntas.  Muchos signos ponen de manifiesto la realidad cultural de este despotismo antiliberal omnipresente. Así la importancia social del funcionario, el papel aterrorizante del inspector, que llega al colmo cuando lo es de Hacienda. Ya en el siglo XIX el gran Mariano de Larra describía con su “vuelva usted mañana” el poder omnímodo y arbitrario del funcionario incompetente, capaz de bloquear cualquier iniciativa y con el que quizá esté acabando ahora la revolución informática, pero ¡tan lentamente!... También el desdén que muchos españoles sienten por la iniciativa privada, esa visión del empresario como alguien que no tiene otras ambiciones que su enriquecimiento, del beneficio empresarial como algo intrínsecamente ilícito.

La consecuencia de todo esto ha sido la contraria de lo que esperaban los que detentaban el poder: en vez de un estado fuerte, un estado permanentemente débil, incapaz de organizar un imperio atravesado por enormes lejanías geográficas, teniendo que recurrir a algo tan miserable como la delación secreta en una institución tan importante para el estado como fue el Santo Oficio de la Inquisición, asolado por el  riesgo permanente de invasiones, de las que la última con carácter histórico, la de Napoleón, fue profundamente destructora.

Todavía hoy padecemos los españoles las consecuencias de este despotismo disarmónico. Todavía Madrid sigue siendo tan centrista que difícilmente puede contener con éxito la marea separatista de algunas regiones. Así, mientras que desde Madrid se clama por el respeto que los nacionalistas deben a ese mandato constitucional que nos hace a todos los españoles iguales ante la ley, los madrileños no pagan un Impuesto de Sucesiones que arruina a muchas familias andaluzas o catalanas, y vascos y navarros gozan por su parte de unas condiciones fiscales privilegiadas con respecto al resto de los españoles. Junto a todo esto, Madrid ha venido cediendo a las autonomías poderes que nunca debió perder el estado.

El espíritu leguleyo que siempre existió en una España de gobiernos débiles que querían arreglar muchos de los problemas difíciles a base de nuevas leyes y reglamentos, sigue existiendo. Las iniciativas empresariales o sociales nuevas, siguen tropezando con numerosos desvíos y barreras burocráticos, a los que se añade el que cada una de las autonomías repita en su entorno muchos de los desvaríos centralistas. Uno tiene la impresión de que sigue habiendo en España un exceso de leyes y, como consecuencia, de “juristas” que las interpreten. También de que muchas de nuestras leyes y ordenanzas difícilmente pueden cumplirse, lo que convierte a muchos ciudadanos en infractores a la fuerza.

Si todo esto es así, si para lo bueno y para lo malo el individualismo sigue siendo un rasgo cultural que nos marca, ¿estará llegando el momento en que las cosas cambien?