lunes, 30 de noviembre de 2015

Brujos de Chiloé

Me quedan pocos días en Chiloé y no quiero marcharme sin transcribir aquí alguna de las bonitas historias que sobre las mitologías de Chiloé me cuenta mi buen amigo Nelson Ampuero. Pero esta vez le he pedido que hablemos no de héroes, sino de brujos, los grandes ignorados cuando se escribe acerca de este mundo chilote de tradiciones y creencias antiguas. ¿Por qué ignorados? Quizá porque creyendo muchos que los brujos siguen existiendo y manteniendo en secreto su identidad, se enfrentan a la cuestión con una mezcla de respeto y miedo.

Pero Nelson decide contarme una historia acerca de don José Domingo Onancoante, brujo de Quicaví y amigo de su difunto padre Ricardo Ampuero Coronado, que fue quien se la contó a él. Sigue esta historia tal y como Nelson me la ha narrado:

<< Antonio Ampuero Barría fue un chilote de Quetalmahue que allá por los años 1890 se fue a vivir a Valdivia. Era un amante de los caballos y llegó a ser un huaso importante, al que apodaban “Espuelas de Plata” porque de plata eran las que usaba para azuzar a los caballos que constantemente montaba. Casó en Valdivia con Encarnación Maldonado, pero fuera del matrimonio tuvo un hijo con Petronila Coronado, Ricardo Ampuero Coronado, héroe de esta historia y padre del Nelson Ampuero que me la ha contado.

Siendo Ricardo todavía pequeño, su madre Petronila contrajo matrimonio. Su padre Antonio no estaba contento del modo en que Ricardo era tratado en casa de Petronila, de modo que decidió mandarlo a Chiloé, concretamente a Tehuaco Bajo, muy próximo a lo que hoy son las pingüineras de Puñihuil. Allí lo acogieron como hijo sus padres de crianza, Juan Santana y Anita Barría y allí pasó Ricardo su infancia y juventud.

Teniendo Ricardo diecisiete años se casó con su primera mujer, Rosa Herminia Ampuero Saldivia y con este motivo decidió viajar a Valdivia para ver a su madre Petronila, aquélla de la que lo habían apartado siendo muy niño.

Estando un día Ricardo paseando por la plaza principal de Valdivia, apareció por allí otro chilote, José Domingo Onancoante, vecino de Quicaví pero que trabajaba accidentalmente en Valdivia como peón caminero. Onancoante blandía un cheque en la mano con el que lo había mandado su jefe a la ciudad para que lo cambiara en dinero. Buscaba a gritos alguien que tuviera plata para ese cambio. Ante su ingenuidad, se le acercó un individuo y diciéndole que él se lo podría cambiar le arrebató el cheque de entre las manos y salió corriendo, a la vez que animaba a Onancoante a seguirlo para proceder al cambio. Ricardo alcanzó al ladrón, le arrancó el cheque de entre las manos y lo hizo huir, devolviéndole el cheque a Onancoante y acompañándolo al banco para que lo cambiara debidamente en plata.

Con este motivo Ricardo y José Domingo Onancoante, que le estaba muy agradecido, llegaron a hacer amistad. Y desde esta confianza Onancoante le confesó un día a Ricardo su condición de brujo, diciéndole que en deuda como estaba con él, lo protegería si algún día lo necesitaba.

Muchos años después Ricardo era un campesino en Puchilcán y le iban muy bien las cosas, lo que inevitablemente suscitaba la envidia de sus vecinos. Uno de ellos, un tal Juanillo, no podía soportar el no tener una buena vertiente para dar de beber a su ganado durante el verano, mientras que las tierras de Ricardo eran surcadas por el río Puchilcan, que nunca se agotaba. Comido por la envidia Juanillo ordenaba a sus hijos que cuando una vaca de Ricardo pariera dos terneros, robaran uno por la noche y lo tiraran al río.

Como los éxitos de Ricardo nunca se acababan, la envidia fue yendo poco a poco a más. Con más y más vecinos roídos por ella, un grupo tramó un complot contra Ricardo: lo llevarían ante las autoridades acusándolo de ladrón de ganado.

Así lo cumplieron. Una tarde unos cuarenta de sus vecinos lo prendieron con violencia, bajándolo hacia Ancud camino de la Justicia. Cuando llegaron a Tehuaco Bajo, más o menos a mitad de camino, se hizo de noche, quedándose la partida a dormir en un galpón. En un rincón tenían atado a Ricardo y a su lado a cinco corderos que iban a presentar como prueba de su delito. En el centro encendieron un fuego para calentarse y en el resto del espacio hasta la puerta se fueron acomodando los cuarenta acusadores de Ricardo, de modo que éste no pudiera de ninguna manera escaparse.

A lo largo de este tremendo atropello Ricardo se acordó de su amigo Onancoante y como a un ángel guardián le pidió ayuda. De una manera misteriosa el brujo lo escuchó, y desde Quicaví voló hasta la casa de Ricardo. Allí se enteró por su mujer de lo que había pasado y voló enseguida hasta Tehuaco donde, después de hacer que los captores de Ricardo se quedaran adormilados, desató a su amigo y lo sacó de allí, liberándolo.

Ricardo caminó junto al brujo toda la noche hasta llegar a su casa de Puchilcan al alba, encontrándose a su mujer ya levantada y lecheando a las vacas. Estaba salvado. Mientras que sus captores quedaron asustados por los poderes misteriosos que habían librado a Ricardo y no volvieron a intentar capturarlo. Muchos de ellos incluso sospecharon que era el propio Ricardo quien tenía poderes de brujería >>.

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He relatado toda la historia porque tiene un fuerte sabor campesino y chilote, además de que Nelson es un gran narrador. Pero temo que pudo ser un invento total que Ricardo imaginó para entretener al benjamín de sus diecisiete hijos de dos matrimonios, que ese es Nelson. Que también me ha contado otras historias muy bellas no de brujería, sino de mitología chilota, que he transcrito ya en este blog.

Las diferencias entre mitología y brujería están muy claras para mí.  Lo mitológico puede parecerle incomprensible a una mente racional, pero está cargado de poesía y simbolismo, contiene siempre mensajes alegóricos con un contenido moral y se transmite de generación a generación. Lo hechiceril es simple narración de hechos prodigiosos que lo único que intenta poner de manifiesto es el poder mágico del brujo, usado por él para modificar, casi siempre con malas intenciones aunque no en este cuento, el orden natural de las cosas.

La mitología chilota es bellísima y única. La brujería chilota no se diferencia gran cosa en su fenomenología de la que se practica en otras partes del mundo, España incluida. Toda brujería tiene raíces profundas que se hunden en el folklore de una cultura, pero eso es todo, en sí misma la brujería no tiene un gran contenido cultural.

Aun así, como también he venido haciendo desde hace tiempo una indagación del tema de los brujos en Chiloé, habida cuenta de que toda manifestación cultural, folklórica o social de Chiloé me parece interesante, voy a exponer a continuación lo más significativo o curioso que yo he oído sobre el tema de los brujos.

1).- Para empezar hay que hacer constar que los brujos como un movimiento social y emancipador existieron en el Chiloé del siglo XIX, donde sus dirigentes, pues de una organización se trataba, fueron sometidos a un famoso proceso en Ancud.

2).- En el Chiloé actual muchos creen en la existencia real de los brujos, al igual que en España. Pero es porque muy probablemente los brujos, es decir, los practicantes de la hechicería, siguen existiendo aquí como allí como en casi todo el resto del mundo, se trate o no de países avanzados. Oí un verbo en Chiloé que me encantó como construcción gramatical y que pone de manifiesto la existencia real de este fenómeno: malagüerear, que es echarte el mal agüero, el maleficio. Y también oí que hay agentes, que no calificaré de machis, que por 300.000 pesos pueden librarte de la mayoría de estos maleficios.

3).- En cuanto al brujo chilote como figura legendaria, es decir, en cuanto a la idea que mucha gente común puede tener del brujo chilote, diré que se le ve como juguetón y curioso. Bastante gente los define por su capacidad de volar, que lo hacen por la noche y se pone de manifiesto por la presencia de una luz marcadora. Es fácil encontrar personas que creen haber visto alguna vez en su vida estas luces. Los vuelos nocturnos lo son sin justificación, quizá por el simple placer de volar. De un brujo me contaron que lo vieron muchos volar porque le gustaba hacerlo, incluso se reunía con otros brujos en las alturas de Cocotué para tirarse desde allí y practicar una suerte de parapente mágico.  Al brujo le gusta también  curiosear en las casas de otros y es antojadizo, pide cosas que si no se le dan hará luego en venganza su cachín, alguna suerte de maleficio o sortilegio más o menos grave.

4).- Además de volar, la otra propiedad universal de los brujos chilotes es su capacidad de trocarse en animales. Hay multitud de anécdotas en este sentido. Aquella bruja (porque hay brujos de ambos géneros) que se convertía en yegua para hacer diabluras en los campos de los vecinos (comerse la cebadilla o la hierba, etc), yegua a la que un día apalearon aunque consiguió escaparse. Con la consecuencia de que a los pocos días una anciana de la vecindad con fama de bruja murió con señales de golpes. O aquellos dos pavos enormes que irrumpieron en un asado tirando al suelo el cordero y, después de ser echados a palos, aparecieron a los pocos días cojeando dos sospechosos de ser brujos en la vecindad. O esa capacidad que tienen los brujos de convertirse en pájaros para curiosear por las ventanas. O su transformación en perros que atacan. Todo eso y mucho más, hay multitud de dichos y anécdotas en este sentido.

5).- También hay toda una colección de recetas caseras para evitar la entrada en tu casa o los maleficios de los brujos. Así, si siembras una mata de ruda en la puerta de tu casa ningún brujo entrará. Tampoco si clavas dos agujas en cruz por detrás de la puerta. Si esto lo haces en la parte de debajo de un asiento, a un brujo le costará muchos esfuerzos levantarse, y se delatará por esto.

Cosas así. Interesantes, porque todo en Chiloé tiene un encanto especial, pero que ni de lejos llegan en riqueza cultural y psicológica a las andanzas y personalidades de héroes como el Trauco, la Fiura, el Caleuche, la Pincoya y otros.


Dicho queda.

Chiloé marinero

Mi amigo Miro me invita a que los acompañe a la inspección técnica de la lancha Dalmacia III, que acaban de construirle los hermanos Pacheco en su carpintería de ribera situada en el puente Nercón. El día es precioso en el maravilloso fiordo de Castro. La inspección es rigurosa, la Armada de Chile hace las cosas bien, suben a bordo un ingeniero naval y un marino, navegamos desde el astillero de los Pacheco hasta el puerto de Castro y ellos se aseguran de que todo cumple las reglamentaciones establecidas, habida cuenta de que esta lancha, con 16 ms de eslora y capacidad de hasta 40 personas, se destinará al turismo. Luego, en el puerto, hacemos agua y petróleo para volver finalmente a nuestro punto de partida.

Hoy he experimentado una de las facetas de la profunda vocación marinera que Chiloé tiene: la de los constructores de barcos. Se embarcaron esta mañana con Miro y conmigo David Pacheco, maestro mayor del astillero, junto con los responsables de los equipos instalados que pueden presentar problemas inesperados en una primera prueba como era ésta: Alexis el mecánico con su ayudante Kika y Rodrigo el electricista, además de los dos inspectores de la Armada. Al
principio todo va bien. De súbito el eje que girando vertiginosamente une  la caja de cambios del motor con la hélice empieza a echar humo, que pronto se convierte en llama. El humo avanza por el pasillo de los camarotes y llega hasta el puente de mando, donde un detector empieza enseguida a sonar con una estridente señal de alarma. Nadie pierde los nervios. Con el motor en marcha y el barco navegando, Alexis se aplica a refrescar con un paño mojado el eje que arde, echado prácticamente encima de él, soportando
pacientemente el humo que ahora le cubre el rostro. Ni David ni su equipo ni los marinos le dan importancia al asunto. Saben que la causa está en una junta de bronce demasiado apretada sobre el eje motor que al girar roza con ella y genera un calor que hace que la grasa que lo lubrica se queme y llegue a arder. Alexis soporta estoicamente su papel de bombero hasta que llegamos al puerto de Castro, donde a barco parado retira la junta responsable del problema, que es menor y tendrá fácil solución.

Luego los marinos se van  y los de a bordo bebemos unas cervezas y comemos unas pizzas. Me encanta la felicidad que irradian David y su equipo, que ilumina sus rostros, convertidos además en una casi permanente sonrisa. Es la satisfacción del trabajo terminado y bien hecho, que hermana a los hombres.

De vuelta ya en el astillero, tomando otras cervezas, las penúltimas como dirían en mi tierra, le pregunto a Jorge, hermano de David, cuántos barcos habrán hecho desde que el astillero existe. Se para a pensarlo. “Tengo 51 años”, me contesta, “llevo más de 30 trabajando aquí y lo único que puedo decirte es que no hemos parado ni un momento de construir y reparar barcos. ¿El número? Innumerable”.

Y es que este trabajo de construcción naval en las carpinterías de ribera tiene tanto de arte como de técnica. Un barco construido aquí jamás será un número, en todo caso lo que tendrá es un nombre, por el que se le conocerá y recordará. Conozco a David y sus hombres desde hace ya algún tiempo, he visto cómo trabajan. Cuando van a construir un barco nuevo, empiezan pensando en el bosque. Los maestros de las capinterías de ribera como David tienen en su cabeza un catálogo de grandes árboles concretos, individualizados, existentes en los bosques de Chiloé, conocen de memoria las formas de sus troncos y de las ramas más grandes, las curvas que los unen. Saben lo que pueden necesitar para construir un barco determinado, por sus dimensiones y por la forma de sus cuadernas, su roda, su quilla, su codaste. De modo que las piezas imprescindibles que necesitan y que es imposible encontrar ya cortadas van a buscarlas al bosque. Igual que se hacía en los tiempos antiguos, los de los grandes veleros, que en muchas de sus maderas conservaban las formas y curvas que habían tenido cuando todavía vivas en los bosques, de modo que el barco era, en cierto modo, una prolongación de aquellos. El barco era un trozo de bosque  puesto a navegar. Y lo sigue siendo en estos barcos, lanchones y lanchas de Chiloé que en su inmensa mayoría están construidos en madera.

Por lo demás, con un maestro de ribera como David no se puede hablar de madera, sino de maderas. Un barco puede incorporar muchas maderas distintas, porque cada una tiene sus características  mecánicas y es más apta para ésto o aquéllo. Quillas de pino o coigüe, cascos de ciprés, interiores de mañío, la riqueza de maderas que tienen los bosques chilotes da lugar a muchísimas combinaciones posibles. Cada barco es único. Y no es solo la clase de madera usada, sino cómo ha sido secada antes de integrarla en la compleja estructura mecánica que un barco es. Así el olivillo, tique le llaman aquí, es una excelente madera naval si se ha secado bien, si no es así no sirve. La integración de las numerosas piezas de madera que componen la obra viva de un barco y yendo más allá su entero casco, a más de todas las piezas de sus interiores es una obra de arte. Porque un barco de madera en la mar no se mueve entre las olas y los vientos como una pieza única y compacta, sino que se cimbrea, se quiebra y curva, flexa aquí y allí ante los numerosos y variados esfuerzos con que la mar lo acosa.

Una manifestación importante, ésta de la construcción naval en las carpinterías de ribera, de lo que es Chiloé. En este caso, de la profunda relación que une a sus bosques con su mar. Yo espero que dure mucho tiempo. En todo caso, si llegara algún día, como ha pasado en España, donde los barcos de trabajo empezaron a hacerse de plástico o de hierro, quisiera yo que estas carpinterías de ribera de Chiloé se mantuvieran fieles a la madera fabricando con ella embarcaciones deportivas, de vela o de remo, que tendrían su mercado en ese ancho mundo que ha perdido ya lo que aquí son todavía bosques llenos de vida. Nada como la madera para un barco con el que se quiera, simplemente, gozar de la mar. La una está hecha para la otra.


Y en este sentido me gustaría añadir que, siendo cierto que los bosques de Chiloé están amenazados por su uso excesivo como un recurso, también lo es que la mejor manera de defender el futuro de estos bosques chilotes es seguir usándolos dentro del esquema cultural propia de estas islas afortunadas, lo que implica seguir usando en el campo la leña como fuente principal de energía, mantener una tradición mueblista y de construcción de cabañas en madera, y seguir haciendo barcos que integren en sus cascos las muchas maderas distintas que pueblan los bosques de Chiloé. 

Mientras que los chilotes sigan manteniendo sus formas de vida, los bosques de Chiloé seguirán vivos también, de eso no me cabe duda. Sin esa compañía humana cargada de cultura, el destino de esos bosques será incierto. Recuérdese lo que pasó hace ya muchos años con el Ciprés de las Guaitecas.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Bella que es la vida

De la quimio me ha quedado un zumbido constante en los oídos, tan familiar ya que más que molestarme me acompaña. Debe ser una más de las manifestaciones de un daño en las funciones auditivas. Otra es una curiosa distorsión de los sonidos: hay personas a las que no consigo oír no porque no me llegue su voz, sino porque me llega irreconocible, como si estuviera pasada por esos filtros que usan los espías y los secuestradores para hablar por teléfono. Y esto no es un todo o nada, en muchas ocasiones hay solo partes de una conversación que pierdo por distorsión, o de pronto me llega con fuerza excesiva lo que está diciendo alguien cercano que no se dirige a mí. En fin, un lío divertido que no supone baja en el combate, solo ligeros daños colaterales. Yo sigo adelante, cómo no hacerlo.

El viento fuerte que suele soplar por estas alturas de Duhatao arranca muchos sonidos del bosque, las frondas de los árboles, el ramaje, el matorral. Cuando, sobre todo en la noche, estos trenes de ondas cargados de todas las frecuencias y magnitudes posibles, muchas de ellas generadas por interacciones y choques en su mismo viaje, entran en la casa y llegan hasta mí, se producen alucinaciones sónicas que sorprenden y pueden llegar a ser divertidas. De pronto oigo una canción familiar y me pregunto instintivamente quién puede estar cantándola o desde que radio suena en esta soledad absoluta en que vivo. Pronto caigo en la cuenta del artefacto. También oigo a veces viejas voces amigas y, aún consciente de que son alucinaciones, siento consuelo y me abro al recuerdo.

Sueño ahora mucho más de lo que he soñado en los últimos años. Sueños con todos sus avíos, con argumento y guion como las buenas películas, con personajes que han representado mucho en mi vida. Estos sueños también me acompañan.

Y muchas veces en mitad de la noche o cuando en la madrugada me levanto para empezar mi día, estando todavía medio dormido, noto junto a mí la presencia de un ser querido, con toda naturalidad, sin sobresalto. Sé que no es más que un reflejo, un recuerdo alucinado, pero mucho me acompaña también.

Todo esto significa que en plena soledad yo mismo, con todo lo que llevo dentro, me proyecto hacia fuera. Ocupo con trozos selectos de mis memorias el espacio naturalmente vacío de afectos que me rodea. Y así genera mi cerebro la compañía que como animal social que soy me falta.

También me llueven los recuerdos, las evocaciones conscientes, producto de actos de mi voluntad. Qué fácil es recordar en el silencio, desde la soledad más perfecta. Qué puros, entrañables y llenos de cariño son estos recuerdos.

Me sorprende que entre estos recuerdos en soledad no haya sitio para el rencor ni para el desengaño. Camino largo que es el de la vida, lleno de incidencias. Y aquí, en estas soledades, resulta que todos los que me he encontrado a lo largo de él, aunque hayan intentado aplastarme, aunque me hayan engañado o abandonado en tierra de nadie, todos estos y todos los que me han querido, animado o ayudado, a todos juntos, buenos, malos y regulares, los veo desde aquí como mis espléndidos compañeros de viaje.

Ha sido un honor y un placer recorrer el camino con todos vosotros. Y lo sigue siendo.


Bella que es la vida. 

Familia de titiriteros.- Rafael Zabaleta 1934
He buscado una pintura afín con los sentimientos que intento
expresar en esta entrada. Enseguida se me ha venido a la
cabeza que tenía que ser algo de Rafael Zabaleta.  Bicheando
por Internet he encontrado este tesoro, con muchas resonancias
picassianas. Soberbia. Esta era la pintura que yo buscaba para
hacerle compañía con mi texto.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Paris y el destino de la Tierra

Este es el título del artículo publicado en Project Syndicate (del que hay una buena  traduccion al español) por Peter Singer, el filósofo autor de Animal Liberation y profesor de bioética en Princeton.

Se refiere Singer a la urgencia de actuar contra el cambio climático y a la enorme trascendencia que va a tener en este sentido el éxito o fracaso de la conferencia COP21, a celebrar en Paris, el mismo París del viernes 13, a partir del 30 Noviembre 2015.

Peter Singer
Dice Singer que si no se consigue detener el calentamiento global en el límite que piden los científicos, una subida máxima de 2ºC de la temperatura media de la Tierra sobre la que tenía antes de que empezara la industrialización (hasta ahora esa subida es de 0,8ºC), de modo además que se alcance este objetivo antes del 2030, la especie humana sobrevivirá, sí, aunque muchas otras especies animales y vegetales se extinguirán. Nuestra civilización tecnológica también es casi seguro que sobreviva. Pero morirán varios cientos, si no miles de millones de personas en las zonas más afectadas por el cambio climático, que serán también las más pobres de la Tierra.

Y en efecto, cada día se habla más de MITIGACIÓN de los efectos del cambio climático antes que de DETENCIÓN de ese cambio. Como si se aceptara que no seremos capaces de detenerlo o mejor, que tardaremos más de la cuenta en conseguirlo. Convencidos de que quienes mueven nuestra civilización son unas megamáquinas ciegas que solo saben generar crecimiento y sobre las que tenemos muy poco control. Y de que los que vivimos en países ricos de latitudes medias no sufriremos demasiado los efectos de un cambio climático al que, finalmente, llegaremos a controlar, aunque tarde para sus víctimas más vulnerables.

Diablos, a mí me parece ver dibujado así uno de los posibles escenarios de la III Guerra Mundial. El cambio climático empobrece hasta límites de miseria insoportable (debilidad de las personas y aumento de las catástrofes naturales) a buena parte de Africa, Oriente Medio, Asia Central, subcontinente indio-paquistaní y regiones de Extremo Oriente. Como consecuencia hay migraciones masivas hacia Europa, Rusia incluida.  A la vez que revoluciones y revueltas en los países más afectados. El fundamentalismo  teológico se presenta como una esperanza ultraterrena para los más desesperados. Y un terrorismo dotado de armas insospechadas hasta ahora se convierte en el más importante frente de batalla en esta III Guerra Mundial.

USA se convierte en una fortaleza, a Latinoamérica la salva su lejanía, así como sus recursos y su relación recursos/población. Pero el resto del Mundo, ¡pobre gente! Y Europa, desgraciada Europa, una vez más en el ojo del huracán.


¿Exagero?

sábado, 14 de noviembre de 2015

VIERNES 13/11/2015: TERRORISMO EN PARIS.

El tremendo atentado de Paris no puede justificarse en la línea desesperada de lo que fue el terrorismo palestino de hace treinta o cuarenta años. Como tampoco puede explicarse como un alzamiento popular la brotación sorprendente del Ejército Islámico en poquísimo tiempo, ni la de Al Qaeda en su día. Presiento que hay algo más, algo oculto, subterráneo, perverso, con poder entre sus manos ensangrentadas y con un propósito que todavía no alcanzamos a comprender bien.

¿Fuerzas ocultas que podrían estar hasta en el inicio de una próxima guerra global? Habría que considerarlo así, al menos como una hipótesis de trabajo. La coincidencia de este atentado brutal en Paris con la cercanía de la inauguración de la COP21 en la misma ciudad, conferencia en la que hay muchas esperanzas de que con la incorporación, por fin, de USA y China, se le pueda poner un límite al cambio climático, esa coincidencia, no puede ser casual. Como tampoco pudo ser casual, a una escala más local, la coincidencia del atentado del 11M con unas elecciones generales en España.

Están los que disparan, pero más importantes son los que eligen los objetivos.

Temo que haya alguien por las cloacas del mundo, con mucho poder, mucho dinero y una perversidad sin límites, utilizando estas nuevas armas subterráneas con fines políticos, o quizá sería mejor decir geopolíticos. Si así fuera, si estuviéramos ante una guerra sucia de dimensiones desconocidas, capaz de destruir países como Siria e Irak y de aterrorizar con el terrorismo a todo el mundo occidental, malos, muy malos tiempos se nos acercan.

Ojalá me equivoque.


Es como si alguien se pusiera de pronto a dar patadas por debajo de la mesa. Hay que levantar los faldones, asomarse debajo y averiguar quién lo está haciendo. Un tiempo el que viene para nuevas formas de guerra, para los servicios de inteligencia y las armas de la información. Pero sobre todo un tiempo para consolidar la paz entre las naciones, para abrir los brazos, tender puentes y ser visionarios.

Un tiempo para construir de una vez una paz duradera. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Encuentros en Duhatao

Hace ya días que me reencontré con mis queridos Tiuques. Casi nada más llegar yo a Duhatao, en cuanto vio movimientos dentro de la casa acudió el primero de ellos, señal cierta de que pese a haber transcurrido un año sin verme todavía me recordaba. Ahora ya vienen unos cuantos, son gente metódica, se atienen a unos rigurosos horarios de visita. Como en toda relación con alguien a quien se quiere siempre se están descubriendo cosas nuevas, yo he observado ahora que mucho más que el pan les gustan a mis amigos Tiuques las cortezas de este queso artesanal  tan sabroso que se hace en la región de Ancud. De modo que cada día abundan más estas cortezas en los platos que les preparo, y cada día son también un poco más anchas las cortezas que le voy quitando al queso que me como. Ellos y yo nos lo pasamos bien con estos tiras y aflojas.

También he tenido otro encuentro feliz con un viejo conocido. Cuando llegué por primera vez a Duhatao había en Punta Tilduco una pareja de chivos cimarrones, escapados de una piara de chivas a las que no quisieron seguir cuando se las llevaron a otra parte. Vivían en lo más agreste de aquellos barrancos, y todas las tardes, cuando me veían pasar en mis paseos, se asomaban por entre la espesura del monte como si quisieran saludarme. Hace dos años, cuando volví por aquí, habían desaparecido. El año pasado mis hijos consiguieron ver y fotografiar al más joven de los dos, de capa blanca, pero yo no. El más viejo, de capa colorada y cuernos mefistofélicos, seguía desaparecido. Ayer bajé con la señora Marta y su hijo Sebastián a dar una vuelta por el matorral costero y ella divisó al chivo blanco desde muy lejos. Lo que en realidad vio fue una diminuta manchita blanca, como tantas otras, perdida en la inmensidad de los verdes lejanos. Pero ésta se movía, como puede moverse un pequeño ácaro blanco sobre un trozo de tela verde. Y ella se dio cuenta.


La señora Marta con su hijo al fondo,
avanzando entre las quilas
El paseo con la señora Marta por el monte bajo fue en muchos aspectos un descubrimiento, como mucho de lo que se relaciona con ella. El matorral es cerradísimo, dominado por una quila francamente hostil al visitante, a la que hay que atravesar a golpe de machete. Entremezclada con nalcas enormes, de una de las cuales la señora Marta troceó con el machete un tallo gigantesco que nos comimos como aperitivo; estaba bastante bueno, fresco como una ensalada. También con chupones, toda clase de espinos y arbustos pugnando inútilmente por sobresalir de aquella maraña. Avanzar es difícil, a veces hay que hacerlo reptando por debajo de las quilas, fácilmente se pierde el rumbo. Pero la señora Marta no perdió en ningún momento su intrépida moral de combate, para ella aquello era un paseo que podía considerarse hasta divertido. Toda una experiencia. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Duhatao sin Internet

Vuelan los días en esta soledad de mi Duhatao querido. Que tampoco es tan sola. Me acompañan desde hace ya unos días los simpáticos tiuques, fieles a su cita para compartir mi pan. También me acompañan el viento y la luna, y el sol en estos días que lo están siendo de escasa lluvia. Siempre, por supuesto, el mar. Pero todavía no he conseguido ver ningún pudú, solo un picaflor lejano, pocos pájaros. Tan pocos que esta tarde que me ha acompañado un tordo en mi paseo por un estrecho sendero entre árboles, he llegado a pensar si no sería un brujo. ¡Embrujos de Chiloé!

Las comunicaciones por Internet están siendo fatales, peores quizá que nunca. Esto, como casi todo en la vida, es bueno y malo. Bueno porque te libera de esa falsa huida de la soledad que es Internet para gente solitaria como yo. Malo porque te incomunica con la gente a la que quieres. Bueno esto porque así te das cuenta de cuánto la necesitas.  Malo porque entenebrece esa soledad que tánto has venido buscando.

Temo que el hecho de que ahora todos los celulares tengan comunicación con Internet está trivializando y masificando esta herramienta, provocando así esa saturación que a mí me deja, estando como estoy en los confines del mundo tecnificado, sin anchura de banda. Y lo temo a pesar de todo lo bueno que Internet tiene, o quizá porque lo tiene todavía. Pero quizá no he expresado lo que quiero decir. No es que la herramienta Internet se esté trivializando, sino que nos está trivializando a nosotros. ¿Deshumanizándonos? Probablemente. Claro que los jóvenes, principales víctimas potenciales, difícilmente llegarán a darse cuenta. Y en cuanto a los viejos, aunque nos demos cuenta si es que nos la damos difícilmente nos resistiremos a sus encantos.

El caso es que mientras más nos virtualicemos, y esto es lo que consigue la masificación de Internet, hacer más virtuales nuestras vidas, darnos toda la información sin capacidad para buscarla, elegirla y enjuiciarla, mientras más nos virtualicemos, digo, más cerca estaremos de terminar como simples terminales de la gran megamáquina/telaraña. Lo malo que esto significa es que terminará domesticándonos, a su manera. Como ha hecho la tele.


Triste destino, por cierto.