domingo, 26 de agosto de 2012

Sueños de identidad


Si los sueños son, como postuló Freud, la forma de expresarse del subconsciente, bien pueden existir unas señas de identidad para cada subconsciente individual,  un grupo de sueños característicos de una persona determinada, que se repiten periódicamente una y otra vez a lo largo de los años. Este es al menos mi caso. Quizá porque he sido siempre bastante imaginativo, he soñado mucho a lo largo de mi vida. Cuando era joven no solo recordaba perfectamente al despertar lo que había soñado, sino que hasta era capaz, cuando un sueño me gustaba, de volver a dormirme y recuperarlo plenamente, como si fuera el siguiente capítulo de un mismo telefilm. Con la edad uno se va haciendo más y más torpe en estos aspectos oníricos. Sé que sigo soñando todas las noches, pero casi nunca soy capaz de recordar los detalles del sueño, o este recuerdo me dura escasos segundos tras el despertar, para perderse inmediatamente en el olvido.

Tengo no obstante esos sueños arquetípicos que se me repiten periódicamente, siempre con el mismo contenido básico y que recuerdo perfectamente al despertar. Voy a describir brevemente algunos.

1).- El sueño del dormilón desastrado.
He dormido en un típico hotel de congresos, donde empieza al día siguiente una reunión profesional, a la que asisten muchos de mis colegas. Llega la mañana y me despierto tarde, dándome cuenta de que todos estarán ya en pleno desayuno. Entonces, sin ningún escrúpulo ni nerviosismo, me limito a bajar en pijama al comedor, calzando unas pantuflas viejas, esas que suelen estar ya rotas por el uso y que resultan tan confortables.Ni me lavo los dientes ni me peino ni me ducho, simplemente bajo a desayunar, eso es todo. Pero ya en el comedor empiezo a darme cuenta de la medida en que estoy haciendo el ridículo. Mis colegas me observan disimuladamente, sin comentarios. Yo me observo desde fuera y me siento absolutamente miserable, pero sigo con mi rutina, buscar una mesa, servirme en el buffet, beber el primer trago de café, sin que encuentre las fuerzas necesarias para salir corriendo de allí.

2).- El sueño del vuelo sin motor.
Cuando era más joven tenía con mucha frecuencia un sueño delicioso, que creo es bastante común: todo sucede como si la fuerza de gravedad se hubiera reducido a su décima o centésima parte, así que me basta dar un patadón en el suelo para empezar a volar. Extiendo los brazos y empiezo a planear a baja altura, tres o cuatro metros como mucho. A poco voy cayendo al suelo, pero con la suavidad con que cae una pluma, para elevarme de nuevo con otro patadón oportuno. A veces alguno de esos patadones me lleva hasta una altura de treinta o cuarenta metros y si lo que estoy sobrevolando es un jardín o un bosquecillo, me englorio en su belleza.
Más recientemente, este sueño se me ha trocado en otro que ya no es gozoso, sino emocionante y hasta angustioso. Me veo como pasajero de un avión comercial, pegado a una ventanilla, pues me gusta contemplar el paisaje. El avión está próximo a aterrizar, ya he entrevisto la pista a lo lejos. Súbitamente, el modo de navegar del avión cambia. Ahora es mucho más suave, más ciñéndose al viento, menos mecánico. Además el avión vuela por encima del centro de la ciudad y va perdiendo altura, hasta que empieza ya a volar entre los edificios, los sortea a veces por un pelo, evoluciona con grandes inclinaciones hacia un costado y el otro, pero siempre con mucha suavidad. Entonces me llama la atención el silencio que lo envuelve todo. Diablos, me doy cuenta de que el avión ha perdido totalmente su propulsión, que vuela sin motores. La altura es cada vez menor, ya veo muy cerca los buses en la calle, la última esquina no nos la hemos comido por milagro. De pronto soy consciente de que el avión se va a estrellar, de que nos la vamos a pegar. Y siento una mezcla extraña de terror y éxtasis. Nunca, por cierto, llegamos a estrellarnos, me despierto antes.

3).- El sueño del navegante descuidado.
Voy navegando de noche en mi velero. Me distraigo en mil asuntos nimios, incluso llego a dormirme (durmiendo me sueño dormido). Tras mucho tiempo salgo a cubierta para dar un vistazo. Me creía en medio del océano, pero me encuentro rodeado de arrecifes que apenas veo, solo sus lomos negros y el blanqueo fosforescente de las olas que rompen sobre ellos. Oigo claramente, eso sí, el fragor de estas rompientes. Y caigo en la cuenta de que no tenemos salvación. Pero, eso sí, me despierto antes de que se produzca el naufragio inevitable.


Sé que los sueños pueden ser desatados por innumerables reflejos físicos, una digestión pesada, calambres en un músculo, frío en los pies, cosas así. Estos reflejos equivalen a la acción de abrir el ventanuco de la celda en que nuestro subconsciente está preso, entonces éste, nuestro  salvaje Hulk, grita sus miedos y sus ansias, quedando el sueño hecho. Pero tiene que haber algo más, en nuestros genes o nuestra vida, responsable del particular guión que un sueño tiene. De los tres ejemplos que he citado, a dos puedo encontrarles una pista que los justifique en mi caso.

A).- El sueño del dormilón desastrado tiene analogías con algo que me ocurrió hace muchos años en un hotel de Milwaukee, USA. Había llegado muy cansado después de un largo viaje y yo, cuando estoy cansado, tengo a veces arrebatos de sonámbulo. Aquella noche me levanté para ir al baño. El hotel era muy lujoso, mi habitación enorme tenía dos puertas gigantescas, una que daba al baño y otra al pasillo. Yo, sencillamente, me equivoqué de puerta. Salí al pasillo medio sonámbulo y allí me quedé confuso, intentando comprender la extraña forma de pasillo que tenía aquel cuarto de baño. Entonces la enorme puerta se cerró pesadamente tras de mí. En pijama y en el pasillo, me fue despertando poco a poco, comprendiendo por etapas lo irresoluble de mi situación. No me quedaba más que un camino, bajar al lobby del hotel y pedir otra llave. Eso hice, sin tener idea de qué hora era. Llamé al ascensor, entré en él y empezó a bajar. Pero yo venía de la 10ª planta y el ascensor se paró en la 7ª. Abierta la puerta, subió una pareja ya mayor vestidos de fiesta, el con un smoking impecable y ella con un traje largo precioso. Al verme se quedaron helados, pero impertérritos. Yo me comía con los ojos el suelo. Fueron unos segundos terribles. Llegados al lobby, me dirigí al mostrador del conserje y antes de que yo pudiera decirle nada éste me preguntó el número de la habitación y me alargó una llave de repuesto. Estaba claro que no era yo la primera víctima de aquellas puertas y sus poderosos muelles de cierre.

B).- En cuanto al sueño del vuelo sin motor, volaba yo hace ya también muchos años entre Sevilla y Barcelona. A mitad del camino los movimientos del avión, un bimotor DC9, se hicieron extrañamente lentos, como en mi sueño. Enseguida el comandante nos avisó de que se había parado un motor y que tendríamos que hacer un aterrizaje de emergencia en Valencia. Toda la evolución de la aeronave durante su aproximación al suelo fue lenta y suave como en mi sueño, y cuando por fin tocamos la pista estaba cubierta de espuma y llegamos hasta su mismo final, donde habían anclado una inmensa red, a la que no alcanzamos por unos pocos metros. A los lados de la red se situaban dos enormes coches de bombero, listos para la acción. Pasé miedo, simplemente, pero miedo de verdad, puro y duro, ese en el que empiezas acordándote de tu mujer y tus hijos pero terminas pidiéndole a Dios que lo que pase no te duela demasiado, nada más.


De manera que, leído todo lo anterior, creo que puedo proponer la hipótesis de que nuestro cerebro construye nuestros sueños utilizando una larga colección de acontecimientos de nuestra vida real que tiene almacenados en sus memorias. Equivalen estos, usando términos culinarios, a una taza de felicidad, una pizca de angustia, dos cucharaditas de miedo, cosas así, y el sueño queda hecho. Pero los acontecimientos sacados del archivo para componer el sueño son más bien como las palabras de un lenguaje. El texto que Hulk forma con ellas es único, irrepetible, casi me atrevería a decir que sagrado.  En algunos casos, el de los sueños de identidad que he intentado describir aquí, esos que se repiten periódicamente, los mecanismos de formación de los sueños se dejan entrever, al menos.


sábado, 25 de agosto de 2012

Breivik


Breivik, el asesino en masa de 69 jóvenes socialistas noruegos, sonríe en la foto al conocer esta mañana su condena por el tribunal que lo juzga. Se siente feliz porque no lo han declarado loco, sino culpable, lo que en su opinión legitima sus ideas.

En la mía también. Si una persona cuerda puede hacer lo que Breivik hizo amparándose en su ideología, entonces todos los horrores son posibles, quiero decir justificables desde un punto de vista lógico. Y si lo son, tenemos que prepararnos para que lo peor haga su aparición cualquier día a cualquier hora en cualquier sitio. Así es, lamentablemente, el mundo en que vivimos. Así ha sido siempre.

Se trata aquí del problema que la Ciencia no ha logrado todavía resolver. Sí, de ese viejo conocido, el Mal. Es un escándalo que todavía ese Mal tan espantosamente real pueda recorrer la Tierra como un dragón enfurecido sin que podamos hacer nada por contenerlo.

¿Para cuándo una vacuna contra el Mal, queridos científicos míos? ¿Para cuándo la inmunización contra los siete pecados sin que ello suponga la pérdida de la libertad y la dignidad humanas? No seáis vanidosos, no os regodeéis en vuestra sapiencia. Os queda todavía muchísimo por descubrir, hasta puede que parte de lo que os queda sea indescubrible, es decir, no exista para vosotros.




Sería fantástico, enormemente tranquilizador, que alguien pudiera demostrar que algo muy somático, muy material, concreto y reductible, es lo que ha fallado en el cerebro de Breivik. Siempre, claro está, que ese algo no tenga propiedades infecciosas.

domingo, 19 de agosto de 2012

Contra Heráclito


La sociedad humana, que hoy es solo una, se está apartando de la razón heraclitea. Esto, a lo largo de la historia, sucede raras veces y cuando lo hace es porque se aproxima una crisis global.

La razón heraclitea es la de la dialéctica de los contrarios. Tal y como funciona nuestro cerebro, nos es imposible concebir o conocer algo sin admitir la existencia obligada de su contrario. Así, los buenos son inconcebibles sin los malos, no puede haber amor entre dos personas sin que el desamor entre ellas sea también posible, la vida es impensable sin la muerte, la claridad sin la oscuridad, lo descubierto sin lo escondido, lo hermoso sin lo feo, lo bueno sin lo malo. Solo en el Dios de Heráclito, que es el Uno, y por el hecho de que lo es, no puede haber contradicción. Tampoco la hay en la totalidad del Universo creado por ese Dios, precisamente porque en ese Universo todos los pares de contrarios están presentes y se compensan dando una suma Cero. Lo que Heráclito puso de manifiesto para los griegos y el Occidente, exactamente lo mismo, lo puso el taoísmo para los orientales quizá un milenio antes, con el dualismo del Ying/Yang.

¿Por qué digo yo que nos está fallando ahora la razón heraclitea? Porque en muchos asuntos importantes estamos rechazando la dualidad de los contrarios, que es siempre disyuntiva, es decir, ligada a la conjunción “o”. Bueno o malo, amor o desamor, vivo o muerto, claro u oscuro, descubierto o escondido, hermoso o feo. Esta disyuntividad es excluyente, aunque compatible con las mezclas. Una persona puede ser hermosa en alguna de sus partes y fea en otras, o buena en esto y mala en aquello, o un caballo vivo en el corazón y muerto en las pezuñas. Pero lo que no es posible es que la dualidad de los contrarios sea copulativa, ligada a la conjunción “y”. Una persona, cuando considerada en su integridad, no puede ser simultáneamente buena y mala, ni viva y muerta. Un tesoro no puede estar a la vez descubierto y escondido. Etcétera.

Pero esto es precisamente lo que está pasando en muchos aspectos determinantes del devenir de nuestro mundo. Así, por poner algunos ejemplos importantes, en la China actual quieren coexistir el comunismo y el capitalismo, en Europa los alemanes parecen querer y no querer seguir en la Unión Europea, los españoles se sienten a la vez víctimas y estafadores de los alemanes, mientras que estos se sienten, también a la vez, víctimas y verdugos de los españoles. En el Mediterráneo árabe la OTAN acepta (Siria) y no acepta (Libia) la existencia de dictaduras genocidas. En Chile, el gobierno quiere hacer universal una educación superior de calidad pero a un coste que la sociedad chilena no puede pagar. Las grandes potencias del mundo conocen la verdad científica del cambio climático de origen antrópico y el alcance de sus consecuencias pero no ponen los medios para mitigarlo. Muchas parejas en España se unen todavía a perpetuidad en un matrimonio religioso sabiendo que esto será, al menos estadísticamente, difícilmente conseguible. En Europa sabemos que no hay una frontera biológica que separe claramente al feto del neonato pero aceptamos la legitimidad del aborto negando a la vez la del infanticidio. Así muchísimos ejemplos más. Nuestro mundo, el de hoy, está lleno de contradicciones lógicamente imposibles que sin embargo coexisten saludablemente.

A esta situación se le ha llamado Relativismo, pero en realidad es Cinismo. El relativista acepta que su postura es ecléctica, fruto de un compromiso a veces abyecto. El cínico pretende convencerse a sí mismo y obligar a la vez a que su adversario o su víctima acepten que es él quien tiene toda la razón, aunque la lógica y la evidencia digan lo contrario.

¿Por qué somos tan cínicos? Yo creo que es porque nos da miedo aceptar los sacrificios que supone no serlos. También porque desconfiamos unos de otros. Finalmente, porque muchos problemas cruciales tienen una estructura tan complicada, son tan malditamente sistémicos, como ahora se dice, que no sabemos ni siquiera remotamente cómo solucionarlos.

Este cinismo nos lleva a que los nudos de los lazos que forman la trama de nuestro mundo se hagan cada vez más complicados, más difíciles de deshacer para volver a rehacerlos. A que formen en su conjunto ese inmenso nudo gordiano  que solamente la espada implacable de un nuevo Alejandro, es decir, la guerra global, corta o larga, caliente o fría, pero siempre terrible en sus consecuencias, será capaz de deshacer.

Por todo esto quizá sea hoy más urgente que nunca que todos nos pongamos a buscar la verdad, es decir, las mil y una verdades, para compartirlas unos con otros. También que intentemos darle a nuestras creencias un orden heracliteo, disyuntivo, lógico. Eso sí, haciéndolo todo esto amablemente, sin violencias y con una fe ilimitada en nuestra capacidad de convencer y ser convencidos.

Ruinas del templo de Apolo en Delfos, bajo la nieve
(foto tomada de la web de Bernardo Souviron)

domingo, 12 de agosto de 2012

El valor

El del alcalde de aquél pueblo que en 1937, durante la guerra civil española, fue tomado por las tropas enemigas. Como en el pueblo hubo antes de la toma asesinatos de algunas personas de orden, de los que aquel alcalde no tuvo, seguramente, ninguna culpa, ya que en aquellos tiempos el demonio se había escapado del infierno y andaba suelto, el comandante de las tropas de asalto ordenó su fusilamiento inmediato. El alcalde fue maniatado y puesto ante un pelotón de soldados, mandado por un oficial, en presencia de un médico.

Aquel alcalde no había querido que el sacerdote que acompañaba a las tropas lo confesara antes de morir. Después de que pidiera como última voluntad que no le vendaran los ojos y lo dejaran mirar de frente al pelotón de fusilamiento, el oficial le preguntó si tenía algo que decir. El alcalde habló entonces con voz tranquila:

<<Decidle al padre cura que muero con Jesús en el corazón y en los labios el grito de ¡viva la República!...>>

Uno de los soldados del pelotón, listo éste ya para disparar, con sus rifles apuntando al alcalde, cayó desmayado. El oficial dio la orden de fuego y todo terminó con un corto estruendo y un olor a pólvora.

Me lo contó el médico militar que tuvo que asistir a aquella tragedia. 

Sucia, dura e injusta que es cualquier guerra.

Goya (1814).- Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808

domingo, 5 de agosto de 2012

Los colores de las emociones

Nada como aquellas emociones que sentías cuando todavía eras un niño. Tan vivas e intensas, se apoderaban de tu ánimo por los motivos más insignificantes, pues no necesitaban de un desencadenante exterior, sino que brotaban de lo más hondo de ti mismo.

Shiree Gilmore.- Primary colors
Siendo esas emociones realidades espirituales, tenían sin embargo color, detectable solamente por los ojos de tu alma. Así, el miedo era gris, nunca negro del todo. La indignación roja como la sangre. El amor a tu madre blanco. La alegría, dorada como los brillos del sol invernal. La tristeza tenía a veces el azul plomizo del mar crepuscular, otras era como la niebla, humeante y fría. De este modo se coloreaban, con infinidad de matices como en las mezclas de la paleta de un pintor, todas las demás emociones. Soy consciente de que esta concepción cromática de las emociones es difícilmente aceptable  para una mente lógica, pero le pido a éstas que cierren sus ojos e intenten escuchar los sonidos de su silencio interior… como si estuvieran recitando, de memoria, su poesía o su oración preferidas.

Luego, cuando te hiciste un hombre, los colores se refugiaron todos en el exterior de ti, iluminando ahora lo que te rodeaba. El mundo era gris o blanquinegro , los ojos de tu amada castaños o verdes, las puestas de sol doradas, el mar lejano azul, el cercano a la costa lechoso de arena después de un temporal, los campos verdes de hierba o de bosque, el cielo nocturno negro punteado de estrellas.

Tu seguías teniendo emociones, claro que sí, pero eran ya incoloras provocaciones que te incitaban a la acción. Lo espiritualmente sensorial que había en ellas era ahora la temperatura, fría en el miedo, templada en el amor, ardiente en la pasión o la furia, así con todas. Tus emociones habían pasado de lo cromático de tu infancia a lo térmico de tu madurez. Lo importante para tí no era ya cultivar tu sensibilidad infantil, sino transformar el mundo.

Hoy, que estas dejando ya la madurez atrás, el color ha vuelto de nuevo a las turbulencias de tu alma. Lo que te sucede es que sientes emociones que te hacen evocar inmediatamente los colores de tus emociones de niño. Es como si te reencontraras con aquel infante que fuistes. No son tus anécdotas concretas de niño lo que recuerdas, sino los colores del paisaje espiritual de tu alma infantil lo que vibra de nuevo dentro de tí.

Y es que, muchos lo han dicho ya, los viejos se van pareciendo a los niños, la vejez es una infancia al revés, hay una extraña simetría entre ellas. Quizá sea que infancia y vejez forman los dos polos de un mismo eterno retorno, ese planeta fantástico que gira incansable entre ellas y en el que se desarrolla tu vida, caminando por él desde el Sur hasta el Norte y vuelta .

miércoles, 1 de agosto de 2012

¿Qué pretende Alemania, ayudar a España o hundirla?

En situaciones tan difíciles como la que afrontan el Euro y la Unión Europea, el peor enemigo es la mentira. Se está engañando a los pueblos sobre la naturaleza de las corrientes de fondo que explican lo que está pasando. Si, como en el caso del pueblo español (también el italiano, el portugués y el griego) este engaño viene acompañado de mucho sufrimiento (desempleo, recortes salariales, drástica reducción de las prestaciones sociales, empobrecimiento … incertidumbre, desesperanza), surge entre la gente de a pie la indignación y el antieuropeismo.

 Se está apretando demasiado el nudo de la horca alrededor del cuello de los pueblos de la Europa Mediterránea, lo que puede tener a medio plazo consecuencias desastrosas para la Europa total. Conviene no olvidarse de la historia europea durante el siglo XX, tampoco de lo que ya llevan sufrido en este siglo los pueblos balcánicos, tan europeos  como los alemanes y los españoles.

Alemania, hay que decirlo ya, es responsable principal de que no acabe de ponerse esta crisis  del Euro en vías de solución. Su actitud es hipócrita. Proclama un europeísmo entusiasta, pero acepta a regañadientes cualquier solución consensuada en el Eurogrupo o en el Consejo Europeo, maniobrando a continuación para que no se lleve a cabo.

 Intenta disimular, sin conseguirlo, porque no en balde Maquiavelo no era alemán, sino Goethe, Kant, Heidegger, gente así, tan profunda como cándida y honesta. También tuvo Alemania déspotas y corruptos, como en todas partes, porque no está hecha de una madera especial.

¿Qué pretende Alemania? Fue Goethe quien estampó la famosa frase “prefiero la injusticia al desorden”, y eso parece ser lo que Alemania quiere llevar a la práctica. ¿Por qué y cómo? 

1).- Quiere cobrar el dinero que los bancos alemanes prestaron a los bancos españoles y que, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, les es muy difícil pagar a estos.

2).- Quiere hacerlo por la fuerza, creando en España una situación en la que ésta, de rodillas, se empobrezca y desordene su casa para pagar hasta el último Euro que debe.

3).- Puede que hasta quiera otras cosas mucho más ocultas. Por ejemplo, echar del Euro a los paises de la Europa Mediterránea. O salirse ella misma del Euro para construir una Mitteleuropa dominada por Alemania. ¿Quién lo sabe? Hay tanta oscuridad, tanta maliciosa mentira alrededor de lo que está pasando, que todo parece posible. Trsite tiempo éste, de falta de ilusiones compartidas, cuando la franqueza y la solidaridad se han ido nadie sabe dónde.

El gran problema para Alemania y para el resto de Europa es que la sentencia de Goethe no dice toda la verdad. Yo la completaría así:

<<PREFIERO LA INJUSTICIA AL DESORDEN, SÍ…

AUNQUE A VECES LA INJUSTICIA TERMINA CREANDO UN DESORDEN MUCHO MÁS PERVERSO QUE EL QUE QUISO NEUTRALIZAR>>