sábado, 28 de abril de 2012

Vida y muerte en el gran hospital. (0).- Alcance de esta serie

“Ciudad sanitaria” es el segundo nombre del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla, Andalucía, España. Constituye, sin duda, una ciudad dentro de la ciudad, su conjunto urbano más importante. Como las viejas fortalezas medievales, el “Virgen del Rocío”, que también se le llama así, es un campus enorme donde se agrupan múltiples edificios, como se muestra en la figura de abajo. Coexisten en él cuatro hospitales, el general, el de traumatología, el de mujeres y el de niños, más una multitud de  servicios. Pero el Virgen del Rocío es mucho más que este gigantesco castillo. Trabajan allí  1.400 médicos y 3.800 enfermeros, además de casi 3.000 empleados no sanitarios. Lo habitan además, o quizá sobre todo, los miles de enfermos que ocupan sus camas, los familiares que los acompañan y los amigos que los visitan. 


Esta enorme ciudad sanitaria, cuya importancia suele pasarnos desapercibida porque a los humanos no nos gusta recordar la enfermedad y la mala suerte que nos acompañan en la vida, es una cumbre de nuestra civilización tecnológica. Siguiendo a Lewis Mumford y a mi serie en este blog sobre "El imperio de las máquinas", bien podríamos llamarla una megamáquina de la salud, o de la lucha contra la muerte. Impera en ella el principio organizativo que lo fundamenta y justifica todo en las megamáquinas, la división del trabajo. Confluyen en sus hospitales y laboratorios, conviven dentro de ellos, las grandes ideas que animan nuestra civilización. Por un lado la Ciencia (técnica, medicina, curación, capacidades de influir sobre lo material), por otro el Espíritu (fe, esperanza, amor). Por un lado la Muerte (como tal o en su forma mitigada de enfermedad), por otro la Vida (como curación o como salvación).  Por un lado el Cuerpo, por otro el Alma o Psique. Los enfermos y sus familiares  reflejan a la vez en sus comportamientos lo más básico, a veces lo más escondido, de las culturas  imperantes.




Por todo ello, verdaderamente, este gran hospital es un sitio absolutamente extraordinario, un territorio grandioso, donde uno puede captar señales que en la vida normal, plácida, aburrida y sin problemas, pasan desapercibidas.

Yo he tenido la oportunidad, si se me permite expresarlo así, de vivir dentro de este hospital muy recientemente, durante un mes. No ha sido mi primer contacto con el mundo hospitalario, pero esta mi última estancia allí me ha hecho redescubrir muchas de esas cosas importantes que suelen olvidarse, así como encontrarme con otras que desconocía. Pretendo en esta serie dar cuenta de ellas, reflexionarlas, disecarlas como si las tuviera ante mí, abiertas en canal, encima de la mesa de operaciones de uno de los innumerables quirófanos del Virgen del Rocío.

Intentaré que este viaje literario que empiezo ahora merezca la pena a todos los que, leyendo estas líneas, vamos a hacerlo juntos. En ese empeño me pongo ahora.


Por lo demás, estoy convencido de que lo que yo presente aquí del Virgen del Rocío es extensible en sus términos más profundos a cualquier otro gran hospital del mundo. 


lunes, 16 de abril de 2012

De vuelta

Después de un viaje complicado, vuelvo de nuevo a la vida diaria de mi blog. Siento al hacerlo ese confort del que llega de vuelta a casa. Vengo cansado, a lo largo del camino he experimentado muchas emociones, algunas de ellas importantes.

Esto es lo que suele pasar en el curso de los viajes auténticos, en los que se va con poco equipaje, se tropieza con muchas sorpresas y se descubren algunas verdades.

De especial relevancia para el blog de Olo es una de estas últimas. El lema que encabeza mi blog menciona “la vida que corre tras el tiempo sin alcanzarlo”. Lo que he descubierto es que en el curso de una vida humana hay un momento en que, contradiciendo a mi lema, la vida alcanza por fin al tiempo. Es el momento de la muerte, cuando el tiempo de esa vida se acaba, apagándose como una lámpara a la que se le ha acabado el aceite. Ese tiempo y esa vida se encuentran por fin, consumiéndose en una misma nada.

Quizá a causa de este descubrimiento, el primer tema que trataré en los próximos días es el de la Muerte. Pero, siguiendo a Heráclito, es imposible hablar de la Muerte sin hacerlo a la vez de la Vida. Yo escribiré de lo que sucede en un gran hospital, donde los humanos luchan contra la Muerte, es decir, por la Vida, una lucha brillante y valiente. He estado allí y vengo con buenas noticias.

viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo

Cristo de la Expiración, "El Cachorro"
Semana Santa de Sevilla

<< ¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían con gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con la mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. "¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿Nada olfateamos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia". >>

<< Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos también callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último, arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado demasiado pronto", dijo. "No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en camino, todavía no ha llegado a oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya han sido realizadas, para ser vistas y oídas. Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado".>>

(Nietzche, La Gaya Ciencia, sección 125, “El loco”)