lunes, 30 de mayo de 2011

Desde Leiden

Hoy es el último día de una semana que he pasado  en Leiden .  
Más allá de Amsterdan y Rotterdam, dos ciudades éstas grandes e inevitablemente desordenadas, la mayor parte de Holanda es una llanura de campos exquisitamente cultivados, viento abundante, grandes árboles rumorosos y pequeñas ciudades antiguas, limpias, perfectamente conservadas. Leiden es una de ellas. En su centro histórico apenas circulan los autos y uno llega fácilmente a sentirse en pleno siglo XVII, cuando Holanda se hizo protestante, independizándose  del  imperio español  y dominando con su potencia naval el comercio con Extremo Oriente.
Los holandeses de hoy son gente amable y tranquila, apasionados de la bicicleta y usuarios de unos trenes que unen todo el país con veloz puntualidad.  El inglés es la segunda lengua para la inmensa mayoría de la población. Una parte importante del territorio ha sido reconquistada al mar y está por debajo del nivel de éste, protegida por grandes diques, no en balde los holandeses son, probablemente, los mejores ingenieros del mundo. Canales y gaviotas innumerables interconectan el océano con la tierra firme, dotando al paisaje de un romanticismo nuboso, súbitamente soleado, que no puede ser sino  holandés.


Un canal en las afueras de Leiden, con barcos para pasear a los turistas.

Canal residencial dentro del casco histórico de Leiden. Aguas mansas, mucha paz y un silencio que solo rompe a veces el viento agitando las frondas de los árboles que cubren sus orillas.











Los holandeses no solo inventaron los tulipanes, sino que son apasionados de todas las flores, las cuales te sorprenden a veces desde rincones muy escondidos, como las pequeñitas de la foto. Vi también muchas hortensias que me hicieron acordarme de Chiloé.













De vez en cuando, en plena ciudad, un molino se planta cerca de un cruce de canales, dispuesto a recoger cualquier viento. Todos ellos funcionan perfectamente y son visitables. Museíllos de barrio para turistas incansables.










Esta iglesia de San Pedro y la de San Pancracio, las más grandes de Leiden, tienen el tamaño de catedrales. Construidas en el siglo XV, cuando Holanda era todavía católica, los protestantes las vaciaron de imágenes.





Dejándolas así por dentro. Austeras, desnudas del calor católico pero dotadas de una espiritualidad impresionante y puritana.















Bicicletas aparcadas por todas partes. También ciclistas de todas las edades y anatomías volando veloces por las calzadas, como grandes pájaros silenciosos que, milagrosamente, nunca te atropellan.










domingo, 29 de mayo de 2011

Picasso.- La cabra (1951)



A mediados de los 1970's viví unos años en USA. Entonces todavía no había muerto Franco y acababa de hacerlo Picasso, quien dejó dicho en su testamento que el cuadro "Guernica", con el que había querido conmemorar los sufrimientos de la Guerra Civil española (1936-1939), lo heredara España pero no antes de que se hubiera restaurado en ella la democracia. Por eso el cuadro estaba depositado por entonces en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y yo aproveché la primera ocasión que tuve para verlo en directo. Entré en el MOMA, donde le habían destinado una sala especial, pues es un cuadro enorme. Quedé en cuanto lo vi cautivado por su fuerza, y permanecí un rato disfrutando de su belleza trágica. Luego salí de allí. Cerca estaba la cafetería del Museo, quise beber algo, quizá porque el cuadro me había dejado la boca seca.



La cafetería se abría a un pequeño patio interior, en el centro del cual había una escultura en bronce. Representaba a una cabra. La cabra en cuestión me dejó instantáneamente fascinado. Es como si yo hubiera, no ya tropezado, sino colisionado con algo auténtico, en el sentido más radical.  ¿Pero  qué es eso de la autenticidad? Lo auténtico no es, como pretende el diccionario, lo real, lo cierto y positivo. Va mucho más allá. Lo auténtico es lo esencial, lo que está despojado de todo lo accesorio. Nada menos.











Me acerqué a la cabrita, a la chivita encantada y auténtica. La observé desde todas las perspectivas. No le sobraba nada, es decir, no tenía nada escondido o disimulado, tampoco nada prescindible. Era pura esencia, no esencia de una cabra, sino de la escultura de una cabra. Y todo eso esencial que nos estaba regalando no era algo metafísico, recóndito, difícilmente comprensible. Sino la obra explícita de la voluntad de un artista genial, Picasso, cuyo nombre me sorprendió desde una cartulina cercana.

viernes, 27 de mayo de 2011

Paseando con mis nietos por el siglo XXI.- (y 7) Cambio climático y deterioro ambiental.


Hoy termino esta serie, en la que he paseado con mis nietos por lo que puede llegar a ser el siglo XXI, su siglo. Citaba al comienzo dos problemas como fuente de los conflictos y las oportunidades que lo atravesarán. El segundo, del que trataré ahora,  es el del cambio climático y su consecuencia, un deterioro ambiental  que podrá tener enormes impactos geográficos, económicos y sociales.

Se habla mucho, quizá demasiado, del cambio climático. Cada vez que llueve en exceso  o hace más calor de la cuenta, la gente se lo achaca al “cambio climático”. Pero en el fondo, los ciudadanos no creen todavía en él, porque actúan, ellos y sobre todo sus dirigentes, como si no existiera.  En cuestiones científicas o técnicas, nuestra civilización espera siempre a que los expertos le den una solución. Yo no soy un experto, pero tengo algunas ideas claras acerca del tema, que son las que querría transmitir desde aquí a mis nietos. Creo que a nivel de los ciudadanos de a pie como ellos y yo,  lo importante va a ser tener criterios propios, sencillos y firmes, de modo que a lo largo de las turbulencias dialécticas que van a rodear el tema no nos dejemos  engañar ni seducir.

El mundo iluminado de noche. La luz resulta de una combinación de población y riqueza. Hay una correlación estrecha entre la intensidad de la luz artificial y la producción de gases "invernadero"


Ahí van los siete puntos en los que resumo este complejo tema:

1).- Entre los científicos especialistas en Ciencias de la Tierra, hay un acuerdo general respecto a que la actividad humana está cambiando la composición de la atmósfera en un grado que puede llegar a alterar significativamente el clima. 

 2).- Lobbies relacionados con algunos sectores industriales de mucho peso económico, apoyados en campañas mediáticas, intentan sembrar entre los ciudadanos dudas sobre la certeza de las predicciones de los científicos.

3).- Los políticos, desde su responsabilidad de líderes de los ciudadanos, no acaban de tener ni la autoridad ni la inspiración para desarrollar un conjunto de estrategias que afronte el problema del cambio climático.

4).- Probablemente, el cambio climático ha comenzado ya.  En la lucha contra él hay que considerar dos tipos de acciones bien distintas: detener su crecimiento y mitigar los efectos de lo que ya no podemos evitar que se produzca. Contención y mitigación, estos serán los dos conceptos clave.

5).- Los más pobres sufrirán más los efectos del cambio climático, porque no disponen de los medios para mitigarlos. Pero los más ricos tenemos una deuda con ellos, porque hemos sido los países más ricos los responsables de la acumulación de gases “invernadero” que ha desencadenado el problema.  La mayor parte de los gastos de mitigación debe correr por cuenta de los ricos. Este es un imperativo categórico.

6).- La realidad del cambio climático pone de manifiesto que vivimos ya en un solo mundo, cuyos recursos deben compartirse con justicia entre todos. La atmósfera es de todos, como lo son los océanos, como en última instancia lo es la tierra firme y sus aguas.  En este “todos” hay que  incluir al conjunto de los seres vivientes, pero especialmente a los animales capaces de experimentar un sufrimiento neurológicamente parecido al que experimentamos los humanos.

7).- Más antes que después, habrá que llegar a un mundo que renuncie al crecimiento desordenado y se mantenga  en equilibrio. En el que el crecimiento de los humanos sea principalmente  hacia dentro, hacia su perfeccionamiento emocional, intelectual y espiritual.  En el camino hacia ese mundo en equilibrio, hay que evitar que la fuerza de la razón sea desplazada  por la razón de la fuerza. Los jóvenes, con sus medios de comunicación y su conciencia global y solidaria, esos jóvenes que porque lo son no tienen todavía nada que perder, serán los únicos capaces de conseguirlo. 

martes, 24 de mayo de 2011

Paseando con mis nietos por el siglo XXI.- (6) Algunas soluciones para los problemas del África subsahariana.


Vuelvo ahora a las conclusiones de la entrada nº 4 de esta serie: a lo largo  del siglo XXI tendrá lugar una crisis de superpoblación en el África subsahariana. Entre el 2010 y el 2050, su población más que se duplicará hasta alcanzar cerca de los 2.000 millones de subsaharianos.  La escasez de recursos tecnológicos locales y los efectos desfavorables del cambio climático harán muy difícil que puedan producirse in situ los alimentos necesarios.   ¿Cómo se enfrentará el mundo de mis nietos con este gigantesco problema?  Responder a esta pregunta  es el objetivo de mi entrada. Me limitaré a considerar algunos posibles caminos de solución, sin pretender agotar el tema.

(1).-  Antes que de otras amenazas, el África subsahariana tiene que ser capaz de salvarse de sí misma, para lo que necesita que no se la deje sola.

El África subsahariana rebosa de contradicciones. Es la tierra de la esperanza y la desesperación, la paz y la guerra, la vitalidad y la enfermedad, la generosidad y el latrocinio, la solidaridad y la corrupción. Su sombra es tan oscura y siniestra como luminoso y espléndido es su rostro. Para salvarse, tiene que empezar ganando una guerra contra sí misma, seguramente la más difícil de todas las que tendrá que enfrentar.
Durante años he acariciado el proyecto de repetir el viaje transafricano que hice en 1981, para comparar las situaciones y evaluar las diferencias. Pero eso se ha vuelto imposible, por la presencia del terrorismo islámico tanto en el Sahara argelino como a todo lo largo del Sahel.

Al Qaeda del Magreb Islámico ha plantado su pataza en todo el Sahara mauritano, maliano y nigerino, donde raptan a los occidentales que aparecen por allí, consiguiendo así importantes rescates, y si no los matan. Las guerras y otras confrontaciones violentas estallan continuamente en una u otra parte del África subsahariana, como relámpagos en una noche de tormenta. Esta violencia africana es consecuencia de la miseria y la desesperanza, que crecen continuamente, aunque  el Banco Mundial y los países ricos presten o donen un dinero que en su mayor parte se convierte en armamento y corrupción.
No pretendo declarar inocentes a los subsaharianos de estas desgracias. Pero sus raíces se hunden en un pasado a lo largo del cual las relaciones de Europa y los árabes con el África subsahariana han sido explotadoras y corruptoras. Quiero decir con esto que nosotros somos también responsables de lo que pasa allí y tenemos una deuda que pagar, no necesariamente en dinero, sino en múltiples formas de apoyo.

Aun así, solo los subsaharianos podrán resolver finalmente sus propios problemas. Pero les será más fácil conseguirlo si no los abandonamos. Esto es lo que vienen haciendo las misiones cristianas y muchas ONGs, instituciones todas ellas donde abundan la generosidad y el heroísmo. Una forma de ayudar a África será la de  apoyar y sostener desde Occidente a los nuestros que se han comprometido con ella.

Otra es, para los jóvenes, viajar por África. No de cualquier forma, sino en condiciones suficientemente seguras. Pero pisar sus caminos, convivir con sus aldeanos, hacer amigos allí, ser a la vuelta testigos de las grandezas africanas, no olvidarlos nunca. De modo que se creen unos lazos de amistad entre occidentales y subsaharianos que no se rompan nunca.  Y permanezcamos junto a ellos, solidarios, como niños asustados que se quitan el miedo mutuamente, luchando juntos contra él, en la oscuridad.

El presidente Kennedy creó en 1961 un cuerpo de voluntarios jóvenes, el Peace Corps, soportado por el gobierno norteamericano, para desarrollar acciones de apoyo al desarrollo en todo lo que entonces se llamaba Tercer Mundo. Todavía existe (http://www.peacecorps.gov/). Conocí hace tiempo a una norteamericana que había formado parte del Peace Corps durante dos años, en Malawi; la experiencia la había marcado para siempre. Algo así podría acometer la Unión Europea  en relación con el África subsahariana. Bastaría con que agrupara y consolidara a las numerosas ONGs que realizan ya acciones de cooperación allí, incluyendo entre estas a las misiones cristianas. Que les diera a todos ellos fondos suficientes, los cuales difícilmente se dilapidarían en circuitos de corrupción, y la garantía en cuanto a su seguridad personal de que el gobierno de la Unión Europea estaba detrás de ellos. Que ofreciera así, además, un cauce para que muchos jóvenes europeos pudieran adquirir una experiencia africana segura y profunda.  Estoy convencido de que este nuevo Cuerpo de la Paz sería mucho más barato y efectivo  que la mayoría de las iniciativas de ayuda al desarrollo que se ponen y se seguirán poniendo en marcha.


(2).- La emigración a Europa será una salida esencial para los africanos a lo largo del siglo XXI.

Fig.1 
Haga lo que haga, tenga el éxito que tenga en la lucha contra sí misma, el África subsahariana no podrá resolver por sí sola todos los problemas que el exceso de población va a plantearle. Pero muy cerca tiene a Europa, que se va a enfrentar con un problema demográfico muy serio y complementario al de los africanos, el del envejecimientode la población. La población de la Unión Europea no aumentará entre el 2010 y el 2050 (Fig.1). Pero el ratio entre la segunda edad (gente en edad de trabajar, entre 15 y 64 años) y la tercera edad (gente mayor de 65 años) habrá pasado de 4 a 2 (Fig.2). Mientras que en el África subsahariana la población se habrá doblado y el ratio habrá pasado de 17 a 11. 

Fig. 2
La conclusión es inescapable: a pesar de que los avances de la medicina geriátrica puedan haber llevado hacia arriba el límite inferior de la tercera edad, y la gente no se jubile hasta los 70 o 75 años, Europa necesitará rejuvenecer su población para que la tercera edad pueda ser atendida adecuadamente, tanto en términos operacionales como en lo que se refiere al cobro de sus pensiones.  Este aporte de población joven, en las cantidades que serán necesarias, puede llegarle, muy oportunamente, del África subsahariana.

¿Cuántos subsaharianos necesitará la Unión Europea para resolver sus problemas de envejecimiento demográfico? No lo sé, pero me atrevería a decir que entre 200 y 400 millones de personas. Este influjo de sangre africana en Europa no solo resolverá los problemas europeos, sino que mitigará los derivados de la superpoblación africana, además de enviar todos los años a África un montón de dinero y de convertir a Europa, como ya lo es el continente americano, en una tierra mestiza, lo que nos aproximará hacia esa raza cósmica, mestiza y fraternal, a la que terminará llegando el mundo algún día.

(3).- África podrá ocupar el lugar que hoy ocupa China en cuanto a la producción de manufacturas.

Para el año 2050 China y todo el Extremo Oriente pueden haber evolucionado mucho en lo económico y lo social. En un mundo que probablemente se mantendrá en los modos de producción capitalistas porque, a pesar de sus miserias, el capitalismo es la única ideología que ha sabido mostrar una enorme capacidad de autocorrección, África podrá ofrecer mano de obra mucho más barata que ninguna otra zona del mundo. Esta mano de obra tendrá que concentrarse en zonas económicas especiales, similares a las que hoy proliferan en China con tanto éxito. Algunas de estas zonas podrán corresponderse con regiones muy urbanizadas alrededor de megaciudades ya existentes, como Dakar, Kinhassa, Luanda, Mombasa y otras. Se generará así un proletariado urbano que será un paso indispensable para que muchos campesinos africanos, huyendo del hambre y la miseria, salven sus vidas.
En estas zonas económicas irá consolidándose la urbanización que un África subsahariana superpoblada necesitará para sobrevivir. Grandes megalópolis donde un capitalismo con rostro humano, si es que ello es posible,  pueda ir mejorando la vida de millones de subsaharianos. Que serán el complemento de un África subsahariana rural, en la que puedan conservarse los ecosistemas naturales y las culturas autóctonas. En la que el espíritu africano pueda reforzar sus raíces y sobrevivir.
Dakar, Senegal


domingo, 22 de mayo de 2011

José Luis Sampedro y lo que está pasando en España


José Luis Sampedro es un economista y novelista español. Viejo de años y joven de espíritu. Independiente, sin servidumbres políticas, fiel a sí mismo. El vídeo, un montaje sobre una entrevista que le hace gente relacionada con el movimiento 15M, refleja bien cuál es la situación actual en la calle española.

Revolución en España

Acampados hoy en la Puerta del Sol de Madrid

Pues sí, revolución, con todas sus letras, en España. El que ya se llama Movimiento 15 de Marzo, o 15M, se ha ido consolidando a lo largo de estos días, se ha mantenido activo, aunque respetando la ley, durante la jornada de reflexión, y ahora, cuando ésta acaba de terminar, tiene las plazas mayores de todas las ciudades importantes de España  llenas con una multitud poseída por ese espíritu jubiloso y rebelde que es característico de todas las revoluciones que están empezando.

Resumiré a efectos didácticos la génesis de lo que está pasando:
Capítulo 1º.-  Durante los últimos diez años,  Allan Greenspan, como presidente de la Reserva Federal norteamericana, mantuvo bajísimas las tasas de interés del dólar. Como una consecuencia inmediata, el dinero aumentó su velocidad de circulación en todo el mundo. Uno de los efectos fue que los bancos norteamericanos concedían muy fácilmente hipotecas para comprar viviendas.Los grandes bancos de inversión, no más de cuatro o cinco gigantes para todo el mundo, compraban a los bancos los derechos de estas hipotecas y utilizaban sofisticadas herramientas financieras para combinarlas con otros valores más sólidos, sintetizando así productos derivados que ofrecían en los mercados como seguros y dotados de una rentabilidad interesante, aunque no eran sino burgers, incomparables con los buenos bifés argentinos que eran los valores verdaderamente sólidos. Esta actuación estaba próxima a la estafa y resultó, cuando finalmente se descubrió el pastel (consecuencia de que empezaron a subir los tipos de interés y muchos yankis de a pie no pudieron pagar sus hipotecas), en la famosa e inolvidable quiebra del gran banco de inversión Lehman Brothers.

Capítulo 2º.- Durante todo este tiempo, en la Unión Europea, Alemania, la gran potencia industrial y exportadora, generaba excedentes de capital que tenía que invertir en algo. Una parte importante la invirtió en los valores basura sintetizados por Lehman Brothers et all. Otra la prestó a países periféricos de la Unión Europea, como Irlanda, Portugal, Grecia, España, necesitados siempre de inyecciones de capital exterior para crecer. Los bancos españoles cogieron mucho dinero de estos préstamos alemanes, y lo dedicaron a conceder hipotecas para la construcción de viviendas. Como había grandes cantidades de dinero disponible para esto, la demanda de viviendas y de suelo urbano para construirlas aumentó extraordinariamente. Los bancos españoles concedieron muchísimas hipotecas con dinero que en su origen era alemán. La industria española de la construcción creció espectacularmente, así como el valor del suelo urbano y la venta de pisos. Las municipalidades ingresaron muchísimo dinero derivados de los impuestos ligados a la construcción de estas nuevas viviendas. Todo esto llevó a la formación de una burbuja  inmobiliaria que crecía y crecía.



Capítulo 3º.- La quiebra de Lehman Brothers puso en marcha un gigantesco círculo vicioso. Los bancos alemanes tuvieron que soportar grandes pérdidas cuando las burgers que había comprado como bifés empezaron a valer lo que una burger semipodrida. Tuvieron que apretarse el cinturón. Ya no renovaban los créditos concedidos a los bancos españoles, con lo que estos tuvieron que cerrar el grifo de los que habían concedido a las constructoras para hacer casas y a los particulares para comprarlas. La burbuja española de la construcción estalló.

Capítulo 4º.- La industria española de la construcción se vino abajo. El sector se vino abajo. Muchas industrias auxiliares quebraron. Muchos trabajadores de éstas quedaron en paro y empezaron a cobrar los correspondientes subsidios, pagados por el Estado español. Se puso en movimiento un gigantesco círculo vicioso. El valor del suelo y de las viviendas nuevas se vino abajo. Muchos propietarios y muchas constructoras no pudieron pagar sus deudas con los bancos, que se hicieron dueños de los suelos y las viviendas de aquellos, ahora con una valoración mucho más baja que la inicial. El paro aumentó, más empresas siguieron quebrando, el Estado tuvo que endeudarse para pagar los subsidios de paro que crecían exponencialmente. Así, el círculo vicioso giraba a una velocidad cada vez mayor y con un radio de giro más amplio. Parecía un tornado cada vez más potente que iba succionando y lanzando a los espacios exteriores toda la riqueza del país.

Todo esto coincidió con un gobierno en España particularmente incompetente, el de Rodriguez Zapatero, que   de entrada no supo ver la crisis a tiempo de imponer medidas correctoras, luego no quiso verla y finalmente hasta engañó a los españoles sobre su gravedad.  Unido a ello, un fracaso de toda la clase política, el principal partido de la oposición, el PP, y algunos grandes partidos regionales, que no fueron capaces de obligar a Zapatero a unirse todos en un gobierno de concentración (como hizo Alemania) que hubiera cogido el toro de la crisis por los cuernos mucho antes.

La consecuencia de todo esto ha sido la ruina de muchísimas empresas pequeñas y el paro de hasta un 44% de los jóvenes menores de 25 años. Los bancos, por su parte, dedican el escaso dinero de que disponen a comprar deuda del estado para aliviar el defícit público, y no dan los indispensables créditos a muchas empresas pequeñas y medianas de todos los sectores, que como consecuencia de ello, están cerrando. Lo más probable es que España termine saliendo de esta crisis, pero tardará bastante, y lo hará a costa de mucho sufrimiento de los ciudadanos.

Estos son los determinantes de la revolución que se está produciendo. Muchos españoles, liderados  por los más jóvenes (20-30 años) están en la calle, pacíficamente y en silencio, para mostrar su convicción de que hay que cambiar radicalmente el sistema financiero y el sistema político español. Es precisamente por esto por lo que estamos ante una revolución: la gente no quiere reformas menores, sino un cambio radical de las reglas del juego. Como en todas las revoluciones, la gente no tiene claro cuál puede ser la solución. Solo manifiesta su convicción de que no se puede seguir así, y que el sistema político y el financiero tienen que cambiar. También como en todas las revoluciones, se está en una fase inicial, magmática, entusiasta, con ese entusiasmo que manifiesta el que estando ya muy agobiado e indignado se ha atrevido por fin a decir ¡basta! Todo puede quedarse en nada, lo que veo difícil, o terminar en una advertencia seria a políticos y bancos para que se espabilen, lo que es probable, o derivar en una nueva forma de hacer política desde la calle y las redes sociales, lo que es posible.

En cualquier caso, y de momento, muchísimos españoles, entre los que se encuentra muchísima gente conservadora y, por así decirlo, de orden, ve lo que está pasando como una bocanada de aire fresco. ¡Ya era hora!, se dicen, ya ha llegado el momento de que la partitocracia que gobierna España como mandataria de un sistema financiero internacional que es el sumo sacerdote de ese dios nuevo al que llaman mercado, se convierta en una verdadera democracia.



viernes, 20 de mayo de 2011

Paseando con mis nietos por el siglo XXI.- (5) Un viaje por el Sahara y el Sahel.


El mapa recoge el viaje que en noviembre de 1981 hicimos por África tres amigos españoles. En esta entrada intentaré dar una idea de su contenido, apoyándome en algunas fotos viejas. Mi objetivo es doble: animar a mis nietos a que se pongan en viaje, o en peregrinaje, para conocer mejor el mundo, y presentar el África de los africanos, una tierra entrañable y llena de valores humanos por la que merece la pena apostar. Todo ello como introducción a mi próxima entrada de la serie, en la que trataré los problemas y las oportunidades con los que probablemente se encontrará África a lo largo del siglo XXI.

En In Salah.. Mi mochila pesa 27 kg, un disparate. Como europeo y hombre de ciudad, he metido en mi equipaje muchísimas cosas innecesarias. Cuando el primer día de viaje, llegamos a Argel, anduvimos mucho tiempo mochila a cuestas buscando una pensión para pasar la noche. La encontramos, dejamos las mochilas en la habitación y salimos a estirar las piernas y tomar un sandwich. ¡Yo me sentí levitar! Tenía que sujetarme a las paredes para no salir volando como un globo, tal era mi sensación de alivio tras haberme liberado de los casi 30 kg de mochila sobre mis hombros. Luego fui acostumbrándome poco a poco.


Una parada en el desierto, entre In Salah y Tamanrasset. El bus era un camión Mercedes de tracción 4x4. Cuando viajas por Africa mezclado con los africanos, siempre hay alguien benevolente que te vigila en silencio y te advertirá a tiempo de los riesgos que puedas correr. En este caso, nuestro ángel de la guarda era el joven soldado argelino que queda a la izquierda de la foto, con las manos en los bolsillos. Era tímido, ni siquiera nos dijo su nombre, pero en los momentos adecuados nos fue dando indicaciones preciosas para evitar dificultades. Hasta compartió con nosotros una naranja.



Amaneciendo en las afueras de Tamaransset. Por aquellos años el movimiento hippy recorría el mundo.Tam tenía el suficiente exotismo para serles atractiva. Por eso su alcalde solo permitía a los extranjeros pernoctar en la ciudad dentro de un hotel caro para turistas. Pero nosotros viajábamos a lo pobre. Antes de la puesta del sol teníamos que estar fuera de la ciudad y acampar en el desierto, donde buenamente encontráramos un sitio libre de pedruscos. Cuando amanecía volvíamos a la ciudad. Así durante varios días, hasta que encontramos un camión que iba a cruzar el Sahara.

El camión Berliet con tracción simple en el que navegamos durante una semana por la transahariana. Aquí hemos parado poco después de salir de Tam para hacer acopio de leña. El camión lleva unas planchas de hierro (visibles en el costado) y un compresor de aire (no visible) para salir de los frecuentes atascos en la arena. Más que un camión, era un barco que cruzaba el mar de arena sahariano
La "tripulación" del camión transahariano. De izquierda a derecha: Abdullah, chófer y dueño, Saad primer ayudante y cuñado de Abdullah, y Mahmud, segundo ayudante y esclavo en la práctica de los otros dos. Abdullah y Saad eran árabes chaamba, del oasis argelino de El Golea. Mahmud era un bambara de Mali. Abdullah era astuto y autoritario, muy en su papel de capitán de aquella nave. Saad, más joven, algo arrogante e ingenuo. Mahmud, servicial y bondadoso. Obsérvese el sutil lenguaje corporal, que marca las diferencias jerárquicas: Mahmud no apoya su espalda en la pared.



A mediodía parábamos en mitad del desierto. Mahmud abría un hoyo en la arena donde hacía fuego. Preparaba un gran pan de sémola de trigo, horneándolo, y lo desmenuzaba en un cuscus al que añadía algo de carne de cordero y salsa de tomate. Otras veces hacía pasta. El aspecto de su cocina de campaña es terrible, pero la comida era deliciosa. Cuando se hacía de noche parábamos para dormir en mitad del desierto. Antes de tendernos bajo la bóveda maravillosa del cielo estrellado, bellísimo y multicolor en aquellas noches de luna nueva, Mahmud preparaba la cena, que comíamos a la luz de la hoguera. Era noviembre, y las noches en el desierto bastante frías.








Al amanecer, antes de partir, Mahmud hacía fuego y preparaba té. Algunos días Saad (a la derecha con una gabardina) preparaba un café muy cargado, aromático y azucarado, al estilo turco. Inclinado sobre el fuego está uno de nuestros compañeros de viaje, Julius. Estudiaba ingeniería agrícola en la Universidad de Zagreb, en la Yugoslavia de Tito, y volvía a Nigeria, su país, de vacaciones. No se llevaba bien con los chóferes árabes, que lo menospreciaban. Era un joven silencioso y taciturno. La noche que dejamos atrás el Sahara dijo en voz baja, a mi lado: "Now we are in West Africa". Estaba convencido de que Nigeria lideraría el futuro del Africa Occidental subsahariana. Él también menospreciaba a los árabes.



Algunos compañeros de viaje (falta el que hizo la foto) en la caja del camión. A la derecha, Julius. A la izquierda Lalo, español como nosotros pero al que nos encontramos casualmente en el camión de Abdullah; viajaba solo y su única intención era cruzar el Sahara. La carga que iba bajo nosotros era de sacos de dátiles del oasis de El Golea, con destino a Zinder, Nigeria. Pero bajo tres capas de sacos había contrabando de aceites lubricantes y otros productos petroquímicos, procedentes de las refinerías libias o argelinas, para venderlos en negro en el África subsahariana.



Nuestro camión avanza por la transahariana, que es una banda de hasta un kilómetro de ancho cubierta por rodadas y senderos innumerables. La estela de polvo que dejamos atrás casi se pierde en el horizonte. El desierto es inmenso, infinitamente plano y vacío. Se tiene una sensación muy intensa de estar en camino, viajando, dejando atrás no solo muchoskilómetros, sino una multitud de miserias y mezquindades, en una peregrinación que también es espiritual. El viaje libera y purifica como casi ninguna otra experiencia.


Otra vista de la transahariana desde el camión. La ruta esta cubierta de docenas de cadáveres de autos, camionetas y hasta camiones. En el desierto, una avería importante es la muerte del coche que la sufre. Les pasa como a los camellos. Dice la gente de por allí que cuando un camello en caravana se para en mitad del desierto, es porque va a morir.








La primera aldea que encontramos todavía en el desierto, pero ya asomada al Sahel, fue Teguidan Tessunt, que vive de algunos pozos de agua salobre que evaporan al sol para convertirla en grandes panes de sal. El día que llegamos esperaban la visita de un ministro del gobierno, aquello era ya la República del Níger. Los niños de la escuela y los hombres de la aldea lo estaban esperando, las mujeres permanecían en casa, siempre trabajando. Dos etnias: los nómadas tuareg, con sus grandes turbantes blancos o negros y los rostros tapados. Los sedentarios haussas, con sus gorros copudos y multicolores y sus trajes sueltos.



Teguidan Tessunt es una aldea extremadamente pobre. Corrales de adobe donde encerrar algunas cabras y burritos, viviendas de adobe en cuyas puertas las mujeresmuelen incansables el mijo, y niños sueltos, cubiertos de polvo y moscas pero siempre alegres, esos niños africanos que carecen de casi todo pero viven infancias felices.







En Teguidan Tessunt nuestros chóferes sacaron de lo más hondo del camión un saco de azúcar, que le interesó muchísimo a un grupo de tuareg. Aquí Saad está tratando con ellos la compraventa, al pie del camión. Ya tiene en la mano los billetes de francos CFA que el tuareg del turbante blanco le está ofreciendo. De pronto, incomprensiblemente, Saad rompió el trato. Me dio mucha pena ver los rostros frustrados de aquellos tuareg perdidos en la nada, para los que el saco de azúcar era sin duda un tesoro.











Muy cerca de In Guezzam, cuatro casas de adobe que marcan la frontera entre Argelia y Níger, en pleno desierto, se nos acercó por la noche un grupo de jóvenes tuareg pidiéndonos cigarrillos. También nos despidieron al alba, donde se les ve en la foto. Su aspecto era salvaje y exótico. El de la izquierda, de piel totalmente negra, vestía una chaqueta azul con botones dorados, que algún viajero de paso le había regalado.






Ya en el Sahel, llegamos al pozo de Fofo, primer gran pozo saheliano al que acuden las familias tuareg y bororo  para abrevar sus ganados: cabras de los tuareg, vacas negras de grandes cuernos y burritos de los bororo, camellos en todos los casos. Aquí, dos niñas y un pastor bororos, observan cómo beben sus camellos en una gran pileta. El pastor lleva una espada al cinto, lo que es común en la zona.







Llegados por fin a Agadez, la primera ciudad saheliana, nos hicimos una foto con Lalo para compartir un recuerdo, pues él cogía el avión para volver a España. La tomó un fotógrafo de aquellos de mi niñez, con una gran cámara oscura sobre un trípode. El marco era encantadoramente ingenuo, como tantas cosas en Africa, un corazón sobre el que estaba escrito: "Souvenir, presence dans la absence", "Recuerdo, presencia en la ausencia".




Un taxi nos llevó desde Niamey a la frontera entre Níger y Mali. Allí almorzamos un plato de arroz blanco con carne y guisantes. La carne era dura, se resistía al diente. No pudimos terminar los platos, pero varios niños nos rodeaban y dieron enseguida buena cuenta de lo que habíamos dejado, no sin pedirnos antes permiso.









Luego, mientras escribíamos unas postales o nuestros diarios, los niños seguían junto a nosotros, sin hablar, compartiendo simplemente nuestra presencia. Se nos habían ofrecido como guías para llevarnos hasta el río Níger, muy cercano, donde podían verse hipopótamos, pero no teníamos tiempo. Ese concepto europeo del tiempo no se entiende en el Africa campesina.







Al fin llegó de Mali un taxi-brousse, que nos llevaría hasta Gao, nuestra próxima etapa. En la foto, los pasajeros rodeamos el vehículo, un Toyota Land Cruiser de la época, mientras el chófer y un ayudante cargan los equipajes arriba. Entramos en el Toyota ¡diecisiete personas!, contando el chófer: cuatro en el asiento delantero y trece detrás, de estos cuatro en el banco derecho, cinco en el izquierdo y cuatro en cuclillas en el centro. Increíble la delicadísima cortesía africana, nadie molestaba a nadie, todos respetaban escrupulosamente el cortísimo espacio de los demás. En mitad del viaje una joven, mareada y con naúseas, empezó a vomitar. Nadie se inmutó, el Toyota paró enseguida para que la joven pudiera relajarse y para limpiar la vomitona, porque en el África negra la obsesión por la limpieza es permanente.




En Gao nos embarcamos en un gran barco fluvial, el General Soumaré, para hacer el trayecto por el río Niger hasta la capital de Mali, Bamako. La foto, en la que aparecemos dos de nosotros, muestra muy bien su disposición. Arriba el puente de mando en el extremo izquierdo, detrás el salón comedor de primera clase, finalmente una toldilla para los pasajeros de primera. En medio, toda la mitad izquierda ocupada por los camarotes de segunda clase, y la mitad derecha por los de primera, donde estamos nosotros. En la cubierta inferior, la mitad izquierda es la cuarta clase, la mitad derecha la tercera clase. Ya fuera de la foto, en el extremo de popa, dos letrinas que compartíamos todos los pasajeros. Sobre el General Soumaré podría escribirse un libro, pero no dispongo aquí del espacio ni el tiempo. Solo diré que cuando llegamos a Gao quisimos comprar billetes de cuarta clase, porque nuestro viaje era a lo pobre. El taquillero del barco nos miró un instante y dijo convencido, "Premiere", despachándonos billetes de primera sin permitirnos rechistar. Durante la mayor parte del viaje fuimos los únicos occidentales a bordo. Subieron y bajaron en el trayecto un neozelandés, que consiguió viajar en cuarta, y un aventurero hispanofilipino del que habría mucho que contar.



El barco iba deteniéndose en los pueblos importantes que quedaban al paso, a lo largo del río. Esta foto muestra la llegada al puerto de Tombuctu. Estas llegadas eran espectaculares, llenas de color y de vida. Mucha gente y algunos buses esperan al barco en la orilla, la plancha está ya preparada para lanzarla. El barco emite por sus altavoces una atronadora y bellísima música maliana. Esto es África. Por la estrecha plancha, durante una media hora de escala, entrarán y saldrán del barco docenas de personas. Siempre está presente la cortesía africana . Pero es una cortesía deportiva, a veces hay empujones, y cuando los hay todo se resuelve con sonrisas, como en un partido de rugby entre amigos.



En el barco iban dos soldados que representaban la ley y el orden. Aquí se les ve al final de la plancha, regulando el tráfico de entrada y salida. Nosotros los apodamos Correa 1, un tuareg (debería escribirse targui, el singular de tuareg en su lengua, el tamachek) alto y huesudo que está al lado izquierdo, y  Correa 2, un bambara más bajo y con bigote y boina verde que se ve a la derecha. Detienen con sus brazos a unos que quieren bajar del barco. Cuando el desorden se hacía muy grande, se desabrochaban sus cintos e imponían rápidamente el orden a correazos. Se producían escenas muy violentas y a la vez divertidas, porque la gente aceptaba los correazos con sonrisas, comprendiendo perfectamente la lógica de la situación.



En el Àfrica subsahariana los niños son siempre amistosos con los extranjeros, las mujeres también, aunque algo menos, y los hombres suelen mantener una distancia amable. En esta foto, uno de nuestros amigos niños del General Soumaré, Salif Keita,  hijo de un jefe de distrito que viajaba con toda su familia en primera, ha venido a enseñarnos, lleno de orgullo, a su pequeña hermanita. Mali es uno de los países más pobres del mundo pero también el más amable y alegre que he conocido. ¿Por qué será? Quizá la lección más grande que me dio África es que se puede ser feliz en la pobreza, lo que no significa que la pobreza te haga necesariamente feliz. El África negra rebosa de vida, seguramente siempre lo ha hecho. En términos de impulso humano, aportó a América mucho más de lo que le aportamos los europeos. Y sigue siendo una de las esperanzas que le quedan al mundo. Por eso, y porque se lo merecen, tenemos que ayudarlos. La gran cuestión es cómo.

jueves, 19 de mayo de 2011

Paseando con mis nietos por el siglo XXI.- (4) Superpoblación: ¿cuántos humanos pueden vivir dignamente en el mundo?

La pregunta que encabeza esta entrada es muy difícil de contestar, o lo que viene a ser lo mismo, tiene muchas respuestas posibles. Esto sucede porque está viciada en su planteamiento. Pues, en efecto, ¿qué significa vivir dignamente?
Los demógrafos han tomado prestado de la ecología un concepto más objetivo, el de capacidad de carga. El ecosistema Tierra, con los recursos limitados de que dispone, puede sustentar un número máximo de humanos, alcanzado el cual alguno de los recursos indispensables se convierte en limitante; este número es su capacidad de carga humana. Los dos recursos indispensables son los alimentos y el agua potable. Cuando se alcanza el límite de alguno de los dos, los humanos empiezan a padecer hambre o sed, lo que genera tensiones que suelen desembocar en guerras que resultan en una disminución de la población de la zona afectada, por muerte o emigración. En los últimos años hemos visto ejemplos terribles de estas situaciones, ambos en Africa, uno en Burundi, el otro en el Darfur sudanés.
En cuanto a esta capacidad de carga, el consenso entre los científicos ronda entre los 10.000 y los 12.000 millones de habitantes.
Hace unos días las Naciones Unidas (http://esa.un.org/unpd/wpp/index.htm) han publicado sus predicciones de crecimiento de la población mundial basadas en los datos existentes hasta el 2010  . Según ellas (Fig.1), ahora mismo habitamos la Tierra unos 7.000 millones de humanos, en el 2050 llegaremos a los 9.300 millones y en el 2.100 a los 10.000 millones. A partir de ahí, es decir, ya en el siglo XXII,  la población mundial se estabilizará y transcurridos unos años empezará a disminuir, a la vez que envejece.

Fig.1

Las predicciones para el 2.100 son a la vez una buena y una mala noticia. Buena porque indican que el siglo XXI será aquél en el que por fin los humanos sean capaces de controlar su crecimiento desordenado, dejando así de representar una amenaza para ellos mismos y el resto del mundo.  Mala porque la población mundial estará en la segunda mitad del siglo XXI muy cerca de su capacidad de carga, lo que podrá traer consigo, en las regiones más afectadas, muchas guerras, hambrunas y en definitiva sufrimiento. El minimizar estos riesgo será uno de los desafíos más interesantes con los que se va a enfrentar la generación de mis nietos.

Para comprender mejor la situación tenemos que verla con algo más de detalle. Esto es lo que hace la Fig. 2, donde en aras de la claridad se analiza solo el intervalo de años entre el 2010 y el 2050 (la fuente de datos es la misma en todas las figuras, referenciada en la Fig.1).

Fig.2

 El aumento de población entre el 2010 y el 2050 será de 2.400 millones de habitantes, un 35% sobre la población mundial existente en el 2010. Se trata de un incremento muy notable, que obligará a grandes esfuerzos para digerirlo. Pero este esfuerzo no estará repartido homogéneamente por todo el Mundo. Afectará sobre todo a Asia y Africa. Asía verá aumentar su población en un 25%, África en un 114%. Es decir, África, que ya es el continente más empobrecido del mundo, verá más que doblar su población. El gran desafío estará por lo tanto centrado en África.
Fig.3

Las Figs 3 y 4 muestran la situación con un grado todavía mayor de detalle. Ponen de manifiesto que el incremento de la población en Asia estará centrado principalmente en el subcontinente indostánico, sobre todo en la India, que posiblemente tendrá recursos e iniciativa suficientes para resolver sus problemas demográficos. En cuanto a África, el incremento brutal de la población se centrará en el África subsahariana, excluyendo Sudáfrica, es decir, en el cinturón de países transecuatoriales que ciñe al continente africano de Este a Oeste. De ellos, solo Nigeria cuenta con recursos naturales suficientes, en forma de petróleo, para enfrentarse con el problema. El resto de los países afectados necesitará ayuda del resto del mundo.

Fig. 4

 Un problema apasionante con el que se encontrará la generación de mis nietos será, por lo tanto, el de cómo ayudar a África a superar sus miserias demográficas. Pero este es un asunto lo suficientemente complejo como para merecer una entrada propia.

Por lo demás, si a lo largo del siglo XXI nuestros nietos consiguen estabilizar la población mundial y ayudar eficazmente a Africa para que resuelva sus propios problemas, el mundo entero puede ponerse en un rumbo de esperanza. Eso está, como suele decirse, al alcance de la mano.

Anticipándome a entradas posteriores, quiero terminan ésta con un mapamundi, tomado de http://www.populationaction.org/, en el que se combinan los problemas derivados de la superpoblación con los del cambio climático a lo largo del siglo XXI. Puede verse que los mayores desafíos estarán concentrados en África. Si quiere contribuir eficazmente a resolver estos problemas, la generación de mis nietos tendrá antes que conocerlos, es decir, tendrá que conocer África. Pero la única forma de conocer el mundo es viajándolo. Animo desde aquí a mis nietos a que se pongan en viaje, pero no en un viaje turístico, sino a lo pobre, compartiendo la forma de vivir de los africanos, conociéndolos así de cerca. Eso intenté hacer yo hace muchos años, en 1981, cuando con dos amigos más y mochilas a la espalda atravesamos desde Argelia todo el Sahara y luego buena parte del Sahel y el río Níger hasta arribar al Senegal. En mi próxima entrada haré una descripción somera de este viaje, apoyándome en fotos viejas y entrañables. Para animar a mis nietos a que se abracen al mundo.