Eureka! Un artículo publicado en Le Monde me ha permitido
confirmar una vieja sospecha, que la caca del Trauco es un moho mucilaginoso,
concretamente el famoso Physarum
polycephalum. La evidencia que aporto es el parecido extraordinario entre
las fotos que yo he tomado de la caca del Trauco en Duhatao y otras muchas
fotos de Physarum polycephalum que
pueden descargarse de Internet.
Este moho es una criatura extraordinaria, que ha sido capaz
de despertar la imaginación y el interés de muchas mentes orientadas hacia laCiencia. Vive en bosques húmedos, como
Ciclo de vida de Physarum polycephalum (tomado de Miguel Ulloa . |
los de Chiloé, y cuando las condiciones
ambientales son favorables es capaz de aumentar de tamaño a velocidades
extraordinarias, del orden de centímetros por hora.
Lo que vemos macroscópicamente en las masas amarillas de las
fotos suele ser una sola célula, pero dotada de miles y hasta millones de
núcleos. Es capaz de desplazarse de un sitio a otro con un movimiento ameboide,
y también de muchas otras cosas extraordinarias que pueden consultarse en la
literatura. A su manera, está dotado de una inteligencia que no es neuronal,
sino sincitial, es decir, el resultado de las decisiones elementales tomadas
por cada uno de sus numerosísimos núcleos y los dominios de citoplasma que
rodean a cada uno. Estos elementos de un todo indivisible exploran su entorno y
deciden, particularmente en los bordes de la gran masa plurinuclear, si crecer
o no hacerlo en ésta o en aquélla o en aquélla otra dirección.
En experimentos
adecuados los científicos han conseguido que una megacélula de Physarum dibuje con aterradora precisión
el mapa del metro de Londres o el de carreteras de España, o cualquier otra
geometría hecha de un conjunto de nodos y conexiones entre ellos.
Dicho pues queda. Pero me falta considerar lo más
interesante de todo: siendo cierto que la caca del Trauco es una megacélula de Physarum polycephalum, también lo es que
esta megacélula es la caca del Trauco, o sea, una huella excretada por ese
espíritu de los bosques chilotes que es el Trauco, para dejarnos a los humanos
señales de su existencia. Esta permanente relación bidireccional es la que he
intentado expresar en el título de esta entrada.
¿Cómo explicarlo? Los humanos tenemos un cerebro cuya
naturaleza podemos ver como biunívoca. Piensa pero siente, decide pero duda, razona pero
intuye, simplifica pero complica, ve pero es ciego, etc. Una de las expresiones
más conspicuas de este cerebro nuestro es el lenguaje, que consiste en la
creación de palabras, su conversión en conceptos y su integración en frases con
la ayuda de gramáticas. Lo biunívoco del cerebro también se aplica a sus
lenguajes. En general, podemos afirmar que los cerebros humanos desarrollan dos
grandes tipos de lenguajes: el lógico frente al mítico. Uno y otro son
imprescindibles para que los humanos lleven adelante su vida en el mundo. El
lenguaje lógico es instrumental, trata de la relación entre causas y efectos.
El mítico es interrogativo, trata de la relación entre la luz y la sombra, la
claridad y el misterio. El lenguaje lógico es racional, el mítico sentimental.
A lo largo de su trabajosa evolución, los humanos han ido
desarrollando ambos lenguajes en direcciones que son opuestas. Incidentalmente,
vivimos ahora una época de predominio del lenguaje lógico. Aun así, el lenguaje mítico también ha
alcanzado un gran desarrollo, basta para comprenderlo imaginar lo que está
pasando por los cerebros de las multitudes en un gran concierto al aire libre, ante miles de fans, de un ídolo del
rock.
Una de las grandezas culturales de Chiloé nace de su
proximidad a la Naturaleza. Hay muchas huellas en Chiloé de la importancia que
durante miles de años ha tenido para los humanos el lenguaje mítico, ese que
permite convivir con una Naturaleza no dominada, formando una parte más de ella,
con una integración total. El shamanismo antiguo fue capaz de manejar con maestría los dos lenguajes, el lógico
desarrollando toda una botánica médica, el mítico levantando una cosmovisión
impregnada de espiritualidad. En aquel shamanismo, y en sus herederos
espirituales que todavía viven en el mundo amerindio y campesino, la Naturaleza
tiene una condición básica que es espiritual. Así el bosque no es solo una
congregación de árboles. Mucho más que eso, el bosque es el espíritu del
bosque, que se manifiesta en todas las formas vivas que contiene y en todos los
fenómenos que tienen lugar en sus inmensidades sombrías. De esta
espiritualización del mundo nació una mitología riquísima, algunos de cuyos
personajes sobreviven todavía. Uno es el Trauco, que no es ese enano feo y
libidinoso con el que muchos lo caricaturizan, sino el espíritu del bosque, al
menos uno de los espíritus que pueblan el bosque. Como cualquier otra realidad
espiritual, el Trauco se comunica con los humanos, esos pobladores del Sur de
Chile que durante miles de años de vida
en el bordemar, han estado siempre mirando de reojo al bosque que se extendía a
sus espaldas, temiéndolo pero también
respetándolo. ¡Hay tantas historias maravillosas de esta relación entre el Trauco
y los humanos! Una de ellas es la de la caca del Trauco, que más que una feca es
una señal sagrada que el Trauco deja en los límites de su territorio para
advertir de su presencia y sugerir quién es el dueño de aquellas soledades.
Por todo esto, la caca del Trauco no es simplemente el
sincitio ameboide del moho mucilaginoso Physarum
polycephalum. Es eso, claro que sí, pero también es algo más. Es la señal que nos
recuerda la existencia de una realidad espiritual, el Trauco, espíritu del
bosque. Además de sus ácidos nucleicos, proteínas, fosfolípidos, y todo el
aparataje de una biomasa celular, ese montoncito de materia de color amarillo
vivo y apariencia muy húmeda y frágil, es una señal que nos llega desde lo
profundo del bosque, y que inspira en nosotros respeto ante misterios que nunca
podremos comprender si nos limitamos a usar un lenguaje instrumental. Al menos
eso es, todavía hoy, para muchos campesinos chilotes que cuando la encuentran
en lo alto de un viejo tronco caído, en la mañana húmeda, cuajada de rocío, la
queman ceremonialmente y permiten que, al menos durante unos minutos, el
misterio de lo trascendente, de lo que no es visible, ni siquiera lógico, los
penetre.
También es ese misterio para mí. Cuando empecé a ver cacas del Trauco en Duhatao sospeché enseguida que podía tratarse de un Mixomiceto. Pero también sentí que en aquellos fenómenos había un mensaje trascendente que me llegaba del bosque cercano, y que yo compartía con mis vecinos campesinos de la zona. Me llené de curiosidad a la vez que de respeto. De alguna manera nada lógica, me sentí saludado y reconocido por una realidad espiritual que, como tal, estaba fuera del espaciotiempo.
También es ese misterio para mí. Cuando empecé a ver cacas del Trauco en Duhatao sospeché enseguida que podía tratarse de un Mixomiceto. Pero también sentí que en aquellos fenómenos había un mensaje trascendente que me llegaba del bosque cercano, y que yo compartía con mis vecinos campesinos de la zona. Me llené de curiosidad a la vez que de respeto. De alguna manera nada lógica, me sentí saludado y reconocido por una realidad espiritual que, como tal, estaba fuera del espaciotiempo.