Creo que mi mayor decepción en
estos días críticos que está viviendo España a causa de los secesionistas
catalanes, me la están produciendo los medios de comunicación, particularmente
la televisión. La mayoría de las cadenas de televisión españolas, destacando
las más vistas, es decir, las más populares, han trivializado lo que está
pasando convirtiéndolo en una especie de reality
show. Informan a un ritmo trepidante sobre los forcejeos, las tácticas, los
enfrentamientos dialécticos entre los dos bandos, pero lo hacen como si lo que narran
fuera, en lugar de la tragedia histórica que realmente es, una suerte de
partido de fútbol, de espectáculo deportivo de masas, en el que no hay razón
frente a sinrazón, o si se quiere, enfrentamiento entre dos razones
contradictorias, sino simplemente un forcejeo emocionante que terminará dando
un ganador y un perdedor, en el mejor de los casos un simple empate, es decir,
nada. Lo que venden, porque lo venden en el sentido de que su único objetivo es
el crematístico, no es otra cosa que ese
puro espectáculo. Y lo cobran en porcentajes de audiencia, que se traducen para
ellos en más demanda de espacio publicitario por los fabricantes de los grandes
productos de consumo (automóviles, alimentos, bebidas, etc), un espacio que les pagan a precio de oro.
Y me parece que se justifican
moralmente ante ellos mismos intentando convencerse de que el buen periodismo
es el que se limita a exponer lo objetivo que contienen las noticias. Pero esto es una tremenda falacia, una
muestra bien clara de su hipocresía moral. Porque la mayoría de las noticias
que se publican, mucho más si lo que destacan es el espectáculo, están sesgadas.
Yo no dudo que pueda existir el buen periodismo, pero ese no es el periodismo
que lo que intenta (por todos los medios) es ser un buen negocio vendiendo
medias verdades que, son, siempre lo han sido, la más peligrosa de las mentiras.
La televisión, cuando se
estableció en Europa a finales de los 1950s, fue recibida con grandes
esperanzas por mucha gente bienintencionada. Se la veía como un instrumento
poderosísimo para la educación y el desarrollo cultural de los pueblos. Pero en
lo que se ha convertido, con honrosas y escasas excepciones, es en una basura
que lo que hace es entontecer y corromper a esos pueblos.
Una amenaza para el futuro de
todos. Tanto más peligrosa cuanto con más artificios intenta convencernos de
que lo que nos cuenta es la pura verdad.
¿Pura? ¿En serio?
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