Hace un día gris, en el que siento la necesidad de escribir algo en
mi blog pero desecho todos los temas que se me ocurren. El pesimismo y el
optimismo me observan cogidos de la mano desde el otro lado del espejo. La
tarde es definitivamente otoñal, la primera después del largo y tórrido verano. Siento la
nostalgia de Chiloé, donde las tardes empezarán muy pronto a ser primaverales y las
gaviotas estarán ya volviendo a los peñones costeros para anidar. ¿Podré volver yo también ?
Viviendo
lo que vivo aquí, en la turbulenta Europa,
permanentemente insatisfecha consigo misma, me doy cuenta del tesoro que todavía esconden sitios mágicos como Chiloé. Conozco bien a los campesinos chilotes. Son
autosuficientes, lo saben y están satisfechos de serlo, aunque
no por ello dejen de aspirar a los gadgets de nuestro mundo consumista. Son
pescadores, mariscadores, buzos, agricultores, ganaderos, leñadores, carpinteros, quiero decir que muchos de ellos, la
mayoría, son todo eso a la vez. Mantienen fuertes lazos familiares y son
solidarios con sus vecinos. Tienen la imaginación
que les da vivir una mitología muy rica, creen en Dios y en
la trascendencia de la muerte, santiguándose como lo hacen ante cada
animita que dejan atrás en el camino. Les gusta
reunirse para asar un cordero, charlar con calma y decidir sin prisas. Son
corteses, tranquilos, silenciosos y hospitalarios. En todo esto tiene mucho que
ver su alma williche, amerindia, integrada con lo hispánico en una unidad equilibrada que es definitivamente chilota.
Sentado
en mi pequeño jardín, tecleo estas ideas en el IPad y miro de vez en cuando al
cielo para ver pasar las nubes grises, desechas, que vuelan desde el Suroeste. Mi
perro Paco, a su vez, me mira a mí. Pronto lloverá, después de casi cuatro meses sin que
haya caído una sola gota. Esa lluvia me
traerá todavía con más fuerza el recuerdo de mi
Chiloé querido, de sus increíbles arco iris, sus vientos
bravos, su silencio rumoroso y su paz.
Por
todo esto y por mucho más,
en buena parte inefable, me puede hoy la nostalgia.
4 comentarios:
Querido Jaime, chiloé también te hecha de menos, ya vendrá el reencuentro........
saludos Miro
Olo, he leído varias entradas del blog y me ha encantado. Esta en particular me parece plena de sentimiento. Nunca había oído de Chiloé, pero así como Ítaca que podría ser cualquier lugar que dejamos y que nos espera; toda la nostalgia contenida en sus letras acerca de ese sitio, me hace evocar un lugar muy especial para mi.
Gracias por sus palabras. Chiloé es magia cultural y belleza natural, así te captura
Escribi en google como un impulso "nostalgia de chiloe" busco explicarmelo, aun no lo comprendo, lo curioso o quizas no tanto es que vivo en puerto montt y siento que estoy a una vida de la isla.
Por cierto, encontrarme con su texto ha sido muy grato.
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