Casas semienterradas por la arena en In Salah (foto de Sebbam) |
Apoyándote en la fuerza
misteriosa de esas imágenes. Cuántas veces viajando por África los campesinos
no te han permitido que les saques una foto, convencidos de que en ella se
reflejaba su alma y temiendo que alguien pudiera usarla para hacer magia mala.
El poder espiritual de una imagen en una foto, tan inmenso…. ¡Dice tanto un retrato
electrónico, aunque sólo esté hecho de un montocito de píxeles!...
Sustentado además por el poder escondido de las palabras,
hechas metatextos misteriosos que se camuflan bajo los textos legibles, escritas
como lo están en un lenguaje críptico que sólo entiende el corazón.
Todo eso es lo que quieres traer aquí, para dejarlo como una animita de recuerdos en
medio de tu blog, con el mismo significado que esas animitas (casitas que albergan cruces, flores artificiales,
lucecitas y cariño químicamente puro) que la
gente de Chiloé erige al borde de los caminos, allí donde ha muerto alguien querido .
Contra el olvido, sí, contra el olvido.
Contra el olvido, sí, contra el olvido.
(1).- Primer collage: Margarita novia y madre.
Esta es la Margarita joven, entre los 20 y los 40 años, que crea un hogar en el que
gesta, pare, cría y educa a tres hijos. La Margarita del gesto a la vez
inocente y resuelto, que no le tiene miedo a la vida y que no quiere derramar
ni una sola gota de su esencia. Generosa, idealista, feliz.
A esta Margarita la
llevé a vivir a USA con dos niños muy pequeños. Cuando llegó yo le tenía
preparado un apartamento con solo los electrodomésticos, dos sillas y dos
almohadas. Los primeros días dormimos los cuatro en el suelo. Luego, poco a
poco, entre lo que nos prestaban los amigos y los garage sales de las esquinas de las calles de Ithaca, ella fue
amueblando su hogar con espíritu de pionera, disfrutando de cómo vivía y de lo
que hacía, a lo largo de dos años que fueron los más felices de nuestra vida.
También es la
Margarita valiente, arrojada, aventurera, que metida conmigo en la afición de navegar a vela, con su
sola presencia tranquila me quitaba el miedo de aprendiz que me daban las
rachas fuertes de viento. Y que lo mismo hacía con los inevitables embates de la
vida. Mi cuaderna maestra.
(2).- Paréntesis sin imágenes: la leucemia.
La vida da muchas sorpresas, pero afortunadamente
pocos mazazos. El más
contundente es el inevitable de la muerte. Pero a veces hay otros.
Margarita tenía
39 años cuando le diagnosticaron la peor de las
leucemias, la promielocitica. Hasta los 46 años
mantuvo una larga lucha contra este cáncer,
al que finalmente venció.
Primero fue la quimioterapia para detener la enfermedad. Luego un trasplante de
médula ósea,
que consiste en destruir con radioterapia el sistema inmunitario (cuyas células madre, responsables por cierto de la leucemia,
se albergan en las masas esponjosas de los huesos grandes), para sustituirlo por
el de un donante inmunológicamente
próximo, en el caso de Margarita su hermana. En
aquellos tiempos la tasa de supervivencia en estos trasplantes era del 50%, un
terrible cara o cruz que Margarita superó. Finalmente, y puesto que el nuevo
sistema inmunológico recién
trasplantado reconocía
como extraño el cuerpo de Margarita, se desarrolló la llamada "enfermedad del injerto contra el
huésped", en la que aquél ataca a éste en multitud
de episodios, algunos de los cuales tienen como contrapartida un efecto
antileucémico. No entraré en explicaciones más
detalladas sobre todos estos procesos. Fue una etapa durísima, tanto que después nos hemos dicho de broma muchas veces que en esos años nos pasaron por encima varios trenes expreso. Pero sólo
diré que en cumpliendo 50 años
Margarita recibió el alta definitiva de los médicos y pudo iniciar así
la segunda parte de su vida normal.
Lo hizo, por cierto, con todo su corazón, toda su alma y todas sus fuerzas, llena de energía y optimismo.
(3).- Segundo collage: Margarita abuela.
Si las imágenes
de la Margarita novia y madre muestran una joven entusiasta, inocente y llena
de fuerza, las de la Margarita abuela están
siempre penetradas de una sonrisa, abierta o subliminal, señal cierta de la
dulzura que la animó
en esta etapa de su vida.
Se trata de la Margarita madura, desde los 50 hasta
los 64 años. Si esa dulzura
es ahora la cara externa de su talante, la generosidad es la interna.
Una generosidad sin límites,
desde lo más material hasta lo más
espiritual de los asuntos de este mundo, propia de alguien que como ella, habiendo vuelto del infierno, sabe bien qué
es lo que tiene valor y lo que
es fútil.
En esta etapa Margarita ocupa, con todo derecho, el centro
de la vida familiar. Disfruta intensamente de unos años llenos de
acontecimientos felices. Vive plenamente las bodas de sus hijos, el nacimiento de sus cinco nietos, el despliegue siempre maravilloso de estas nuevas vidas. Me apoya en todas mis aventuras de hombre mayor, esas que son a veces tan atrevidas: cruzar el Atlántico en mi velero, iniciar una vida en Chiloé, al otro lado del mundo, comprometerme abiertamente como el escritor que siempre fui. Y este apoyo lo es a veces, debo decirlo, contrario a lo que serían sus deseos, pero siempre incondicional. Hace en fin de su casa, con sus perros y gatos, su tortuga y su canario, su jardín, sus recuerdos minúsculos y entrañables de toda una vida, su cocina tan central como lo son las cocinas chilotas, hace digo de esta casa un foco cálido de amor para todos los que gravitamos a su alrededor.
(4).- Un final que es un comienzo.
Finalmente, hace solamente dos años, las cosas se tuercen. Otro mazazo, o más bien una sucesión de ellos. Como consecuencia de una torpeza médica al extirparle un ovario en una operación que se presentaba sencilla, le perforan el intestino, y a causa de incomprensibles torpezas médicas subsiguientes, tras varias operaciones la dejan con un intestino funcional de solo 90 cm y gravísimos problemas de nutrición. Su vida se extingue el 1 de Agosto de 2013. Y las dos fotos que siguen, tomadas pocos días antes de su muerte, con ocasión de la primera comunión de su nieto mayor, testimonian cómo ella nunca perdió su maravillosa sonrisa de abuela feliz.
Ahora está en el Cielo, seguro, dicho así, sin ningún complejo. Y desde allí sigue pendiente de nosotros, esperándonos. No la olvidaremos.
(5).- Para terminar.
Voy a hacerlo como sé que ella querría que lo hiciera, con un grito gráfico de alegría y de fe en la vida, esa vida que incluye con todos sus derechos a la muerte.
Su amor a los animales, manifiesto aquí en el achuchón que le está dando a nuestro perro Paco cuando era un cachorrito.
Su espíritu divertido y juguetón, saludando con guasa al fotógrafo en la piscina de la casa que alquilábamos los veranos para reunirnos con nuestros hijos.
Vino conmigo en el primer viaje que hice a Chiloé en busca de nuestro sitio allí. Esta foto se tomó en la maravillosa playa de Guaibil, justo al Sur del rio Chepu.
Le encantó Chiloé, aunque le quedaba lejos de su centro de gravedad. Me acompañó por su inmensa generosidad, también porque me quería, seguramente más de lo que yo merecía.
Finalmente, una manifestación (un testimonio) de mi orgullo por haberla querido y haber vivido junto a ella. También de mi agradecimiento.
Y de mi amor.
2 comentarios:
yo no creo que podamos olvidarla nunca... ella era tantas cosas y nos ha dejado tantos recuerdos!!
Olvidarla... jamás!... La amputación de su ausencia me la recuerda constantemente... y la echo tanto, tantísimo de menos...
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