domingo, 29 de septiembre de 2013

El mundo nuevo del siglo XXI.- (0) Introducción


Con esta entrada inicio una serie en la que consideraré el cambio de época que está teniendo lugar en este siglo XXI.

Trataré este difícil y apasionante tema desde lo que soy, un abuelo que ha llegado a saber casi nada de casi todo y que, sintiendo que ya no le queda "toda una vida por delante", quiere darle a los jóvenes, muy particularmente a sus nietos, un testimonio de esperanza en el futuro.

Este cambio de época que ya ha empezado será tan radical y profundo como cualquiera de los que han tenido lugar a lo largo de la historia. Como el que en el siglo III, con la invasión por los bárbaros del Imperio Romano de Occidente, inició la Edad Media en Europa. O el que en el siglo XV, con la caída del Imperio Romano de Oriente bajo los turcos y previa la conquista de España por unos árabes que trajeron así a Europa  toda la riqueza de la cultura griega, terminó en el Renacimiento y enseguida, a través de las exploraciones y descubrimientos subsiguientes,  condujo a una primera percepción planetaria del mundo. O el que al final del siglo XVIII, gracias en buena medida a la gigantesca provocación científica de Newton, acabó con el Antiguo Régimen y trajo consigo la Ilustración y la idea de Progreso sin límites. Después y hasta hoy, todo el siglo XIX y el XX no han sido sino corolarios de lo que pasó en el XVIII o preparaciones de lo que puede llegar en el XXI.

Esto que se ve venir ahora es algo radicalmente nuevo, pudiendo resumirse en una constatación: el mundo, el planeta Tierra, se nos ha quedado a los humanos asombrosamente pequeño. Lo cual  tiene algunas consecuencias inmediatas:

1.  Los recursos que nos permiten llevar una vida civilizada no son inagotables y deben por tanto administrarse con cuidado, en beneficio de todos.

2. La basura que producimos empieza a ensuciar peligrosamente nuestro patrimonio común, que son los océanos y la atmósfera, amenazándonos con un cambio climático que ha empezado ya y cuyas consecuencias son todavía inciertas pero ya preocupantes.

3. Estamos ahora tan próximos los humanos unos a otros que no podemos ignorarnos. Nos conocemos demasiado bien y compartimos en muchísimos aspectos una misma visión de la vida. Esta promiscuidad choca con las inevitables diferencias que también arrastramos todos, haciendo que nuestro mundo resulte interesante, contradictorio, peligroso, trepidante  y hasta divertido.

Todo esto traerá inevitablemente consigo un derrumbe de muchos de los paradigmas de nuestra época, entre ellos uno que ha venido ocupando una posición destacada: la necesidad del crecimiento económico para el progreso social. Lo que equivale al fin del neocapitalismo pero también del neomarxismo. Quizá nos encaminamos hacia un mundo sin crecimiento económico neto, algo que todavía nos resulta inconcebible.

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Llevo tiempo pensando en estas cosas, como muchísima más gente. El presentimiento de cambios radicales está en el ambiente. Al menos en Europa, los jóvenes ya no son portadores de una esperanza que los viejos no hemos sabido transmitirles. Impera hoy en todos nosotros un cortoplacismo desconcertado. Lo que tenga que llegar, ese tronido terrible, ese cataclismo que tememos, lo vamos aceptando con resignación creciente, suplicando, eso sí, que no venga mediado por una gran guerra.

Opino que no debemos asustarnos. Este que viene no será el primer cambio de época que haya tenido lugar a lo largo de la historia. Tampoco será el último. El mundo y los humanos lo sobrevivirán, eso seguro. Mientras más racionalmente proactivos y más serenos seamos al recibirlo, menos serán los dolores y los riesgos del inevitable parto.

Podríamos empezar por aprender de los cambios de época que ya han tenido lugar. En  lo más básico, todos  han tenido un desarrollo parecido.

A. Primero hay un descrédito, que puede llegar a descomposición, de los paradigmas establecidos. Así la gente se mentaliza para aceptar el cambio. En eso quizá estemos ahora.

B.  Luego vienen las rebeliones.

C.  Finalmente las revoluciones. Lo que las diferencia de las simples rebeliones es que las revoluciones se apoyan necesariamente en unas ideologías de las que surgirán los nuevos paradigmas que soportarán  los nuevos encuadramientos sociales.

Todo fluye, como decía el viejo Heráclito, así es la naturaleza de las cosas, así lo es el río del tiempo  y de la historia. En este fluir hay turbulencias, olas y crecidas más o menos intensas. Un cambio de época es un remolino gigantesco, una ola de tsunami, una crecida enorme que arrasa las orillas de ese magno río y las hace irreconocibles. Se diferencia de lo cotidiano en su escala, en la magnitud  de los hechos y en el ritmo con que se suceden los acontecimientos , unos y otros con grandes consecuencias.

¿Cuáles están siendo los factores desencadenantes de este cambio de época que se nos echa encima?

  •       Una revolución tecnológica nacida directamente del desarrollo espectacular de la ciencia a lo largo de los siglos XIX y XX. Patente en todos los campos de la actividad humana, pero sobre todo en la Informática, las Comunicaciones y el Transporte. Que está resultando en cambios gigantescos en la productividad, las capacidades simbólicas y los modos de relacionarse tanto de los individuos como de las culturas.
  •       Alteraciones profundas en lo demográfico, que tienen lugar simultáneamente en muchas direcciones contradictorias: rejuvenecimiento de los países pobres, envejecimiento de los ricos, movimientos migratorios imparables resultantes de estos desequilibrios regionales y de otras amenazas, problemas globales de superpoblación que antes de que acabe el siglo podrán verse desplazados por otros de despoblación, etc.
De todo esto tratará la serie que empiezo hoy con esta entrada. Intentaré presentar en ella las opiniones más interesantes, que no son necesariamente las más autorizadas, sobre los grandes problemas que afrontamos, así como aportar con mis reflexiones los puntos de vista de quien no es más que un escritor y hombre de la calle, en un intento de representarlos a todos ellos.


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Terminaré esta entrada con una reflexión.

El cambio de época exigirá de nosotros los terrícolas  respuestas tanto tecnológicas como culturales. Pero hemos puesto nuestras esperanzas de salvación exclusivamente en las soluciones tecnológicas.

De cambios culturales suficientemente profundos para ser eficaces no queremos ni oír hablar. Pero serán ineludibles, más todavía, puede que sean las soluciones culturales, es decir, las que afectan no a nuestras herramientas sino a nuestros comportamientos y creencias, las únicas capaces de salvarnos.

Por eso, como siempre ha sido en estos grandes cambios, será también ahora inevitable que tengamos que aceptar y promover alguna forma todavía desconocida de revolución. Si lo hiciéramos bien y después de la experiencia histórica acumulada, esta revolución podría ser luminosa y pacífica. ¿Por qué no?




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