[Continúo aquí con la respuesta a
la carta de mi amiga que he iniciado en el número (1) de esta serie de dos
entradas].
Supongamos que la conferencia
COP21 a celebrar en Paris en diciembre 2015 es un éxito, en cuanto a que al
menos USA, China y la Unión Europea se comprometen a reducir drásticamente sus
emisiones de CO2, de modo que para el año 2030, como muy tarde, se haya
alcanzado el objetivo de que el sobrecalentamiento atmosférico no sobrepase los
2ºC.
Así, gracias a una solución tecnológica (las energías renovables) y a una
disposición política (los compromisos firmados por los estados en el COP21) se
contienen los peligros que habría traído consigo un cambio climático antrópico sin
control.
Por lo demás, asumimos que el Mundo sigue funcionando bajo los mismos
paradigmas actuales: capitalismo financiero globalizado en lo económico, innovaciones
sin tregua en lo tecnológico, democracias (América, Europa) u oligocracias
(China) en lo político, hiperconsumismo individualista en lo social, guerras
fundamentalistas y terrorismo en lo militar.
La pregunta es: ¿bastará con el
parón al cambio climático para que la Humanidad asuma con éxito el nuevo papel
que le corresponde, de protectora de todo el complejísimo ecosistema Tierra, en
el Antropoceno que ahora comienza y por los siglos de los siglos?
Yo creo que hace falta algo más. La
Humanidad tiene que descubrir en qué ha cambiado su posición en el Mundo y
asumir las consecuencias. Esta será la tarea intelectual más importante del
siglo XXI, que deberá dar apoyo al cambio de época que indudablemente se
avecina.
El mundo occidental de hoy es
heredero del Siglo de las Luces, en el que brilló con fuerza Kant. Desde él hemos venido
viviendo en la época del Progreso y la Razón.
Kant definió dos clases bien
distintas de Razón:
a).- La Razón Pura, que es la de
la Ciencia. Se sustenta sobre tres propiedades innatas de lo humano: Espacio,
Tiempo y Causalidad. Y opera sobre las percepciones sensoriales generando
Juicios y Leyes.
b).- La Razón Práctica, que es la
de la Moral. Se sustenta sobre dos propiedades innatas de lo humano: Voluntad y
Libertad. Genera Ideas e Imperativos, estos últimos Categóricos (que
constituyen lo Moral) o Hipotéticos (la
base de lo Estético y lo Creativo).
La Razón Pura es un ámbito de
necesidad. La Razón Práctica lo es de duda y responsabilidad. Ambas actuando
conjuntamente constituyen el razonar humano. Queda fuera de este ámbito
racional la Metafísica. También la Religión, que parte de una Revelación independiente
de la Razón.
El desarrollo por los humanos de
la Razón Pura en la época que está terminando ahora ha sido extraordinario,
brillantísimo. Hemos vivido la gran época de la Ciencia y la Técnica, que
empezó con Newton y llegó a cimas tan altas como Einstein, Darwin, Mendel,
Pasteur, tantos otros.
Pero la Razón Práctica, la de la
Moral y la Libertad, se ha quedado muy atrás. Pues la época de la Ciencia y la
Técnica ha sido también la de tremendas
sinrazones morales: los Despotismos, los Imperialismos, las Guerras y
Genocidios más terribles que la historia haya podido conocer.
Tanto así que el sociólogo Max
Weber degradó la Razón Pura kantiana, buscadora del Conocimiento, a una Razón
Instrumental que solo estaba interesada, de verdad, en el Poder, para la cual
los fines siempre justificaban los medios. Hoy precisamente conmemoramos el 70º
aniversario del lanzamiento de la primera bomba atómica, sobre Hiroshima, el 6
de agosto de 1945.
En la época de la Razón ha habido
pues una descompensación entre la Pura y la Práctica. Por eso la primera se ha
degradado a simplemente Instrumental y la segunda ha ocupado un lugar
completamente secundario. Este desequilibrio condujo a los filósofos y
humanistas, después de la II Guerra Mundial, a un Postomodernismo que no era
sino una huida hacia delante del terror y la sinrazón del pasado. A pesar de
todo los filósofos no han tirado la toalla. En la segunda mitad del siglo XX la
escuela de Francfort ha trabajado en la reconstrucción del paradigma de la
Razón, recogiendo lo mejor del marxismo y sintetizándolo con lo mejor del
psicoanálisis. Su representante actual más destacado, Habermas, ha propuesto la
Razón Comunicativa como una recuperación postmoderna de la Razón
Práctica kantiana.
En definitiva: con la toma de
conciencia del cambio climático antrópico, que significa que los humanos han
alcanzado ya los límites de sí mismos y de la Tierra en que tienen que vivir,
ha terminado la época de la Razón Instrumental, incapaz de liberar al hombre de
sus limitaciones y al resto del Mundo del peligro cierto que el hombre es.
Estamos entrando en otra época
con una visión muy distinta de esa Razón que está en la base de la condición
humana. La nueva Razón tiene que adoptar una forma menos instrumental y más
comunicativa, más propositiva, en definitiva más democrática. Menos pura y más
práctica. Menos técnica y más moral. Capaz de alcanzar y liberar de las
injusticias a todos los humanos que pueblan la Tierra, pero también de liberar
al resto del Mundo del antropocentrismo que nos ha caracterizado y por ello
capaz de proteger a toda la biosfera y al entero planeta de su enemigo más
temible, el hombre mismo.
Ojalá sean esos los tiempos que vienen.
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