Acabado el ciclo de quimioterapia, con la revisión
bioquímica y radiológica en orden, mi oncólogo me deja en libertad provisional
hasta dentro de tres meses.
Yo me siento como el presidiario que sale de entrerrejas con
la condicional. Evoco aquellos thrillers
made in USA en que, de pie ante la puerta inmensa de la vieja prisión, de
espaldas a ella, mirando hacia ese lado izquierdo en que la carretera solitaria
que viene de la ciudad se pierde en la lejanía, el héroe que es a la vez villano
espera la llegada de un bus que lo lleve a alguna parte, no importa dónde.
Eufórico, casi levitante por su libertad recobrada, pero a la vez escéptico,
subliminalmente temeroso de una recaída, siempre posible.
Solo el tiempo que pase terminará curándome. O no. Ahora lo cuento por los días que me regala,
en la esperanza de que pronto pueda contarlo por meses y quizá, en su momento,
hasta por años. Quien sabe…
Enseguida me surge la contradicción heraclitea: como ese
tiempo que ahora fluye por mi vida ya no es mío, sino que yo soy de él, me
siento libre, con una extraña libertad que no recuerdo haber sentido antes.
Libre de aquel tiempo que siempre fue cruel porque me obligaba a atravesarlo,
apostando y arriesgándome de continuo, pero que ahora, al ser él quien decide
mis destinos, me deja en paz. Puedo entretenerme dándole patadas hacia delante
a la pelota medio inflada que es mi vida, o puedo tomarme mis cosas en serio,
qué más da. Soy libre de elegir, de comprometerme o no, de abandonar o
intentarlo de nuevo.
En cualquier caso, una de las primeras cosas que haga será
volver a Chiloé. Ansias tengo ya de ver el canal de Chacao, virgen todavía de
puentes, ante mí.
Quizá allí, en mi reencuentro con tantas vivencias
intemporales, con tantos recuerdos a los que me es imposible ponerles un
nombre, pueda llegar a sentirme definitivamente libre: no solo del tiempo sino
hasta de mí mismo. Convertido en colores del mar y del cielo, rumores del
viento en las frondas, bramidos del temporal en las olas que rompen, misterios
de la niebla y el bosque, encuentros inesperados.
Todo eso.
La isla grande de Chiloé desde el canal de Chacao ( Foto de Karel50). |
1 comentario:
Holo vomo te llamo por telefono respondeme a mail de miro estoy en italia
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