lunes, 2 de mayo de 2016

Creacion

¿Quién no ha tenido a lo largo de su vida algún momento creativo?  En muchos casos, por cierto, sin identificarlo como tal. Sucede que de pronto se te enciende una luz en el cerebro que ilumina parte de tu profunda oscuridad interior, ésa que te rodea desde que naciste como la negrura del cielo rodea a las estrellas. En el centro de ese espacio transitoriamente iluminado ves el hallazgo, la solución, la idea, a la que habías venido persiguiendo sin encontrarla, muchas veces hasta sin saberlo. Reconoces enseguida la verdad que esconde, te das cuenta de que por fin has dado en el clavo. Así lo que empezó como un mérito de tu cerebro acaba llegándote al corazón, calentándolo con uno de esos chispazos de felicidad que iluminan a veces tu vida. Una felicidad que ha resultado de una búsqueda convertida en encuentro. Y que es como un relámpago, un fuego de artificio encendido por sorpresa en lo alto del cielo, en medio de la noche oscura.

No hay que ser un científico o un artista para experimentar la creación. De hecho el mundo está lleno de infinidad de momentos creativos experimentados por miles de millones de seres humanos y otros tantos animales superiores. Todos los seres vivos capaces de experimentar el dolor del sufrimiento pueden asimismo sentir la felicidad de la creación. Son las dos caras de la misma moneda heraclitea.

De modo que la creación está al alcance de cualquiera, no necesita una gran inteligencia o una especial sensibilidad artística. Pero requiere algo que le es imprescindible: un poco de generosidad.

Intentaré explicarme. Recurriré para empezar a esa visión que Simone Weil, inspirándose a su vez en los cabalistas judios  medievales (entrada en este blog el 21 enero 2013, “La Creación y el problema del Mal en Simone Weil”), tiene  del Dios Creador. Para la Weil el acto de creación del Universo por un Dios que lo desborda absolutamente, no consiste en un quehacer, sino en un retirarse. El Dios Creador deja, por así decirlo, un hueco vacío de sí mismo para que el Universo entero, y en él nosotros, pueda nacer y crecer en libertad. Y este retirarse es sobre todo un acto de generosidad y por eso de amor.

Pues algo semejante acontece en la vida de cada uno de nosotros. Para experimentar la creación tenemos que abrir huecos en lo más íntimo de nosotros mismos donde lo creado pueda nacer y aposentarse. Este abrir huecos solo puede ser un acto de generosidad, de renuncia a uno mismo, y por tanto de amor.

El ejemplo más claro es el de la mujer madre. En el sentido más biológico y concreto esta mujer que quiere ser madre abre voluntariamente un hueco en el centro de ella misma para crear la vida de su hijo. Le echa valor y está dispuesta a renunciar a muchas cosas para conseguirlo.

Pero hay muchos otros ejemplos más humildes y hasta aparentemente banales. Uno es el de saber hacer regalos. Hay personas que tienen este don especial y suelen acertar regalándote algo que te sorprende y te ilusiona. Pero para regalar con acierto, que es una forma de crear,  hay que pasarse mucho tiempo pensando en el otro, vaciándose de uno mismo, recordando, reviviendo todo aquello que ilusiona a la persona a la que se quiere regalar algo.  Otra actitud creativa es la del que es capaz de mirar el mundo con ojos asombrados, como algo que no le ha venido dado, sino que él, de alguna manera desconocida y misteriosa, tiene que recrear. Esto es lo que con tanta maestría hacen los niños. Hablando en general, para crear hay que reconocer la existencia del misterio y sentir su atracción, estando dispuesto a desprenderse de buena parte del peso de uno mismo para salir en su búsqueda. Todo eso y mucho más.


Terminaré con dos anécdotas de Isaac Newton, uno de los más grandes genios creadores que en el mundo han sido. Nunca dejó de tener admiradores que le preguntaban cómo le había sido posible hacer descubrimientos tan enormes. Una de sus respuestas fue: “Yo he sido como un niño pequeño que jugaba en la playa. De vez en cuando encontraba una piedrecita más fina o un caracol más bonito de lo habitual. Pero el océano de la verdad permanecía inexplorado ante mí”. Y a otros que querían comprender cuál había sido su método de trabajo para descubrir la gravitación universal, les respondió en latín, “Nocte dieque incubando”, que significa en español: “Pensando en ello día y noche”.

El acto de Creación por Dios del Hombre, fresco de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.
Crear es a la vez un dar y un retirarse.

No hay comentarios: