Vivimos… ¿dónde?
En el espaciotiempo. ¿Dónde si no?
Pero el espaciotiempo no es infinitamente viejo. El consenso de los cosmólogos es que empezó hace algunos miles de millones de años, cuando el big-bang. Si bien se trata de una cantidad de tiempo grandísima para nosotros, sigue siendo finita.
¿Hay algo más?
Tiene que haberlo. El espaciotiempo, al que también llamamos Universo, no pudo surgir de la nada. Pero ese algo más es inconcebible para nosotros, porque no es espaciotemporal.
Aunque no podamos imaginarlo sí podemos darle un nombre, esa es precisamente la fuerza invencible de los humanos, la de la palabra. Además, ese nombre que le demos no será sino un hueco que le haremos en nuestra mente a ese misterio que no podemos concebir.
Muchos lo han nombrado ESPÍRITU. Yo estoy con ellos. Aunque, si somos todo lo humildes que debemos, no es el sustantivo lo que mejor se le adecua. Mejor nombrarlo LO ESPIRITUAL.
Sería frívolo por mi parte entrar ahora en disquisiciones metafísicas, para las que no estoy preparado. Me basta con poder nombrar eso que me es imposible concebir, pero que sé que es el fundamento de todo lo que existe.
Y ahora viene lo que, para un pobre hombre como yo, sería la gran pregunta: lo espiritual, ¿empapa, acompaña, sombrea, refresca, estructura, a lo espaciotemporal que hay en nosotros?
Yo creo que sí, que tiene que ser así, que de ninguna manera podría ser de ninguna otra forma.
Y esta creencia me turba a la vez que me da mucho consuelo.
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