viernes, 10 de julio de 2015

"Laudato si" o el cuidado de nuestra casa común.

Dicen los entendidos que este documento es el primero en que una autoridad política planetaria afirma solemnemente la realidad del cambio climático y pormenoriza sus posibles consecuencias, urgiendo a la búsqueda de soluciones. Eso le da ya un enorme valor. Pero además pone a la iglesia católica en la vanguardia de una comprensión ecológica de los problemas de nuestro planeta.

Un Papa católico romano como Francisco es más que un líder político una autoridad religiosa. Por eso Laudato si tiene que verse ante todo como un documento religioso. En el que el Papa Francisco va desde la constatación del cambio climático hasta la urgencia por desarrollar un nuevo humanismo  que entronque finalmente con una visión religiosa del mundo en que vivimos.

La encíclica es un documento muy  interesante, escrito en el lenguaje de nuestro tiempo, que puede leerse con facilidad y descargarse gratuitamente en la página web del Vaticano.

En el Capítulo I,  el Papa Francisco enumera los grandes problemas ambientales de origen antrópico: cambio climático, escasez de agua dulce y pérdida de la biodiversidad, pero los une a otros que perteneciendo a la misma familia no son tan evidentes para nosotros: deterioro de la calidad de la vida humana, degradación social y desigualdad planetaria.

El Capítulo II hace un repaso de las Escrituras, para situar al hombre en el seno del Universo, no frente a él, como simple etapa de una  Creación inacabada, en una perspectiva muy parecida a la de Teilhard de Chardin (ver la entrada de este blog: “Pierre Teilhard de Chardin S.I., un hombre puente”).

El capítulo III me parece el más importante desde una perspectiva doctrinal. El Papa Francisco habla para todos los humanos, sean cuales sean sus creencias. Analiza las raíces humanas de la crisis ecológica. Acusa a un antropocentrismo moderno desequilibrado de origen, en cuanto a que se basa en una razón instrumental en la que se asienta un paradigma tecnológico que solo cree en el progreso técnico ilimitado. Aquí el pensamiento de Francisco se engrana con el de muchos otros que no son necesariamente creyentes, empezando por Habermas y con él toda la Escuela de Francfort, siguiendo por los críticos del capitalismo neoliberal imperante y del crecimiento económico a ultranza.

El capítulo IV es un reflejo del I, que desarrolla ahora la respuesta que los humanos deben dar a aquéllos grandes problemas ambientales. Propone un principio de acción de validez intercultural y planetaria, que consiste en el desarrollo de un ecologismo integral, que se preocupe no solo del cuidado del medio ambiente, sino de todo aquello relacionado con el cuidado de nuestra casa común. Este ecologismo tiene que empezar siendo ambiental, es decir, un ecologismo sensu stricto, pero además debe ser económico, social, cultural, de la vida cotidiana y, finalmente, intergeneracional, es decir, preocupado no solo por el presente, sino también por el futuro.

El capítulo V enumera modos de actuar no ya de los cristianos, sino de los humanos en general, a muchos niveles distintos, ejemplificando lo que puede hacerse y cómo.

Finalmente, el capítulo VI desarrolla los aspectos más estrictamente religiosos de la encíclica. Pone el énfasis en la importancia de una educación religiosa que enseñe cómo los humanos somos parte indisoluble de una Creación inacabada, a la que nos debemos. Y en la necesidad de una espiritualidad cristiana que nos acerque a esa Creación con un hálito contemplativo, respetuoso y enamorado, como era el de San Francisco.

En fin, he tenido la osadía de hacer este resumen para contribuir a la divulgación de un documento que me parece iluminante y trascendente para cualquier humano de nuestro tiempo.


Animando así a su lectura.


El Greco (1607).- La visión de San Francisco.- Hospital de Mujeres, Cádiz.

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