Dicen los entendidos que este documento es el primero en que una autoridad política planetaria afirma
solemnemente la realidad del cambio climático y pormenoriza sus posibles
consecuencias, urgiendo a la búsqueda de soluciones. Eso le da ya un enorme
valor. Pero además pone a la iglesia católica en la vanguardia de una
comprensión ecológica de los problemas de nuestro planeta.
Un Papa católico romano como Francisco es más que un líder político
una autoridad religiosa. Por eso Laudato
si tiene que verse ante todo como un documento religioso. En el que el Papa
Francisco va desde la constatación del cambio climático hasta la urgencia por
desarrollar un nuevo humanismo que
entronque finalmente con una visión religiosa del mundo en que vivimos.
La encíclica es un documento muy interesante, escrito en el lenguaje de nuestro
tiempo, que puede leerse con facilidad y descargarse gratuitamente en la página
web del Vaticano.
En el Capítulo I, el
Papa Francisco enumera los grandes problemas ambientales de origen antrópico:
cambio climático, escasez de agua dulce y pérdida de la biodiversidad, pero los
une a otros que perteneciendo a la misma familia no son tan evidentes para nosotros:
deterioro de la calidad de la vida humana, degradación social y desigualdad
planetaria.
El Capítulo II hace un repaso de las Escrituras, para situar
al hombre en el seno del Universo, no frente a él, como simple etapa de una Creación inacabada, en una perspectiva muy
parecida a la de Teilhard de Chardin (ver la entrada de este blog: “Pierre
Teilhard de Chardin S.I., un hombre puente”).
El capítulo III me parece el más importante desde una
perspectiva doctrinal. El Papa Francisco habla para todos los humanos, sean cuales sean
sus creencias. Analiza las raíces humanas de la crisis ecológica. Acusa a un
antropocentrismo moderno desequilibrado de origen, en cuanto a que se basa en
una razón instrumental en la que se asienta un paradigma tecnológico que solo
cree en el progreso técnico ilimitado. Aquí el pensamiento de Francisco se
engrana con el de muchos otros que no son necesariamente creyentes, empezando
por Habermas y con él toda la Escuela de Francfort, siguiendo por los críticos
del capitalismo neoliberal imperante y del crecimiento económico a ultranza.
El capítulo IV es un reflejo del I, que desarrolla ahora la
respuesta que los humanos deben dar a aquéllos grandes problemas ambientales.
Propone un principio de acción de validez intercultural y planetaria, que
consiste en el desarrollo de un ecologismo integral, que se preocupe no solo
del cuidado del medio ambiente, sino de todo aquello relacionado con el cuidado
de nuestra casa común. Este ecologismo tiene que empezar siendo ambiental, es
decir, un ecologismo sensu stricto,
pero además debe ser económico, social, cultural, de la vida cotidiana y,
finalmente, intergeneracional, es decir, preocupado no solo por el presente, sino también por el futuro.
El capítulo V enumera modos de actuar no ya de los
cristianos, sino de los humanos en general, a muchos niveles distintos,
ejemplificando lo que puede hacerse y cómo.
Finalmente, el capítulo VI desarrolla los aspectos más
estrictamente religiosos de la encíclica. Pone el énfasis en la importancia de
una educación religiosa que enseñe cómo los humanos somos parte indisoluble de
una Creación inacabada, a la que nos debemos. Y en la necesidad de una
espiritualidad cristiana que nos acerque a esa Creación con un hálito
contemplativo, respetuoso y enamorado, como era el de San Francisco.
En fin, he tenido la osadía de hacer este resumen para
contribuir a la divulgación de un documento que me parece iluminante y
trascendente para cualquier humano de nuestro tiempo.
Animando así a su lectura.
El Greco (1607).- La visión de San Francisco.- Hospital de Mujeres, Cádiz. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario