Κρίσις es una
hermosa palabra griega que define bien la situación que se vive actualmente en
Europa. Una crisis es un momento de
ruptura de una trayectoria, la cual se escinde en alternativas contrarias y
obliga por tanto a decidirse por alguna de ellas. La crisis, por su propia
naturaleza, es efímera y tiene finalmente que resolverse. Es ruptura pero
también es decisión, elección final. Es guerra que inevitablemente termina en
paz, a no ser que se configure como el primer capítulo de una guerra más
grande.
Los movimientos de Europa no son sino una parte de los
movimientos del Mundo. Éste es el mar, Europa nada más que una zona del mismo,
un conjunto de olas. Esta crisis europea se veía venir. Empezó siendo una
crisis USA, consecuencia directa de la
catástrofe financiera que explotó el año 2008 en Wall Street. Lehman Brothers
cayó entonces con estruendos paquidérmicos, pero muchos grandes bancos europeos
(alemanes, franceses, ingleses) se quedaron, literalmente, con el culo al aire.
Teniendo grandes sobrantes de capital desde años anteriores, habían venido invirtiendo mucho en activos tóxicos (subprime, etc) cocinados
en Wall Street, que de la noche a la mañana quedaron convertidos en caca. Las
pérdidas fueron enormes. Estos mismos grandes bancos europeos estaban invirtiendo
también en la Eurozona, donde la existencia del Euro, moneda común exenta de
riesgos de cambio, ofrecía oportunidades de negocio que parecían seguras.
Excedentes de capital de los países más
ricos, empezando por Alemania, se habían venido ofreciendo como crédito a los
países más necesitados de la Eurozona, que eran casi todos mediterráneos. Se
trataba de créditos de bancos a bancos,
no ayuda de estados a estados, de manera que antes o después habría que
devolverlos. En España esta catarata de créditos baratos había activado
extraordinariamente la construcción y el negocio inmobiliario. Pero cuando
llegó la crisis financiera global, lo que era un boom se convirtió en una burbuja, que finalmente estalló. Muchas
empresas grandes y pequeñas del sector inmobiliario quebraron, el paro aumentó
notablemente, una parte del sector financiero, la banca pública, formada por
las Cajas de Ahorro, controladas y mal administradas por los políticos, no
podía devolver sus préstamos a los bancos extranjeros y corría serio riesgo de
quebrar. La otra parte del sector financiero, la banca privada, que también
había participado en la locura inmobiliaria, aunque con mejor gestión, estaba
asimismo tocada. Diablos, había que hacer algo, y pronto.
Ante la magnitud de la crisis financiera global, los bancos
centrales empezaron a tomar decisiones. Los de USA y Gran Bretaña eligieron una
política de crear dinero e inyectarlo en sus sistemas financieros. De este modo
empezaron a salir de la crisis, aunque la Libra experimentó una devaluación
profunda.
Pero la Eurozona tuvo miedo. El Banco Central Europeo adoptó
una política timorata. Creo que la causa fundamental estuvo en que los alemanes, asustados, la
impusieron. Se tomó la decisión de que “cada palo aguante su vela”, lo que
significa que cada país deudor tendría que resolver por su cuenta sus propios
problemas de deuda. Mutualizando (convirtiendo en pública) la deuda privada de
sus bancos, y emitiendo su propia deuda soberana que ofrecería a unos mercados
financieros globales donde, por la propia lógica de éstos, no encontraría ni un
ápice de solidaridad. El resultado fue una tremenda crisis financiera en los
países más débiles de la Eurozona: Irlanda y los países mediterráneos.
En los durísimos momentos iniciales la única solución
disponible por estos países endeudados fue lo que se ha llamado “devaluación
interna”, que consiste en apretarse el cinturón, o mejor, apretarle el cinturón
a las clases trabajadoras mediante reducción de salarios y a las clases medias
mediante aumento de impuestos. Esto fue lo que se hizo mediante el rescate por
el FMI en Irlanda y Portugal y mediante unas medidas de austeridad que no
llegaron a ser rescate en España. Grecia
también fue sometida a un rescate, pero su situación financiera y social era
tan débil que se quebraba la capacidad de resistencia de las clases medias y
trabajadoras afectadas. Y esto fue lo que pasó: Grecia no pudo resistir el
envite, hubo elecciones y un gobierno de izquierdas se negó a aceptar las
condiciones que quería imponer la troika: la crisis del Euro apareció. En ella estamos.
¿Es justo echarle a Alemania toda la culpa de lo que está
pasando?
Sin duda que no. Llevamos muchos más años de construcción de la
Unión Europea (desde 1957, España desde 1986) que de la Eurozona (desde 2002). Protagonista principal de aquélla ha sido la
generosidad de Alemania. Por poner un ejemplo cercano, España ha sufrido una
profundísima transformación socioeconómica gracias a la solidaridad de la Unión
Europea, y dentro de ella, a la generosidad financiera de los alemanes.
A lo que se han negado después los alemanes es a cargar
también con los riesgos y dificultades sobrevenidos como consecuencia de la
crisis financiera global en su repercusión en la Eurozona. ¿Podrían haber sido algo más flexibles?
Seguro que sí. De hecho se han ido flexibilizando poco a poco, permitiendo que
el Banco Central Europeo prestara primero generosamente a la banca privada de
los países endeudados, y pusiera después en práctica la compra de bonos soberanos
de éstos.
En cuanto a sus dimensiones financieras, Grecia no
representa casi nada respecto al conjunto de la Unión Europea. Hubiera sido
fácil encontrar soluciones de compromiso, de hecho todavía lo es.
Creo por ello que la causa principal de esta crisis de la
Eurozona (crisis del Euro, Grexit) está en la torpeza de los políticos y tecnócratas que la
han venido manejando. Tanto los que lo han hecho desde el lado de la Unión
Europea como desde el griego. Aquélla no debería haber permitido que la
negociación la llevara a cabo una troika en la que estaban demasiado
abiertamente representados los poderes financieros (FMI y BCE), también debería
haber mostrado más liderazgo, evitándole (quizá prohibiéndole) a los alemanes
exponerse delante del marrón. Los griegos deberían haber evitado radicalizarse
en posiciones numantinas, probablemente
les faltaba experiencia y eran demasiado de izquierdas.
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Pero no debemos aislar la crisis
griega del contexto global en el que está teniendo lugar. Todo lo que está
sucediendo allí será en su día parte de una historia mucho más compleja, la
historia de Europa, de Eurasia y del Mundo, que empezaron mucho antes de que
saltara la chispa entre Atenas y la Eurozona, y terminarán mucho después.
De la Prensa internacional que yo
he seguido, la que mejor cobertura le ha dado al tema ha sido el Guardian
británico. Su editor económico, Larry Elliot, publicó el 28 de junio un
artículo al que tituló “La crisis griega podría ser un momento Sarajevo para la
Eurozona”. Recordemos que el asesinato de los archiduques austríacos Francisco
José y su esposa Sofía el 28 de junio de 1914 en Sarajevo fue el disparador de
la I Guerra Mundial, la cual consistió en el choque entre imperios que se
estorbaban geográficamente: el Británico de alcance planetario, el Francés en
Africa, el Alemán en Centroeuropa, el Austrohúngaro en los Balcanes, el Turco
en el Mediterráneo y el Ruso en el Báltico y Asia Central. Una guerra terrible
que fue ganada finalmente por el Imperio Británico y de la que emergieron como
potencias con vocación planetaria USA y la URSS.
28 junio 1914.- El anarquista Gavrilo Princip dispara contra los archiduques en Sarajevo (Tomado de www.infovilag.hu) |
Después, a lo largo del siglo XX,
han venido encadenándose muchos procesos. La Gran Depresión de 1929 fue la primera
crisis capitalista que no se derivó de desequilibrios entre oferta y demanda,
sino de la pura especulación financiera. Trajo como consecuencias el
hundimiento socioeconómico alemán y la consolidación del comunismo estalinista.
Enseguida llegó el nazismo, responsable directo de la II Guerra Mundial, la
cual no acabó con la derrota del Eje en 1945, sino que se continuó en una
Guerra Fría que lo fue tal por la amenaza nuclear omnipresente, pero que
floreció en muchas guerras calientes menos globales, como el conflicto
israelopalestino, la guerra de Corea, la de Vietnam, etc.
El final del siglo XX vino
marcado por un acontecimiento de naturaleza casi tectónica, la implosión y hundimiento del Comunismo Soviético, que trajo como consecuencia la liberación
de toda la Europa Oriental y con ella la reunificación de Alemania, el crecimiento
casi imparable de la Unión Europea por el Este (Eslovenia, Eslovaquia, Chequia,
Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Bulgaria, Rumanía) y el
desplazamiento de los intereses de una Gran Alemania desde el Mediterráneo
hacia esta Mitteleurope que
constituye su hinterland natural.
Quizá como consecuencia de todo
ello, el viejo proyecto de Unión Paneuropea sufrió un parón y se quedó en el
Proyecto Euro, ante cuyo riesgo de fracaso, anunciado por muchos, estamos
ahora.
¿Qué más puede venir, qué otro
cataclismo puede caérsenos encima?
Si Grecia sale finalmente del
Euro, será éste mismo quien se verá gravemente herido. No por el peso de Grecia
en sí, sino porque se habrá abierto una puerta por la que podrán ir
saliendo otros, empezando por España, pero llegando hasta Italia e incluso
Francia, lo que sería la muerte de la Unión Europea.
Y Europa, sin una firme Unión
Europea, podría terminar balcanizada, no mañana o pasado, sino a lo largo del
siglo XXI.
Quizá el problema más acuciante
de esta Europa del futuro es el demográfico. Europa envejece, pero para
sobrevivir como tal tiene que ser capaz de estabilizar su población, una
población de europeos, no de inmigrantes con culturas totalmente extrañas, en todo caso con inmigrantes plenamente asimilados a los ideales y modos de vida europeos.
Una Europa decadente nacida de su fracaso político y demográfico estaría probablemente dividida a su vez en dos: la Europa nórdica, liderada por Alemania, envejecida y
queriendo permanecer neutral ante los nuevos imperios del mundo; y la Europa
mediterránea, liderada por Francia y empeñada en largas guerras contra un
islamismo belicista que la ataca desde el Sur.
Todo esto en un marco global en el que los problemas serían el
calentamiento global y sus efectos sobre unas economías gestionadas por un
tardocapitalismo corto de miras.
¡Diablos, menudo panorama! Bien
posible, por cierto, no creo haber abusado de lo imaginativo.
Es por todo ello que, finalmente,
me siento optimista. Creo que la crisis griega será el comienzo de una nueva
etapa de construcción y consolidación del sueño paneuropeo. Necesitamos para
ello menos mandarines y más líderes, menos financieros y más poetas, menos
viejos y más jóvenes. Y más, muchísima más Europa.
Pues Europa, toda entera, sigue siendo una parte del mundo maravillosa
y a todos los europeos nos valdrá muchísimo la pena de seguir luchando
por ella.
Vaso griego del 480 AC que representa el rapto (la seducción) de Europa por Zeus convertido en un hermoso toro blanco (Museo de Tarquinia) |
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