lunes, 10 de agosto de 2015

Mi FBI

¿Quién no tiene un lema?

Bueno, quizá haya muchos que no lo tengan, sobre todo entre los jóvenes y la gente que vive apresuradamente en las ciudades, rodeada de innumerables estímulos artificiales que no la dejan mirarse hacia dentro.

Pero ¿qué entiendo yo por un lema? Una regla de vida resumida en muy pocas palabras, una aspiración o un mandato moral. Por ejemplo "no matarás" o "nunca traicionaré a un amigo" o "mi familia está por encima de todo" o esos otros que recoge el refranero, como "ande yo caliente y ríase la gente", "dame pan y dime tonto", incluso algunos que son una síntesis de la postura ante una vida incierta, como el popular "suerte, vista y al toro".

Lo que almacenamos en nuestras memorias más profundas no es un solo lema, sino toda una colección de ellos, una biblioteca moral de la que afloramos aquel lema que unas circunstancias concretas nos demandan. Esta biblioteca moral se forma en buena parte durante la niñez, el período educativo de la persona, pero no deja de renovarse y enriquecerse a lo largo de toda la vida.

Los lemas no deben confundirse con los mantras de las religiones orientales o las jaculatorias del cristianismo, que son invocaciones cortas a poderes superiores en busca de ayuda o en señal de lealtad. Un lema, más que una petición es un mandamiento, una regla moral.

Digo todo esto como explicación del lema que a mí, desde lo más hondo de mis honduras, me ha aflorado últimamente. Está formado por tres sustantivos enlazados por comas,  los cuales representan las cualidades que yo querría tener ahora, integrándolas en una sola, manifestación común del talante moral con el que me gustaría enfrentar esta etapa de mi vida. Mi lema dice así:

FUERZA, BONDAD, INTEGRIDAD

Lo concebí confusamente en una noche de insomnio. Intento recordarlo todas las noches antes de dormir, cuando hago un fugaz examen de lo que ha sido mi día. También lo traigo a la conciencia cuando me enfrento con decisiones morales, lo que es mucho más frecuente de lo que suponemos, pues hay todo un rosario cotidiano de situaciones minúsculas que nos parecen intrascendentes pero requieren coraje moral, elección entre soluciones que se contradicen.

Pues bien, los primeros días de uso de este lema no acababa de recordarlo en su totalidad. Hasta que encontré una regla nemotécnica facilísima que me permitirá recordarlo siempre.

FBI

FBI, Federal Bureau of Investigation, el del sombrío John Edgar Hoover y tantos agentes heroicos de las sagas cinematográficas de Hollywood. Mi protector, mi aspiración moral, mi defensor contra mis propias mafias internas.

FUERZA para mantenerme en pie ante los avatares de la vida, para no pararme.
BONDAD para que en mis juicios y decisiones pese un poco más la misericordia que la equidad.
INTEGRIDAD para que no haya partes de mí que tomen decisiones por su cuenta, sino que todo yo asuma todo lo que cada parte de mí decide.

No está mal. Es un buen lema, una aspiración que aunque quede lejanísima de lo que yo realmente soy, me marca como una montaña lejana la dirección del mejor camino posible.

Nada menos que eso.

FBI.


3 comentarios:

Paola Arciniegas dijo...

Me gusta mucho la ídea de tener un lema. El suyo està excelente Olo.
Respecto a: "BONDAD para que en mis juicios y decisiones pese un poco más la misericordia que la equidad." Es lo ideal siempre y cuando no se esté en el caso de juzgar entre dos personas por ej una poderosa y otra humilde, y uno se incline a juzgar a favor del humilde por "misericordia"... Ahí debe primar la equidad, eso en el derecho humano. En el derecho Divino el Mandamiento es No hacer acepción de personas...

Me quedó pensando en mi lema...

olo dijo...

Nada más arriesgado que verse en la tesitura personal de tener que juzgar entre dos personas. Tienes razón en tu observación. Sin embargo… en mi lema la equidad es siempre una aspiración, un deber moral… pero a la vez es como el filo de una navaja, difícil equilibrarse sobre él sin caer a uno u otro lado, el de la misericordia (Diccionario RAE: “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos”) o el de la severidad (Diccionario RAE: “severo, a: riguroso, áspero, duro en el trato o el castigo). Para evitar resbalar en la severidad desde la equidad aspiro a mantenerme suficientemente dentro del lado de la misericordia. Es el dilema aquél que se le atribuyó a Goethe, “prefiero la injusticia al desorden”, pero al revés, "prefiero un poco de desorden para no caer en la injusticia". La misericordia implica aceptar ese poco de desorden, el suficiente para estar seguro de que no se resbala uno de la equidad por el lado de la severidad. Este desorden es, en definitiva, tolerancia. Que el filo del cuchillo de la equidad no esté afilado en exceso, porque podemos cortarnos. Ser generoso a la hora de juzgar a otros.

Paola Arciniegas dijo...

No sabía de esa cita de Goethe... Y el reverso que la da ud. apreciado Olo, que por cierto me hizo recordar una frase que le gusta mucho a mi madre... Y que es también de Goethe: «la ley es poderosa, pero más poderosa es la necesidad»

Aún no doy con mi lema :)