lunes, 12 de octubre de 2015

En el PRESENTE está toda nuestra vida


Este reloj me ha llegado de 
alguno de mis tatarabuelos.
Ha dado fé de los tiempos de
vida de varias generaciones
 de mi familia.
Uno de mis personajes inventados, Berta, se gana la vida aplicando la geometría a la resolución de problemas estratégicos de los grandes: empresas, cofradías, ejércitos, partidos políticos, gobiernos, en fin, gente con poder que por eso se ve con un futuro por delante.

Trabaja en una habitación muy especial, una extraña cámara anecoica doblada en jaula de Faraday que la aisla de todas las perturbaciones e influencias exteriores, también de aquéllas, las más peligrosas, de las que no se es consciente.

Hoy se siente muy confusa, no consigue concentrarse en el problema que debiera ocuparla. Su corazón y su cerebro, sus fuerzas todas y su alma entera, vuelan muy lejos de allí. Su inquietud le molesta muchísimo, se percibe débil, lejos de la lucidez que habitualmente da seguridad a su vida. ¿Por qué, por qué? Le molesta no encontrar unas relaciones causales, no poder remontarse desde los síntomas que percibe hasta las razones profundas, ojalá que finales, últimas, de los fenómenos que la hacen sentir su sillón anecoico, por así expresarlo, como un potro de tortura.

Busca modelos geométricos que la ayuden a representarse su problema en el espacio. Pero no da con ellos. Cierra los ojos y enseguida la oscuridad de su nervio óptico se puebla de miles de estrellitas fugaces, esas que una ve cuando además aprieta los músculos de sus párpados. Las estrellitas que Berta ve no son sino puntos de luz, fugaces y mínimos, tanto así que no tienen entidad espacial, carecen de estructura interna, no son sino  quantos de luz en el tiempo… ¡mejor expresado!, no son sino tiempo iluminado, ¡quantos de tiempo!

Berta, excitada, se incorpora, abandona el sillón y empieza a dar paseos cortos de una a otra pared de la habitación. Tiene la sensación de que ha hecho un descubrimiento importante. Sí, un descubrimiento, que siendo una intuición, pues todo descubrimiento no puede empezar sino como una intuición, se le presenta con la solidez que la acumulación de miles de razonamientos brillantes jamás sería capaz de darle.

Lo que ha intuido es que no solo el espacio, también el tiempo, y se refiere al espacio y al tiempo reales, esos que definen o delimitan lo que está fuera de nuestros cerebros, es decir, el mundo real, pues bien, no solo el espacio, sino también el tiempo tiene una naturaleza particulada.

¡Diablos!, ahora le parece tan claro… El tiempo no puede ser un continuum, si lo fuera seríamos incapaces de medirlo con precisión. El verdadero tiempo es particulado… Es el tiempo de las oscilaciones del cuarzo o la desintegración de los núcleos atómicos… ¡Claro que sí!... Y el tiempo de los balanceos de los péndulos, tic tac, tic tac… el tiempo de los latidos del corazón…

Siente ahora Berta el vacío que puede convertirse en vértigo y que sigue inevitablemente a toda iluminación potente, pues la que ella acaba de tener lo es. Está hambrienta. Baja corriendo hasta una cafetería donde moja con ansia un donut en un tazón de humeante café con leche. Si el tiempo es particulado, piensa porque no puede dejar de hacerlo, el presente existe. El presente ya no es una entelequia, una frontera inexistente por fugaz, entre el pasado y el futuro. Es, por el contrario, nuestra realidad más real, lo que somos, donde existimos.

Desde esta perspectiva iluminada, Berta se da cuenta de que el pasado y el futuro no son los componentes únicos de nuestro tiempo, los que nos esclavizaban con los remordimientos de lo que pasó o los miedos a lo que pasará. Bien al contrario, pasado y futuro no son sino los almacenes donde nosotros/lo que somos/nuestro presente guarda los recuerdos y las visiones para usarlos cuando le haga falta.

Sí, presente es lo que somos. Descubrirlo nos libera. Una vida palpitante, pensante y sentiente, eso es lo que en nuestro presente pendular, en nuestro particular reloj del tiempo, somos.

Desde que nacemos hasta que morimos, un quanto humano de presente, ininterrumpido, eso es lo que cada uno de nosotros es.

Por eso somos, más que materia de carne y hueso, más que mente, alma o espíritu, TIEMPO. Un pedazo, un quanto indivisible, de tiempo presente. Que es nuestra vida, eso es lo que somos. En cada intervalo del tiempo pendular que miden los relojes, en cada uno de sus instantes, está presente toda nuestra vida. Verlo así tiene unas consecuencias revolucionarias, eso es lo que Berta, que ya se había lanzado a la calle y paseaba ferozmente por una de las anchas aceras de la Quinta Avenida, iba pensando.

En cada instante, en cada latido de nuestro corazón, está presente toda nuestra vida

1 comentario:

Paola Arciniegas dijo...

Me gustó eso de el tiempo y los latidos del corazón. De algún modo se puede volver atrás corrigiéndonos...Este tema de tiempo & espacio, siempre me ha inquietado mucho, Olo.