viernes, 23 de octubre de 2015

Chiloé y Sísifo

Mi segundo día de nuevo en Chiloé. Ocupado en poner a punto los mil pequeños detalles que hacen la vida más llevadera.

Mis sensaciones en este rencuentro después de un año difícil han sido las mismas de siempre. En comparación con los ritmos frenéticos de una Europa que a veces parece querer huir de sí misma (quizá como yo, por cierto, o yo como ella), Chiloé no cambia o lo hace a un ritmo mucho más lento, menos destructivo. Creo que en esto radica una parte de su grandeza y su encanto para gente como yo. Ya que no cambia porque no sepa cómo, pocas veces he visto gente más resuelta e ingeniosa que el chilote de a pie, campesino o marinero, sino porque no siente la necesidad de hacerlo. En esto Chiloé es naturaleza antes que historia, y dados los rumbos que ha llevado y parece seguir llevando la historia, eso se agradece.

Hablando más concretamente, naturaleza pura es este Duhatao tan rural donde me encuentro ahora. Casi nada parece haber cambiado aquí, aunque todo el conjunto está sometido a la transformación profundísima, inacabable, que lo natural tiene. Pero se trata de un cambio al estilo del eterno retorno, que acontece a lo largo de un tiempo en espiral donde todo vuelve aproximadamente a su sitio, una y otra, una y otra, una y otra vez. En eso la naturaleza tiene al mar como modelo. Que está, en sus olas y sus corrientes, bajo sus vientos, en movimiento perpetuo e intensísimo, pero que parece no cambiar en nada.

Exactamente lo opuesto al Homo faber, a ese Homo sapiens var. tecnologicus que no deja de agitarse en la persecución de nuevos ideales, en la búsqueda del progreso y la salvación, para caer una y otra vez en el fracaso y la desgracia, como aquel Sísifo de los griegos que el gran Albert Camus puso en el centro de nuestro tiempo.

Ese humano moderno inasequible al desaliento me resulta a pesar de todos sus fracasos, también a pesar de todos sus éxitos, enternecedor y admirable. ¡Si solo fuera capaz de pensar dos veces las cosas antes de llevarlas a la práctica! En cualquier caso, de que ese humano heredero de Sísifo cambie, de que se convierta por fin en un verdadero animal pensante, respetuoso del eterno retorno sin renunciar a la búsqueda de la sabiduría y la justicia, más allá de la técnica y el poder, depende la salvación de todos.

Quizá yo me encuentre tan a gusto en la naturaleza chilota por todo lo que tiene de común con el mar, que ha sido siempre la última referencia de mis sueños. Lo que percibo en estos mis primeros días en Chiloé es que la verdadera naturaleza, como el mar, a la vez que bella y apacible, es muy dura. Pienso en todos mis vecinos animales, tan queridos. Mis amigos tiuques, Manchita Blanca, mi princesa pudú, los inalterables jotes, las elegantes y valientes gaviotas, los poderosos halcones peregrinos, muchos más, todos ellos. Están sometidos a unas leyes naturales implacables, que jamás contemplan la posibilidad de la piedad.

Los humanos, descarriados y mil veces equivocados, causantes de los mayores perjuicios y torpezas, sí conocen la piedad. Y la compasión. Y el arrepentimiento. Y el perdón.

En estos conocimientos y en su puesta en práctica radican nuestras últimas esperanzas, que son las del mundo entero.


Yo le agradezco a Chiloé la claridad con que me permite verlo así, identificando cuál es el verdadero problema de nuestro tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ostras, qué envidia, atra vez: otro año. Que lo disfrute.
Por la entrada se aprecia que acierta al agradecer a Chiloé: enhorabuena.