2015 ha sido para mí un año agitado
y lleno de incertidumbres. En enero me detectaron, recién vuelto a España desde
Chiloé, una ricketsiosis que resultó producida por Orientia tsutsugamushi, enfermedad bien conocida en Extremo
Oriente, donde causa la llamada fiebre de los matorrales, pero prácticamente
inexistente en el continente americano, donde solo se han detectado algunos
rarísimos casos precisamente en Chiloé. Aunque me curé pronto con su
antibiótico de referencia, la Doxiciclina, mi internista quiso que me hiciera
un Tac para verificar si quedaba algún daño interno. Y aquí vino la gran
sorpresa: se encontró un nódulo en el pulmón derecho que los patólogos
clasificaron como “tumor neuroendocrino de células grandes”, con malignidad
elevada, aunque la prognosis mejoraba porque el tamaño del nódulo era todavía
pequeño. Se procedió por ello a una resección inmediata del lóbulo inferior del
pulmón derecho y posterior tratamiento quimioterápico. En estas batallas estuve
metido hasta fines de agosto del 2015, cuando entré en un régimen de revisiones
periódicas que hasta ahora han sido cada trimestre.
Hace unos días he superado
con éxito la segunda revisión, pues ni radiográfica (TAC) ni bioquímicamente se
han encontrado en mi entero cuerpo rastros de malignidad. Mi oncólogo se ha
mostrado optimista; la próxima revisión trimestral solo será bioquímica. Si las
cosas siguen bien el régimen de las revisiones pasará a ser semestral, para
culminar en un alta definitiva cuando se cumplan tres años desde el comienzo
de la enfermedad.
Me detengo en contar todo esto porque
quiero ahondar un poco en esa coexistencia de lo causal con lo casual que
constituye el entramado básico de nuestras vidas.
En mi caso, lo causal ha estado independientemente
en cada uno de dos acontecimientos probados por la medicina: Orientia tsutsugamushi ha causado una infección tratable con
Doxiciclina y un pequeño nódulo pulmonar ha resultado ser un cáncer de pulmón. Y lo casual en la simultaneidad
con que estos dos fenómenos han hecho su aparición en mi cuerpo. Ambos son muy
poco frecuentes, pero además las infecciones por O. tsutsugamushi han sido estudiadas exhaustivamente en Extremo
Oriente y nunca han estado asociadas con efectos cancerígenos. Gracias a esta
simultaneidad, la infección por O.
tsutsugamushi, a través de la decisión también casual de mi internista de
hacer un TAC exploratorio, ha permitido una detección precoz del cáncer de
pulmón y aumentado así mucho las posibilidades de que, a través de la resección
pulmonar y la quimioterapia, aquél pueda ser erradicado definitivamente. Sabido
es que la peligrosidad del cáncer de pulmón arranca no solo de su malignidad,
sino de que no presenta síntomas detectables hasta que la enfermedad está muy
avanzada.
A mí esta rara combinación de
circunstancias me produjo asombro y un sentimiento de agradecimiento al Chiloé
mágico y legendario que está en el centro de mis afectos, por haberme enviado a
O. tsutsugamushi para avisarme a tiempo del cáncer que me amenazaba
(ver mi entrada en este blog del 26marzo2015, “Orientia tsutsugamushi”). Pero
creo que lo que me ha sucedido tiene un significado mucho más general, y es por
eso que me he decidido a escribir esta entrada de hoy.
Uno puede intentar reducir su
vida a una gran cantidad de cadenas causa-efecto, cada una de las cuales opera
independientemente. Formularé algunos ejemplos: mis genes (causa) determinan
muchos de mis trazos físicos y psíquicos (efecto); mis hábitos de vida (causa)
condicionan mi salud futura (efecto); la educación que he recibido (causa)
determina mi desarrollo profesional (efecto); etc, etc.
Pero la situación real es mucho
más compleja. Mi vida es una madeja enmarañada de muchísimas cadenas causales
diferentes, que no son independientes, sino que se entrecruzan, complementan,
refuerzan, neutralizan, inhiben y potencian de un sinnúmero de maneras
distintas. Así, mi salud futura (efecto) dependerá de interacciones complejas
entre mis genes (causa A) y mis hábitos de vida (causa B). Además, para
complicar más las cosas, muchas de las cadenas causales que soy capaz de
indentificar no son biunívocas, sino probabilísticas. Así, el hábito de fumar
más de un paquete de cigarrillos diario aumentará mucho mis probabilidades de
padecer cáncer de pulmón, pero muchos grandes fumadores morirán tranquilamente
de viejos en su cama, mientras que muchos no fumadores desarrollarán un cáncer de pulmón que
terminará matándolos.
Todas estas complicaciones
causales introducen la CASUALIDAD en mi vida. Lo casual es lo que sucede o acontece sin que se hagan patentes causas que lo determinen. Tiene tanta
importancia lo casual en la configuración que va adoptando esta vida mía que yo
podría verla como un camino cuyos grandes hitos o cambios de etapa han venido
marcados por casualidades: cómo conocí a la que terminaría siendo mi mujer;
cómo encontré mi primer trabajo, ése que le marcó a mi vida un rumbo decisivo;
qué enfermedades graves en mi entorno familiar influyeron decisivamente en mis
destinos; qué contratiempos accidentales fueron erosionando mis ilusiones
juveniles; cómo y por qué empecé a envejecer; todo eso y mucho más.
De manera que para recorrer de
una manera lo más satisfactoria posible el inevitablemente azaroso camino de mi
vida yo necesito de dos habilidades bien distintas:
1).- La habilidad REDUCCIONISTA,
que consiste, como propuso Descartes, en reducir un problema a sus partes
elementales e intentar comprender, independientemente, cada una de éstas.
2).- La habilidad HOLISTA, que
consiste en abarcar el problema en su totalidad. Lo dejó dicho Hegel: “la
verdad está en el todo”.
O lo que es lo mismo, yo debería
proponerme un lema de vida que podría formularse así: todo asunto sobre el que yo tenga que resolver debo considerarlo igual a la suma de las partes que veo en él y
algo más que no alcanzo a ver. Siempre existe ese algo más. Por eso los
niños, biológicamente dotados para aprender, tienen esa enorme capacidad de
asombro. Siempre puede ocurrir lo inesperado.
Para que, actuando así, yo sea
capaz de enfrentar mi vida con una
mezcla equilibrada de Reduccionismo y Holismo. Es decir: de análisis y
síntesis; ciencia y experiencia; técnica y sensibilidad; razón e intuición;
inteligencia e instinto; esfuerzo e inspiración.
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