Las pesadillas son tenebrosas y
están pobladas de monstruos, pero las peores son aquéllas en las que
el monstruo resultas ser tú mismo.
Eso me ha pasado a mí hace
algunas noches. Una pesadilla me hacía rememorar en sueños una escena de mi
vida que ya había olvidado. Pero lo maléfico estaba en que mi subconsciente me
presentaba esta historia de una forma diferente a como yo la había vivido y
recordado. Usando su poderosa inteligencia intuitiva, mi subconsciente mostraba
los hechos demostrando el egoísmo con que yo me había
comportado. Un egoísmo feroz por despiadado, sin excusa ni remedio,
intolerable, deprimente, humillante.
De aquí que yo me despertara con
un sentimiento de culpabilidad que estoy seguro va a acompañarme por mucho
tiempo.
El reconocerme como culpable no
me asusta, de hecho poco puede haber más humano, recordemos cómo Eva y Adán
dejan de ser criaturas paradisíacas y se vuelven personas cuando se reconocen
como culpables. Pero lo malo está en darme cuenta de que el daño que causé con
mi egoísmo es ya irreparable. Y concluir que si es irreparable, también debe
ser imperdonable. Y si es imperdonable, ¿cómo puedo liberarme yo de mi culpa?
Ante una situación así, la única
salida que cabe es confiar en la Misericordia. Si eres creyente como yo, se
trataría en última instancia de la Misericordia de Dios, que actuaría así como
el administrador general del perdón de todas nuestras faltas. Dios nos
perdonaría en nombre y representación de aquéllos a los que hemos hecho daño. Y
ese perdón vendría necesariamente acompañado por una gracia que nos concedería,
la del arrepentimiento, pero un arrepentimiento de verdad, profundo,
descarnado, permanente.
Y si no eres creyente, tendría
que tratarse de la Misericordia de los demás, empezando por los humanos, pero
también de la entera Naturaleza, hasta de todo el Universo. De la capacidad que
tiene todo eso que no es yo y que por eso está fuera de mí de olvidar lo malo
que yo he hecho.
En definitiva, esta Misericordia del mundo me dejaría a mí
solo para administrar mi culpa. Invitándome, a su manera, a un arrepentimiento
que tendría que ser positivo, optimista y generoso. Pagando mis viejas culpas impagables a
todas las muchas víctimas de otros que se cruzan cada día en mi camino.
Intentando ser, con todos y para todo, mejor persona.
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