En una situación como la mía, con una recidiva tumoral
detectada por un TAC y confirmada por un examen anatomopatológico de pequeñas
biopsias tomadas mediante una broncoscopia de la zona afectada, lo inmediato es
someterte a un PET-TAC que explore todo el cuerpo para la presencia de posibles metástasis.
A mí me lo hicieron hace unos días y es del PET-TAC, ese
robot increíblemente sofisticado, de lo que quiero escribir hoy.
TAC es una abreviatura para Tomografía Axial Computerizada. Y PET es la abreviatura
en inglés para Tomografía por Excitación de Positrones. El primer sustantivo, Tomografía, significa casi lo
mismo en ambos casos. El paciente, tendido en la camilla móvil que se ve
en la
foto proyectada hacia la izquierda, es introducido
poco a poco en el túnel circular de la derecha. En sendas circunferencias de
este círculo se disponen emisores y sensores que van generando cortes
circulares con imágenes de su cuerpo. En
el caso del TAC, emisor y sensor, opuestos en los extremos de un diámetro del
círculo en el que se centra el paciente, lo son de rayos X. De manera que al
desplazarse su cuerpo a lo largo del túnel, lo que se va obteniendo es una radiografía tridimensional con un gran detalle. En el caso del PET, la circunferencia
correspondiente contiene solo sensores, diametralmente opuestos, a los que
llegan fotones, es decir luz, de muy alta energía.
Lo curioso del PET es la fuente
que genera esta luz. Antes de iniciar el análisis, al paciente se le inyecta
una solución radiactiva y se le tiene una hora en reposo en una habitación
anexa, para que la sustancia radiactiva alcance a través del sistema
circulatorio todo su cuerpo. Esta sustancia es la 18 Fluoroglucosa (en adelante
18FG), un compuesto de Glucosa con Fluor18, que es un isótopo radiactivo del
Fluor. La 18FG entra en las células del cuerpo igual que la
glucosa, la cual es a su vez una fuente de energía indispensable para la vida
de la célula. Pero una vez dentro, la célula es incapaz de metabolizar la 18FG,
por lo que ésta se acumula. Un tumor en crecimiento está hambriento de vasos
sanguíneos que le lleven alimento y oxígeno, pero estos vasos van formándose
poco a poco por un mecanismo que se llama angiogénesis. Por eso el tumor, con
una falta crónica de oxigeno, tiene, en contraposición a los tejidos sanos del
cuerpo un metabolismo anaerobio, utilizando la glucosa por una vía fermentativa
que no requiere oxígeno pero que tiene por eso menor rendimiento energético.
Lo que significa que el tumor, para crecer, tiene que consumir mucha más glucosa
que una célula sana del cuerpo, por eso los mecanismos de transporte de glucosa
y 18FG al interior celular están potenciados. Pero como la 18FG no puede
metabolizarse por las células tumorales, la consecuencia es que éstas acumulan mucha más 18FG que las células sanas.
Y ahora viene la maravilla de las
maravillas. Resulta que el 18Fluor es un isótopo radiactivo de vida muy corta,
que se descompone a gran velocidad, tanta que su vida útil es de unos cuantos
días, de modo que tiene que transportarse en avión desde el ciclotrón que lo
produce hasta el punto de consumo. En el curso de la descomposición radiactiva del 18Fluor,
se produce un torrente de positrones. Estos son antielectrones, es decir,
partículas subatómicas idénticas a los electrones solo que con carga
positiva, parte por lo tanto de esa antimateria que nació junto con la materia
en el momento del bigbang y que la acompaña a todas partes, en minoría y sumida
en el misterio. Lo que sucede en los tejidos tumorales del paciente es que un
positrón, nacido de una molécula en descomposición radiactiva de la 18FG, choca
con un electrón de las células tumorales del paciente. Y de este choque
resultan dos fotones de alta energía que se propagan en direcciones opuestas y
son detectados por los sensores de fotones gamma diametralmente situados del
PET. Así se generan señales luminosas que perfilan claramente el volumen y la
forma de un tumor metastásico, detectándolo con gran precisión.
Toda esta maravillosa explicación
está siendo ya demasiado larga para la longitud que debe tener la entrada de un
blog. Pero con todo lo maravillosos que son los fundamentos científicos del
proceso de un PET, lo que lo hace tecnológicamente posible es el software que
analiza la inmensidad de datos adquiridos y los integra en una imagen fiable de
la realidad tumoral. El PET-TAC funciona como un
sofisticadísimo robot. Realiza una tarea complejísima, pero la única
intervención humana que necesita es la del enfermero que inyecta en el paciente
la solución radiactiva y el médico que interpreta la imagen integrada del
cuerpo del paciente, buscando y evaluando los focos de actividad tumoral.
He traído toda esta historia aquí
porque me ha hecho reflexionar mucho sobre los tiempos que estamos viviendo. El
PET-TAC es un buen ejemplo de la nueva revolución industrial en mitad de la
cual ya nos encontramos, que es una REVOLUCIÓN ROBÓTICA, apoyada en general en
los muchos avances de la tecnociencia y en particular en los desarrollos
espectaculares del hardware y el software.
Si analizamos la realidad que nos
rodea, sobre todo en las zonas más urbanas y tecnológicamente avanzadas de
nuestro planeta, encontramos muchos ejemplos más. Desde la aeronave intercontinental
que nos lleva de un extremo a otro del mundo en pocas horas, hasta los
generadores eólicos o fotovoltaicos de electricidad, pasando por nuestros
teléfonos celulares y nuestros ordenadores de sobremesa. Y es mucho más lo que
nos va a llegar pronto. En California he visto hace poco más de un año los
automóviles Tesla, que no necesitan la atención del conductor, circulando ya como fantasmas tan robotizados como seguros por
las gigantescas autopistas.
¿Qué significa todo esto? Ante
todo un cambio de época, nada menos, la entrada en un mundo en el que el
trabajo humano es mucho menos necesario y tiene que ser mucho más especializado
y a la vez sofisticado. La consecuencia inmediata es que en muchos países
avanzados mucha gente se está quedando sin trabajo. A la vez, como muchos
países atrasados están sometidos a las presiones terribles de la guerra y la
miseria, la presión inmigratoria sobre los países avanzados que favorece un alto nivel
de paro y una degradación continuada de los salarios, no hace sino crecer, en
un círculo vicioso que genera los muchos movimientos populistas que, desde
Trump hasta Maduro pasando por Le Pen y el español Podemos, cada uno con sus
matices más de izquierda o de derecha, estamos viviendo.
El futuro es impredecible. Yo
solo veo con claridad dos cosas, en mi opinión las únicas capaces de hacer posible la entrada
en una nueva época luminosa y liberadora, no solo para los humanos sino para la
Tierra entera.
La primera es una globalización radical de la conciencia moral
del mundo, sobre la base de la noviolencia.
La segunda, una revolución radical
en la educación, que deberá ser permanente y totalmente distinta a lo que ahora mismo
entendemos.
¿Será todo eso factible?
¿Por qué no, si ya es
pensable?
Además, lo que estamos viviendo no es nuevo. En mitad del S.
XIX se desarrollaba en Inglaterra con enorme dinamismo la primera revolución
industrial. El gran Charles Dickens fue testigo en sus novelas de las miserias
que acompañaron a aquella época luminosa. Mucha de la población rural había
emigrado a las grandes ciudades inglesas en busca de nuevas perspectivas. Lo
que encontró fue, en buena medida, explotación, trabajo descarnado de los
niños, hambre, miseria, desamparo. Hizo falta más de un siglo, dos guerras mundiales con decenas
de millones de muertos y un par de totalitarismos terribles, el de Hitler y el
de Stalin, para que las nuevas esperanzas tecnológicas se convirtieran en
avance social. Marx creyó ingenuamente que la revolución era un asunto
científico y tecnológico, inspirado quizá por los gigantescos éxitos
científicos de Newton y Darwin. Se equivocaba. El avance social es, en lo más
hondo de sí mismo, un problema moral.
1872.- Gustavo Doré.- Wentworth Street, Londres.- Museo Británico |
2 comentarios:
La tecnología es una maravilla para muchas cosas pero ante ciertos procedimientos soy francamente escéptica; desde que se requiere la aplicación de una substancia al organismo que puede ser peligrosa. No digo que no sean de mucha utilidad como las mismas radiografías y las biopsias pero tienen sus efectos adversos. A veces envidio la simplicidad con la que los indígenas de tiempos pasados se curaban con la naturaleza, con frutos silvestres, hierbas y ese tipo de cosas...
Querida Paola,
En los métodos tradicionales de curación hay al menos dos factores muy importantes: el primero es que los shamanes descubrieron empíricamente muchas plantas que contienen especies químicas con capacidades curativas más o menos específicas, de hecho los mismos principios activos, ahora caracterizados químicamente y estudiados médicamente, se usan en las modernas farmacopeas; el segundo está en las potencias psicoterápicas del cerebro humano, pues este cerebro, con todas sus capacidades mentales y a través del sistema nervioso, está íntimamente conectado con todo el cuerpo.
Yo tengo el máximo respeto por la curación tradicional, tal y como la practican las machis chilenas y otros shamanes a todo lo largo del ancho mundo. Creo que, efectivamente, es capaz de curar sin que tenga que intervenir la magia. Pero la medicina científica ha supuesto un progreso importante, que se manifiesta en al menos dos grandes hazañas: la disminución de la mortalidad infantil y el aumento de la duración de una vida digna para los viejos.
Desde los tiempos en que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, es propio de la condición humana rebelarse contra la Muerte, considerarla intolerable. Para ello los humanos han utilizado desde siempre dos armas, la Religión, que trascendía la Muerte, y la Medicina, que la posponía. En las culturas tradicionales, Religión y Medicina estaban integradas en los poderes del shaman. El mundo moderno, tan reduccionista, las ha separado. Más aún, en las sociedades avanzadas la Religión ha perdido mucha de su fuerza tradicional en favor de la Medicina. Este desequilibrio es, en mi opinión, una pérdida. Creo que los humanos deben luchar contra la Muerte y a la vez estar preparados para aceptarla. Lo que esto último significa es que la Muerte es nada más que una salida del espaciotiempo. Lo que nos espera a cada uno después de morir es un misterio imposible de desentrañar.
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