Judío ucraniano en el momento de ser asesinado |
Esa constatación del gran filósofo alemán ha adquirido toda su
plenitud en la segunda mitad del siglo XX. Que lo ha sido del hundimiento de la
última gran utopia, el
Comunismo, y del advenimiento de un capitalismo tardío en el que solo el crecimiento económico y el consumismo le dan sentido al transcurrir de la
vida colectiva. Los europeos hemos estado huyendo hacia delante y lo hemos
hecho apoyados en dos bastones, la tecnología
y el liberalismo. La primera ha sido la fuente de casi todas nuestras
esperanzas y además ha cambiado al mundo. El
liberalismo no solo ha inspirado ese tardocapitalismo que ahora parece entrar
en crisis, sino que, quizá sobre todo, ha puesto el énfasis en lo individual. Este individualismo ha abierto horizontes nuevos, nos ha permitido
recorrer espacios que nunca antes nos habíamos atrevido a hollar, ha
cambiado las costumbres, en particular respecto a nuestra visión de lo sexual, que ha dejado de ser un mecanismo de
supervivencia de la especie para convertirse en el factor más liberador y afirmativo del individuo humano, para quien las cuestiones de género han perdido casi toda su
importancia pasada.
¡Qué largo camino! En pocos años
no ya Europa, sino todo el Occidente y el mundo entero han cambiado
vertiginosamente. El cómo podría ser ese mundo en el
que estábamos entrando lo intuyeron antes que nadie algunos grandes escritores, como Joyce y Beckett. En
ellos, las palabras ya no son esclavas de ningún
mensaje, ellas mismas son el mensaje si es que hay alguno, ellas son un
aullido, un tarareo, un hablar incomprensible como en sueños, una frase sensata… todo eso a la vez. Las
palabras han dejado de ser un diálogo para convertirse en una
extraña música, una melodía cantada en idiomas desconocidos, que suena bien y sobre todo que apacigua o excita, sin pretender ir más lejos.
Como los
humanos necesitamos nombrar lo que nos rodea, a todas estas turbulencias del
pensamiento y el sentir de nuestro tiempo le dimos el nombre de Postmodernidad,
poniendo así de manifiesto que no sabíamos
de qué se trataba. Porque literalmente
significa lo que viene después de la Modernidad, es decir,
de ese período optimista de la historia que
arrancó con Newton y dio origen a la
revolución industrial, la fe en el
progreso y la proposición de grandes utopías. Así, sabemos que venimos después
de todo eso, pero también de su fracaso dramático en la II guerra mundial, por eso el prefijo "post" que le ponemos a la Modernidad significa un rechazo de ésta. Buscando nuestro futuro no hemos hecho hasta ahora sino huir de nuestro pasado. Quizá
es porque todavía estamos sobrecogidos por el
Absurdo que empapa nuestras vidas.
Pero tiene que llegar, forzosamente tiene que hacerlo, el momento en que veamos la suficiente luz para empezar a construir algo nuevo. Ese es, en definitiva, el sino de Sísifo, volver a cargar la pesada piedra de la esperanza cuesta arriba.
Tiziano (1548).- Sísifo |
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