Lucian Freud (1985) Doble retrato |
Esa soledad feroz, rabiosa, incurable, que descubres alguna
que otra vez en lo más hondo de tu paisaje interior, es como esas montañas
lejanas que solo se ven a veces, en días con cielos particularmente limpios de
polvos y humedades, pero que puede que estén allí, en el fondo de tu paisaje exterior, desde siempre.
De ese sentimiento radical de soledad solo puede librarte la
cercanía de los que de verdad te quieren, que nunca serán muchos, o el
desarrollo de acontecimientos que te distraigan de tu inevitable paseo
permanente por el interior de ti mismo. Por eso mucha gente busca una y otra
vez, a pesar de los batacazos, amores de verdad, y otra mucha se entrega a las
aventuras más peligrosas y emocionantes. Unos y otros huyen de esa soledad que
aspira siempre a reinar en el centro de ti mismo y que termina siempre,
queriendo o sin querer, asustándote como antesala de la muerte.
Pero los intentos de salvación desde el exterior, ya sea el amor o
la aventura, nunca te librarán de la angustia de vivir con esa soledad interior
a cuestas. Heidegger el filósofo fue un testigo de esta circunstancia; para él
era el futuro el tiempo fundamental, el más importante; pero en realidad,
pienso yo, el futuro no representaba más que un camino de huida.
Creo que no te queda otra salida que enfrentarte tú con tu soledad
interior, plantarle cara, atreverte a decirle “aquí me tienes, ¿qué pasa?” con
un poco de arrogancia, sin miedo. Quizá descubras entonces que esa soledad
interior que te aterraba no es sino lo central de ti mismo, el núcleo de tu personalidad.
Y que más que un vacío es un pozo sin fondo, tu pozo metafísico, que más que un
pozo es un puente, una misteriosa puerta que se abre a un ámbito en el que te
encuentras con todo lo que existe pero fuera del espaciotiempo. Incluso con Dios, si
crees en Él y lo reconoces como tal, o con una misteriosa Trascendencia
Absoluta, si no crees.
¿Sospechas que desvarío? Tengo que reconocer que yo nunca he
llegado a estar tan dentro de mi soledad interior, pero muchos místicos sí lo
han hecho (mi entrada en este blog “El pozo metafísico” 3 febrero2007). Teresa de
Jesús nos describió el camino que ella siguió para llegar hasta allí, en “Las
Moradas”, quizá la más profunda de sus obras. Atrévete a leerla.
Pero si, como yo, tú te sientes incapaz de llegar hasta allí,
reconoce al menos que tu soledad interior es una puerta, un puente, una llamada,
y no te asustes de ella.
Acepta tu soledad interior, cuando te invada tal que una
mala niebla, como una compañera.
No te angusties ni te turbes, no tengas miedo.
Escucha tu silencio.
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