Esta mañana se me ha aparecido como un fantasma antiguo la palabra candor. Dudo que los jóvenes de hoy la usen, hasta sospecho que muchos ni siquiera la conocen. Pese a todo es una palabra hermosa, sobradamente merecedora de no ser olvidada.
Enseguida me he acordado de Henri Rousseau, al que llamaron el Aduanero, aquel pintor francés de finales del XIX que reinventó la pintura naif, es decir, ingenua, candorosa.
Henri Rousseau.- El sueño (1910).- MOMA, New York |
"El Sueño" es quizá la obra maestra de Rousseau, la culminación de su arte, también la última que pintó, cuando tenía 66 años, poco antes de morir. Hombre de origen pobre y vida pobre, que no conoció sino un éxito parcial muy al final de sus días, al que muchos denostaron precisamente por lo naif de su obra, su carencia de perspectiva y de técnica, se mantuvo sin embargo siempre fiel a su estilo, sin ceder nada de sus ingenuas y a la vez extraordinarias pretensiones. La contemplación de una pintura como ésta te llena de un placer tranquilo, por su sencillez pero también por la riqueza armoniosa de sus colores y de sus formas botánicas y animales, tan sencillas y a la vez tan precisas.
La mujer, que es sin duda la protagonista del cuadro, ocupa sin embargo una posición lateral, hasta en esto es humilde el artista. Y es en ella donde el cuadro pone de manifiesto la esencia honesta del candor. Estando desnuda como la naturaleza a la que quiere introducirnos, no oculta sus dos largas y nada silvestres trenzas, ni mucho menos el hecho de que está tumbada en un sofá, lo más doméstico y urbano, lo menos campestre, que uno pueda imaginarse. Porque el candor es no solo luminoso e inmaculado, sino también, quizá sobre todo, honesto.
La palabra candor tiene un doble significado: ingenuidad, inocencia, por un lado, y extrema claridad, luz sin mancha, por otro. Representa pues aquello que la inocencia tiene de inmaculado. Desde esta perspectiva, parecería que solo podrían manifestarse como candorosos aquellos humanos que son todavía niños y que por su corta edad tienen en blanco el cuaderno de sus agravios, decepciones y fracasos.
Rousseau testimonia que no es así. Que en cualquier ser humano, joven o viejo, por magullado que esté su ánimo a causa de las heridas del tiempo, hay siempre un territorio interior donde puede habitarlo el candor.
Un candor éste del viejo que solo puede ser una mezcla de inocencia y honestidad, más pasivo que activo, puesto de manifiesto sobre todo en la mirada tranquila con la que ve todo lo que lo rodea.
1 comentario:
Voy a decir que la pintura no es de mis preferidas, pero en cambio la idea si que me gusta mucho. Y el candor... Que linda palabra tanto en la estructura como en el significado. Muchas veces me pregunté si el candor la inocencia, en fin todo lo que conlleva, es algo innato o es algo que se construye... Terminé por pensar que está allí, pero también hay que construirlo y reconstruirlo.
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