Vuelan los días en esta soledad
de mi Duhatao querido. Que tampoco es tan sola. Me acompañan desde hace ya unos
días los simpáticos tiuques, fieles a su cita para compartir mi pan. También me
acompañan el viento y la luna, y el sol en estos días que lo están siendo de
escasa lluvia. Siempre, por supuesto, el mar. Pero todavía no he conseguido ver
ningún pudú, solo un picaflor lejano, pocos pájaros. Tan pocos que esta tarde
que me ha acompañado un tordo en mi paseo por un estrecho sendero entre
árboles, he llegado a pensar si no sería un brujo. ¡Embrujos de Chiloé!
Las comunicaciones por Internet
están siendo fatales, peores quizá que nunca. Esto, como casi todo en la vida,
es bueno y malo. Bueno porque te libera de esa falsa huida de la soledad que es
Internet para gente solitaria como yo. Malo porque te incomunica con la gente a
la que quieres. Bueno esto porque así te das cuenta de cuánto la
necesitas. Malo porque entenebrece esa
soledad que tánto has venido buscando.
Temo que el hecho de que ahora
todos los celulares tengan comunicación con Internet está trivializando y
masificando esta herramienta, provocando así esa saturación que a mí me deja, estando como estoy en los confines del mundo tecnificado, sin anchura de banda. Y lo temo a pesar de todo lo
bueno que Internet tiene, o quizá porque lo tiene todavía. Pero quizá no he
expresado lo que quiero decir. No es que la herramienta Internet se esté
trivializando, sino que nos está trivializando a nosotros. ¿Deshumanizándonos?
Probablemente. Claro que los jóvenes, principales víctimas potenciales,
difícilmente llegarán a darse cuenta. Y en cuanto a los viejos, aunque nos
demos cuenta si es que nos la damos difícilmente nos resistiremos a sus
encantos.
El caso es que mientras más nos
virtualicemos, y esto es lo que consigue la masificación de Internet, hacer más
virtuales nuestras vidas, darnos toda la información sin capacidad para buscarla,
elegirla y enjuiciarla, mientras más nos virtualicemos, digo, más cerca
estaremos de terminar como simples terminales de la gran megamáquina/telaraña. Lo
malo que esto significa es que terminará domesticándonos, a su manera. Como ha
hecho la tele.
Triste destino, por cierto.
1 comentario:
Me alegra saber que está de nuevo allí, Olo. Y de su compañía ni hablar... Que belleza! Hace días de este posteo. Ya habrá vuelto a reencontrarse con todos sus amados pájaros...
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