lunes, 2 de noviembre de 2015

Duhatao sin Internet

Vuelan los días en esta soledad de mi Duhatao querido. Que tampoco es tan sola. Me acompañan desde hace ya unos días los simpáticos tiuques, fieles a su cita para compartir mi pan. También me acompañan el viento y la luna, y el sol en estos días que lo están siendo de escasa lluvia. Siempre, por supuesto, el mar. Pero todavía no he conseguido ver ningún pudú, solo un picaflor lejano, pocos pájaros. Tan pocos que esta tarde que me ha acompañado un tordo en mi paseo por un estrecho sendero entre árboles, he llegado a pensar si no sería un brujo. ¡Embrujos de Chiloé!

Las comunicaciones por Internet están siendo fatales, peores quizá que nunca. Esto, como casi todo en la vida, es bueno y malo. Bueno porque te libera de esa falsa huida de la soledad que es Internet para gente solitaria como yo. Malo porque te incomunica con la gente a la que quieres. Bueno esto porque así te das cuenta de cuánto la necesitas.  Malo porque entenebrece esa soledad que tánto has venido buscando.

Temo que el hecho de que ahora todos los celulares tengan comunicación con Internet está trivializando y masificando esta herramienta, provocando así esa saturación que a mí me deja, estando como estoy en los confines del mundo tecnificado, sin anchura de banda. Y lo temo a pesar de todo lo bueno que Internet tiene, o quizá porque lo tiene todavía. Pero quizá no he expresado lo que quiero decir. No es que la herramienta Internet se esté trivializando, sino que nos está trivializando a nosotros. ¿Deshumanizándonos? Probablemente. Claro que los jóvenes, principales víctimas potenciales, difícilmente llegarán a darse cuenta. Y en cuanto a los viejos, aunque nos demos cuenta si es que nos la damos difícilmente nos resistiremos a sus encantos.

El caso es que mientras más nos virtualicemos, y esto es lo que consigue la masificación de Internet, hacer más virtuales nuestras vidas, darnos toda la información sin capacidad para buscarla, elegirla y enjuiciarla, mientras más nos virtualicemos, digo, más cerca estaremos de terminar como simples terminales de la gran megamáquina/telaraña. Lo malo que esto significa es que terminará domesticándonos, a su manera. Como ha hecho la tele.


Triste destino, por cierto.

1 comentario:

Paola Arciniegas dijo...

Me alegra saber que está de nuevo allí, Olo. Y de su compañía ni hablar... Que belleza! Hace días de este posteo. Ya habrá vuelto a reencontrarse con todos sus amados pájaros...