Aquellos dos jóvenes viejos apenas se habían visto, pero mantenían una intensa relación escrita, separados como estaban por una distancia oceánica y las aguas profundas.
La única regla que existía entre ellos era la de no mentirse nunca. Así iban compartiendo la palabra, aliviando el no tenerse con la esperanza de llegar a verse.
Su relación tenía la consistencia indestructible del viento, al que solo puede capturar la vela de un barco, que lo necesita para apoyar en él su avance. Eso hacían ellos, convirtiendo en acercamiento los pedazos de viento hechos palabra que cada uno iba soplando sobre la vela del otro. Que era también como soplar sobre una llama, avivándola. Como dar aliento.
Dos amigos.
2 comentarios:
Veo que tienes una vena poetico romantica que no conocia.
Tienes una cultura renacentista, lo tocas todo.
Rafael Ruiz
Gracias, Rafa. Heidegger pensaba que la única esperanza del hombre estaba en la palabra, y que la palabra más sincera estaba en la poesía. Nada menos.
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