domingo, 19 de agosto de 2012

Contra Heráclito


La sociedad humana, que hoy es solo una, se está apartando de la razón heraclitea. Esto, a lo largo de la historia, sucede raras veces y cuando lo hace es porque se aproxima una crisis global.

La razón heraclitea es la de la dialéctica de los contrarios. Tal y como funciona nuestro cerebro, nos es imposible concebir o conocer algo sin admitir la existencia obligada de su contrario. Así, los buenos son inconcebibles sin los malos, no puede haber amor entre dos personas sin que el desamor entre ellas sea también posible, la vida es impensable sin la muerte, la claridad sin la oscuridad, lo descubierto sin lo escondido, lo hermoso sin lo feo, lo bueno sin lo malo. Solo en el Dios de Heráclito, que es el Uno, y por el hecho de que lo es, no puede haber contradicción. Tampoco la hay en la totalidad del Universo creado por ese Dios, precisamente porque en ese Universo todos los pares de contrarios están presentes y se compensan dando una suma Cero. Lo que Heráclito puso de manifiesto para los griegos y el Occidente, exactamente lo mismo, lo puso el taoísmo para los orientales quizá un milenio antes, con el dualismo del Ying/Yang.

¿Por qué digo yo que nos está fallando ahora la razón heraclitea? Porque en muchos asuntos importantes estamos rechazando la dualidad de los contrarios, que es siempre disyuntiva, es decir, ligada a la conjunción “o”. Bueno o malo, amor o desamor, vivo o muerto, claro u oscuro, descubierto o escondido, hermoso o feo. Esta disyuntividad es excluyente, aunque compatible con las mezclas. Una persona puede ser hermosa en alguna de sus partes y fea en otras, o buena en esto y mala en aquello, o un caballo vivo en el corazón y muerto en las pezuñas. Pero lo que no es posible es que la dualidad de los contrarios sea copulativa, ligada a la conjunción “y”. Una persona, cuando considerada en su integridad, no puede ser simultáneamente buena y mala, ni viva y muerta. Un tesoro no puede estar a la vez descubierto y escondido. Etcétera.

Pero esto es precisamente lo que está pasando en muchos aspectos determinantes del devenir de nuestro mundo. Así, por poner algunos ejemplos importantes, en la China actual quieren coexistir el comunismo y el capitalismo, en Europa los alemanes parecen querer y no querer seguir en la Unión Europea, los españoles se sienten a la vez víctimas y estafadores de los alemanes, mientras que estos se sienten, también a la vez, víctimas y verdugos de los españoles. En el Mediterráneo árabe la OTAN acepta (Siria) y no acepta (Libia) la existencia de dictaduras genocidas. En Chile, el gobierno quiere hacer universal una educación superior de calidad pero a un coste que la sociedad chilena no puede pagar. Las grandes potencias del mundo conocen la verdad científica del cambio climático de origen antrópico y el alcance de sus consecuencias pero no ponen los medios para mitigarlo. Muchas parejas en España se unen todavía a perpetuidad en un matrimonio religioso sabiendo que esto será, al menos estadísticamente, difícilmente conseguible. En Europa sabemos que no hay una frontera biológica que separe claramente al feto del neonato pero aceptamos la legitimidad del aborto negando a la vez la del infanticidio. Así muchísimos ejemplos más. Nuestro mundo, el de hoy, está lleno de contradicciones lógicamente imposibles que sin embargo coexisten saludablemente.

A esta situación se le ha llamado Relativismo, pero en realidad es Cinismo. El relativista acepta que su postura es ecléctica, fruto de un compromiso a veces abyecto. El cínico pretende convencerse a sí mismo y obligar a la vez a que su adversario o su víctima acepten que es él quien tiene toda la razón, aunque la lógica y la evidencia digan lo contrario.

¿Por qué somos tan cínicos? Yo creo que es porque nos da miedo aceptar los sacrificios que supone no serlos. También porque desconfiamos unos de otros. Finalmente, porque muchos problemas cruciales tienen una estructura tan complicada, son tan malditamente sistémicos, como ahora se dice, que no sabemos ni siquiera remotamente cómo solucionarlos.

Este cinismo nos lleva a que los nudos de los lazos que forman la trama de nuestro mundo se hagan cada vez más complicados, más difíciles de deshacer para volver a rehacerlos. A que formen en su conjunto ese inmenso nudo gordiano  que solamente la espada implacable de un nuevo Alejandro, es decir, la guerra global, corta o larga, caliente o fría, pero siempre terrible en sus consecuencias, será capaz de deshacer.

Por todo esto quizá sea hoy más urgente que nunca que todos nos pongamos a buscar la verdad, es decir, las mil y una verdades, para compartirlas unos con otros. También que intentemos darle a nuestras creencias un orden heracliteo, disyuntivo, lógico. Eso sí, haciéndolo todo esto amablemente, sin violencias y con una fe ilimitada en nuestra capacidad de convencer y ser convencidos.

Ruinas del templo de Apolo en Delfos, bajo la nieve
(foto tomada de la web de Bernardo Souviron)

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