martes, 30 de julio de 2013

La vela como imagen del hombre

La estructura de una vela es bien simple. Tiene dos componentes, el cilindro de cera y el pabilo o mecha que ocupa su centro. Tres cuando la vela se enciende, siendo éste el acontecimiento que justifica su existencia. Entonces en el  extremo encendido del pabilo la cera líquida que lo impregna arde, transformándose en luz, que a nosotros humanos nos libra de la oscuridad, y en calor, necesario para que continúe licuándose la cera sólida de modo que la llama reciba un alimento continuo. 

El peor enemigo de una vela encendida es el viento, que puede llegar a apagarla. En el pabilo encendido tiene que existir un equilibrio entre la alimentación en cera líquida y el consumo de ésta en llama. En tanto lo haya, la vela permanecerá encendida. Si la alimentación no es suficiente, el pabilo terminará apagándose, dejándonos a nosotros sumidos en la oscuridad. A medida que la cera se va consumiendo, el pabilo encendido va haciéndose más y más largo, y la llama mayor y más alejada en su conjunto de la cera que la alimenta. Pero a una distancia critica de la cera el pabilo ya no recibe alimento suficiente de cera líquida, con lo cual ya no es ésta quien arde, sino el propio pabilo, que se consume y queda reducido a unas cenizas negras que terminan por desmoronarse y desaparecer.

El factor esencial para mantener el equilibrio de una vela encendida es la relación entre el grosor del pabilo y el del cilindro de cera. Para un grosor constante de este cilindro, a medida que el pabilo va engrosándose, costará más encender la vela, pero también será ésta, una vez encendida, más resistente al apagado accidental, porque la llama será más potente. Claro que también la cera irá licuándose de forma más precipitada y el cilindro de cera sólida irá consumiéndose más deprisa. La vela alumbrará más y será más resistente al viento, pero durará menos. Lo contrario sucederá si el pabilo va haciéndose más fino.

Por todo esto el oficio del fabricante de velas es complicado, como en general lo es el de cualquier otro artesano. En España a los fabricantes de velas se les llamaba desde antiguo maestros cereros, en reconocimiento a sus habilidades y a la importancia de su arte, pues no hubo mejor técnica para vencer a la oscuridad hasta que en el siglo XIX los balleneros empezaron a cazar cachalotes y el aceite de sus cabezas fue usado para el alumbrado urbano. Las velas tenían muchos otros usos además del alumbrado doméstico,  destacando los usos ceremoniales, en que se empleaban velas más gruesas, de innumerables tamaños y formas, a las que se da el nombre de cirios. Todavía los cirios juegan un papel destacadísimo  en celebraciones como la Semana Santa de Sevilla.

A los que como yo son gente fantasiosa, las velas les ofrecen bellas metáforas que les ayudan
a penetrar en los secretos de lo humano. Así, una vela titilando bajo el efecto de una brisa variable remeda bien el comportamiento de un humano ante los azares de su vida. La llama de esta vela se estremece con el viento, que puede llegar a apagarla, lo mismo que nos sucede a los humanos con las dificultades o los quebrantos que nos plantea la existencia, que pudiendo llegar a apagarnos definitivamente, nos estremecen y llenan de dudas y desvaríos con demasiada frecuencia.

La vela puede representar la entera vida de un humano individual, una vida que transcurre en el tiempo, consumiéndose desde el nacimiento a la muerte. Que es extensa, como la longitud de la vela, e intensa como su grosor, tanto más de aquella cuanto más a viejo llega, y tanto más intensa cuanto más llena de acontecimientos, iniciativas y sorpresas de todo tipo esa vida está.

La llama de la vela representa muy bien el presente de esa vida humana. En esa llama el individuo irradia su presencia hacia los demás, que la perciben como una especie de luz psíquica. Pero esa vida ejerce también una influencia más oculta sobre los otros humanos que la rodean, particularmente los más próximos, hecha de intuiciones, sentimientos y telepatías, que está bien representada por el calor que la llama de la vela también irradia. Esta irradiación vital de luz y calor puede verse afectada por muchas influencias externas. Puede ser apagada por la muerte, del mismo modo que un viento o un soplido fuerte apagan en un instante a una vela, o modificada por un sinfín de influencias, lo mismo que las brisas, las toses y los estornudos hacen temblar la llama de las velas, y el frío intenso la debilita. La contrapartida humana a este frio intenso es la soledad exterior e interior.

¿Qué representa el pabilo? Lo constitutivo de la persona, lo que podría considerarse permanente en un individuo humano si no fuera porque vive en el tiempo y al hacerlo puede cambiar. Desde su DNA hasta eso tan misterioso y oculto que es su espíritu, pasando por sus circuitos cerebrales, sus memorias, su psique o su alma, la cultura en que lo han criado, la educación imborrable que ha recibido, todo eso. Que además de permanente, es, paradójicamente, efímero, en cuanto a que va desapareciendo a medida que el presente se transforma en pasado, quedando solo sus recuerdos en las memorias que el pabilo humano, en tremenda diferencia con el de la vela, es capaz de almacenar en la parte de él a la que todavía no ha quemado el tiempo. Por expresarlo con un ejemplo: de un amor o una ilusión que se perdieron, de un éxito o un fracaso que pasaron, solo queda la memoria, y no siempre. Aun así, es precisamente esta memoria la que hace que merezca la pena haber vivido.

Por último, la cera que rodea y alberga al pabilo es todo lo que teniendo una naturaleza material se integra o se integrará en esa vida humana a medida que vaya transcurriendo su tiempo. El alimento, el aire y el agua que se hacen o se harán carne, sangre y huesos de esa vida. La fuerza de sus músculos, la agudeza de sus sentidos, la calidad de su piel, su belleza física o su fealdad, su salud. Todo eso, que integrándose con lo material y lo misterioso del pabilo humano, irá convirtiéndose en llama, es decir, en presente de esa vida humana.

¿Tiene algún sentido práctico hacer este tipo de ejercicios imaginativos? Yo creo que sí. En lo más hondo de todas las culturas están sus raíces simbólicas. Los humanos hemos simbolizado con los elementos visibles del mundo que nos rodea conceptos y realidades complejas, difíciles de definir y comprender. En lo que se refiere a la vela, el gran simbolista español que fue Juan Eduardo Cirlot nos trajo su significado simbólico. En su “Diccionario de símbolos” escribe sobre la vela encendida: “Como la lámpara, luz individualizada; en consecuencia, símbolo de una vida particular, en contraposición a la vida cósmica y universal”.

Pues eso, una vida particular, con todo lo de precioso y único que en toda la historia del universo tiene un simple individuo humano, simbolizada en la efímera belleza de una vela encendida.


Velas de todos los tamaños, es decir, el pueblo entero de Sevilla, acompañan a
la Virgen Macarena en su paso procesional, es decir, en su camino figurado hacia el Gólgota, 

durante la madrugá de la Semana Santa

miércoles, 24 de julio de 2013

Con las botas puestas

Esa sensación equivocada de que el mundo se está viniendo abajo cuando quien lo está haciendo eres tú. Porque es muy improbable que todo lo que te rodea esté cuarteándose, derrumbándose, simultáneamente. Solo cabe que seas tú quien está fallando.

Por eso, porque estás viviendo una pesadilla, es decir, porque estás soñando, no te queda otra que apretar los dientes para que la voluntad no te falle, entrecerrar los ojos para que el miedo no te confunda con figuras fantasmales, taponarte los oídos para que la imaginación no te engañe, como a Ulises querían hacerle las sirenas. 

Y seguir palante.

Palante, sí, como los burros de Alicante, con la misma tozudez animal, también con la misma determinación inanimada con que tu barco o tu cabaña aguantan los malos tiempos, crujiendo, escorando, vibrando, temblando, pero sin deshacerse en pedazos. Igual que lo hace ese trocito de corcho que nunca deja de flotar entre las olas de los peores huracanes.

Al fin y al cabo, una tempestad no es el fin del mundo, sino un simple seno de bajas presiones que pasa ululante camino del Este, asustando a los niños, los viejos y en general todas las almas cándidas que se interponen en su camino. Tú no vas a permitir que eso te pase a ti.

Porque además, incluso aunque el mundo estuviera en verdad derrumbándose, tú nunca lo aceptarías. Antes morirías, como Errol Flynn y sus soldados de caballería, con las botas puestas.

Todas estas consideraciones te hacen finalmente sonreír. Eso es bueno.

sábado, 20 de julio de 2013

La felicidad

Quizá el único camino para saberse feliz pasa por comprender que la felicidad no es sino un estado de ánimo, como tal cambiante, finalmente efímero. Una pulsación, un latido. Que lo opuesto a la felicidad no es la desdicha sino el aburrimiento, la apatía, del mismo modo que lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia, el olvido.

Si lo que propongo es cierto, se puede llegar a ser feliz hasta en las circunstancias más adversas, del mismo modo que, en contraposición, es imposible vivir en un estado de felicidad permanente, al menos en este mundo, en esta vida, donde nunca dejamos de estar encadenados al cuando del tiempo.

La felicidad no es una conquista, mucho menos una posesión o un derecho, sino algo así como una bocanada de aire fresco que alivia tu fiebre, un trago de agua fresca que aplaca tu sed.

No se es feliz, en todo caso se llega a serlo, la felicidad es un tránsito tan fugaz como el placer, si dura mucho sacia, satura. Para alcanzar la felicidad hay que partir de su ausencia, sabemos que por fin la tenemos porque estalla en una multitud de colores alegres y dulces, como fuegos artificiales, para devolvernos pronto a la paz de la oscuridad. Es un palpitar, un reír, un cantar, un chisporrotear  que enciende por un instante la noche, un eco de voces lejanas que tú reconoces y te llaman misteriosamente, pronunciando tu nombre, para enseguida desvanecerse en el silencio.

Por todo lo anterior, por lo que dice y por lo que sugiere, está claro para mí que aspirar a la felicidad, esperarla, mantener la fe en que llegará, es algo que merece extraordinariamente la pena que necesariamente lo acompaña.



viernes, 19 de julio de 2013

Barco varado


Esta tarde de jueves, a la salida del puerto español de Barbate, en la boca occidental del Estrecho de Gibraltar, varó en un banco de arena el marrajero marroquí "Batiola" y yo tuve ocasión de hacerle la foto que encabeza esta entrada.

La varada fue accidental, consecuencia de la mala suerte. El "Batiola" era remolcado por un lanchón del astillero de Barbate hasta el muelle comercial, donde terminarían su reparación. Entonces, en mitad de la canal de salida, se partió el cable de remolque y el débil viento de Levante empujó al barco hasta el banco de arena que flanquea la entrada del puerto por el Norte. La varada se produjo casi en pleamar. Cuando la marea empezó a bajar, el barco fue quedando más y más en seco, escorando a la vez hacia babor. La foto se tomó a media marea y no se esperaba que el "Batiola" escorara ya mucha más. En la siguiente pleamar un remolcador tiraría de él por la popa y todos esperaban que pudiera ponerlo a flote.

En un sitio muy cercano al que ocupa el "Batiola" varé yo con mi velero hace ya muchos años. Fijaros cómo lo digo: varé yo... con mi velero, porque para el que manda un barco lo más frustrante que le puede pasar es varar, tanto que para él no es su barco quien vara, sino él mismo. De pronto, sin que tú lo esperes, tu barco se para en seco, bruscamente, y tú tienes la sensación de que algo malo y poderoso te ha agarrado por las tripas y te las va a desgarrar de un momento a otro. Tu barco acaba de perder lo más noble y marinero que un barco tiene, su movimiento entre las olas, bajo los vientos. Al no moverse, deja inmediatamente de ser un barco y tú, como consecuencia, dejas de ser un marino. Los dos os quedáis suspendidos en la nada hasta que el entuerto se arregle, si es que se arregla. Y este dejar de ser, este no ser, a ti te llena de angustia y de pena por tu barco. En esos momentos te das cuenta de verdad de cuánto lo querías.

Mi caso se resolvió bien. Nada más varar cogí unas gafas de submarinista y me tiré al agua. Pude ver que la orza de mi barco topaba levemente con la arena del fondo, pero comprendí que podría sacarlo dando marcha atrás. Así fue. Pero esos minutos en que todavía varados mi barco y yo dejamos de ser, radicalmente, lo que habíamos venido siendo, esos no se los deseo a nadie.

Igual pasa en la vida. Siempre corres el riesgo de varar, a veces hasta varas, tú con tus ilusiones, esperanzas o anhelos, que son el barco en el que navegas por tu tiempo. No te lo deseo, pero si varas, haz inmediatamente todo lo posible por volver a ponerte a flote, tú con tu barco o tu barco contigo, que es lo mismo. Y en cuanto te libres de los malos fondos, pon rumbo hacia las aguas profundas, donde no haya bancos de arena ni arrecifes capaces de hacerte prisionero. Y cuando estés ya en aguas seguras, no te sientas culpable por lo que pasó, tampoco inocente. Limítate a seguir navegando, ahora lo harás poniendo mucho más cuidado. Por lo demás, consuélate si lo necesitas pensando que varar solo pueden hacerlo los que se atreven a navegar, que por lo tanto  no solo marca un fracaso, también es señal de un privilegio.

martes, 16 de julio de 2013

Futuros de Chiloé (y 7).- Chiloé hacia el futuro.

Termino con esta séptima entrada mi serie sobre los futuros de Chiloé. Intentaré ser conciso, condición indispensable para que lo que quiero transmitir tenga la suficiente transparencia. 

¿Por qué este interés mío por lo estratégico de Chiloé?  La respuesta se encuentra en la entrada que publiqué en este blog hace ya dos años y medio, que por su relevancia para el tema de hoy reproduzco a continuación: 




<< Chiloé y el futuro del mundo >>
(entrada publicada en el blog de Olo el sábado 8 de enero del 2011).

<< Chiloé es una frontera que separa el espacio terrestre dominado por los humanos del que todavía pertenece a la naturaleza. Al norte está el Chile civilizado, al sur  la Patagonia chilena y las soledades magallánicas. Desde esta frontera es fácil ver lo esencial de cada uno de esos dos mundos que luchan entre sí, en una guerra planetaria  donde los contendientes son heterogéneos, los frentes numerosos y las batallas confusas. Pelean humanos contra humanos, pero también contra cielos,  nubes,  glaciares,  volcanes,  placas tectónicas,  océanos. Y contra  virus, microbios, plantas, animales. Todos estos pelean a su vez entre sí. El conjunto enmarañado de luchas diversas es la fuente de la vida y la muerte, como siempre ha sido, pero desde Chiloé, por su condición de tierra todavía de nadie, el significado de esas luchas innumerables puede verse con claridad suficiente como para sacar consecuencias. Por eso vale la pena, más aún, es un privilegio, estar aquí.
 Chiloé es también una tierra bellísima, de bosques, lluvias, arcoiris, mares, fantasmas, sueños. Muchos tesoros que en otras partes del mundo ya se perdieron pueden encontrarse todavía en esta isla grande o en el rebaño de islitas que la ciñen por el mar interior, arracimadas éstas tras la larga falda de aquélla, como si fueran sus hijas. Basta con buscar esos tesoros con paciencia y cariño. Se encuentran a veces semienterrados en las playas de arenas grises, otras escondidos en el espeso sotobosque que duerme bajo la gran bóveda del bosque nativo, otras más en los rincones oscuros de las viejas casas de madera. Eso cuando no se escapan con el humo que sale continuamente de las cálidas cocinas de leña, o con la niebla que empapa los campos, o con las espumas de las olas que rompen furiosas sobre las rocas de las orillas.
 Finalmente, Chiloé es un país de hombres y mujeres, niños y ancianos, blancos y amerindios, brujos y espíritus,  personajes mitológicos y santos cristianos, supersticiones y creencias. 
Todavía la gente tiene una personalidad trazada con rasgos robustos y únicos, también mucho que contar, tanto de lo cierto como de lo imaginado. Todavía te encuentras personas irrepetibles, interesantes, autosuficientes, a las que merece la pena escuchar.
 De estos asuntos, de batallas, tesoros y héroes, escribiré ahora, en este segundo tema de mi blog.>>


(1).- La necesidad para Chiloé de una visión estratégica.

En este mundo en perpetua transición en que vivimos, Chiloé se configura cada día más como un frente en la batalla que tiene lugar entre lo civilizado y lo natural, lo megaurbano y lo rural, lo práctico y lo bucólico, el progreso y el regreso. Estoy seguro de que para la mayoría de los chilenos Chiloé es un tesoro de paz y belleza que debe conservarse como tal, un jardín necesario para que los que viven en las megaciudades puedan respirar de vez en cuando un poco de oxígeno. Pero existen fuerzas ciegas, las mismas por cierto que encadenan a los megaurbanitas, incapaces de sentir escrúpulos cuando Chiloé atrae su atención como un simple recurso a explotar. Aplastarán a Chiloé bajo las ruedas de sus gigantescas máquinas, como han aplastado ya tantos otros territorios y culturas. Ellos se ven a sí mismos como el progreso, cualquier otra consideración que no dé precedencia a sus intereses les parece inadmisible, una provocación como la de la hormiga que se atreve a corretear por encima del mantel blanco en que les van a servir su festín diario: a la cual se la aplasta con el dedo, se  la eyecta con el disparo de ese dedazo índice tensionado ahora por ese otro dedazo pulgar, y a otra cosa.

De lo que se trata por tanto es de una lucha entre la hormiga y el gigante, que debería ser la de David frente a Goliat. Esa lucha se ha iniciado ya en el sur de América.  No es solo la lucha de Chiloé, sino de toda la Patagonia, tanto la chilena como la argentina. Hay aquí otras batallas en marcha, como la que se desarrolla en Aysen. Pero Chiloé es de muchas maneras una vanguardia. Lo es por su mayor proximidad al mundo del progreso tecnológico, ese que se llama a sí mismo civilizado; también porque su batalla no es solamente la de preservar la naturaleza, sino además la de defender una cultura autóctona con muchos valores; finalmente porque los chilotes son, además de chilotes, la gente que mayoritariamente ha ido repoblando el resto de la Patagonia, una vez que los pueblos originarios fueron condenados, por el progreso, a su desaparición como tales. Pero no la han repoblado como colonizadores o explotadores, sino con su trabajo y su resistencia.

Yo soy pacifista. Creo que la mejor defensa ante los ataques es noviolenta y nace de las convicciones profundas y las ideas claras. Me parece que, ante lo que se avecina, es necesario que Chiloé sepa lo que es, lo que tiene, el futuro que quiere, cómo caminar hacia él, los peligros que debe evitar y las amenazas a las que debe resistirse y hasta enfrentarse. Todo esto es lo que, a lo largo de esta serie que termina en la entrada de hoy, he venido llamando estrategia. 

Chiloé necesita desarrollar y mantener al día una visión estratégica de sí misma. Una pieza esencial de esta visión es la de los escenarios de futuro. Chiloé tiene que imaginar cómo puede ser su futuro, moviéndose en la línea de lo que el gran pensador hindú Krishnamurti definió en su famosa frase: "El futuro es hoy", que es lo mismo, expresado de forma más radical y profunda, que lo que cité del místico hindú Vivekananda cuando empecé esta serie: Lo que seas mañana será consecuencia de tus actos de hoy. A una reflexión somera  de los escenarios estratégicos que Chiloé tiene directa e indirectamente por delante, dedicaré esta última entrada.

Aclararé ahora que cuando como acabo de hacer en las líneas anteriores menciono a Chiloé, me refiero a los que habiendo nacido en ella aprecian la forma de vivir chilota, su cultura, su naturaleza y sus ritmos. Que son por cierto una mayoría de sus habitantes.  Muy en particular apunto hacia los jóvenes chilotes que sienten dentro de ellos  las contradicciones entre lo viejo y lo nuevo, lo de siempre y lo novedoso, esa parte de lo tradicional que debe conservarse y esa parte de lo nuevo que hay que tener el valor de rechazar. También me dirijo a los llamados afuerinos, esos chilenos que no habiendo nacido en Chiloé viven allí y la consideran su tierra entrañable, su patria chica. Por último, intento convocar a los extranjeros como yo, que han encontrado en Chiloé unos valores y una belleza de los que, sencillamente, se han enamorado y que por ello se sienten obligados a su defensa razonable y razonada.


(2).- Pensar globalmente.

Antes de considerar los escenarios futuros para Chiloé tengo que situar a ésta en un paisaje de unidades estratégicas más amplias. Empezando por el conjunto del mundo, consideraré a continuación Latinoamérica y finalmente Chile.

Como horizonte temporal me planteo la mitad de este siglo XXI, es decir, aproximadamente dentro de cuarenta años. Para entonces los viejos como yo ya no estaremos aquí, los cuarentones serán ancianos y todo el protagonismo será de nuestros nietos, esos que ahora son poco más que bebés. 

2.1).- El mundo.

En cuanto al mundo, estará atravesando por entonces lo que los futurólogos llaman “el gran cuello de botella” del siglo XXI, una crisis a la vez demográfica y geoeconómica. La población mundial habrá alcanzado los 9.000 millones de habitantes, desde los 7.000 que ahora tiene. La presión de esta superpoblación sobre los recursos agrícolas, principalmente la tierra cultivable y el agua dulce, será tremenda. Pero a la vez, su tasa de crecimiento  estará ya próxima a cero y pronto se hará negativa. Esto significa que en muchos países, incluyendo todo el hemisferio occidental y las zonas más desarrolladas de China, el problema demográfico de la segunda mitad del siglo XXI ya no será la superpoblación sino que empezará a ser el envejecimiento. La combinación a nivel planetario de ambas tendencias podrá dar lugar a migraciones masivas, lo que irá convirtiendo  a Europa  en mucho más mestiza de lo que actualmente es, y eso será bueno.

A esta situación se le llama “cuello de botella” porque una profunda crisis poblacional, ecológica, industrial y social, obligará a la humanidad a plantearse la forma de salir de todas ellas. Y puede decirse que hay solo dos caminos posibles, la cooperación y la confrontación. 

Exploraré en primer lugar el camino de la cooperación. En este escenario, el mundo se habrá estructurado alrededor de dos polos de poder, USA y China. Uno y otro reinarán sobre grandes zonas de influencia. Junto a USA se agruparán Latinoamérica y Europa, junto a China toda Asia más parte de Rusia. Africa será un territorio en litigio. Dados los problemas acuciantes con los que se enfrentará por entonces el mundo, USA y China, como líderes responsables de las estrategias globales, buscarán más la cooperación que el enfrentamiento. En muchos aspectos sus respectivas áreas de influencia serán complementarias. La de USA tendrá el conocimiento tecnológico y una fuerza militar hecha de armas hoy todavía impensables, La de China la población, de tal modo que la proporción de habitantes entre el bloque euroamericano y el asiático será de 1:3; también un poderío económico y tecnológico capaz de plantar cara a Occidente. El desequilibrio demográfico entre ambos bloques será tan grande que la única solución, ausente una gran guerra, será empezar con prudencia y firmeza la construcción de un solo mundo solidario. Por fin.
El bloque occidental comandado por USA se verá sometido por las circunstancias a una fuerte presión de integración. Esto significará una consolidación de la Unión Europea como una suerte de megarepública federal y la construcción de una Latinoamérica totalmente integrada en lo político, lo cultural y lo económico. En el caso de Latinoamérica, este proceso de integración no será fácil. La dificultad mayor no será cultural sino socioeconómica. Los distintos países latinoamericanos tendrán que reorientar la distribución interna de su riqueza creando clases medias capaces de sostener políticas progresistas y sociedades bien educadas, requisitos indispensables para que puedan funcionar como democracias estables y en consecuencia integrarse en una compacta unidad política latinoamericana, con tintes federales como los de la Unión Europea.
Todo lo que acabo de dibujar puede parecer un cuadro ideal. Pero es posible y alcanzable, siempre que haya líderes no solo políticos, también culturales y económicos, que impulsen el proceso. 

El otro camino posible para el mundo es el de la confrontación.  En el caso extremo, tendrá lugar la gran guerra exterminadora del siglo XXI, la espada que corte el nudo gordiano de un conjunto de problemas globales que se haya vuelto inmanejable. Es poco probable que se llegue a esta situación, porque la humanidad no habrá olvidado todavía las dos feroces guerras mundiales del siglo XX y porque el desarrollo imparable de las  comunicaciones hará que la gente se conozca demasiado bien para llegar a odiarse. Un escenario de confrontación más probable es el de un mundo multipolar, caótico y peligroso, en el que el poder y el monopolio de la violencia ya no estarán en manos de los estados, que deberán compartirlos con otras fuerzas más o menos oscuras, desde los poderes financieros y económicos globales hasta las grandes organizaciones criminales y terroristas.

Hay que considerar también todos los importantes problemas relacionados con el deterioro medioambiental. Desgraciadamente, el cambio climático está ya aquí y para quedarse, lo que no es posible predecir todavía es el alcance de los daños que ocasione. No pueden descartarse grandes catástrofes medioambientales, del estilo de la que destruyó Nueva Orleans y hasta peores. En cualquier caso, los países ricos tendrán que ayudar a los pobres a mitigar los daños que el cambio climático les ocasione. Y está claro que la toma de conciencia generalizada de que la humanidad se encuentra ante un cambio climático causado por ella misma (antrópico), ayudará mucho al desarrollo de una conciencia conservacionista y a la protección de la naturaleza.

2.2).- Latinoamérica  

Tanto en el escenario global de cooperación como en el de confrontación, la mejor estrategia para Latinoamérica será la de acelerar su proceso interno de integración supranacional.  Que tendrá como requisito indispensable una democratización no solo política, sino económica y social, de todos los países latinoamericanos.  Esto significa una transferencia de la mayoría del poder y la riqueza a unas clases medias mayoritarias, con un nivel educativo elevado. De esto, indudablemente, se está todavía muy lejos. Por eso corre prisa ponerse en marcha, con objetivos claros y un optimismo tranquilo.

Dentro de Latinoamérica, algunos países más fuertes o avanzados deberán constituirse en líderes de este inevitable proceso de integración. Uno puede ser México. Otro Brasil. El tercero, quizá un tándem de Chile con Argentina, unidos por fin en lo que sería un Conosur que aporte recursos y perspectivas de los que otras áreas latinoamericanas puedan estar faltas, con la Cordillera como una columna vertebral antes que una barrera divisoria. Para que este proceso de integración latinoamericana no sea dificultado desde fuera, Latinoamérica tendrá que construir relaciones económicas y políticas con la Unión Europea  tan fuertes como las que pueda tener con USA. Y estar presente con su propia voz integrada, sus recursos y posibilidades de cooperación tanto en Asia como en Africa.

2.3).- Chile.

En esta disección de arriba abajo, o de fuera a dentro, llego ya a Chile. En lo político, estará sumido en el proceso de integración latinoamericana (ojalá que, como ya he indicado, esto lleve a un acercamiento previo de Chile con Argentina, que tiene un gran interés estratégico para los dos países). En lo económico, su riqueza seguirá estando basada en lo minero (no solo el cobre; el litio se irá desplegando como un gran activo minero) y lo agroalimentario (una agricultura de primor con productos de calidad que puedan cubrir la demanda del hemisferio Norte durante el invierno boreal). Con el aumento del nivel de vida en Latinoamérica el gran potencial turístico de Chile también se irá desarrollando. Así como podrá hacerlo un sector industrial derivado de la minería y otro derivado de la madera. Queda una cuestión clave, la de las necesidades de energía, que exigirá un desarrollo de las energías renovables pero que también vendría muy favorecido por una integración profunda con Argentina, en la que los recursos energéticos y mineros de los dos países buscaran su complementación.

En definitiva, el futuro económico de Chile es esperanzador, porque el país dispone de recursos suficientes. El problema fundamental a resolver por Chile será el social, tanto más urgente cuanto que su solución es perfectamente viable. Chile necesita consolidar una clase media fuerte que sea, a través de una democracia limpia y eficaz y porque englobe a la mayoría de los habitantes, la clase dominante del país. Esto requerirá una redistribución ordenada y democrática de la riqueza, lo que solo puede conseguirse mediante la política fiscal  de un estado intervencionista pero eficaz (ni incompetente ni corrupto ni enfocado hacia el corto plazo), que llegue a controlar directamente un porcentaje  elevado, casi escandinavo, del Producto Interior Bruto, recaudándolo mediante impuestos y redistribuyéndolo enseguida a través de gastos e inversiones en educación, salud, pensiones, infraestructuras, investigación, crédito para las empresas innovadoras, para posteriormente ir reduciendo este peso del sector público a medida que el país vaya aumentando su desarrollo económico y social, hasta dejarlo en valores cercanos al 20% del PIB. Este es sin duda el gran desafío estratégico de Chile, necesitado de unos políticos honrados, preparados y valientes, no constituidos en clase política, sino fundidos, mejor aún, confundidos, con el conjunto de la sociedad. Precisamente hoy, cuando en todo el mundo occidental reina un gran escepticismo respecto a la clase política, es cuando tenemos que darnos cuenta de que no podrá construirse el futuro, ni en Chile ni en ninguna otra parte, sin políticos que den la talla. Es decir, que de aquí al 2050 necesitaremos más que nunca a los buenos políticos.


(3).- Actuar localmente.

Entraré finalmente en la presentación de algunas ideas acerca de cómo puede Chiloé elaborar una visión estratégica de ella misma.

¿En qué consiste hoy día lo específico de Chiloé, lo que la diferencia netamente de otros territorios chilenos? En la firme integración de su naturaleza con su gente, hecha posible gracias a una cultura peculiar, genuinamente chilota.

Es una cultura rural, en la que los centros urbanos juegan un papel totalmente subordinado a las necesidades de una población campesina que vive dispersa por el bordemar de la isla grande y las islas pequeñas, limitándose a prestar a ésta los servicios necesarios.

También es una cultura autosostenible, que ha atravesado a lo largo de los últimos siglos crisis económicas durante las cuales se han ido produciendo oleadas de emigración, a través de las cuales los chilotes han ido repoblando toda la Patagonia chilena y argentina.

La autosostenibilidad es el valor cultural central de Chiloé. Pocos en el mundo serían tan capaces como los chilotes  de sobrevivir a una megacatástrofe. Esta autosuficiencia se sustenta en el otro componente cultural básico de Chiloé, la integración de lo humano con lo natural, expresada a través de un sincretismo religioso que hace convivir una riquísima mitología de origen amerindio, en la que los misterios del bosque y el mar toman formas humanizadas, con un ánimo solidario de origen cristiano, que supera los límites locales y encuentra en fiestas como la del Cristo en Caguach o la Candelaria en Carelmapu una expresión que se extiende a todo Chiloé.

Esta autosostenibilidad chilota se opone frontalmente al consumismo, que es la ideología imperante no solo en Chile, sino en todo el Occidente urbanizado. El consumismo es una compleja megamáquina con múltiples engranajes de consumo. Está basado en la división del trabajo, que solo puede tener lugar con eficiencia en un entorno urbano. Funciona así: yo aporto mi trabajo a la producción de algunos bienes  o servicios, ganando así un dinero o un crédito con los que compro otros bienes y servicios que satisfacen no solo mis necesidades, también mis apetencias; los demás hacen lo mismo.

¿Cómo puede sobrevivir un Chiloé autosuficiente en un Chile consumista? Pues luchando contra su defícil crónico de liquidez, para poder aceptar así lo indispensable del consumismo sin renunciar a lo permanente de la autosuficiencia. 

En Chiloé apenas existe el campesino sin tierra. La mayoría de los chilotes tiene su propiedad familiar en la que cultivan sus papas, crían sus ovejas y terneros, hacen queso con la leche sobrante de sus vacas, sacan la leña necesaria como principal fuente de energía de sus bosques, de los que también obtienen la madera para fabricar sus casas y muebles; marisquean y recolectan algas en el bordemar, bucean aguas más profundas en busca de locos, pescan en aguas más lejanas, nutren a sus bueyes, que constituyen lo fundamental de la energía mecánica que necesitan, con los pastos de sus pampas, también a los caballos en los que cargan las algas y moluscos que recolectan en el bordemar, etc. Hasta hace poco, también cardaban, teñian y tejían la lana con la que hacían sus vestidos. Pero a medida que los tiempos cambian y Chiloé se va integrando en el consumismo chileno, los chilotes necesitan plata, en forma de dinero líquido  o de crédito, para comprar los bienes y servicios que se les van convirtiendo en necesarios.

Esto empezó a pasar hace ya tiempo, quizá a comienzos del siglo XX, cuando los fogones domésticos empezaron a ser sustituidos en Chiloé por las cocinas de leña, un producto industrial que solo podía conseguirse comprándolo con dinero. La lista de bienes de consumo necesarios ha ido agrandándose con el tiempo. Hoy el chilote campesino, ése que no quiere renunciar a su cultura ancestral, necesita liquidez y crédito, es decir, algo que sobrepasa las posibilidades de su entorno autosostenible, para comprar lavadoras, frigorificos, televisores, motosierras y camionetas, para pagar su salud y la educación de sus hijos, para el sinfín de necesidades que los nuevos inventos tecnológicos van a irle creando sencillamente porque suponen una vida mejor, más confortable y segura.

De manera que el encontrar vías y actividades a través de las cuales asegurarse esta imprescindible liquidez es, en mi opinión, el primer problema estratégico que un Chiloé que quiere permanecer fiel a sus valores culturales, tiene que resolver.

Hasta ahora, Chiloé ha venido solucionando este problema fundamental por dos vías: la emigración temporal de sus hombres y la explotación de algunos recursos naturales exportables.

La primera lo fue sobre todo hacia el Sur. Los hombres se embarcaban en Castro o Ancud, muchas veces con sus perros y caballos, para trabajar en la temporada de esquila en las grandes estancias ovejeras de las Patagonias chilena y argentina, volviendo a casa cuando la esquila terminaba y trayendo con ellos la plata indispensable. Inevitablemente, esta emigración en principio temporal se convirtió muchas veces en permanente. De este modo, mucho de Magallanes, Tierra del Fuego y la Patagonia argentina está hoy poblado por familias de origen chilote, y Punta Arenas, no Santiago,  es de alguna manera la ciudad chilota de referencia, una suerte de metrópolis que todo chilote que se precie de tal tiene que visitar alguna vez, porque además tiene allí parientes.

En cuanto a la explotación de algunos recursos naturales para los que existe demanda exterior, se ha venido sucediendo desde muy antiguo como fuente de la liquidez necesaria para comprar lo que se necesitan los chilotes de otros mercados. Ya en los siglos XVII y XVIII, las tejuelas de alerce, hacheadas en lo que entonces era el Chiloé cordillerano, se mandaban al Perú como contrapartida a las manufacturas y herramientas que venían de allí, y llegaron a ser en el mismo Chiloé la moneda de cambio, hasta el punto de que la gente iba a los abarrotes en Ancud o Castro con unas cuantas tejuelas al hombro en vez de dinero en el bolsillo. Luego se han venido sucediendo otras fuentes de liquidez. Todavía en el siglo XIX lo fue el ciprés de las Guaitecas, que se exportaba desde Chonchi al mundo entero. Más recientemente lo han sido el pelillo (Gracilaria chilensis), un alga de la que se extraen alginatos usados en las industrias alimentaria, farmaceútica y cosmética, el loco (Concholepas concholepas), un marisco parecido al abalon y muy apreciado en todo Chile, así como otras algas y mariscos. Las últimas grandes aventuras de esta naturaleza han sido el cultivo del chorito y el salmón, donde el recurso natural chilote que se ha explotado han sido las fértiles aguas del bordemar, de las que, en favor de las concesiones salmoneras, han sido desposeídos los chilotes a los que por naturaleza estas aguas, tanto o más que las tierras o los bosques, pertenecían. Léase como ilustración de lo que digo lo sucedido en las islas Chauques.

Concluyo pues que para que la cultura autosostenible de Chiloé pueda sobrevivir como tal, es necesario que sean los propios chilotes quienes saquen de sus recursos naturales y culturales el excedente de liquidez que necesitan para hacer esa cultura suya compatible con el consumismo imperante. 

Pero ¿cuáles son estos recursos de los que Chiloé está dotado?

Primero están los recursos naturales: 
  • El mar donde pescar. 
  • El bordemar donde mariscar y en el que vivir. 
  • La tierra cultivada y con ella las papas, los ajos, el ganado. 
  • El bosque con su leña y su madera.
  • El cielo con sus lluvias y vientos.
  • La flora y la fauna que pueblan la tierra y la mar.
Luego están los recursos culturales: 
  • La belleza de los paisajes chilotes. 
  • La peculiar espiritualidad mezcla de shamanismo y cristianismo, que ha dado frutos como la mitología y las iglesias de Chiloé.
  • Lo puramente williche, con todos los valores amerindios de integración con la naturaleza. También lo mestizo con lo que significa de capacidad de convivencia entre gente de razas y culturas diferentes. 
  • Una artesanía derivada de la capacidad tradicional del chilote de fabricarse lo que necesita.
  • La solidaridad campesina.
Para mantener su cultura, Chiloé tiene que  recuperar, proteger y vigorizar todos estos recursos naturales y culturales. Así como ser capaz de vender parte de ellos en los mercados consumistas, obteniendo así  la liquidez necesaria para alcanzar una calidad de vida a tono con los tiempos. 

 Escribir en detalle sobre cómo gestionar todos estos recursos requeriría demasiado espacio y tampoco valdría la pena, porque eso solo lo pueden ir viendo y haciendo los propios chilotes. Pero sí considero necesario extenderme algo más, para terminar, sobre dos de estos recursos culturales, la solidaridad y la belleza. 

Nunca antes en mi vida he visto una solidaridad tan bien llevada a la práctica como la de los campesinos chilotes de la región (Puñihuil, Pumillahue, Duhatao) en la que vivo. Ya he escrito sobre algunos de sus aspectos en este blog. El ejemplo clásico de cómo se practica esta solidaridad es la institución de la minga, consistente en que los campesinos chilotes aúnan sus esfuerzos para ayudar a uno de ellos en una acción que requiera un trabajo colectivo (cosechar las papas, trasladar una cabaña, construirla, etc). Pues bien, un paso decisivo para los fines estratégicos que estoy considerando en esta entrada sería el que Chiloé avanzara desde el espíritu de la minga hacia la implantación de un fuerte cooperativismo en el medio rural chilote. No es tarea fácil. El chilote, como la mayoría de los campesinos, es solidario con los necesitados pero a la vez individualista respecto a los semejantes. Tiene que hacerse capaz de superar este individualismo dejando que su fondo solidario se exprese, haciéndose así capaz de poner su confianza en un esfuerzo cooperativo común. Creo que las posibilidades del cooperativismo en un entorno como el de Chiloé son inmensas. En esto como en todas las cosas difíciles que valen la pena, hacen falta lideres capaces de inspirar a los demás y de gestionar con eficacia y honradez. No es fácil encontrarlos. Un ejemplo de hasta dónde se puede llegar lo da la cooperativa vasca de Mondragón, un caso éste que en Chiloé merecería la pena estudiar con atención.

En cuanto a la belleza de sus campos, bosques, playas, fiordos tranquilos y mares enfurecidos,  iglesias, palafitos y cabañas, arcoiris, tempestades, vientos libres y sus rumores en las frondas de los árboles, todo eso y muchísimo más, lo que me gustaría resaltar es que constituye uno de los recursos más importantes de Chiloé. No es esta belleza, como argumentan algunos de los que defienden la implantación de un parque eólico en la playa de Mar Brava, algo etéreo e inmedible. Muy al contrario, puede cuantificarse en la capacidad que confiere a un territorio de atraer turismo, en el número de visitantes por año, las plazas hoteleras disponibles y ocupadas, las divisas extranjeras dejadas aquí, los puestos de trabajo creados, las perspectivas de desarrollo, etc. Defender la preservación de sus bellezas naturales y culturales es una obligación y un derecho que Chiloé tiene, porque se trata de recursos muy valiosos de los que depende en buena parte su futuro.

Termino ya y lo hago resumiendo las ideas esenciales que he intentado desarrollar en esta larga entrada. Para construir su futuro desde hoy, Chiloé tiene que ser capaz de imaginarlo, desarrollando una visión estratégica que ayude a mover el presente en la dirección de ese futuro soñado. Para conservar su belleza y sus valores culturales, los chilotes necesitan desarrollar mecanismos que den a su mayoría campesina fuentes de liquidez monetaria que les permitan convivir con el consumismo imperante sin renunciar a su propia esencia. Un camino a seguir es el de explorar todas las posibilidades que a un pueblo solidario como el chilote le abre el cooperativismo.

Este esfuerzo estratégico de Chiloé necesita lideres que lo articulen. Entre estos líderes tiene que ocupar lugar preeminente una casta de políticos interesada más en el largo plazo que en el corto, orientada más a influir que a mandar, leal más a los chilotes de a pie y su futuro que a los centros de poder lejanos. De que esta gente existe en Chiloé no me cabe duda. Hay que  buscarla, encontrarla y apoyarla. 














martes, 2 de julio de 2013

Táctica y estrategia según Benedetti

Estos días preparo mi última entrada en la serie sobre “Futuros de Chiloé”. Me está costando muchísimo trabajo, pues tengo que construir algo que, relacionado directamente con algo tan aparentemente esotérico como es la estrategia, sea entendido perfectamente por el chilote de a pie, a quien la serie va dirigida.

Ratoneando por Internet en estos esfuerzos, me encontré, para mi gran sorpresa, con una poesía de Mario Benedetti, titulada “Táctica y Estrategia”, que expone con certera sencillez y belleza los conceptos que yo quiero explicar, aplicados en su caso de poeta a lo más hondo que existe en los humanos y que es el amor.

Ahí va:

Mi táctica es 
mirarte 
aprender como sos 
quererte como sos 

mi táctica es 
hablarte 
y escucharte 
construir con palabras 
un puente indestructible 

mi táctica es 
quedarme en tu recuerdo 
no sé cómo ni sé 
con qué pretexto 
pero quedarme en vos 

mi táctica es 
ser franco 
y saber que sos franca 
y que no nos vendamos 
simulacros 
para que entre los dos 
no haya telón 
ni abismos 


mi estrategia es 
en cambio 
más profunda y más 
simple 

mi estrategia es 
que un día cualquiera 
no sé cómo ni sé 
con qué pretexto 
por fin me necesites.

"Todo-un-hombre"

Aquel hombre había tenido una relación conflictiva con su padre, que lo había tratado siempre con mucha dureza pensando, seguramente con buena intención, que tenía que hacerlo así para que llegara a convertirlo en “todo-un-hombre”. En aquellos tiempos, como en los tiempos de Esparta, todavía se pensaba que ese era el ideal a alcanzar por un niño, y su padre se lo aplicó a él sin piedad. Mil anécdotas de este trato demasiado severo jalonaron su infancia, que no fue todo lo feliz que pudo haber sido, ni muchísimo menos. Claro que aquel hombre compensó la severidad artificial que empapó su mundo infantil con un desarrollo extraordinario de su fantasía. Aprendió desde muy niño que hay muchos mundos maravillosos escondidos entre los pliegues de tu cerebro, y que no tienes más que cerrar los ojos bien apretados para invocarlos y hacértelos presentes.

Cuando aquel hombre se hizo “todo-un-hombre” quiso mucho a su padre, agradeciéndole la educación que le había dado. ¿Síndrome de Estocolmo? Quizá, porque cuando su padre murió y aquel hombre empezó a envejecer, que fue cuando se puso de moda en Occidente el concepto de maltrato infantil, aquel hombre empezó a sospechar que su padre lo había maltratado y a desarrollar, sin poderlo evitar, un cierto rencor hacia su padre por esto. Se preguntaba por qué, por qué, por qué su padre lo había maltratado. Pero no encontraba ninguna respuesta satisfactoria. Esto a él, que tenía una mente lógica y ordenada, producto de su espartana educación, le producía una desazón que no tenía más remedio que sobrellevar.

Un día su madre también murió. Aquel hombre y sus hermanos entraron en la vieja casa familiar para disponer de los mil objetos y recuerdos que constituyen la huella de toda una vida humana, en este caso la de la pareja que formaron su madre y su padre. Entre un sinfín de papeles polvorientos amontonados y perdidos en un sinfín de cajones oscuros encontró uno que fue para él una auténtica revelación.

Era una carta que su padre, cuando a su vez era muy niño, no más de ocho o nueve años, le había escrito a la madre de su padre, es decir, a la abuela de aquel hombre. Hay que aclarar que el padre de su padre, es decir, el abuelo de aquel hombre, había muerto siendo su padre muy niño, solamente cinco años; que su padre fue el hijo único de aquel matrimonio; y que la madre de su padre mandó a éste, como consecuencia de aquel trágico acontecimiento, a un internado lejano.

La carta decía así:

Mamá ben pronto que toda las noches sueño contigo y con papá llorando a grito y los muchachos todos despiertan asustados y como me quedo sin dormí pensando en los dos ustedes tengo ya los ojos seco de tanto llorá” (los acentos los he añadido yo).

Diablos, en ese mismo momento aquel hombre comprendió que el sufrimiento que su padre le había aplicado era de la misma naturaleza que el que su padre mismo había sufrido. Ese sufrimiento que procede de un destino adverso, de la crueldad del azar, de un mundo que gira indiferente a la felicidad o la desgracia de las criaturas que lo pueblan. Ese mismo que está tan bien repartido por todo el mundo, entre toda la gente. Intuyó que lo que su padre, quizá sin ser plenamente consciente de ello, había intentado, era prepararlo a él para vivir en un mundo así, endurecerlo, que en ese endurecimiento consistía aquel maldito concepto de “todo-un-hombre”.

De manera que en ese mismo momento se reconcilió con su padre, lo perdonó definitivamente. No porque creyera ahora que su padre había hecho bien al educarlo con dureza, al contrario, él estaba más convencido que nunca de que la mayor fortaleza se la da a un hombre una educación en la esperanza, no en el miedo. Sino porque vio claramente que todos nosotros, él, su padre, tú, yo, estamos hechos no solo de nuestras fortalezas, sino también de nuestras debilidades. No solo de nuestras glorias, también de nuestras desgracias. Que esta mezcla inseparable de unas y otras es lo que nos constituye como personas. Y que es por eso, precisamente por eso, por lo que nunca debemos perder la esperanza en los demás y por lo que siempre debemos estar preparados para perdonarlos.


Una y mil veces, lo que haga falta.