Saliste hace muchísimo tiempo de casa de tu madre,tanto que ni siquiera estás seguro de que por entonces hubieras nacido ya. Peregrino de tu vida, has caminado y caminado y caminado con Lhasa como meta y en ella el Potala, santuario de la Iluminación. Descansaste algún tiempo en una casa que te acogió sin preguntarte quién eras. Hoy, ahora, en este mismísimo instante, reemprendes tu peregrinación. Te sientes ligero, agradecido y alegre como un pajarillo, también pesado, desertor y triste como un fugitivo. Intentas olvidarte de todo, lo bueno y lo malo, que estás dejando, para no caer en la tentación de mirar hacia atrás. Cierras los ojos y te esfuerzas por pensar sólo en Lhasa y en ella el Potala, santuario de la Iluminación. Esa es tu vida, como la de tantos otros peregrinos que caminan junto a ti.
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