A una hora de mi casa española, todavía en el tren, tras casi 24 horas de viaje.
Me esperan personas y animales que me quieren y saben que estoy llegando. Siento ese frenesí por estrecharme con ellos en un abrazo que estoy seguro ellos sienten también hacia mí. "Estoy aquí, ya he vuelto, nunca os olvidé", eso es lo que mi alma les está gritando.
También siento el vacío de todos, personas y animales, a los que he dejado atrás. ¿Se puede querer a un vacío? Os aseguro que sí. Soy testigo. Se les puede querer desde lo más hondo de las raíces del alma, el mismo sitio y del mismo modo con que estás queriendo ya a los que te esperan aquí con el ansia de recobrarte.
2 comentarios:
Olo, que muchas veces, escribe cosas similares a las que pienso. Suponga que un pájaro se posó en una rama mucho tiempo, el viento y las hojas que caían (por supuesto por leyes físicas) respetaban esa forma. De pronto éste pájaro se va. Allí de algún modo queda él en su vacío... Dónde estuvo. Quizá así tengamos sitios en el corazón, Olo... En los que están aquellos a los que queremos que no estàn cerca.
Estoy de acuerdo. Expresándolo en términos científicos, hay en nuestros cerebros una memoria de los afectos que no se borra. Forma parte del grupo de memorias del largo plazo. Nos basta con cerrar los ojos y hacer un pequeño esfuerzo mental para evocar todo lo que sentimos en su día por personas a las que queríamos. Y esto nos enriquece.
Publicar un comentario