domingo, 18 de enero de 2015

Mi nieto Bo y el futuro de la lectura

Bo es mi nieto de dos años, que junto a sus padres y su hermanito de ocho meses me han acompañado durante mis últimos quince días en Chiloé. Desde muy pequeño ha sido un bebé singular. La relación con el mundo de las cosas de un bebé lo es a través de los juguetes y los juegos. Como todos los bebés, Bo atravesó una primera fase en la que aprendió a intuir el espaciotiempo. Existen hoy juguetes maravillosos que facilitan esta tarea, llenos de complejos, divertidos y sorprendentes mecanismos. Bo, que vive en California, los tenía y se concentraba en entenderlos y manejarlos con la seriedad de un ingeniero. A mí me divertía verlo en los vídeos que su madre le hacía y me enviaba, totalmente concentrado en la pura expresión física de los mecanismos de esos juguetes suyos.

Cuando llegó a Duhatao, Bo había pasado a la fase de asomarse al inmenso mundo de lo simbólico, accesible solamente, de entre todos los animales, a los humanos.

El juguete preferido de Bo es ahora un conjunto de 36 figuritas de plástico coloreado que representan las 26 letras del alfabeto y los 10 números. Los recita perfectamente en inglés, ei, bi, ci, di, ….uan, tu,ziri, for…, y sus juegos consisten en ordenar y reordenar letras y números de mil maneras distintas y en relacionar las letras con los nombres que arrancan de ellas para distintas imágenes u objetos, como la A con Apple, la B con Banana, etc, y los números con agrupaciones de objetos de la misma naturaleza, como 1 apple, 3 apples, etc. Tiene también un conjunto de animalitos de plástico cuyos nombres empiezan por diferentes letras del alfabeto. La A por Alligator (cocodrilo); la B por Bear (oso), la C por Cow (vaca), la D por Dog (perro), la E por Elephant (elefante), la F por Fish (pez), la G por Goat (cabra) y la H por Horse (caballo). Y ya no puede seguir porque no han encontrado animales cuyos nombres empiecen por I, J o K. Juega con estos animalitos de que dispone como si fueran letras, y con las letras como si fueran los correspondientes animales. El caso es que jugando aprende a establecer relaciones entre símbolos abstractos y objetos concretos, y que con el sistema que tiene montado se entretiene y hasta divierte mucho.


Antes de encontrarme con él en Duhatao hacía algún tiempo que no lo veía, tanto como los dos meses y medio que yo llevaba ya allí con malísima cobertura de Internet, que me impedía interaccionar con él a través de  FaceTime o Skype. Pero dos meses y medio, para un bebé, es una eternidad, tan lleno está su tiempo de acontecimientos y novedades. Así que cuando lo saludaba por la mañana con un “buenos días Bo”, ya fuera en español o inglés, me miraba con cierta indiferencia y no reaccionaba.

Uno de sus juegos consistía en cantar las letras del alfabeto en inglés con la melodía de "Estrellita dónde estás", con la que las agrupaba en las cuatro estrofas siguientes:

a  b  c  d  e  f  g,
h  i  j  k  l  m  n,
o  p  q  r  s  t  u,
v  w  x  y  z 

Así que un día se me ocurrió saludarlo cantándole simplemente “ei…bi…si…di…i…ef…gi”. El efecto fue mágico. Me miró sonriente, como puede mirar un bebé a alguien que le es muy familiar, y me contestó cantando a su vez, con la misma melodía, “eich…ai…yei…kei…el…em…en”.

Francamente, aquello me resultó emocionante. Desde entonces nuestra relación ha mejorado espectacularmente, quizá me ha reconocido como uno de los suyos. Y nos transmitimos nuestros buenos estados de ánimo cantándonos partes del alfabeto inglés con la música de “Estrellita dónde estás”.

Estando en Duhatao, Bo perdió dos de las letras de su alfabeto de plástico, la A y la O. Estaba disgustado, pues no podía completar muchas de las series de letras con las que jugaba, todas las que contenían alguna de las dos letras perdidas. Lloraba sin resignarse a aceptar esta pérdida, que rompía sus esquemas. Como uno de los muchos juegos que tiene en una tableta iPad es el de relacionar las letras con conceptos o cosas que le sean familiares, su madre le propuso sustituir la A perdida por una manzana pequeña (A de Apple) y la O por una naranjita (O de Orange), y Bo lo aceptó con entusiasmo. De modo que ahora no solo juega sin problemas con este alfabeto modificado, sino que se presenta orgulloso apretando entre sus manos las nuevas A y O reencontradas, una manzanita y una naranjita.

En los últimos días de nuestra estancia en Duhatao Bo dio un paso más en su relación con
el mundo exterior. No dejó su alfabeto, pero aprendió a tirar piedras sin que nadie se lo enseñara, a lo que dedicaba mucho del tiempo que estaba al aire libre. Aquello tenía sin duda un significado para él que a mí se me escapaba. Hacer volar, por su voluntad, algo que había lanzado con su mano… qué sé yo… el mundo maravilloso y misterioso de los niños.



 Volviendo a mi tema inicial, en el encuentro que mi nieto Bo está teniendo con lo simbólico recibe una ayuda muy eficaz de la cantidad creciente de software escrito específicamente con estos fines. De hecho Bo maneja el iPad de su madre con toda soltura, y es capaz de pasar mucho tiempo interaccionando con sus juegos de ordenador a través de sus ojos, sus oídos y ese travieso dedito índice de los bebés con el que Bo toca la pantalla de su iPad precisamente donde debe tocarla.

Creo que lo que Bo intenta conseguir sin ser consciente de ello es aprender simultáneamente a hablar y a leer. También está aprendiendo simultáneamente, al ser sus padres bilingües, a hacerlo en inglés y español.

La reflexión sobre todo esto me lleva a dos conclusiones:

1).- La enorme plasticidad de los cerebros infantiles, me refiero a los bebés, que todavía no han ido ni siquiera a la guardería. Y cómo es ésta una etapa de la vida con inmensas posibilidades desde la perspectiva del aprendizaje, las cuales habitualmente son desaprovechadas. Y conste que los bebés pueden divertirse apasionadamente aprendiendo a la vez que juegan.

2).- La enorme ayuda que para el aprendizaje infantil está prestando la informática.

Quiero terminar esta entrada haciéndome una pregunta que para mí, como escritor que soy, es esencial: ¿qué leerán y cómo lo harán niños como Bo cuando sean mayores? 

El futuro de la literatura está en la respuesta que el tiempo dé a esta pregunta. Evidentemente yo no estoy capacitado para contestarla, pero sí me haré algunas consideraciones respecto a ella.

Los medios audiovisuales (cine, televisión, informática, Internet) dominan ya el escenario de la relación intelectual de los humanos con el mundo exterior. En todos ellos hay textos escritos que soportan la comunicación efectuada, pero su papel es secundario.

Creo que a pesar de todo, en el futuro, los conceptos y disgresiones muy abstractos o con un desarrollo atemporal solo podrán entenderse bien mediante la lectura de textos, ya sea sobre papel o en pantallas. Pero para asuntos más concretos y prácticos la lectura mediante textos puede llegar a ser una pérdida de tiempo.

La situación que vivimos en la literatura puede ser parecida a la que atravesó la pintura cuando apareció la fotografía. Lo que hasta entonces era la norma, la pintura figurativa, esa que representa las cosas tal y como las ven nuestros ojos, sufrió una profunda crisis pero no desapareció, sino que se transformó. Junto a lo figurativo, que ha continuado existiendo e incluso ha derivado en el hiperrealismo de pintores como Antonio López, han aparecido formas absolutamente nuevas de pintar: toda la pintura no figurativa o abstracta, con figuras insignes como Tapies o Miró, así como la pintura que me atrevería a llamar semifigurativa, en la que el realismo antropomórfico está desfigurado por el arte pero todavía pueden verse sus sombras, como lo muestran genios de la talla de Picasso, Klee y tantos otros.

Creo que con la literatura puede pasar algo parecido. Aparecerá una literatura mucho más abstracta que la actual, dirigida a lo más profundo del espíritu del hombre, así como diversas formas de literatura más apoyadas en lo audiovisual que la actual, pero no por ello menos merecedoras del calificativo de arte mayor.

Por poner un humilde ejemplo, lo que yo intento experimentar en mi blog es la conjunción, más todavía, la integración subliminal de textos con imágenes, que se complementen y enriquezcan mutuamente. Ya sé que esto no es nuevo, pero es un camino al que le queda todavía por delante mucho recorrido creativo.


Por todo esto opino que la literatura, la de siempre, está entrando en una época fascinante en la que se le abren posibilidades inmensas. ¿Crisis? También, el cambio es inconcebible sin ellas. En el fondo de lo temporal siempre está en marcha un proceso de destrucción creativa, que ahora y en el caso de la literatura, quizá esté empezando a ser rápido y turbulento, como un joven torrente de montaña.

2 comentarios:

Paola Arciniegas dijo...

Qué lindo su nieto, y el nombre; Olo.
Cierto que la tecnología cambia los modos de vida y aprendizaje... Pero nunca creo que las cosas cambien tan radicalmente... Vea a su nieto, puede jugar con una tablet... Pero el instinto natural hace que le guste también jugar con las piedritas...

olo dijo...

Los bebés tendrán siempre que seguir explorando el mundo en todas sus dimensiones. Pero váyase usted simplemente a los niños y niñas de entre diez y quince años. ¿Qué fracción de su tiempo libre se la pasan ya en un mundo digital (celular, tableta, ordenador). ¿Y cuál podrá ser la situación a mitad del siglo XXI? Los humanos cambiarán, aunque eso no es nuevo. ¿Qué distancia cultural y técnica hay ahora mismo entre usted o yo y un pastor nómada sahariano?