Las palabras ruedan como guijarros llevadas por las
turbulentas aguas, heladas, punzantes, de miles de ideas que se derraman
desamparadas desde el cono helado que corona la montaña. Me parece imposible
subir al tranvía que va a trepar por la empinada cuesta, tan lleno de gente
está, pero me empujan, la multitud es porosa, hasta una señora a la que yo,
pobre de mí, estaría dispuesto a considerar mi tía me cede su asiento. No
veo nada de lo que he venido a ver, solo forros de tela sobre volúmenes de
carne humana, tan cegado estoy que tengo tiempo para pensar en mi situación desesperada y a la vez llena de esperanza. El mundo que es la
vida contiene en su mismísimo centro una contradicción irreparable y todos los
que volamos apretujados allí dentro somos hijos de ella. Llega la noche que
siempre ha sido para mí un descanso pero que también es la noche oscura del
alma, surcada por pesadillas terribles. Hacia dentro de mi cerebro todo es mucho más inmenso, profundo,
inexcrutable que el aparentemente infinito universo exterior. O no, en verdad
lo ignoro. Sospecho que la realidad tiene una sola cara, que es una cinta de
Möbius en la que las estrellas más lejanas y los sueños más hondos forman
parte del mismo camino. Dormiré mal, de eso estoy seguro, me levantaré muy
temprano y desayunaré pensativo el café con leche de siempre, mirando sin mirar
cómo mi perro Curro me mira a mí.
Pongo en marcha el cronómetro.
4 comentarios:
Disfruté este post lleno de sentimientos, de energía [hasta me hizo reir]
de esperanza, que todo va salir bien. Mucha fé En El Altísimo, Olo
"No veo nada de lo que he venido a ver, solo forros de tela sobre volúmenes de carne humana..."
después de mirar los forros, las telas, los volúmenes, la carne humana,....después de visto, entonces, qué has venido a ver?, que hay?, existe lo anhelado? o ya no hay nada más por ver?
Todo ocurre en el tranvía. Sentado en el vagón lleno de gente, de espaldas a la calle, en el asiento que me dejó la señora que era más joven que yo pese a que se parecía a mi tía, no veo nada más que forros de tela sobre carne humana.Entonces se me ocurren las ideas que transcribo. La escena tuvo lugar en San Francisco, pero la evoco, casi diría que la invento, cuando la estoy escribiendo. Saco de mi memoria unos cuantos juguetes desordenados y los dispongo según me parece en el momento en que lo escribo. Eso me distrae, hasta me consuela, y me permite expresar algunos sentimientos. No hay "The End".
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