Presento ahora dos fotos de entre las muchas que tomé hace
pocos días, cuando cruzaba la Cordillera en el avión de Madrid a Santiago,
camino de Chiloé.
En ambas se ve en el centro, destacando con su masa de otras
montañas que lo rodean, el que me parece que es el Aconcagua, el pico más alto
de todo el continente americano. Las dos fotos son impresionantes, a pesar de
las manchitas de la ventanilla del avión que se ponen de manifiesto en una de
ellas, como consecuencia de mi torpeza al no haber pegado el objetivo de mi
iPhone al mismo cristal de esa ventanilla.
La Cordillera es de una grandiosidad extrema. Me atrevo a
decir que el espectáculo natural más impresionante que he visto en mi vida, más
que las profundidades del cielo nocturno del Sahara o la majestad de una tempestad en medio del Océano Atlántico,
ha sido la cordillera de los Andes contemplada desde las calles de Santiago.
Y la cordillera explica en buena medida lo que mi querido
Chile es. Su extrema inestabilidad telúrica, que se corresponde con la extrema
capacidad de su gente para afrontar la desgracia con valor y solidaridad. Su
condición de barrera difícilmente franqueable, que hace del Valle Central un
vergel libre de muchísimas plagas que asolan el mundo. Sus desesperadas
quiebras geológicas, que convierten a Chile en una potencia minera. Su
romántica y prístina belleza, que hace que en el corazón de muchos chilenos se
esconda un poeta.
1 comentario:
Y ante toda la belleza, Su "corazón de poeta" reluciendo apreciado Olo...
Publicar un comentario