martes, 10 de enero de 2012

El cuaderno de los sueños

¡Eureka! 
Tuve hace meses un extraño sueño, repetido varias veces, cuyo significado he descubierto hoy. En él estoy asomado a una ventana desde la que veo un paisaje periurbano con  montañas al fondo. Lo que he descubierto hoy es que tras esas montañas, muy lejos en la dirección que ellas marcan, está mi patria. Me veo en ella, donde por cierto estoy ahora, desde la ventana donde sé que estuve, como si una extraordinaria conversación estuviera teniendo lugar entre los dos. Siento la alegría del descubrimiento más una indefinible  nostalgia.

Hace muchos años yo creía en Freud con más firmeza todavía que ahora.También soñaba más. Tuve por entonces un sueño complicado, que estando lleno de detalles y pistas era a la vez, como buen sueño, profundamente surrealista. Me apliqué con entusiasmo a interpretarlo mediante un remedo casero de autopsicoanálisis.

Para ello me compré un cuaderno y un bolígrafo. Tenían que ser nuevos, de modo que no estuvieran contaminados de ningún pensamiento mío anterior. Empecé a escribir mi sueño y a la vez lo que éste me iba sugiriendo. Reinicié este ejercicio todas las veces que me pareció necesario, tantas como cambié y reordené las direcciones de marcha . Aquello empezó siendo una sucesión loca de letras, que poco a poco se fue convirtiendo en un camino empedrado por esas mismas letras, que me llevó a una interpretación clara de lo que aquel complicado sueño mío contenía. Quedé sorprendido. Todo encajaba. 

Desde entonces sé que la vida diaria, los detalles más insignificantes, los deseos, los pensamientos, las esperanzas, las ambiciones, las limitaciones, todo en fin lo que revolotea alrededor de una persona, está íntimamente trabado en un abrigo que protege a esa persona del frio exterior. El hilo con el que este complicado abrigo está cosido es casi siempre el amor, y cuando no el amor, la necesidad que se tiene de él.

Este método que he descrito arriba no suele fallar, lo recomiendo al que se atreva a intentarlo. Hay que tener un mágico cuaderno de los sueños y escribir en él con entusiasmo. Cuando esté lleno de letras, bien encaminadas o no pero con la enorme dignidad que les confiere ser letras de un alfabeto humano, se debe guardar y empezar otro nuevo. Siguiendo así sin parar, cuaderno tras cuaderno, para nunca dejar de alimentar ese fuego indispensable, misterioso, innombrable, que llevamos dentro. 

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