lunes, 30 de enero de 2012

Todo se derrumba



Hoy me siento bajo una sensación de mareo, consciente de la situación de equilibrio inestable en la que transcurren nuestras vidas, sumidas en un vértigo, un temblor, que puede ser divertido o preocupante, según el tema de fondo que estemos considerando.

“Todo se derrumba” es el título de la primera novela africana que leí, hace ya muchos años. Su autor, Chinua Achebé, un nigeriano de etnia Ibo, describe magistralmente el derrumbamiento de la cultura africana en una aldea a la que llegan los blancos, no en forma de soldados, sino representados por un misionero anglicano, aunque los soldados están detrás. Esta novela  es uno de los mejores libros que se ha escrito sobre el significado del colonialismo, que es destrucción cultural antes que dominación económica. Lo curioso es que este derrumbamiento cultural, Achebé lo describe muy bien, no es administrativo ni político, sino que transcurre en el corazón de las personas, se hace por individuos dominantes actuando, sin reparar en las consecuencias de lo que hacen,  sobre individuos dominados, que tropezando unos contra otros terminan derrumbándose todos juntos.




Amine Boustil (2010).- Nyesha dreams (La caja de Pandora)
Los griegos representaron estos derrumbamientos con un mito, el de la caja de Pandora. Abres algo que debería haber permanecido cerrado, o liberas algo que tendría que haber seguido encadenado. Esto pone en acción fuerzas que no se saben o no se pueden controlar, con lo que todo se va descoyuntando paso a paso, hueso a hueso.

Escandalizar a los inocentes es una forma de abrir esta caja. Pero hay muchos más ejemplos. Uno, muy actual, es el del hiperliberalismo que ha resultado en una desregulación total de los mercados financieros, y con ello en la cadena de grandes crisis económicas que, derrumbando el viejo orden capitalista, puede llevar al mundo a un cambio de época, es decir, de civilización y de cultura. En otro orden de cosas, cada uno de nosotros lleva dentro su propia caja de Pandora, que es su subsconsciente, su monstruo verde, su Hulk. Jugamos con él cada noche cuando soñamos, y nos engañamos respecto a estos juegos en el recuerdo que de ellos nos queda, para que no se derrumbe nuestra conciencia, al menos así lo vio el gran Freud.









Pero hay otros mecanismos que pueden llevar al derrumbe de lo establecido.




Foto tomada del blog Cabo Leeuwin
Uno es el que actúa sobre los equilibrios inestables, es decir, sobre la inmensa mayoría de los equilibrios. Basta con una fuerza muy pequeña, que cuando aplicada en alguno de sus talones de Aquiles puede llevar a todo un inmenso sistema al más aparatoso derrumbamiento. Un ejemplo divertido de estas situaciones es el de los castillos de naipes. Somos niños y hemos estado levantando con sumo cuidado nuestro castillo de naipes, hasta que un movimiento muy pequeño, el temblor que deja en la casa un coche que pasa por la calle o el soplo de un suspiro, inicia un derrumbamiento incontenible; nosotros nos reímos, era el final emocionante que estábamos esperando, jugando se aprende a vivir. Otro ejemplo es el de los magnicidios, otro el de los atentados terroristas, unos y otros pretenden destruir algo que está en equilibrio inestable, y la historia está llena de este tipo de acciones, la última más significada es la destrucción de las Torres Gemelas, en Nueva York, que ha iniciado una confrontación de la que ya han derivado dos guerras, en Irak y Afganistán, y otra que puede venir pronto, en Iran.




Maitena.- Círculo vicioso
Un segundo mecanismo derrumbante es el de los círculos viciosos. Llueve mucho, caminamos por una senda que se abre trabajosamente entre el bosque espeso y de pronto nos encontramos ante un charco que empezamos a cruzar, pero su fondo es cenagoso; cada paso que damos para querer avanzar nos va hundiendo más y más en el barro, así hasta que quedamos atrapados o incluso peligran nuestras vidas, como pasaba en la escena de las arenas movedizas de las viejas películas del Oeste. Un círculo vicioso de especial significación en nuestros días es el del calentamiento global; una parte importante del calor que nos llega del Sol es reflejado al espacio por la blancura del hielo que cubre las regiones polares; pero a medida que el calor aumenta este hielo se va fundiendo, convirtiéndose en agua azul marina que ya no refleja el calor, sino que lo absorbe; a más calentamiento global, más fusión del hielo, más agua líquida capaz de absorber calor,  más calentamiento,… etcétera, en una espiral de calentamiento creciente. Otro círculo vicioso afecta al CO2 atmosférico, que tiene la propiedad de absorber el calor que reflejan la tierra y el mar, impidiendo así que se pierda en el espacio exterior, este es el efecto invernadero; a más CO2 atmosférico, más calor, más calentamiento del mar, más liberación del CO2 que está disuelto en las aguas marinas, más CO2 atmosférico, más calor,… etcétera, en otra espiral de calentamiento creciente.


Uf!, puedo dar la impresión de que me estoy pasando, casi todo lo que llevo escrito es pesimista o fatalista. Pero hay otra cara esperanzadora en este asunto, y voy a asomarme ahora a ella.

Si todo se derrumba, también lo hace aquello que nos limita o condiciona. Si existen las cajas de Pandora, también están esas otras en las que guardamos nuestros secretos más preciosos, esos que son capaces de llenarnos de energía creadora. Los equilibrios inestables no solo afectan a lo que nos sostiene, también a lo que nos oprime. Y si hay círculos viciosos, también los hay virtuosos.

Todo, antes o después, termina derrumbándose, lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo liberador y lo opresivo. Por eso los humanos, lo queramos o no, recorremos nuestras vidas destruyendo y creando, desmontando y reconstruyendo. No hay otro camino.

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