Verdaderamente, solo se celebran aniversarios de las cosas que ya han muerto. No es este el caso del movimiento 15M. La misma gente que se indignó hace un año sigue indignada hoy, tanto o más que entonces. Lo que quizá suceda es que además de indignada está abatida, acosada por una cierta desesperanza.
Tiene razones para ello.
Para empezar, la clase política española, porque de una clase con intereses que defender se trata, manifiesta el escándalo histórico de ser incapaz de ponerse de acuerdo para enfrentar juntos los graves problemas del país. Los nacionalistas vascos y catalanes quieren ser ahora más independentistas que nunca. El PSOE, responsable destacado bajo la dirección de Zapatero del desastre que sufre España, y dirigido ahora por su segundo de a bordo, Rubalcaba, quiere actuar como un Robin Hood que nunca hubiese roto un plato. Y el PP, actualmente al timón del gobierno pero olvidado de la política, se enroca en sus menesteres correctores de la crisis con un ímpetu quizá demasiado tecnocrático. Todos ellos sin aprender nada de los de fuera, por ejemplo de esa Alemania tan denostada hoy en Europa que fue capaz de formar en 2005, bajo la dirección de la hoy asimismo denostada Angela Merkel, un gobierno de los democristianos con los socialistas, las dos fuerzas políticas más importantes del país, para enfrentarse con el deterioro económico producido por la Reunificación, un desafío que, a la vista está, culminaron con éxito.
Luego está el gigantesco círculo vicioso en que se ha convertido el problema económico y financiero que afronta España. Las cosas se pusieron muy mal cuando la burbuja inmobiliaria estalló, pero desde entonces no han hecho sino ir a peor. Al perro flaco todo se le vuelven pulgas, dice el refrán castellano. Cierran empresas, aumenta el paro, el Estado ingresa menos impuestos y cuotas de la Seguridad Social, el paro aumenta y con él los subsidios obligados por ley a los parados, el consumo disminuye, los bancos son incapaces de digerir en sus balances las caidas de valor de los activos inmobiliarios que almacenan y que nadie quiere comprar, ningún inversor extranjero (ya ni el BCE) quiere prestarle dinero a los bancos españoles, y le prestan al Estado a tasas de interés inasumibles a largo plazo. Todos estos procesos y más se enredan en gigantescos círculos viciosos que no hacen sino empeorar más y más la situación. El presidente Rajoy gobierna esta aeronave que parece haber entrado en barrena, intenta sacarla de ese naufragio a palancazos en los mandos. ¿Lo conseguirá? Un paradigma económico, en el que creen tanto los economistas como los financieros como los políticos como los sindicalistas como los de izquierdas como los de derechas como los indignados, lo amenaza todo: el paradigma es que no se podrá salir del atasco sin crecimiento económico. Ahí queda eso. Hasta el progresista Stitglitz cree firmemente en esta ley.
Para mí hay algo que está cada día más claro: sin un gran pacto político, sin un gobierno de concentración que dirija a España como si estuviera en un estado de guerra, porque de una guerra en marcha se trata, no habrá manera de salir de este aprieto. Es necesaria una compenetración total del PP con el PSOE, con eso bastaría. Estoy seguro de que tanto Rajoy como Rubalcaba, si por ellos fuera, estarían dispuestos a este pacto. Pero están detrás sus partidos, enormes estructuras políticas cargadas de intereses y desencuentros, llenos de gente que pese a la crisis, no lo está pasando tan mal, a la que le cuesta muchísimo ver el fondo de los problemas y el largo plazo. Todo este enorme peso es muy difícil de mover en una dirección mental que se salga de lo establecido: más impuestos, más gastos. Ni sienten pasar las balas rozando sus cabezas ni tienen madera de soldados, eso es todo.
En este aniversario del 15M yo, que también soy, cómo no serlo, un indignado, quiero hacerle a mis conciudadanos españoles dos propuestas.
1).- Estando como estamos en una sociedad hiperinformada e hipercomunicada, ¿de verdad necesitamos ese gigantesco aparato de políticos profesionales como intermediarios en la dirección de este país? ¿No serían mas eficaces unos partidos muchísimo más simples y una democracia más directa? ¿Una ley electoral sin listas cerradas y sin regla de Hondt? ¿Un acudir con muchísima más frecuencia a los referendums para dirimir cuestiones políticas importantes? En definitiva, ¿una revolución política sencilla y de calado?
2).- En el mundo en que vivimos, con superpoblación, agotamiento de recursos, envejecimiento demográfico en Europa, es una locura pensar que el mero crecimiento económico puede resolver los problemas de las naciones ricas. ¿No sería, por tanto, indispensable, que empezáramos a pensar en cómo puede construirse un sistema económico y social que no crezca, o por mejor decirlo, que solo crezca hacia dentro, hacia el perfeccionamiento colectivo e individual?
No son mucho estas dos propuestas, incluso pueden parecer cándidas o alocadas, ¡es tan compleja la realidad!...
Pero es lo mejor que se me ocurre decir sobre nuestra Indignación hoy.
El inspirado y famoso poster de Miguel Brieva. |
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