jueves, 24 de mayo de 2012

Tigres de papel



Todos los días somos bendecidos con un bombardeo de buenas noticias que nos pasan casi desapercibidas. La mamá que está orgullosa de ser filmada abrazando a su hijo deficiente, al que adora; la pareja de ancianos que apenas sosteniendose en pie,  se cuidan y protegen el uno al otro y son así absolutamente felices; la de jóvenes que todavía son capaces de enamorarse el uno del otro platónicamente, sin exigirse nada a cambio; aquel hombre o aquella mujer que frenan de golpe su coche en una carretera concurrida para recoger a un perro al que sospechan abandonado; los muchos ciudadanos que hacen un esfuerzo importante para prestar dinero al amigo que lo necesita; los muchos otros que todavía se conmueven cuando ven en el noticiario televisivo vientres abiertos por las bombas o niños famélicos por el abandono... tantos, tantos, tantos otros ejemplos.

Todo esto tan hermoso pasa porque muchísima gente a la que el destino le da una oportunidad de ser buena, lo es, y siéndolo también es feliz, dado que la felicidad más autentica solo llega a través del desprendimiento.

Y si todo esto pasa, ¿por qué el mundo funciona de una forma tan ostensiblemente insatisfactoria?

Tiene que ser porque los humanos no somos libres y además tenemos miedo. Estamos sojuzgados por fuerzas inhumanas incapaces de ver la belleza de la bondad y además tememos perder lo poco que tenemos. Seguimos siendo, en definitiva, especímenes obedientes de Homo sapiens, el predador más formidable que ha producido la evolución biológica.

Pero a medida que la comunicación progresa y que la mayoría de la gente va teniendo visiones del mundo más amplias, lo biológico que hay en nosotros va siendo dominado poco a poco por lo cultural. Así los humanos vamos siendo menos animales y empezamos a sospechar que la salvación del mundo y la felicidad de los que lo poblamos necesita de algo tan simple como el abrazo fraternal.

¿Utopia? Y si lo fuera, ¿por qué no avivarla? Desde que Adán, incitado por Eva, se comió la manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal, los humanos siempre hemos aspirado a lo imposible. Pero como decía el déspota Mao refiriendose al imperialismo, lo imposible, en cuanto a tal, es solamente un tigre de papel. Su condición de imposible no debe pararnos.

No hay comentarios: