lunes, 21 de enero de 2013

La Creación y el problema del Mal en Simone Weil

Simone Weil (1909 - 1943)

Simone Weil fue una inteligente y comprometida filósofa, activista y mística francesa que murió prematuramente en el curso de la II Guerra Mundial. La admiro mucho, me parece una de las mujeres más interesantes del siglo XX, no solo por su obra, también por su vida. Ya he escrito una entrada sobre ella en este blog el 28 de febrero de 2007.

Ahora he conseguido un texto suyo que quiero comentar aquí. Forma parte de uno de los documentos y cartas recopilados en el libro “A la espera de Dios”, traducción al español (Trotta Eds. 2009) del original francés “Attente de Dieu”, el cual puede descargarse gratis por gentileza de la Universidad de Quebec.  Los textos que contiene  fueron escritos por la Weil entre el 19 de enero y el 26 de mayo de 1942, poco antes de su muerte.

En el texto al que está dedicada esta entrada expone Simone Weil su explicación de la Creación por Dios de nuestro entero Universo. Lo he traducido así:

<<En lo que toca a Dios, la Creación no es un acto de expansión de sí mismo, sino de retirada, de renunciación. Dios más todas las criaturas es menos que Dios solo. Dios ha aceptado esta disminución. Ha vaciado de sí una parte del ser. Se ha vaciado ya en este acto de su divinidad; es por esto que San Juan dice que el Cordero ha sido sacrificado desde el principio del mundo. Dios ha permitido la existencia de cosas que no son Él y que valen infinitamente menos que Él. Mediante el acto creador se ha negado a sí mismo, como Cristo nos ha prescrito negarnos a nosotros mismos. Dios se ha negado a nuestro favor para darnos la oportunidad de negarnos por Él. Esta respuesta, este eco, es la única justificación posible a la locura de amor del acto creador>>.

Esta visión de la Creación (y de su análogo cosmológico en las teorías científicas del origen del Universo) supone un giro copernicano respecto a todo lo generalmente afirmado o supuesto. Según ella el Universo no aparece como consecuencia de una acción positiva de Creación por parte de Dios, sino como consecuencia de que ese Dios, que por su propia condición de tal ocupa la totalidad, se retira voluntariamente para dejar un hueco espaciotemporal en el que se desarrolle el Universo. Su Creación lo es por tanto no por acción, sino por omisión, no por presencia, sino por ausencia.

Por cierto que esta visión de Simone Weil está directamente inspirada en la de un cabalista judío del siglo XVI, Isaac Luria, que vivió en Safed y completó la Cabala surgida del Zohar de Moses de Leon, el cabalista judeoespañol (sefardita) del siglo XII.

Para la Weil, esta Creación por omisión es una consecuencia del amor de Dios. Y el hecho de que Dios se retire para permitirnos existir justifica la inevitable existencia del Mal en nuestro Universo. Pues ese Mal no es sino la ausencia del Bien, inevitable consecuencia de la retirada divina. Isaac Luria explica este misterio de forma más poética. El dice que Dios, al retirarse para permitirnos existir, deja en nuestro Universo algunas chispas de misteriosa luz divina, y que de estas chispas se apropian partes de nuestro Universo que aceptan el plan creador de Dios y partes que lo niegan. Este es el origen de la existencia de Bien y Mal en nuestro Universo, que luchan entre ellos para apropiarse de esas chispas de luz que su oponente  porta.

En cualquier caso, he traído este texto aquí, junto con el levísimo comentario hecho por mí de un asunto tan escabroso y profundo, como un ejemplo de lo que es el lenguaje religioso, un lenguaje comunicativo radicalmente diferente al lenguaje instrumental  que utilizamos para organizar nuestro estar_en_el_mundo. Ese lenguaje comunicativo es no solo el de la religión, sino también del arte, el amor humano y el asombro ante la belleza del mundo (así como de sus contrapartidas). Mientras que el lenguaje instrumental lo es de la ciencia, la técnica y todo lo normativo que nos permite organizar y ordenar nuestro espacio humano (así como de lo que nos permite desordenarlo y desorganizarlo).

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