domingo, 23 de noviembre de 2014

Pierre Teilhard de Chardin S.I.- Un hombre´puente

Releyendo el Teilhard de Chardin de mis tiempos jóvenes, cae en mis manos un libro que se publicó con el título de “Himno del Universo” (Taurus, Madrid 1964) pero que es una recopilación de textos más cortos, entre los que destaca, ocupando un papel quizá central, “La potencia espiritual de la materia”, un texto místico, la descripción de una visión que el autor ha tenido explicada, a pesar de su naturaleza inefable,  tal y como  él  la ve al volver a este mundo.

Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un sacerdote jesuita pero sobre todo un científico. Entusiasta paleontólogo que se pasó la vida por lugares remotos buscando entre las piedras pistas de los primeros Homo erectus, que participó con Henri Breuil en el descubrimiento del Hombre de Pekin, y que siendo un científico no dejó de ser nunca sacerdote y hombre de fe, a pesar de que el Santo Oficio vaticano lo consideró heterodoxo durante bastantes años, aunque luego el penúltimo papa, Benedicto XVI, lo ha rehabilitado. Sus obras, en efecto, desbordaban la ortodoxia católica pero también la ortodoxia científica, de manera que autoridades importantes de este otro mundo de la ciencia, donde no hay pontífices máximos pero sí muchos cardenales, lo han desautorizado sin comprender que esos textos que los escandalizaban no eran científicos, sino religiosos. Hombre pues Teilhard de Chardin entre dos mundos, con un pie del alma en cada uno de ellos, con el valor que hay que tener hoy día para atreverse a esto. Recomiendo un breve esbozo biográfico de Teilhard publicado por la Wikipedia francesa.

Teilhard, camillero en Verdun (primero a la derecha)
Curiosamente, el texto que quiero comentar, “La potencia espiritual de la materia”, lo escribió en plena I Guerra Mundial, cuando trabajaba como camillero en el frente de Verdun, antes de doctorarse en la Sorbona aunque ya con una sólida experiencia de campo como paleontólogo. Obtuvo allí, por su valentía, la Medalla Militar y la Legión de Honor. Una descripción de sus méritos militares puede verse en la web de la Diócesis de capellanes militares católicos de Francia.

Lo que Teilhard escribe en ese soberbio texto suyo, “La potencia espiritual de la materia” tiene una interpretación sencilla. En su iluminación mística él ve al hombre como un continuador de la materia, un lo-que-ha- llegado-a-ser esta materia en su largo camino desde el big-bang hasta él y lo-que-llegará-a-ser desde él hacia lo que llama Punto Omega, la culminación de los tiempos. Se considera por tanto heredero de esta materia, hijo de ella, y a la vez continuador de ese camino que lleva hacia la salvación no solo de los hombres, sino del universo entero.

Excavando y datando fósiles en China



A mí me gusta este mensaje no solo por su calidad espiritual, admirable sean cuales sean las creencias o escepticismos de cada uno, también por sus connotaciones prácticas, próximas al ecologismo de hoy en día, aunque más profundas. Lo que se destila de lo que Teilhard escribe es que el hombre no puede considerarse ni el rey de la creación, ni el explotador con todos los derechos de lo que como tal explotador llama “los recursos naturales”, ni mucho menos el ecocida destructor de especies y ecosistemas innumerables sin darse cuenta siquiera de lo que hace, y que por el camino que lleva puede terminar destruyéndose, como mínimo degradándose, a sí mismo.







Lo dice el P. Teilhard en el texto que comento con sus propias palabras de sacerdote y de hijo de esa materia  universal:

<<Yo te bendigo, Materia, y te saludo no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen, de fuerzas brutales y de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad>>.


Un texto que vale la pena leer despacio, escrito por un místico que, como muchos de ellos, fue además un hombre de acción.

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