Dedico algún tiempo de mi
estancia en Duhatao a repasar los libros que me traje un día, cien kilos de
libros elegidos muchos de ellos entre los que leí cuando era joven. Entonces
igual que ahora me gustaba subrayar los libros que leía, dejando así mi huella
en ellos para reencontrarme algún día con lo que me impresionó, poniendo de
manifiesto lo que yo era. Ahora que lo estoy haciendo me doy cuenta de que muchos
de aquellos libros juveniles los empecé con entusiasmo ¡y nunca los terminé!
Terminar, lo que se dice terminar completamente, leyendo de principio a final, sin saltos, solo se terminan las
buenas novelas, donde hay una trama que te captura hasta el desenlace. Las
cuales, por cierto, nunca se subrayan.
Pensando en todo esto,
contemplando así con benevolente ironía mi propia miseria, me di cuenta de que
en sus términos más esenciales la vida de cada uno de nosotros, mi vida, la
tuya, la suya, son como la lectura de los libros sucesiones
de episodios inacabados, nunca culminados, fallidos, abandonados, hasta
olvidados. Un ir y venir como el de los picaflores, un volar melancólico como
el de los jotes o entusiasta como el de las gaviotas pero sin rumbo, llevado
por lo que marca el viento. Una sucesión de intentos y exploraciones, ilusiones
y desengaños, descubrimientos y decepciones, encuentros y desencuentros, el
mismísimo río turbulento de Heráclito. Nadando en él, intentando mantenerte a
flote, hay algunos momentos, hasta muchos, en los que llegas a sentirte feliz.
¿Feliz? Sí. Yo creo que la
felicidad no está en los finales felices, tampoco en los comienzos entusiastas,
sino en esos momentos intermedios en los que se produce el descubrimiento. A mí
me parece que la felicidad es una forma especialmente iluminada de la luz. Por
eso a veces es tan fugaz, como lo son la chispa o el relámpago. Aun así, merece
extraordinariamente la pena el esfuerzo de buscarla.
Le pasa lo mismo que a la
lectura. De pronto lees un párrafo que te conmueve, te ilumina, perdido como
estaba entre miles y miles de palabras. Entonces te das cuenta de lo necesaria,
lo justificada, que ha sido tu búsqueda.
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