El larguísimo viaje que me ha traído desde la paz de Chiloé
hasta la inquietud de España todavía no ha terminado. Es mucho más que un
acontecer en el espaciotiempo. Es un triple salto mortal entre dos realidades
espirituales no ya distintas, sino hasta opuestas. ¿Por qué triple? Primero, es
mi yo más profundo el que cambia de escenario vital; allí el silencio, aquí el
ruido; allí la naturaleza implacable, aquí el artificio imprevisible. Segundo, es mi entorno inmediato el que cambia de piel;
allí lo rural, aquí lo urbano; allí el viento omnipresente, aquí el zumbido
constante de un montón de motores eléctricos y el bramido lejano de miles de
automóviles. Tercero, es el tono social, el latir de ese corazón colectivo
humano, que en Chiloé es campesino, vecinal y solidario y aquí es urbano,
político y competitivo. Resulta difícil adaptarse, quizá sea una osadía
pretender estar en, o pertenecer a, dos mundos tan distintos a la vez.
Vuelvo a estar frente a una televisión que allí en Chiloé no
tengo. Se me pone de manifiesto el hambre que tenía de noticias. Escucho los
telediarios de los canales españoles, también algunas tertulias. Y en estos
días de la toma de posesión de Trump, sintonizo la CNN de USA, Al Jazeera, la
BBC, para tomarle el pulso a los personajes del día.
Trump me sorprende por su bajo nivel cultural, su
inconsistencia como orador. ¿Qué hace un chico como él en un sitio como la
presidencia de USA, que es casi la del mundo? Esta mediocridad de Trump, más
que inquietarme me tranquiliza, porque me parece difícil que pueda llegar a ser uno de esos líderes visionarios
que producen daños irreversibles. Eso sí, armará mucho ruido y creará mucha
confusión, intentará con ello, como hombre de negocios que en verdad es, un
reparto nuevo de las cartas del póker, a ver si consigue mejor juego. Lo que no
sé es si el mundo tiene todavía tiempo para que se cambien de sitio los muebles
de la casa común. ¡Hay tantas urgencias y tantas amenazas! El cambio climático,
la globalización, la marea islamista, el ascenso imparable de una China
capitalcomunista, con todo lo de contradictorio que hay en esta condición… va
quedando cada vez menos espacio libre en este mundo nuestro para el fallo, la
dilación, la inconsistencia, la duda.
La situación de Europa me inquieta mucho más. En el rostro
de la señora May se refleja la profunda crisis abierta en el Reino Unido y eso
es malísimo para Europa, amenazada por el populismo y por sus enemigos
exteriores (Rusia y el islamismo) mucho más que USA. Y la de España me inquieta
muchísimo, sobre todo cuando pienso en mis nietos. Lo que veo en España es una
cerrazón en nuestra clase política, que intenta coger el rábano por las hojas,
cerrados además los ojos a la realidad.
En cualquier caso, lo que está claro es que el mundo está
entrando en una época de cambios profundos. Se veía venir. Era imposible que
pudiera funcionar por mucho tiempo el desgobierno de la gran maquinaria económica,
despojada en todo el mundo occidental de cualquier control político. El mundo
tiene que cambiar, está cambiando, seguirá haciéndolo, quizá a un ritmo más
acelerado a medida que vaya venciendo sus inercias. Lo importante es evitar la
guerra o cualquier otra catástrofe irreversible. ¿Lo conseguiremos? Yo confío
en el sano dinamismo americano, la sensatez confuciana china, la inteligente
madurez europea, la capacidad de improvisación española.
¿Qué otra cosa se puede hacer sino confiar en lo mejor que
tenemos?
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